¿Saben aquel del traje nuevo del emperador, que en realidad iba desnudo? Tras los clamores propagandísticos destinados a promocionar el primer aniversario de Canal Extremadura TV, acreditado, como no podía ser menos, con la maña antigua de los ejecutivos de la Junta y empresas afines para administrar estadísticas y manipular números (¿500 empleos entre las […]
¿Saben aquel del traje nuevo del emperador, que en realidad iba desnudo? Tras los clamores propagandísticos destinados a promocionar el primer aniversario de Canal Extremadura TV, acreditado, como no podía ser menos, con la maña antigua de los ejecutivos de la Junta y empresas afines para administrar estadísticas y manipular números (¿500 empleos entre las productoras? Pregunten, pregunten), el escaparate de autobombo de esta higiénica cadena pública pretende enmascarar lo que es una verdad a voces: Canal Extremadura TV ha desperdiciado en solo un año el crédito que el joven medio público pudiera haber obtenido de inocentes como un servidor: pudiera incluso hablarse de dilapidar la fortuna que representaba tamaña novedad en el histórico páramo de la televisión -con las excepciones conocidas- en esta Comunidad. Canal Extremadura TV ha obtenido de forma rápida una etiqueta entre la audiencia extremeña: es malísima.
Refrendemos este comentario con argumentos:
Obsesionada en dar una imagen pulcra acorde con el perfil de lo que los gobernantes extremeños pretenden que sea Extremadura (lo que raramente suele coincidir con la realidad) el canal público ha decidido apostar desde el principio por una línea continuista con la obsesiva propaganda con la que el Ejecutivo extremeño confunde la comunicación: la trivialidad oculta las miserias y el envoltorio prescinde, además de los contenidos, del cuidado de su forma. No ha intentado siquiera sacudir esa estética tópica, y nació, como modelo a imitar, vieja o viejo. La imaginación que cabía exigirle a una televisión nueva -y austera, lo que según reza el refranero debería estimularla- brilla en general por su ausencia. Los formatos de los programas cocinados desde dentro -pero producidos fuera- en este primer año recorren una minúscula horquilla entre la fácil imitación y la simpleza bien conocida, incluidos los programas de irradiación institucional y de culto a lo establecido, tanto a nivel social y político como de gestión de un medio televisivo: la referencia para la dirección del Canal son…¡el resto de infumables emisoras de televisión públicas, privadas e incluso locales, en las que cebarse en la crítica es tarea generalizada! Mención aparte merece la programación de largometrajes de ficción, solución facilona donde las haya y a través de los cuales se vertebra la colonización cultural del pensamiento único entre todos nosotros, a lo que en breve se sumará el fútbol para completar el perfil de los recursos «imaginativos». ¿No había tareas más urgentes que acometer? A la nula disposición hacia las versiones originales -teniendo tan cerca el modelo televisivo luso de programación sin doblaje-, se suman el desencuentro absoluto con el país vecino -en contra de los principios de programación de la cadena- y el recreo en la emisión de algunos filmes de aliento reaccionario o violento. A ello puede unirse el veto directo tanto a programas documentales como a sectores sociales -de lo que doy fe y documentos si se precisan- relacionados con la realidad extremeña en beneficio de temas «colaterales»; lo más lejano posible del argumento de proximidad exigible a una televisión autonómica y pública. Nada nuevo bajo el sol de lo público y sin embargo podía -debiera incluso- haberlo habido.
Todo depara un escenario bien conocido entre los frecuentadores de las televisiones públicas, al que hemos llegado en Extremadura por la vía rápida: control político de los contenidos; mirada eminentemente casposa sobre la sociedad; apropiación de los criterios de lo que a ella interesa; compra de voluntades y dominio político entre las empresas afines del sector; prepotencia en las relaciones mercantiles y represalias hacia terceros que no se someten a sus criterios. Cohesión en las filas de los trabajadores del medio mediante la selección dirigida, la orientación en consignas y la creación de universos paralelos de bienestar en los que no cabe la réplica a la autoridad de los superiores, agitándose para ello el miedo a la precariedad en la que subsiste el resto de la profesión en el ámbito privado… A los trabajadores se les incrimina con métodos sutiles, para que hagan su labor sin percatarse de que se arrodillan ante un dios que quizás no han elegido: convenciéndoles de formar parte del avance extremeño hacia la modernidad más aséptica a través de lo políticamente correcto.
Quien esto lea podría deducir que lo suscrito se trata de una opinión. Tal es, sin duda. Mas fundada en casi veinte años produciendo contenidos para televisión en y desde Extremadura, que le han servido a uno para poder valorar con cierta autoridad que lo que los políticos, directivos y profesionales al cargo de Canal Extremadura están vendiendo ni es oro, ni reluce. Es un tren que se ha perdido al menos para quienes tenemos otras ideas acerca de lo que significa un medio de comunicación público de la relevancia que puede y debe tener una televisión autonómica.
José Camello.- Productor audiovisual Director de la serie «El lince con botas»