Dice Naomi Klein en «La doctrina del Shock» que el Capitalismo salvaje aprovecha las crisis económicas para implementar políticas de recorte de los derechos sociales a no ser que los pueblos se enfrenten a él y luchen por defender lo que es suyo.
La doctrina del shock se impuso en Chile en 1973, en Argentina en 1976, en Gran Bretaña y EE.UU. en 1979, en Rusia en 1993 y en Irak en 2004 con el resultado de pobreza, grandes desigualdades, cierre de sectores productivos nacionales, represión política, tortura y guerras. Todo fue pergeñado por los «Chicago Boys»: Milton Friedman y compañía. Sus herederos en el Estado Español son los Aznar, Rato, Pablo Casado, y Santiago Abascal. Y alguna tapada del PSOE, sin olvidar a los inefables Felipe González Márquez, Carlos Solchaga o Miguel Boyer.
Por todos y todas es sabido que la “doctrina del shock” ha venido implementándose en el Estado español en las sucesivas crisis que se han padecido y que han terminado pagando las clases trabajadoras y las pequeñas y medianas empresas. Sucedió con los llamados “Pactos de la Moncloa” en 1977, a raíz de la crisis del petróleo de 1973. Volvió a acontecer en los años 80 y 90 al calor de la fiebre neoliberal que invadió al PSOE siguiendo la llamada de las exigencias de la entrada en el Mercado Común Europeo en 1986 y del Tratado de Maastricht de 1993, rematando la faena primero la derecha de José María Aznar con la ola de privatizaciones de los sectores productivos más rentables de la economía española (Telefónica, Iberia, Argentaria, etc) y luego los gobiernos de Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy a partir de 2004 y 2011 en adelante con, entre otras medidas, reformas laborales salvajes que han abaratado el despido y precarizado el empleo a niveles nunca vistos. La excusa, otro “shock”: la crisis financiera de 2008. Salarios devaluados en más de un 10%, horas extraordinarias devengadas pero no abonadas, crisis medioambiental sin parangón en la historia y enladrillamiento de las costas sacrificando los sectores productivos –no especulativos-, que son los que de verdad crean riqueza en la sociedad.
Canarias ha sufrido el “shock” más que ningún otro territorio nacional en el Estado español. Casi el 30% de su PIB depende del turismo, siendo su sector primario residual y el secundario, casi inexistente, más allá del empaquetado y exportación de fruta y productos agrarios locales. La desaparición de su potente industria pesquera y fábricas anejas, así como de tabaqueras y otras generadoras de valor añadido se materializaron a raíz de la entrada del Archipiélago como miembro de pleno derecho dentro del Estado español en la entonces C.E.E. al competir en condiciones de “igualdad” con potencias industriales como Alemania, Francia e Italia. Fue la puntilla y ahora, con la crisis del COVID 19, lo estamos viendo.
Somos muchos los que nos tememos que esta nueva crisis, una de las más duras de la historia de Canarias, vendrá acompañada de las medidas que aquellos viejos “Chicago Boys” susurraron al oído al general Pinochet una vez “suicidado” el querido y recordado presidente socialista chileno Salvador Allende. ¿Por qué si no ha llamado la atención la ministra Nadia Calviño a su propio partido por hablar de una reforma laboral total sin contar con la oligarquía ibérica? Una Nadia Calviño que no hace mucho consideraba que una indemnización de 20 días por año en caso de despido improcedente no es tan barata.
En tiempos de crisis, los engrasadores del sistema nunca han dado derechos a la clase trabajadora. Todo lo contrario: se los han quitado.