Francisco Vidal, insigne operador político de la Concertación-Nueva Mayoría y del Gobierno de Bachelet,intenta definir la «posverdad» a su manera. Lo hace parapoder jugar con su definición y tácticamente intentar convencer a los sectores de derecha que el gobierno de Bachelet fue bueno, por «los avances logrados» y sin tocarles sus privilegios. «Cándido» Vidal, en […]
Francisco Vidal, insigne operador político de la Concertación-Nueva Mayoría y del Gobierno de Bachelet,intenta definir la «posverdad» a su manera. Lo hace parapoder jugar con su definición y tácticamente intentar convencer a los sectores de derecha que el gobierno de Bachelet fue bueno, por «los avances logrados» y sin tocarles sus privilegios.
«Cándido» Vidal, en su columna sabatina enEl Mercurio, el medio impreso chileno especialista por antonomasia en la posverdad define así este neologismo que enreda más que aclara: «se trata decrear una imagen negativa a través del bombardeo sistemático, principalmente de los medios de comunicación». Su definición le permite presentar al Gobierno de Bachelet y la Nueva Mayoría como objeto de una conjura.
Así pues, ambos, Vidal y El Mercurio practican lo mismo que hoy llaman «posverdad«: engañar y manipular, o «hacer creer» como decía Maquiavelo a finales del siglo XV.
Ésta ha sido precisamente la tarea del diario del difunto Agustín. Lo fue durante todo el mandato y de manera ignominiosa en las últimas semanas del Gobierno del Presidente Allende en 1973. En aquel tiempo, nada lejano en la historia de Chile, el «Decano de la prensa nacional» llamaba abiertamente a romper con el orden constitucional democrático de la época mediante un golpe de Estado militar. Más tarde se calló ante la destrucción de los famosos «principios republicanos» que él decía defender. Fue con la complacencia de El Mercurio que se violaron de manera repetida los derechos y libertades individuales y humanos, y que los EE.UU. aparecieron siempre como el «líder del mundo libre» y no como una potencia imperialista hacia el exterior y represiva al interior.
Y, por lo tanto, desde ahí se orquestan (antes de que existiera CNN Chile) las campañas hacia los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia y las organizaciones políticas y populares del mundo entero. Es desde sus páginas que se banaliza a Trump y a los peores dictadores de las derechas globales.
Los propagandistas, historiadores y periodistas de moda pasan por alto que El Mercurio, con sus «informaciones» deformadas en la época del terrorismo de Estado pinochetista, sus editoriales que cantaban loas a la oligarquía neoliberal y a los nuevos empresarios, con sus «seminarios» en hoteles de lujo o en «Casa Piedra» que financiaban la venida de los gurúes del management neoliberal a Chile, con sus páginas pontificando sobre arte y literatura,con su adulación por el estilo de vida de una oligarquía liviana de cascos y pobre en el plano cultural,participó activamente en la campaña de propaganda orquestada por los Chicago boys. Lo hizo mintiendo sistemáticamente. En maniobras de lavado de cerebros en pleno clima de represión.
El Mercurio y sus directores no escatimaron mentiras para presentar como beneficios para la población políticas económicas neoliberales que han culminado en la destrucción ecológica del país, en la corrupción institucionalizada, en la explotación, en abusos sistemáticos de los trabajadores, en la pobreza de los jubilados y en el enriquecimiento de unos pocos.
Ninguno de los ejes estructurales que ocasionan estas aberraciones sociales han sido ni siquiera rasguñados con las políticas de la Concertación ni con el engendro transformista llamado Nueva Mayoría.
Y el último bluffde la candidata presidencialDC Carolina Goic, diciendo que va a «elevar el estándar ético» en la DC y terminar con la corrupciónde los Zaldívar, Frei Jr, los Walker, León, Pizarro, Fuentes, etc, es otra posverdad o técnica discursiva de manipulación inventada por la DC para obtener algunos porcentajes más en las encuestas.
La verdad es que Chile no ha cambiado. Los argumentos sobran. Los de los trabajos académicos serios. Por mucho que Cándido Vidal sostenga como el personaje de Voltaire y la opereta de Leonard Bernstein que «vivimos en el mejor de losmundos (chiles) posibles», el país, para cualquier pensador libre, sigue siendo un caso emblemático del neoliberalismo mundial con su secuela de aberraciones en el plano subjetivo/personal, en la destrucción del vínculo social y en el del entorno ecológico-natural por el modelo económico de crecimiento defendido nuevamente sin tapujos por Ricardo Lagos ante sus amigotes empresarios.
Chile es el país de las repeticiones sin fin de catástrofes anunciadas. El del exterminio programado de niños en las instituciones del Estado (SENAME), el de la pobreza disfrazada, del consumo alienante, de los vertederos contaminantes, de los infiernos forestales, de la corrupción institucionalizada, del discurso político utilizado como estrategia de poder … de mentir por omisión. Un país a la pinta del magnate Piñera gracias a la Concertación y la Nueva Mayoría.
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