«(…) fue un estadista que se anticipó a su tiempo y a las condiciones objetivas de su estado» Eusebio Leal Spengler La obra y el pensamiento de Carlos Manuel de Céspedes, proyectados hacia la política interior y exterior de la Revolución Cubana y la República de Cuba en Armas que presidía, reflejan su figura como […]
«(…) fue un estadista que se anticipó a su tiempo y a las condiciones objetivas de su estado» Eusebio Leal Spengler
La obra y el pensamiento de Carlos Manuel de Céspedes, proyectados hacia la política interior y exterior de la Revolución Cubana y la República de Cuba en Armas que presidía, reflejan su figura como estadista preclaro y fecundo. Abarca el período desde el 10 de octubre de 1868, en que iniciara su levantamiento armado por la independencia, hasta el 27 de febrero de 1874, fecha de su caída en combate. Esas ideas y principios tienen su sustento firme en el ideario integral que guiaba a la Revolución como un proceso encaminado a la creación de una nación independiente y soberana con una misión trascendente en su entorno caribeño y latinoamericano y, por supuesto, en el ámbito mundial.
Admiración extraordinaria inspira el contenido del quehacer de este dirigente revolucionario que, al frente de los destinos de su país como su Presidente desde el 12 de abril de 1869, después de liderar el alzamiento armado del 10 de octubre de 1868, pergeñaba las ideas más altas y profundas, sobre la política nacional e internacional, en condiciones y circunstancias extremadamente difíciles.
Su residencia y lugar de trabajo no eran las oficinas de un palacio ni de una casa solariega en alguna ciudad del país, en medio de una relativa tranquilidad y seguridad. Por el contrario su vida transcurría trashumante, estaba expuesto a los embates azarosos de las batallas y la continua persecución del enemigo, y pernoctaba en forma irregular en bohíos o chozas construidas en pequeñas poblaciones situadas en el corazón de la manigua, y en remotos lugares en las zonas montañosas.
Por eso confiesa: «Solamente los cubanos que somos de hierro, pudiéramos resistir esas alternativas atmosféricas a la intemperie y algunos completamente desnudos […]»
Su estoicismo estaba sustentado en el ideal y el sueño de una patria libre e independiente. «[…] El me trajo a la memoria, entre otros recuerdos, mi antiguo estado de señor de esclavos, en que todo se me sobraba: lo comparé con éste en que ahora me veo pobre, falto de todo, esclavo de innumerables señores pero libre del yugo de la tiranía española, y eso me bastó: prefiero mi estado actual.»
Todo lo anterior, así como momentos diversos de su existencia, refleja la situación del hombre que inmerso en ese entorno, proyecta sueños y estrategias, genera ideas y razones que se abran camino en las conciencias y en los corazones de sus compatriotas y de otros ciudadanos y mandatarios del mundo.
Por toda esta realidad histórica, resulta de un valor excepcional esta definición que sobre su persona llegó a esculpir en una epístola a su esposa:
«Las circunstancias mismas, que son las que siempre deciden, van presentándose favorables […] Se necesita depositar la confianza en una persona o levantarla en hombros con todo esfuerzo. Mi situación es excepcional: no la gradúen por comparaciones históricas, porque se exponen a errores. Nada hay semejante a la guerra de Cuba. Ningún hombre público se ha visto en mi situación. Es necesario tomar algo de todos y echarlo en un molde especial para sacar mi figura. Tengo que estar siendo un embrión abigarrado. Y aquí está la dificultad: en la elección de la crisálida.»
Las ideas, hechos y valoraciones sobre política exterior de la Revolución Cubana y de la República de Cuba en Armas tal como han sido expuestos en alocuciones, discursos, mensajes, informes y otros documentos de su máximo dirigente, Carlos Manuel de Céspedes, y de sus órganos representativos, en las comunicaciones a representantes y emisarios de Cuba en el exterior, en las comunicaciones a dignatarios y otras personalidades extranjeras, en las anotaciones en sus diarios y en la correspondencia familiar, nos permiten arribar a determinadas conclusiones que expondremos en forma resumida.
‑ La Revolución Cubana, desde su misma génesis, tuvo el objetivo cardinal de fundar una nación libre e independiente, que asentada sobre firmes y justos principios liberadores para su pueblo, fuera, a la vez, un país con una misión internacional trascendente que gozara de la admiración y respeto del mundo.
‑ En estos primeros años de la Revolución y de la República, fue Carlos Manuel de Céspedes la figura que cimentó y cinceló las principales ideas y acontecimientos tanto de la política interior como exterior.
‑ La política exterior tuvo como su fundamento esencial el protagonismo del pueblo cubano en su heroica lucha, y en las ideas y propósitos que presidían la guerra, así como también, las estrategias, vías, actuación y forma práctica, de llevarla a cabo frente a una potencia poderosa.
‑ La política exterior no fue sólo un enunciado teórico y principista, sino que tuvo una realidad organizacional dentro del gobierno de la República en Armas: un Departamento o Secretaría, con los funcionarios correspondientes en el exterior a tales fines. Como componente del sistema se designaron Enviados Especiales, Ministros Plenipotenciarios, representantes o agentes confidenciales.
‑ Por razones diversas, al primer país al cual se envió una representación fue a los Estados Unidos de América, explicando en forma detallada las razones y propósitos de la Revolución Cubana, y solicitando el reconocimiento de la beligerancia y otros gestos de simpatía. Se remitieron mensajes al Presidente de los Estados Unidos y otros políticos de ese país. Pero todas las gestiones reiteradas no produjeron resultado positivo alguno. Como conclusión de ese proceso largo, Céspedes llegó a establecer la diferencia que reconocía entre el pueblo y el gobierno norteamericano. Sobre este último dejó su convicción y su conclusión para la historia: «Por lo que respecta a los Estados Unidos tal vez esté equivocado; pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosas para su nación y entretanto que no salga del dominio de España(…)»
‑ Los países latinoamericanos fueron vistos como patrias comunes, y a ellos se recurrió en busca de solidaridad y apoyo moral y material. Chile, Méjico, Ecuador, Brasil, Argentina, Colombia, Costa Rica, Venezuela, Bolivia, Perú, El Salvador, Honduras, Santo Domingo y Panamá, fueron países que alcanzaron especial relieve según consta en los documentos oficiales firmados por Céspedes o simplemente mencionados en determinados informes y apuntes de sus Diarios.
‑ Las relaciones con Puerto Rico, también colonia de España, se enfocaron tempranamente como un compromiso compartido de contribuir a la emancipación de ambos pueblos. La cercanía de Jamaica, hizo de esta colonia británica un punto estratégico para las comunicaciones y expediciones, con una representación confidencial para tales fines.
– Los países de Europa, por su importancia en la política internacional, merecieron la especial atención de la política exterior cubana. Entre estos cabe mencionar España, Francia, Inglaterra, Italia. Seguía con atención los acontecimientos en otros países como Alemania, Rusia, Suecia, Sajonia y Turquía.
– La intención de compromiso de ayuda mutua entre irlandeses y cubanos y sus propósitos independentistas, constituye otro elemento de valor a tener en cuenta ya que ofrecía recursos materiales y financieros para apoyar la causa de Irlanda, una vez lograda la independencia de Cuba.
‑ La política interior y exterior de la Revolución Cubana se nutrió con la participación de los hijos de distintos pueblos, que asumiendo los ideales y aspiraciones del pueblo cubano, se enrolaron en el Ejército Libertador, y ya como soldados o jefes, lucharon amalgamados con los cubanos, sufriendo los rigores y sacrificios de la lucha, o entregando sus vidas por la redención de la patria. Esto tuvo un alcance y significación mayor con la emancipación de los esclavos de origen africano y de los siervos chinos, que incorporados como hombres libre a nuestro pueblo y a su Ejército Libertador, constituyeron una fuerza formidable de la Revolución.
De estas raíces históricas de nuestra nacionalidad, surgió el espíritu, la vocación, el compromiso y la práctica internacionalista de nuestro pueblo.
Eusebio Leal Spengler ha precisado con acierto, en su valoración resumida de Céspedes como hombre y dirigente, que «sus arternativas eran pocas, sus opcciones limitadísmas, fue un estadista que se anticipó a su tiempo y a las condiciones objetivas de su estado».