Hay muchos y muchas que corean embrujados los cantos de sirena del Tribunal Constitucional (TC). Éste ha reintroducido por la puerta grande el lucro en la educación al permitir que grupos empresariales con fines de lucro controlen universidades. A los cantos de sirenas de rectores de universidades privadas se agregan los cantos de sirena de […]
Hay muchos y muchas que corean embrujados los cantos de sirena del Tribunal Constitucional (TC). Éste ha reintroducido por la puerta grande el lucro en la educación al permitir que grupos empresariales con fines de lucro controlen universidades. A los cantos de sirenas de rectores de universidades privadas se agregan los cantos de sirena de los economistas neoliberales y los ministros-empresarios de Piñera. El movimiento estudiantil los conoce. Esperemos que éste no se estrelle contra los muros de la Moneda ni del Mineduc; ni menos que haga naufragar las demandas estudiantiles. Que el movimiento estudiantil le haga oídos sordos a los llamados de comisiones y diálogos con el piñerismo. Que se fortalezca allí donde se mueve como pez en el agua: en las movilizaciones callejeras, las asambleas estudiantiles y en las alianzas con otras fuerzas sociales populares. Sólo así podrá mantener el rumbo y lograr sus objetivos. Y habrá que seguir con vigilancia ciudadana a los y a las que sucumben a los cantos de sirenas de las comisiones de Piñera .
Pero vayamos a otros granos. El rector Carlos Peña no titubea en citar en sus artículos a los clásicos griegos para mostrar sus vastos conocimientos. Es así como el abogado ha logrado impresionar al público lector de sus columnas en El Mercurio. Nadie puede dudar de su capacidad para construir un buen razonamiento y exponer una tesis u opinión bajo la forma de una disertación argumentada. No obstante, cuando se cita a los clásicos de la cultura greco-romana se le exige siempre al autor, periodista o intelectual permanecer fiel a la cita original en un texto (*).
En su última columna mercurial, Carlos Peña, de manera desprolija arremete contra esta regla de base. Comete un craso error al no respetar la fuente. Peña deforma a más no poder el texto clásico de La Odisea atribuido a Homero. En el poema sobre Ulises en viaje marítimo y en su encuentro con las sirenas, cuyo canto embrujaba a los marinos y los conducía directamente a estrellarse contra los roqueríos de su isla, desde los que sentadas sobre los cadáveres de los náufragos ejercían ese poder de atracción fatal sobre quienes las escuchaban. De ahí la metáfora de «los cantos de sirena»… que atraen incautos a trampas con melodiosos discursos … y a perder el rumbo en el intento … de escucharlos.
En el texto de Homero Ulises no se tapa los oídos con cera, pero sí se hace atar al mástil. Ulises, que manda en el barco, les tapa con cera los oídos a sus marineros para que ellos remen en una dirección señalada y no se desvíen de su ruta ni obedezcan, por esos instantes sublimes de embrujo y placer que él se regala, sus propias órdenes (las de Ulises), tentado por cambiar de rumbo para acercarse a las rocas donde cantan las sirenas y … naufragar. Obvio, Ulises no quiere privarse del placer estético que es deleitarse con el canto de las voces de las sirenas. Por lo mismo, él no se pone cera en los oídos, pero se hace atar al mástil. Es lo que está escrito en el texto original de La Odisea de Homero.
Peña desconoce el texto original del clásico poema de Homero, quizás porque nunca lo ha leído (solo a J. Elster pareciera). Por eso lo deforma, cambiándole el sentido. Lo que debería restarle impacto a su columna y autoridad a su calidad de intelectual serio. Puesto que no se escribe una columna falseando fuentes que son patrimonio de la humanidad.
Concretamente: Peña escribe refiriéndose a un libro por él citado y a lo que el constitucionalista Jon Elster llama la «Teoría Ulises»: » El pueblo, al igual que Ulises que sabía que podía ceder a los cantos de las sirenas y por eso se puso cera en los oídos y se amarró al mástil, sabe también que puede ceder a impulsos circunstanciales». Y más adelante Peña machaca: «… como la cera que tapó los oídos de Ulises» … Esto es falso.
El episodio de Ulises fascina, pero hay que respetar la fuente original que es el texto de Homero tal cual está escrito en las versiones reconocidas de La Odisea (**). Más claro aún: en el texto original el héroe griego sabe que las naves se estrellan contra las rocas atraídas por el canto de sirenas que como el opio adormece la voluntad para continuar hacia un objetivo. Es por esto que pone cera en los oídos de sus marinos que reman duramente y luego se hace atar. Pero no en los suyos. Él escucha fascinado, pero atado al mástil. No es ingenuo. Ha aceptado perder su libertad solo por un instante.
Este poema ha sido interpretado de diversas maneras, además de dejarse engañar por los poderes de los discursos. Pero también se insiste en que Ulises, el rey de Itaca, es un hombre libre y un privilegiado que se otorga el derecho de gozar del arte, la cultura (las melodías de las sirenas) y para que eso sea posible otros deben remar fuerte; para que el amo o jefe goce, éste priva de ese derecho (les tapa los oídos) a los otros que deben remar.
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(*) «… nosotras sabemos todo lo que sucede» dice el canto de las sirenas según la Odisea de Homero.
(**) Lea aquí un resumen fidedigno de la historia y algunas explicaciones sobre el tema: https://redhistoria.com/mitologia-griega-las-sirenas-y-ulises/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.