Carlos Peña está frustrado. El rector de la Universidad Diego Portales (UDP) se queja de que «su» tesis no sea plebiscitada en la segunda vuelta presidencial. Despotrica. Se indigna de que hasta Piñera dé la impresión de querer hacer cambios al Chile neoliberal bajo los consejos de economistas neoliberales «progres» como Sebastián Edwards -bien sabemos […]
Carlos Peña está frustrado. El rector de la Universidad Diego Portales (UDP) se queja de que «su» tesis no sea plebiscitada en la segunda vuelta presidencial. Despotrica. Se indigna de que hasta Piñera dé la impresión de querer hacer cambios al Chile neoliberal bajo los consejos de economistas neoliberales «progres» como Sebastián Edwards -bien sabemos que lo del candidato de la derecha y extrema derecha es pura movida oportunista. Por eso Peña habla de una segunda vuelta convertida en «subasta» donde «pujan» las ofertas de los dos finalistas.
La tesis que el rector de la UDP repite majaderamente en sus columnas de El Mercurio sostiene que el modelo neoliberal (y de paso el pilar AFP de José Piñera rechazado en el mundo entero), instalado a sangre y fuego para que una oligarquía empresarial concentre y se aproveche de la riqueza producida por el trabajo de los chilenos, es una «modernización capitalista».
Peña niega la realidad en nombre de la ideología de los mercados que profesa como un dogma. Teje una visión simplista de la sociedad chilena donde el bienestar material se articularía con la expansión de unas «clases medias» que accedieron al consumo que el modelo neoliberal ofrece. En su visión antojadiza el rector «olvida» decirnos que el modelo que le imprime su lógica a la llamada «modernización capitalista» funciona con endeudamiento, bajos salarios, educación de mercado, mala salud y pensiones. Y produce cero innovación (¡y ahora que están de moda los robots!).
Pero Peña es obstinado y nada racional (no acepta los criterios de Karl Popper de refutabilidad de una tesis para que ésta sea científica). El rector denuncia como «ignorantes» (a Ossandón y a Guillier por ej.) a todos los que se desvían de «su» verdad, ¿emitida también desde lo alto de su cátedra o solamente del púlpito mercurial?
Más aún, el rector de la UDP no acepta la porfiada realidad. Que la significativa votación que obtuvieron Beatriz Sánchez y el Frente Amplio refuta uno de los corolarios de su tesis. El que sugiere que el consumo de productos (de la modernidad tecnológica capitalista) y el confort de la vida material pueden comprar la consciencia individual al punto de impedir el ejercicio de la capacidad crítica y de discernimiento de los individuos.
El columnista de El Mercurio y piñerista en la coyuntura, no concibe que se pueda adoptar un modo de vida racional y reflexivo, y a la vez consumir los productos del capitalismo y sus bienes y servicios promovidos por los mercados.
El susodicho no se percata que no hay contradicción entre aspirar a vivir bien y «pensar por sí mismo», y contra los medios y sus encuestas inválidas. Que se puede exigir bienestar para sí mismo como individuo y para los otros con quienes vivimos juntos en SOCIEDAD.
Porque siempre habrán razones suficientes para que cada individuo y las organizaciones que éste se da con otros permanezcan alerta acerca del funcionamiento del sistema en su conjunto; del poder de los mercados y del capital y de sus efectos: la concentración de la riqueza, la desigualdad social, la mercantilización de los derechos sociales y el vandalismo ecológico que en Chile el neoliberalismo promueve y reproduce. Es decir Peña no cree que los individuos se puedan movilizar y aspirar a cambiar el modelo. Desde hace años que vitupera contra lo que llama las «masas».
Por eso se desespera cuando el candidato de la bolsa, los mercados, del CEP, de la SOFOFA de la UDI, RN y Kast como Piñera promete gratuidad por aquí, nueva Ley de Pesca por allá y una línea de Metro entremedio. Y también cuando Guillier hace promesas para atraer sin precisiones al elector del Frente Amplio crítico y que aspira a cambios estructurales como terminar con las AFP.
Porque Peña sabe que hay una gran crisis de confianza en el viejo duopolio que consolidó esa «modernización capitalista» neoliberal. Es que los resultados de la primera vuelta son claros: no se le cree a Piñera y a su programa ni a las promesas de crecimiento de J.A. Fontaine. Simplemente porque la economía chilena no puede crecer más que a un 2% anual. Y el programa de Piñera promete un improbable 4,5%. Es cosa de leer los informes de economía global. Es decir que ni la modernización capitalista a la Peña ni el neoliberalismo a la Piñera-SOFOFA son viables a mediano plazo. Y esto es una verdad que puede ser sometida al análisis y a la refutación.
¿No tendría Carlos Peña que elegir entre dos actividades públicas contradictorias: ser Rector de una universidad, o propagandista neoliberal en El Mercurio?
Repito: ¿no tendría que optar el actual rector entre ser agitador neoliberal y columnista en el medio vocero de los intereses de la oligarquía empresarial y política chilena, o ser rector de universidad, que por definición, desde la modernidad renacentista, (siglo XV) aspira a producir saber, ciencia y tecnología, y al mismo tiempo la crítica de ese saber y de esa tecno-ciencia y de sus finalidades en nombre de valores éticos y sociales?
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