En los versos de Nicolás Guillén, cantados luego por Paco Ibáñez en su «Soldadito boliviano», se hablaba de aquel revolucionario inmortal que fue Ernesto «Che» Guevara, afirmando que fue «argentino y cubano». Aún con todo, se quedó corto el poeta, pues el Che fue también angoleño y boliviano. En definitiva, argentino universal. Algo parecido he pensado […]
En los versos de Nicolás Guillén, cantados luego por Paco Ibáñez en su «Soldadito boliviano», se hablaba de aquel revolucionario inmortal que fue Ernesto «Che» Guevara, afirmando que fue «argentino y cubano». Aún con todo, se quedó corto el poeta, pues el Che fue también angoleño y boliviano. En definitiva, argentino universal.
Algo parecido he pensado al enterarme de la muerte de Carlos Slepoy, amigo y compañero, abogado de la denominada querella argentina por los crímenes del franquismo, pues él también ha sido, por encima de todo, como el Che, argentino universal. Una de esas personas-árbol con raíces asentadas en una tierra muy suya y las ramas abiertas a todos los aires y pueblos del mundo. Quijote de su Pampa argentina y desfacedor de agravios, entuertos, crímenes y genocidios allá en su país, pero también en Chile, Guatemala, el Estado español y allí dónde se terciara. Carlos Slepoy, «Carli», argentino universal.
Lo conocí a través de la denominada «querella argentina», a la que nos acercamos desde un primer momento desde Iruñea y Euskal Herria para tomar parte activa en la misma. En Madrid, mientras era diputado de Amaiur, coincidí con él en distintas actividades realizadas con el fin de recuperar nuestras silenciadas historias y reclamar justicia frente al genocidio y sus causantes. En el Congreso tratamos de abrir brecha en los altos y vergonzosos muros levantados por la Transición de punto final de los años setenta, pero no tuvimos mucho éxito. Los artífices de aquella seguían vivos y coleando por aquellos pasillos. Luego coincidimos en los antes y después del viaje a Buenos Aires organizado por las compañeras y compañeros de CEAQuA (Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina) y en algunas otras ocasiones más. Ni que decir tiene que allá donde se hablara de memoria histórica, el nombre de Carlos Slepoy estaba siempre presente.
A Iruñea le invitamos por primera vez la gente de «Sanfermines-78: Gogoan!» para que fuera levadura y sostén de lo que luego sería la primera querella municipal interpuesta en todo el Estado contra los crímenes del franquismo. Lo hizo nuestro Ayuntamiento del cambio y lo celebramos vivamente. Luego, animador incansable, volvió para los Encuentros en los que representantes de siete ciudades de todo el Estado -Barcelona, Zaragoza, Gasteiz, A Coruña, Cádiz, Rivas e Iruñea- se comprometieron a impulsar querellas propias en sus respectivos municipios. La semilla plantada con su esfuerzo y el de sus colegas (Jacinto, Ana,…), así como el de la gente de CEAQuA (Chato, Paqui, Sole, Josu….) estaba dando sus frutos
Se celebra durante estos días al 80 aniversario del bombardeo de Gernika. Distintos actos organizados tanto a nivel institucional como ciudadano (Gernika Batzordea; Ongi etorri, errefuxiatuak!..) recuerdan aquella masacre. Las exigencias de verdad, justicia y reparación allí formuladas son idénticas, a su vez, a las que con anterioridad se hicieron en la conmemoración del bombardeo de Otxandio -julio de 1936- y Durango -marzo de 1937-, realizadas también por la aviación nazi-fascista a las órdenes de Franco.
Exigencias similares fueron las que se alzaron en Gasteiz, el pasado 3 de marzo, en denuncia de la masacre padecida por su población y clase trabajadora en 1976, así como el grito vestido de rojo y blanco que el próximo 8 de julio, durante los sanfermines, recordará la brutal y criminal agresión que sufrimos en Iruñea en 1978. En todos estos actos, el recuerdo de Carlos Slepoy estará presente en la mente de muchos de nosotros y nosotras, pues ha tomado parte y fue animador de muchas de estas iniciativas que siguen reclamando la recuperación plena de esa historia que nos robaron.
Las exigencias de verdad, justicia y reparación -afirmaba Carlos- van bastante más allá del gigantesco crimen cometido en las semanas y meses posteriores al golpe de estado fascista y su guerra criminal. Se refieren también al trabajo esclavo de cientos de miles de personas que engordaron las arcas de constructoras y parásitos franquistas; a otros tantos que tuvieron que tomar el camino del exilio; a los millones de mujeres ninguneadas civil y socialmente durante las largas décadas de la noche franquista; a decenas de miles de personas expoliadas, torturadas, encarceladas, asesinadas; a las madres y familias de los bebés robados durante esa época…
Todas estas exigencias -recalcaba una y mil veces Carlos- no pueden ser negadas por trileras leyes de punto final, como la de Amnistía de 1977, ni por aquella Transición que fagocitó la ruptura democrática reclamada en exigencia de autodeterminación, república, responsabilidades por el expolio y crímenes franquistas, laicismo,… Los derechos humanos fundamentales de las personas y la libertad de los pueblos no pueden ser objeto de mercadeo, rebajas de temporada, ni venta por plato de lentejas deslavazadas alguno.
Sobre tu tumba, Carlos, veremos revolotear aquellos ruiseñores de los que Miguel Hernández dijo «cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas». Trinos que, en esta primavera que recién estrenamos, nos recordarán el verano de cosechas que nos espera. Cosechas de verdad, justicia y reparación por las que tú luchaste. De derechos humanos plenos y diccionarios de los que la palabra impunidad haya sido arrancada para siempre. De historias que hablen de los crímenes cometidos y vayan acompañadas -¿para qué si no esas historias?- de justicias que pongan nombre a los criminales.
Y con Miguel Hernández de nuevo, te despedimos: » A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero». Agur eta ohorea!, «Carli», argentino universal!
Sabino Cuadra Lasarte. Abogado y ex-diputado de Amaiur.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.