Termino de leer el manifiesto que han firmado ustedes con el título «Una ilusión compartida» y, antes que nada, les quiero dar las gracias por su compromiso intelectual y personal con la causa de los desheredados y la vida del planeta (contenido y continente). Me gustaría decirles también, por otra parte, que su manifiesto me […]
Termino de leer el manifiesto que han firmado ustedes con el título «Una ilusión compartida» y, antes que nada, les quiero dar las gracias por su compromiso intelectual y personal con la causa de los desheredados y la vida del planeta (contenido y continente).
Me gustaría decirles también, por otra parte, que su manifiesto me ha ilusionado. Pero no es así. Es más, no es así y además sería un ingrato con ustedes (por todo lo que me han enseñado) si no se lo dijera abiertamente. Callarme sería compartir el error, si es que lo es, y no serviría para nada.
Ustedes en su manifiesto nos vienen a hablar del descrédito de la política, de la falta de horizonte de la izquierda, de un gobierno socialista incapaz de imaginar otras recetas que no sean las de los mercados financieros, de la regeneración democrática, de la defensa de lo público, de los malos resultados electorales, de romper el bipartidismo, de la rebeldía de las redes sociales, de que hay que devolverle a la vida pública la dignidad, de la unidad y el esfuerzo de todos para reconstruir la izquierda… He de decirles que coincido con ustedes en el análisis de la gravedad del momento histórico que vivimos, del avance de las políticas propuestas por los mercaderes financieros, de la derrota electoral y la falta de horizonte de las fuerzas políticas de la izquierda del régimen, y del avance de la izquierda social que ustedes llaman redes sociales.
En España, la llamada transición democrática, que en la práctica significó la continuidad del régimen anterior, ha dado como resultado que esas políticas reaccionarias hoy se encuentren caminando de la mano de una parte de la izquierda, la izquierda de este nuevo régimen. Esa misma izquierda que pactó la ley d’Hont, que ha ido desmantelando a sangre y fuego la base social democrática (mayoritariamente de izquierdas) surgida de la lucha contra la dictadura y que, no sin una gran resistencia, se tuvo que tragar la transición pactada por la izquierda del régimen en su conjunto.
De aquellas lluvias, estos lodos. Ese proceso que nos ha traído hasta aquí, también, como su manifiesto, tiene sus artistas e intelectuales que han formado y aún forman parte de este régimen democrático que preside como Jefe del Estado don Juan Carlos de Borbón, rey del reino de España.
El chiringuito se cae, por mucho empeño que se ponga en apuntalar el tinglado. Se viene abajo, y la gran perdedora va a ser la izquierda del régimen en sus diferentes modalidades. Ya no hacen falta palmeros. La derecha, heredera del régimen anterior, va de fiesta. Y la izquierda, dueña de este régimen hasta ayer, va de entierro. Con o sin plan B.
Era de esperar que en una situación tan grave como esta la izquierda político-electoral echara mano de ustedes. Un manifiesto más, el gran manifiesto, el manifiesto. Un ladrillo más en el muro que nos impide ver el horizonte.
A algunos de los firmantes los conozco desde que eran estudiantes. Sé de su sinceridad y no dudo de la del resto de los adheridos. Pero en este momento de la Historia la sinceridad y la buena fe no son suficientes. Nuestra sociedad necesita matronas, que no enterradores, que no un coro de sirenas. Necesitamos que ustedes, que celebran la rebeldía de las redes sociales (la base social de izquierdas organizada, en definitiva), su energía renovada y llena de matices, vengan a aportar algo nuevo como uno más. Necesitamos que rompan con el régimen, no que planteen la salvación de este enfermo terminal. Ustedes tienen el derecho y el deber de participar en su demolición, tienen el derecho y el deber de decir «¡hasta aquí hemos llegado!». No es una cuestión electoral, no es solo la forma, sino también el fondo lo que nos hace romper. Ustedes tienen el derecho de reivindicarse herederos de las mejores tradiciones de los intelectuales de izquierdas y plasmarlo en su obra, en el debate y en la organización de las revueltas sociales actuales. Nosotros, de pedirles que nos acompañen en el nacimiento y la construcción de un mundo nuevo.
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