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Carta abierta a mis compañeros de la UMD

Fuentes: Rebelión

Compañeras y compañeros: Como demócrata y miembro del Foro Milicia y Democracia (FMD), me satisfacen enormemente nuestros debates amistosos, no exentos de la viveza que da la confrontación de convicciones democráticas profundamente arraigadas. En una situación política tan polarizada como la actual, el campo de las opciones tiende reducirse finalmente a dos, que pueden concretarse […]

Compañeras y compañeros:

Como demócrata y miembro del Foro Milicia y Democracia (FMD), me satisfacen enormemente nuestros debates amistosos, no exentos de la viveza que da la confrontación de convicciones democráticas profundamente arraigadas. En una situación política tan polarizada como la actual, el campo de las opciones tiende reducirse finalmente a dos, que pueden concretarse entre continuismo o profundización democrática, es decir entre monarquía o república. Es un debate polifacético, ya iniciado en nuestro país, que está desbordando la capacidad del Ancien Régime para contenerlo.

Es obvio que el citado debate no debe ser hurtado a los asociados del FMD, sobre todo teniendo en cuenta los fines estatutarios de nuestra asociación, que se reclama heredera de los valores democráticos que defendimos como organización clandestina durante las postrimerías de la dictadura franquista.

Como muchos recordaréis, tampoco entonces pensábamos todos igual, aunque algunos compañeros se empeñen ahora en proyectar una imagen bobalicona de lo que fuimos y ahora pretenden que seamos: juancarlistas biempensantes en el siglo XX, felipistas en el siglo XXI.

Las palabras que hace 40 años pronunció nuestro ejemplar compañero Bernardo Vidal «La UMD ha muerto ¡Viva la Constitución!» solo son entendibles en aquel contesto de golpismo franquista rampante de finales de los años 70 del siglo pasado, cuando intentábamos salir del agujero negro de la dictadura, lo más indemnes posible. Algunos de nuestros compañeros más destacados no llegaron a lograrlo, como fue el caso de nuestro portavoz en el exilio José Ignacio Domínguez, Capitán de Aviación, piloto de reactores, y hasta hace bien poco nuestro Vicepresidente hasta su dimisión, por motivos que yo comparto. En efecto, a su regreso fue juzgado en consejo de guerra y condenado por su pertenencia a la UMD, estando las gradas del Congreso de los Diputados con la izquierda antifranquista ocupando ya sus escaños, entre ellos dos antiguos miembros de la UMD (Julio Busquets y Carlos Sanjuán). Es por ello que José Ignacio es el ejemplo más fidedigno de lo que significó verdaderamente la Transición para nuestra organización de militares demócratas, constituyendo un símbolo vivo de la falsa Transición militar que se nos «vendió».

En aquellos tiempos de la clandestina UMD, tuve el honor de conocer a Carlos Sanjuán, entonces oficial de la Armada, que después destacó como político siendo diputado y dirigente del PSOE. El material didáctico que me pasó clandestinamente no tenía nada que ver con el monarquismo. Por citar algunos: «El origen de la familia, la propiedad privada y el estado» por Friedrich Engels (1820-1895), o «El militar de carrera en España» por Julio Busquets (1932-2001), que aún conservo dedicado por nuestro admirado y desaparecido compañero catalán, fallecido cuando aún tenía por delante una vida fructífera, que sin duda hubiese aportado innovaciones valiosas a su pionera tarea intelectual, en el hermético y raro mundo de la sociología militar.

La génesis de la UMD puede situarse en el viaje relámpago que Julio Busquets y nuestro querido Comandante Luis Otero hicieron de consuno a Portugal, con el fin de entrar en contacto con nuestros camaradas del Movimento das Forças Armadas ( MFA ) . Después de ese viaje iniciático, ambos comenzaron la titánica tarea de contactar, e intentar aunar, la desconocida diáspora militar democrática que ya existía en el resto de la península; Juli desde Barcelona, Luis desde Madrid. Después, fue la fundación formal clandestina de la Unión Militar Democrática, origen de nuestra asociación.

El sábado pasado 3 de noviembre, durante el desarrollo de la Asamblea General de la asociación Unidad Cívica por la República (UCR) tuve el honor, por cierto inmerecido, de ser propuesto y elegido presidente federal de la misma. Y digo inmerecido porque dos de los presidentes que me precedieron, nuestro compañero de la UMD José Luis Pitarch, mayor que yo, y mi compañero del colectivo ANEMOI, Miguel Pastrana, mucho más joven que yo, siguen siendo también dos de mis referencias democráticas militares más cercanas, por su capacidad intelectual, honradez y dedicación a la causa republicana, que difícilmente seré capaz de emular.

Por todo lo anterior, permitidme que transcriba a continuación, y sirva como amistosa contribución a un posible debate entre nosotros, mi intervención ante la Asamblea de UCR.

Compañeras y compañeros, con motivo de la Asamblea Federal de Unidad Cívica por la República, deseo agradecer a los asociados, simpatizantes y organizaciones amigas, vuestra labor pionera y generosa, pues habéis sabido construir y dinamizar un movimiento republicano, libre y democrático, junto a otras fuerzas políticas y sociales.

Consciente de la seria responsabilidad que asumo, me uno modestamente a la larga travesía que iniciasteis con ilusión y coraje hace 16 años. Una travesía llena de esperanza, pero también de incertidumbres y amenazas.

Durante estos últimos años, los trabajadores y clases populares, hemos visto fracasar el pacto social que posibilitó la Constitución de 1978, cuyas promesas de bienestar y de libertad han resultado bien efímeras y finalmente vanas.

Cuarenta años después de su promulgación, nos encontramos con una precarización creciente; un paro de larga duración; más de cuatro millones de personas al borde de la indigencia; la hucha de las pensiones, desvalijada; los pensionistas, abandonados a su suerte; la sanidad y la educación, recortadas y privatizadas; las mujeres, oprimidas y explotadas por un patriarcado que domina tradicionalmente las relaciones sociales; los jóvenes estudiantes, sin un futuro digno; los migrantes, que huyen de las guerras provocadas por la voracidad imperialista, maltratados criminalmente; el pueblo catalán, apaleado y amenazado; las cárceles del Estado, con presos políticos, cuando no en el exilio.

Ante esta grave crisis de acumulación, la Corona y sus cómplices, sirvientes del neoliberalismo, se aprestan a la defensa de sus privilegios, arrollando sin contemplaciones los derechos legítimos de los trabajadores y de las capas populares, teóricamente protegidos por la Constitución. Para ello, han blindado sus intereses mediante la reforma exprés del artículo 135.3 de la Constitución e impulsado leyes antidemocráticas, tales como la Ley Mordaza.

Por si ello fuera poco, hace a penas unas semanas, una banda de militares monárquicos se ha pronunciado contra el Gobierno de España y contra todos los demócratas. Se oponen, de forma amenazante, a que saquen los restos del genocida Francisco Franco de su faraónico mausoleo y los entreguen a su familia. Un mausoleo coronado por una ciclópea cruz, visible a varios kilómetros de distancia, que un destacado intelectual ha calificado certeramente como «espada clavada en el corazón de España»

Hasta la fecha, más de mil militares han firmado el citado manifiesto, junto a conocidos golpistas condenados por su participación en el golpe del 23-F. Entre ellos numerosos generales y almirantes que, hasta hace bien poco, han ocupado cargos de la más alta responsabilidad en las Fuerzas Armadas, en el Ministerio de Defensa y en la Casa Real. ¿Quién los protege? ¿Quién los promociona?

Sin embargo, valerosos militares de tropa y marinería, en activo, leales al pueblo, son acosados por sus mandos, y expedientados por la justicia militar. Su grave falta: haber apoyado públicamente la exhumación del dictador, impulsada por el socialista Pedro Sánchez. Una exhumación apoyada por los partidos democráticos, que auparon legítimamente con su voto al nuevo Presidente del Gobierno; hoy ferozmente asediado por una oposición ultramontana, formada por los partidos monárquicos, presentes en el Congreso.

Entre los militares demócratas expedientados últimamente están el Cabo Marco Antonio Sotos, y el Teniente Luis Gonzalo Segura, denunciante de corrupción, autor de «El Libro Negro del Ejército Español», expulsado injustamente por un exministro lobista. Por otro lado, miles de militares de tropa y marinería van a ser despedidos al cumplir los 45 años de edad, en flagrante contradicción con sus legítimos derechos. Muchos buscarán en Europa la justicia que en el Reino de España no encuentran.

Para vergüenza de nuestra democracia, el Parlamento Europeo, reunido en sesión plenaria, ha exigido al Reino de España la ilegalización de todas aquellas fundaciones o asociaciones que exalten el nazismo y el fascismo, como la Fundación Francisco Franco , y la retirada de todos los símbolos o monumentos que exalten el alzamiento militar, la Guerra civil y la dictadura de Franco.

Afrontar esta situación requiere impulsar decididamente una potente alianza que rompa con el franquismo y su monarquía, que parasitan las instituciones del Estado, pues éste no fue depurado al salir de la dictadura, en particular su Judicatura, Policía y Fuerzas Armadas. Hoy, los victimarios pasean su impunidad con creciente descaro, amenazando las libertades y derechos que tantos sacrificios y sufrimientos costaron a nuestros mayores, en su combate por un futuro mejor.

El PSOE, un partido antifranquista de tradición republicana, se encuentra ante un serio dilema, pues pretender acabar con el franquismo en las Fuerzas Armadas, sin poner en solfa la Corona, es un contrasentido que puede abocarle, más pronto que tarde, a su irrelevancia histórica.

El miércoles pasado, con el pretexto del próximo 40 aniversario de la Constitución, hemos visto la utilización patética, en el día de su cumpleaños, de una menor de 13 años, arrojada sin escrúpulos a la arena política, reivindicando la monarquía. Es un indicio más de la debilidad y desesperación del régimen borbónico.

Unidad Cívica por la República es una asociación apartidista, pero no apolítica, y ha de contribuir de forma activa a la ruptura con el franquismo y su monarquía. Apoyemos incondicionalmente las luchas sociales que hoy exigen legítimamente derechos y libertades, arrollados por la reacción. Nos une nuestro respeto por los derechos humanos y los valores democráticos, así como nuestra voluntad inquebrantable de contribuir junto a nuestros pueblos a dar una salida digna a los innumerables problemas por los que atraviesan nuestros conciudadanos, que solo una República de trabajadores y pueblos libres podrá hacer efectiva.

Avancemos resueltamente junto a los partidos democráticos, organizaciones obreras y colectivos populares para alcanzar un objetivo estratégico fundamental: la República federal, indispensable para construir una sociedad más libre y más justa.

Finalizo esta breve intervención rindiendo homenaje a todos los que nos precedieron en la lucha por la democracia y la libertad. Muchos fueron asesinados en España por el fascismo; también lo fueron en los campos de exterminio nazis, lejos de su tierra, por orden de Franco: un militar genocida cuyos albaceas, y herederos de su legado, son los reyes Borbones, presuntamente inviolables. Que los crímenes de la monarquía no queden impunes. La Europa libre y democrática, que venció al nazi fascismo en los campos de batalla, ha de ser nuestra mejor aliada.

Avante, pues, compañeras y compañeros; rumbo a la República.

Manuel Ruiz Robles, Presidente Federal de Unidad Cívica por la República, Capitán de Navío de la Armada, portavoz del Colectivo Anemoi, miembro del FMD, antiguo miembro de la UMD.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.