«Cada determinación amputa una infinidad de actos posibles.Y no cabe detenerse y suspender la acción, ni esperar» (Maurice Blondel, 1861-1949) Señor Presidente: Me dirijo a Vd. públicamente con el debido respeto, pues no solo representa la esperanza de millones de personas que le han votado, sino también la de millones de ciudadanas y ciudadanos […]
Señor Presidente:
Me dirijo a Vd. públicamente con el debido respeto, pues no solo representa la esperanza de millones de personas que le han votado, sino también la de millones de ciudadanas y ciudadanos progresistas que no le han votado, ni es probable que le voten en el futuro, pues es razonable pensar que estarán representados por otros grupos políticos igualmente legítimos.
Las circunstancias históricas le han situado a Vd. frente al principal reto estratégico que afronta nuestro país, que no es otro que dotarse de una constitución auténticamente democrática. Lo que habrá de llevarse a cabo mediante un proceso constituyente en libertad, que reconozca la plurinacionalidad del Estado español, la inviolabilidad de los derechos sociales y el respeto a las victimas del franquismo. Victimas vilmente humilladas desde la jefatura del Estado. Humillación y evidente menosprecio a las víctimas de la guerra y de la dictadura, incluidas las de las personas desaparecidas forzosamente.
Para ello, la principal dificultad táctica a la que Vd. habrá de enfrentarse es la necesaria demolición de las barreras franquistas, que impiden la normalización democrática de nuestro país. Un franquismo que nunca se fue y apesta a genocidio, blindado hasta la fecha por una mal llamada Ley de Amnistía, en realidad una «ley de punto final».
Es obvio que la tarea histórica a la que se enfrenta es de tal envergadura que no podrá acometerla con éxito sin el apoyo generoso del conjunto de las fuerzas progresistas representadas en la Cámara. No tengo la menor duda de que estas le otorgarán su apoyo si Vd. consigue aportar las garantías necesarias para el cumplimiento del proyecto político que conjuntamente llegasen a acordar.
Por ello, estoy convencido de que Vd. no acatará órdenes humillantes, provengan estas del entorno del rey, ni tampoco de ningún ridículo sátrapa imperial que pretenda dominar el mundo, pues no en vano es Vd. el Presidente electo de una gran nación soberana, miembro de la Unión Europea, una Unión que llegará algún día a refundarse en base a la soberanía de los pueblos.
Como demócrata europeísta, no creo que ninguno de nuestros retos estratégicos puedan solventarse al margen de la vieja Europa, que a fin de cuentas es una pequeña península del gran continente euroasiático, en cuyas entrañas se está gestando la futura hegemonía global.
Por último, con el mismo respeto, me dirijo a los Señores Diputados, representantes de la mayoría social progresista, para instarles a que acuerden poner fin de una vez por todas a la llamada «legalidad franquista».
No lo duden más. Abran con valentía y decisión un nuevo periodo constituyente. Den los pasos necesarios para aunar voluntades. Sean capaces de crear las condiciones necesarias para facilitar un futuro de progreso y concordia al conjunto de naciones y pueblos de este entrañable pedazo de Europa que hemos convenido en llamar España. Un brillante futuro fundamentado en los valores republicanos y antifascistas que hicieron posibles las prósperas democracias de la postguerra.
Es obvio que el rey, lastrado por sus vínculos franquistas, no solo no nos representa sino que es responsable de la acelerada descomposición del Estado.
Manuel Ruiz Robles. Capitán de Navío (R), coordinador del colectivo de militares demócratas Anemoi. Presidente de Unidad Cívica por la República.
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