La Casa África es una institución pública estatal inscrita en el Plan de Acción para el África Subsahariana 2006-2008 (Plan África) con el que se pretende según el Secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Bernandino León, sentar «las bases, de forma sistemática y por vez primera, de una verdadera política exterior de España hacia África […]
La Casa África es una institución pública estatal inscrita en el Plan de Acción para el África Subsahariana 2006-2008 (Plan África) con el que se pretende según el Secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Bernandino León, sentar «las bases, de forma sistemática y por vez primera, de una verdadera política exterior de España hacia África Subsahariana, la cual no ha sido dictada al albur de emergencias del momento ni está condicionada por razones coyunturales». Con este Plan se pretende llenar un vacío de treinta años en los que España -y Canarias de forma más drástica- ha dado la espalda a África tras el vergonzoso abandono del Sahara. Treinta años separan la «ofensiva diplomática» de Marcelino Oreja en defensa de la «españolidad y europeidad» de Canarias y la realizada por el actual Ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en pos de acuerdos de repatriación y de colaboración policial en el control de las fronteras. Acuerdos en los que se condiciona la ayuda al desarrollo al cumplimiento de compromisos en la lucha contra la inmigración y el terrorismo.
El Plan, lanzado en plena «crisis de los cayucos», es presentado como una respuesta «al problema de la inmigración», una herramienta de «fomento de la cooperación para regular adecuadamente los flujos migratorios procedentes de la región subsahariana y combatir el tráfico ilegal de personas». Sin embargo no oculta su naturaleza. Así entre sus objetivos y prioridades el Plan África sitúa el «refuerzo y la diversificación de los intercambios económicos, así como el fomento de las inversiones, sin olvidar la creciente importancia estratégica de la región subsahariana, y en particular el Golfo de Guinea, para nuestra seguridad energética y las oportunidades de negocio en el sector de hidrocarburos para las empresas españolas».
En especial, se pretende asegurar la presencia de las multinacionales energéticas y pesqueras españolas en este nuevo saqueo. Favorecer la penetración de las empresas españolas (hidrocarburos, pesca y turismo como prioridades), asegurar la «seguridad energética» y promover la lucha contra la inmigración. El control de fronteras y su militarización en la lucha contra «las mafias de la inmigración» y «el terrorismo internacional» -la nueva coartada que todo lo justifican- se convierten en elementos condicionantes de las políticas de cooperación
Con esta nueva política africana el Gobierno pretende que España no quede fuera del nuevo reparto y recolonización de África, la última frontera de la globalización. Pretende participar en el nuevo Gran Juego Africano inaugurado al final del siglo XX, posición que quedo de manifiesto en el anterior viaje del Monarca a las islas rememorando la realizada por Alfonso XIII en 1906, en plena lucha de las potencias de principios del XX por reparto de África. La Historia tiende a repetirse como farsa.
Como explícita el Plan África, sus objetivos se centran en asegurar la presencia de las empresas españolas en el expolio que organismos como el G8, FMI y BM están coordinando. El Plan, «viene así a sumarse, desde una perspectiva nacional, a otras importantes iniciativas relacionadas con el continente africano surgidas en los últimos años como la Estrategia adoptada por el Consejo Europeo de diciembre de 2005, la Comisión para África impulsada por el Primer Ministro británico, el Plan de Acción del G-8 o la nueva política africana de China.» El Plan África forma parte del mismo «paquete» que hace recalar por las Islas a Mister Verde y sus inversores norteamericanos, que los chinos contraten como cabildero a un ex presidente del Gobierno de Canarias o que se inaugure también la Cámara de Comercio Canario-Rusa.
En este marco es en el que se inscribe la creación de Casa África que aparece como una herramienta esencial para la creciente presencia económica, política y militar en el África Subsahariana. El anuncio de su creación es entusiastamente recibido por el Gobierno de Canarias que intenta convertirlo en un elemento más de la política de expansión de los capitales canarios. La Casa de África es inmediatamente percibida por el entramado político-empresarial construido al calor del poder autonómico, como una oportunidad en su proceso de internacionalización y de seguir contando para ello con fondos europeos y estatales, esta vez de los Fondos de Cooperación.
Tas un periodo de acumulación de capital sin precedentes gracias, entre otras, a la Reserva de Inversiones Canarias (RIC), ven en el creciente interés de las potencias tanto del G8 como del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), un medio de dar salida a los impuestos no pagados incorporándose -como palanganeros- a los nuevos proyectos de expolio de África, como el capitaneado por las Cámara de Comercio USA en Canarias.
La gestación de la Casa África ha puesto de manifiesto los intereses en juego, quedando de manifiesto que los pueblos africanos ocupan el último lugar. Se produce la fragmentación del continente africano según los intereses europeos y españoles. Así el Magreb es desgajado de África y se le otorga una entidad propia (creación de la Casa Árabe) en consonancia con las distintas políticas europeas -euro mediterráneas/ACP y Vecindad/Gran Vecindad-, así como, con el interés preferente del capitalismo español por ampliar su presencia en el Magreb. En Canarias este proceso viene marcado por las luchas entre los distintos grupos económicos insulares por asegurarse cuotas de poder que permitan controlar la gestión de esta institución, reproduciendo una vez más, el Pleito Insular entre nuestras burguesías insulares por el control de los resortes de poder del Archipiélago.
Los nombramientos y actuaciones realizados hasta ahora por la Casa de África, no hacen sino ratificar la orientación que desde un principio, a pesar del barniz cultural y solidario, se le ha querido dar: ser un instrumento de apoyo a la presencia del capitalismo español en el continente africano. Los tiempos han cambiado y a las misiones evangelizadoras, científicas o civilizadoras de los anteriores procesos de expansión salvaje del capitalismo (globalización) se suman ahora las misiones solidarias y de cooperación. Hoy hasta las intervenciones militares son calificadas como humanitarias.
El primer gran reparto del mundo se realizó a la voz de «evangelización»; el segundo al calor de «la ciencia, los descubrimientos y la civilización»; hoy, se hace al grito del «comercio y la cooperación al desarrollo». Con el primero surgieron las misiones y los misioneros; las segundas dieron sociedades geográficas y exploradores; hoy nacen organismos como Casa África que intentan articular el mundo de las ONG y de los cooperantes poniéndolo al servicio de la expansión del capitalismo patrio. Mejor los nuestros.
Un modelo ya experimentado en Canarias a través de la Dirección General de Relaciones con África y que se refleja en realizaciones como Africainfomarket.org o el Plan Director, cuya principal virtualidad es someter a las necesidades de expansión de los capitales canarios las políticas de cooperación y a sus principales actores, convirtiendo cultura y solidaridad en meros elementos de mercadotecnia comercial. La «cultura» y la «cooperación al desarrollo» se convierten así en el envoltorio socialmente aceptable de las mismas prácticas económicas que han colocado a África en la situación en que se encuentra.
La separación institucional de ambos ámbitos (negocios privados y cooperación al desarrollo) es una condición imprescindible para una verdadera política de cooperación con el trabajo de los movimientos sociales africanos -en este caso- que luchan por la transformación de sus sociedades. Sólo desde esa separación, el movimiento social que desde el Norte apoya esas realidades africanas de lucha y transformación social, puede convertirse en un verdadero fiscalizador de las políticas de sus Estados y de la actividad exterior de sus empresas nacionales.
Como bien sabemos los canarios, la corrupción no es una característica exclusiva de regímenes africanos, y una de las bases sobre las que se sostienen son las prácticas clintelares, y Canarias sabe también mucho de ello. Instituciones como Casa África, que asimilan «intereses nacionales» a «intereses empresariales» y los ligan a las «políticas de solidaridad y cooperación» son caldo de cultivo institucional del clientelismo y un paso más para la definitiva reconversión de las Organizaciones No Gubernamentales en Organizaciones Para Gubernamentales, en contratistas privados de las políticas culturales y sociales exteriores. Estaríamos ante una privatización más, la de los costosos servicios exteriores que mantenían los viejos Estados coloniales sustituidos por una entusiasta masa de voluntarios ‘mileuristas’, solidarios, emprendedores, sobradamente preparados y, sobre todo, pendientes de «la financiación de su proyecto». Esta es la Casa África que pensamos se inaugura con la máxima prosopopeya institucional el 12 de junio en Las Palmas de Gran Canaria. * José Villalba Pérez es miembro de la Asociación Canaria de Estudios de la Globalización