La jornada inaugural del «Casado Tour» estaba dedicada a la defensa de la propiedad privada, y nadie mejor para ello que un registrador de la propiedad. Pero empezar con Rajoy es como si Rosendo llevase de teloneros a Marlango
Si Pedro Sánchez inició el camino que lo acabó llevando a la Moncloa a caballo de su Peugeot 407, Pablo Casado ha comenzado el que considera su viaje al mismo destino a lomos de los presidentes regionales de su partido y de líderes del conservadurismo europeo de distinto lustre. El Casado Tour 2021 (CT2021) tiene la forma de convención itinerante y se titula #Creemos. Un hallazgo, porque la polisemia de la palabra conecta con las distintas aspiraciones del partido. La primera persona del plural del presente de indicativo del verbo “creer” es, además de un guiño al ala democratacristiana, un ejercicio de profesión de fe en todos los sectores sociales (creemos en los jóvenes, en los viejos, en los empresarios, en los asalariados…). El “creemos” primera persona del plural del presente de subjuntivo del verbo “crear” no deja de ser un desiderátum, pero el imperativo afirmativo del mismo verbo –”¡creemos!”– es un viril llamamiento a la acción empresarial. En realidad, toda la parafernalia publicitaria de la Convención rezuma creencia, por ejemplo: “La economía española es una máquina perfecta [sic] que no admite trucos”.
El CT2021 comenzó el lunes en Santiago de Compostela y se manejan varias hipótesis para explicar esa elección. La más benévola es que es allí, en el noroeste, donde empiezan los hombres y mujeres del tiempo su ronda por la meteorología peninsular e insular. La esgrimida por el propio routier es que “Galicia es la cuna de la civilización europea y del PP” (una captatio benevolentiae similar al habitual saludo propiciatorio de los músicos de rock: “Gracias, Calahorra, sois un público de puta madre”). La peor intencionada es que los malos tragos (y las propuestas blandas), cuanto antes.
Como saben, el PP disfruta de dos expresidentes del Gobierno, Mariano Rajoy, el antecesor cronológico del actual presidenciable, y José María Aznar –“yo soy tu padre”– el antecesor ideológico. La jornada inaugural estaba dedicada a la defensa del libre mercado y la propiedad privada y nadie mejor para ello que un registrador de la propiedad. Sin embargo, iniciar la reconquista de los favores del electorado con Rajoy es como si Rosendo Mercado llevase de teloneros en una gira para calentar el ambiente a Marlango. Liberado de la tediosa tarea de presidir un gobierno y de lidiar con los problemas reales, con amigos y enemigos (aunque de despejar a los amigos del expresidente se encargó ya Casado), Rajoy hizo el previsible discurso autojustificativo sobre su gestión pero que, en el contexto de una convención partidaria, parecía casi desapasionado: “Tuvimos que nacionalizar la banca para evitar la quiebra del país”. “Subimos impuestos a los 10 días de llegar al Gobierno, aunque dijimos que los íbamos a bajar”. Pablo Casado debió tener un déjà vu y creer que estaba en un aula de… bueno, debió de quedar algo confundido.
Y más cuando escuchó que el anterior presidente del partido estaba de acuerdo con medidas del actual Gobierno como las ayudas ICO o los ERTE, y se mostraba comprensivo con la necesidad de “paralizar la economía para salvar la salud”. “Para hacer una buena política económica hay que olvidarse de los eslóganes, la demagogia y el sectarismo”, instó Rajoy a Casado. Con todo, insufló ánimos –o no– al candidato conservador a la Moncloa y le predijo que el PP volvería al gobierno: “Me temo que no hay dos sin tres, pero será por el bien de España”.
Un congreso de un partido de orden es, esencialmente, una sociedad de bombos mutuos. Pero el flamante líder del conservadurismo tuvo que escuchar recados como el del vicepresidente de la Comisión Europea, el griego Margaritis Schinas, sobre no pactar con los “populismos”: “No se les puede vencer dialogando con ellos de valores, porque lo único que les importa es la demagogia”. Aunque Schinas habló en un castellano más que correcto, por si el aviso había caído en saco roto, el hombre del PP en Galicia, Alberto Núñez Feijóo, remachó que el partido no puede caer en “postulados nostálgicos, insolidarios, reaccionarios, en planteamientos xenófobos ni en la desconfianza hacia las instituciones europeas”. Y por si había algún alemán en la sala, Feijóo dejó caer su análisis de las elecciones germanas y su apoyo a las grandes coaliciones “¿Por qué en España estamos tan despistados y tememos un Gobierno tan sectario? Nuestros socios europeos están marcando el camino”.
Desde luego, los mítines del PP en Galicia ya no son lo que eran. Ya no se oye al viejo líder Fraga diciendo “que pasen los antidisturbios”, como hizo en 2003 en un acto cuando se produjo una protesta estudiantil. O el momento Darth Vader de Aznar en medio de las protestas por el Prestige. “Otros pueden quedarse ladrando su rencor por las esquinas”.
Afortunadamente, al día siguiente, martes, tocaba Valladolid. Del antiguo convento franciscano donde se celebró el cónclave compostelano a la Cúpula del Milenio de la antigua capital imperial para hablar de la unidad nacional y constitucional y de la lucha contra el terrorismo. Aunque no sean, que se sepa, del partido, nadie mejor para encarnar y defender los valores tradicionales sobre el asunto que dos exmilitantes: Alejo Vidal Quadras (expresidente de Vox) y Juan Carlos Girauta (exportavoz de Ciudadanos).
El miércoles Madrid será una hemorragia de liberalismo. Sobre “La sociedad abierta y sus enemigos” tomará el testigo de Karl Popper Nicolás Sarkozy, expresidente francés y actual condenado por corrupción. De “Más sociedad y mejor gobierno” hablará un conjunto de dirigentes empresariales, y también habrá palestras sobre el feminismo liberal frente al colectivismo identitario, y la ¿comprensión? frente a la cultura de la cancelación.
Los rayos y truenos se reservan para el jueves en Sevilla. El leitmotiv es el fortalecimiento institucional y del Estado de Derecho, la defensa de la separación de poderes y la independencia judicial, pero los participantes prometen espectáculo. Estará el Antecesor, Aznar, y como invitados Mario Vargas Llosa, el opositor al castrismo Carlos Payá y dos exiliados venezolanos premios Sájarov: Leopoldo López y Antonio Ledezma. La penúltima etapa, Cartagena, estará dedicada al “estado del bienestar en base a la igualdad de oportunidades, la defensa de la familia, la lucha contra la pobreza y la desigualdad”. Intervendrán especialistas en la lucha contra la desigualdad como los expresidentes de México, Felipe Calderón, y de Colombia, Andrés Pastrana. El pretendido “ensanchamiento por la izquierda” (lo de las pensiones) se supone que corre a cargo de José María Fidalgo, exsecretario de CC.OO. y colaborador de FAES, y de Fátima Báñez, exministra de Trabajo y Oración.
La traca final será en Valencia. El viernes, ronda de presidentes de los “Gobiernos de la libertad” (los anfitriones de las anteriores etapas regionales más el presidente de Ceuta); de presidentes provinciales (“El partido de las personas”) y otra de presidentes regionales en oposición (“La alternativa necesaria”). Y el sábado, acto de clausura con la aparición, por fin, de presidentes en ejercicio. Sebastian Kurz, canciller de Austria y Kyriakos Mitsotakis, primer ministro de Grecia, acompañarán al aspirante Pablo Casado. En la plaza de toros. El marco adecuado para que tome la alternativa un novillero.