Una estudiante vive en París. Podría ser gallega, navarra o extremeña, da igual. Con el esfuerzo de la familia y el suyo propio, hace un curso para completar su formación académica. Trabaja y estudia. Le cuesta mucho vivir en una ciudad extraña, donde no conocía sus gentes ni su idioma. Haciendo un extra de empuje, […]
Una estudiante vive en París. Podría ser gallega, navarra o extremeña, da igual. Con el esfuerzo de la familia y el suyo propio, hace un curso para completar su formación académica. Trabaja y estudia. Le cuesta mucho vivir en una ciudad extraña, donde no conocía sus gentes ni su idioma. Haciendo un extra de empuje, y dado que no recibe noticia alguna para votar, visita la embajada en varias ocasiones. Tras un toreo «marca España» de dos orejas y rabo, le aseguran por activa y pasiva que sí, que no se preocupe, que le enviaran los papeles, algo que tendrían que haber hecho de oficio. Llegado y sobrepasado el día tope, mira el buzón por enésima vez y comprueba con tristeza lo mismo de siempre. Nada… » ¿pero no era tan importante la dichosa democracia?» se pregunta cabizbaja y cansada, tras el duro día parisino. Nota. Se recomienda leer esta carta, con una música de fondo: la canción Escándalo de Raphael.
Si en las elecciones generales de 2008 había ejercido su derecho al voto el 31,8% de los que se encontraban fuera, tras el cambio de procedimiento esa participación cayó al 4,9% en 2011. Ahora quizá ni eso. «Le llaman democracia y no lo es» decía el 15-M. 40 años después de la muerte del dictador hasta cerca de 2 millones de votos van a ser silenciados. El de los que no están, para estudiar, trabajar o voluntariado social. Vea editorial de EL PAIS del lunes 07.12.15 titulado «Escándalo silencioso» http://elpais.com/elpais/2015/12/06/opinion/1449428816_228986.html
El debate a 4 ha finalizado. Las redes arden en comentarios y valoraciones. No me interesa (para esta carta) conocer el resultado sobre ganador-perdedor, el que cuenta será el próximo día 20. Hay otra cuestión sangrante. Las encuestas dicen que los cuatro partidos están en una horquilla entre 4 y 7 millones de votos, y que casi una cuarta parte de los posibles votantes no lo tiene decidido todavía.
Dicen que los resultados en las grandes provincias están mejor repartidos porque al haber mayor representación, es más proporcional y por tanto, más justa. Pero eso no sucede en las provincias donde se reparten pocos escaños, digamos entre 2 y 8, que son la gran mayoría. Ahí salen ganando los partidos mayoritarios, donde obtienen esos restos que les valen finalmente para gobernar o no gobernar.
Y dice también la sociología, (yo soy un completo ignorante) que los votos de esos emigrantes suelen favorecer a los partidos que no gobiernan, por aquello de que están un tanto enfadados por haber tenido que irse. Pues bien, podría ser que unas elecciones que parecen las más importantes desde la Transición, debido a la gran crisis del sistema a todos los niveles, acaben siendo trucadas, arregladas, manipuladas. Tal vez estos casi dos millones de votos repartidos en las provincias pequeñas podrían ofrecer un resultado diferente. Cuando el combate está igualado, ya sabemos lo que significa un árbitro casero.
Por consiguiente, como decía el viejo jarrón chino, quiero hacer una propuesta. Que el próximo gobierno tome solamente una decisión y luego se disuelva: modificar esta normativa. Que permita, lo antes posible, por respeto a su propia idea de la democracia, votar a toda persona que lo desee. Y se repitan, de verdad, las elecciones.
¿Exagerado? Tal vez. Pero nos jugamos mucho. Cuatro años más de política antisocial. Da la impresión que los grandes problemas no se resuelven nunca, que el poder tiene una varita mágica para perpetuarse, que cuando llega el peligro, el trilero engaña y luego escapa. A grandes males, grandes remedios. Hay un tufo a podrido en esta democracia que no se quita con ambientador, ni abriendo la ventana. La legitimidad social de nuestro sistema se basa en un modelo caduco, que dirige nuestra vida con nuestro permiso. Vivimos en un modelo insostenible en lo social, lo económico y lo ambiental que utiliza todos los trucos para mantenerse. Este silencio de casi 2 millones de votos es siempre, pero ahora más que nunca, inadmisible. La estudiante de París y el trabajador de Dublín asienten con la cabeza. ¿Quién les indemnizará las horas perdidas y la tristeza causada? ¿El señor Rajoy desde Doñana? ¿El Banco de Santander que no tarda un minuto en cobrar sus recibos?
Manuel Millera es miembro de Aranzadi
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