Más de una vez he comentado la tristeza que me produce la escasa consideración que hay en Euskadi hacia las cosas de Cataluña, en contraste con el interés que muestra mucha gente catalana por los problemas vascos. Hace dos años, por estas fechas, participé en un curso sobre Euskadi en la Universidad de Barcelona. Un […]
Más de una vez he comentado la tristeza que me produce la escasa consideración que hay en Euskadi hacia las cosas de Cataluña, en contraste con el interés que muestra mucha gente catalana por los problemas vascos.
Hace dos años, por estas fechas, participé en un curso sobre Euskadi en la Universidad de Barcelona. Un curso serio, académico y, en consecuencia, mal pagado. Me quedé sorprendido por la cantidad de gente que asistió al curso y por el interés con el que se tomó cuanto dijimos los ponentes.
No creo que en Euskadi sucediera algo semejante, si se organizara en la UPV un curso sobre Cataluña.
Pero casi todas las caras tienen sus cruces. Tampoco he ocultado nunca el enfado que me causa la tendencia que tienen no pocos políticos catalanes a poner a Euskadi como referente negativo cuando presumen de su capacidad para mostrarse sensatos y llegar a acuerdos. Todavía tengo presente las declaraciones de un portavoz de Iniciativa per Catalunya, que defendió la superioridad del intento catalán de reformar el Estatuto apelando a que ellos, a diferencia de «los vascos», lo estaban llevando adelante «sin exclusiones». Como si la cerrada oposición a la reforma del Estatuto vasco mostrada por el PP -y en aquel momento también por el PSE-PSOE- fuera culpa de los partidarios del proyecto, y no de quienes se negaban en redondo a hablar sobre esa posibilidad.
Ahora resulta que el PSC se ha cerrado en banda al intento de ERC y CiU de que el preámbulo del nuevo Estatuto incluya una referencia a «los derechos históricos» de Cataluña. Dice que, si figura esa mención, no firma. A cambio, ERC y CiU han declarado que, si las Cortes españolas modifican ese punto del nuevo Estatut, se retiran del proyecto.
Están todos ellos que parecen vascos.
Oí ayer a Artur Mas alegar que CiU siempre ha defendido los derechos históricos de Cataluña. La verdad es que no sé a qué derechos concretos se refiere. Lo que sí sé es que, cuando los nacionalistas vascos se empeñaron en que en la Constitución Española se hiciera referencia a los derechos históricos de los territorios forales -cosa que lograron-, los nacionalistas catalanes presentes en las Cortes de 1977 no quisieron saber nada de eso. Jordi Pujol llegó a decir que la reclamación del Concierto Económico propio del régimen foral era un error de los nacionalistas vascos, y que ellos no querían saber nada de esa antigualla.
Para mí que CiU ha recurrido ahora a la fórmula de «los derechos históricos» -y ha convencido a ERC de que lo apoye- para no reclamar que el nuevo Estatut hable lisa y llanamente del derecho de autodeterminación. Que no es un derecho «histórico», sino permanente.
En todo caso, lo que se ha puesto de manifiesto es que, por mucho seny que se tenga, por mucha capacidad de diálogo -y hasta de pasteleo- que se atesore y hasta se venere, cuando hay diferencias de principio, hay diferencias de principio. Alguien que considera que el pueblo catalán es soberano puede llegar a muchos acuerdos con alguien que considera que el pueblo catalán no es sino una parte del pueblo soberano español. Sin duda. Pero sólo mientras no hablen de soberanía.
Al final, va a resultar que los vascos no somos tan burros.