La respuesta de Rajoy al resultado de las elecciones catalanas del 27S ha sido que siempre estará disponible «para hablar y escuchar» pero «sin liquidar la ley» ni «discutir la unidad de España ni la soberanía nacional» [2] . Hablamos de lo que queráis, mientras queráis hablar de lo que yo quiero. Y, acto seguido, […]
La respuesta de Rajoy al resultado de las elecciones catalanas del 27S ha sido que siempre estará disponible «para hablar y escuchar» pero «sin liquidar la ley» ni «discutir la unidad de España ni la soberanía nacional» [2] . Hablamos de lo que queráis, mientras queráis hablar de lo que yo quiero. Y, acto seguido, el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya imputa a Artur Mas por la consulta del 9 de noviembre del año pasado. Poco importa si Rajoy ha dado o no la orden de hacerlo ahora. Este proceso judicial se inicia hace nueve meses a instancias de la Fiscalía General del Estado, que es un órgano nombrado por el Gobierno [3] . La actitud de Rajoy lo lleva todo a los tribunales, pues niega la mayor, el reconocimiento del legítimo derecho a la autodeterminación del pueblo de Catalunya.
El resultado de las elecciones catalanas muestra el fracaso, antes que nada, del gobierno del PP. Se han convertido en la quinta fuerza política de Catalunya y, digan lo que digan, han logrado que el apoyo a la independencia haya alcanzado el mayor nivel de toda la historia de Catalunya. Y con su actitud, está garantizado que siga creciendo.
Negarse a ver la realidad
El Gobierno, que se ha negado a reconocer valor de plebiscito a estas elecciones, no cesa de repetir que las fuerzas independentistas han fracasado porque no han llegado a tener mayoría absoluta. Es cierto que no la han tenido, pero su resultado está muy lejos de ser un fracaso y es un indicativo claro de que la reivindicación de la independencia tiene en la sociedad catalana un apoyo enorme y creciente.
Casi 2 millones de votantes han respaldado a las dos candidaturas que defienden la independencia, un 47,82% de los votos y una mayoría absoluta de diputados en el Parlament. Si comparamos los votos de Junts pel Sí y de la CUP, ambos obtienen 300.000 votos más que la suma obtenida por CiU, ERC y CUP en las elecciones de 2012. Hay más votos independentistas y más a la izquierda.
El PP no duda en decir que ellos sí representan a la mayoría de la sociedad española, a pesar de que obtuvieron sólo un 44,63% de los sufragios en las generales de 2011.
Además del aumento del independentismo, el derecho a decidir es ampliamente mayoritario en la sociedad catalana. Si a los votos partidarios de la independencia, sumamos los de Catalunya si que es pot y de Unió, obtenemos que casi el 60% de los votantes son partidarios del derecho de autodeterminación, y eso sin contar que un sector de los votantes del PSC también respaldan el derecho a decidir. Nunca se podrá resolver el problema político de Catalunya si no se empieza por reconocer su derecho a decidir democráticamente cuál es el grado de vinculación con el Estado español.
Pero ¿cuál es la respuesta del Gobierno? Negar ese derecho. Y, el que intente ejercerlo, aunque sea de forma consultiva, es llevado ante los tribunales. Con semejante actitud, sólo podemos augurar una cosa: el independentismo seguirá creciendo. Esa ceguera no es casual, sino el producto de la defensa de unos intereses de clase.
¿Por qué crece el independentismo?
Es habitual en los medios de la derecha española, y en parte de los de la izquierda, responsabilizar a Artur Mas del crecimiento del independentismo, pero no es así. Lo que intenta Mas es utilizar los sentimientos nacionales y democráticos del pueblo de Catalunya en su beneficio, de su partido, y en el de la clase que representa, la burguesía catalana. Pero él no crea la reivindicación de independizarse.
Esa demanda es el producto combinado de varios factores. El primero es la realidad de que la gran mayoría del pueblo de Catalunya se siente una nación, con una lengua y una cultura propias, con una larga historia de represión de sus derechos en el Estado español, y que desea poder administrase a sí misma. No hay nada malo en ello, es la constatación de una realidad. ¿Por qué no han de tener derecho a tener sus propias instituciones, su agencia tributaria o una selección de futbol? ¿Por qué puede haber una nación española y no una catalana? ¿Por qué eso tiene que ser una hecatombe? Portugal o Grecia tienen un PIB similar al catalán, aunque con una población mayor. Su superficie es similar a la de Bélgica o Países Bajos. Su población es similar a la de Suiza.
Una de las características del nacionalismo español es su capacidad para ver la paja en ojo ajeno, pero no la viga en el propio. Tan legítimo es sentirse español como catalán, pero reconocer su derecho a ser una nación independiente, es la primera condición para tratar de lograr formar parte de un Estado común, que necesariamente tiene que ser plurinacional y basado en una unión libre, o no funcionará. Cuando un ministro de Educación afirma que hay que «españolizar a los niños catalanes» [4] , sólo está echando leña al fuego, insultando los legítimos sentimientos de un pueblo y haciendo gala del más rancio españolismo. O, cuando veíamos a los dirigentes de Ciutadans y a los asistentes al mitin de la noche electoral, gritar a coro «Catalunya es España» [5] , éramos testigos de esa actitud que niega el derecho democrático del pueblo de Catalunya a ser una nación. ¿Por qué no ha de tener derecho el pueblo catalán a decidir si es o no parte del Estado español?
La primera medida para resolver este conflicto político es muy sencilla: que se decida democráticamente en un referéndum si el pueblo quiere formar parte o no del Estado español, y respetar lo que decida la mayoría. Igual que en un divorcio, basta que uno quiera separarse para tener que hacerlo, en lo que hay que ponerse de acuerdo es en el cómo. Negar ese derecho es la primera fuente que alimenta el crecimiento del independentismo.
La crisis de la izquierda
El otro factor que explica el crecimiento del independentismo es la crisis de la izquierda en el Estado español y en Catalunya, que ha sido incapaz de defender los derechos democráticos en la cuestión nacional de forma consecuente de la misma forma que ha sido incapaz de defender los derechos sociales de los trabajadores y trabajadoras.
Sería un error considerar que el apoyo al independentismo es un respaldo a Mas y a Convergencia. Muchos trabajadores y trabajadoras catalanas han respaldado a Junts pel sí y a la CUP porque rechazan la actitud del Gobierno del PP, su autoritarismo en todos los terrenos. Muchos piensan que, con la independencia, primero nos quitamos de en medio a Rajoy y al PP, con sus recortes sociales y su política antidemocrática, y luego ya ajustaremos cuentas con Más.
No hay ninguna necesidad de contraponer la lucha por los derechos democráticos nacionales con los derechos sociales. Es evidente que Convergencia y Mas utilizan los sentimientos y la defensa de los derechos democráticos para tratar de defender sus intereses de clase. Como en un excelente gag del programa de humor, Polónia, Mas y sus consejeros cantan que si hay que hacer recortes, no pasa nada, ponemos una «estelada» y todo va bien. La mayoría de los trabajadores y trabajadoras son perfectamente conscientes de ello, pero ¿qué alternativa les ofrece la izquierda? Si Mas está teniendo éxito en aprovechar esta situación en su beneficio es por el fracaso de la izquierda.
La dirección del PSOE defiende la misma política que el PP. Igual que sucede en el terreno de los recortes del gasto social, en el que nos ofrece la misma política capitalista de pérdida de derechos sociales, pero algo más suaves, en el terreno del derecho de los pueblos que componen el Estado español, acaba defendiendo lo mismo que defiende la clase dominante pero con mejores modales. Vamos a negociar, a reformar la constitución, pero ni tenéis derecho a consideraros una nación ni a decidir vosotros democráticamente si queréis estar o no en el Estado español. La alternativa que proponen Miquel Iceta y Pedro Sánchez ya se intentó, una reforma del Estatut dentro de la Constitución. ¿Y qué sucedió?, que el Gobierno de Zapatero rechazó los puntos fundamentales de la propuesta de Estatut que hizo el Parlament, después de haber asegurado en campaña que respetaría lo que aprobase el pueblo de Catalunya [6] . Todos recordamos las ofensivas palabras de Alfonso Guerra sobre cómo habían «cepillado» el Estatut en el Senado [7] . Esa vía con el PP, o con el PSOE, está cerrada y el pueblo catalán lo sabe.
Además, y de forma complementaria, el PSC, ICV y Esquerra, ya gobernaron durante dos legislaturas en Catalunya. Y, aunque se aumentó sustancialmente el gasto social, se renunció a tocar el poder de la burguesía catalana en temas clave: los conciertos educativos, la sanidad concertada… Intentaron contentar a la burguesía y la clase trabajadora, y al final, se encontraron con el ataque sin cuartel de los legítimos representantes de dicha burguesía (CiU) y el desencanto de los trabajadores. Y, para colmo, es el propio gobierno del tripartit el que empieza los recortes, el que reprime a los estudiantes que protestan contra el Plan Bolonia, abre el debate sobre el copago sanitario, etcétera [8] . Sin contar con los altos salarios y privilegios que heredaron de CiU y que aceptaron sin rechistar. Fue la historia de un gran desencanto, que se unió al fracaso del Estatut.
Esa desilusión abrió la puerta a CiU para recuperar el poder en 2010, y profundizar en los recortes que ya había comenzado el Govern de Montilla. Ante ellos hubo una fuerte reacción de lucha por parte de los trabajadores. Sin embargo, la movilización fracasó, igual que ha sucedido a escala estatal. A pesar de importantes victorias puntales (como la marea blanca por la Sanidad pública en Madrid) han abundado más las derrotas que las victorias. La responsabilidad principal de esta situación recae en unas direcciones sindicales, como en las direcciones de la izquierda política, que han sido incapaces de encabezar una lucha general y continuada contra las políticas de recortes en Catalunya y en el conjunto del Estado español. Todos recordamos la infame reunión de Toxo y Méndez con Rajoy en vísperas de las marchas por la dignidad en noviembre de 2014. Y no ha sido la única fotografía que le han regalado al PP.
En resumen, ante el fracaso para dar una alternativa de la izquierda sindical y política a escala estatal y de Catalunya, las masas empezaron a mirar hacia el independentismo como la única vía posible para enfrentarse al PP.
Por qué fracasa Catalunya sí que es pot
La eclosión de Podemos en las elecciones europeas de 2014 pusieron en evidencia que una capa de trabajadores y trabajadoras estaba buscando una alternativa. Las victorias de Barcelona en Comú, de Ahora Madrid, y de las distintas candidaturas de Unidad Popular, despertaron la esperanza de que podía haber una alternativa. De hecho, las encuestas hace sólo unos meses, le daban una intención de voto a Podemos del 18% [9] . La idea de la unidad demostró ser correcta, pero los resultados de Catalunya ponen en evidencia que no es suficiente. Además, hay que tener alternativa.
La dirección de Podemos ha sacado la conclusión de que el error fue la unidad que el problema fue que no se vieran las siglas de Podemos, pero se equivocan. Todo el mundo sabía que dicha candidatura era la de Podemos, no en vano Pablo Iglesias hizo numerosos mítines por toda Catalunya. Una vez más, basta ver los gags de «Polonia» [10] para comprender que era así. Desde luego, poco ayudó que no se hicieran primarias para elegir a los candidatos y candidatas, en un momento en el que el sentir general y positivo es la democracia interna en las organizaciones. Pero el problema principal ha sido demostrar que carecen de alternativa real ante las aspiraciones del pueblo catalán. Empezaron por cometer el error de colocar en la misma balanza a las fuerzas independentistas que al Gobierno de Rajoy cuando, mientras los primeros defienden un derecho democrático esencial y profundamente sentido en Catalunya como es el derecho a decidir, los segundos persiguen en los tribunales a quienes lo defienden. Por tanto, no son iguales ante los ojos de la mayoría de la sociedad catalana. Existe una memoria histórica que puede pasar desapercibida para una persona perteneciente a la nacionalidad dominante, pero equiparar el nacionalismo catalán y el nacionalismo español además de ser un disparate provoca el rechazo de cualquier persona sensible a los derechos democráticos.
Es cierto que Pablo Iglesias ha defendido el derecho a decidir, pero muchos tenían la sensación de que era una defensa formal, que en la práctica no lo llevarían a cabo, y han preferido apoyar a la CUP. Basta ver lo que declaraba Pablo Iglesias en campaña: «si Cataluña inicia un proceso de independencia de forma unilateral -con declaración de independencia y ley de transitoriedad- se abriría una situación que ‘no dependería del Gobierno, sino de la aplicación de la Justicia y eso lo hacen los tribunales’. Ha dejado claro que él está a favor del derecho de autodeterminación, pero ha insistido en que éste es inviable jurídicamente con la actual Constitución. Por eso, ha defendido ‘que se abra un proceso constituyente, que va más allá de una reforma de la Constitución» [11] .
No podemos decirle a una mayoría aplastante de personas que no podemos aplicar el derecho a decidir hasta que tengamos una nueva constitución. Sobre todo cuando es evidente que no hay ninguna posibilidad de lograr eso a corto plazo. Lo que hay que decirles es que respaldaremos con todas nuestras fuerzas lo que decida el pueblo de Catalunya, aunque no estemos de acuerdo con la independencia.
La defensa efectiva del derecho de autodeterminación
Defender del derecho de autodeterminación no es una abstracción, sino una tarea práctica. Todos sabemos que un gobierno de Rajoy y el PP nunca aceptará su ejercicio. Y la alternativa que propugna Pablo Iglesias, un Gobierno de coalición entre él y Pedro Sánchez, tampoco aceptará que se aplique ese derecho. Por tanto, le está diciendo a quienes constituyen la mayoría de la población de Catalunya que se resigne durante años a esperar un proceso constituyente, cuando dos millones de catalanes acaban de votar a dos partidos cuyo programa es poner en marcha un proceso para declarar la independencia de Catalunya en 18 meses. La CUP ha declarado que no es partidaria de una declaración unilateral de independencia porque no han tenido mayoría de votos en las elecciones, pero no renunciarán a sus aspiraciones. De hecho, el PP parece empeñado en empujarles a apoyar a Mas con la imputación de éste, no por corrupción, sino por convocar una consulta democrática.
¿Qué hacemos si el Parlament decide finalmente, cumpliendo el programa de Junts pel sí y de la CUP, proclamar una declaración unilateral de independencia? ¿Qué postura debería defender Izquierda Unida y Podemos ante esa posibilidad? Debemos exigir que se pueda realizar un referéndum con garantías democráticas para que sea una decisión del pueblo catalán, pero si el gobierno estatal lo niega, no tenemos más remedio que apoyar la decisión de un Parlament elegido democráticamente por el pueblo catalán, por mucho que no compartamos la propuesta de independencia. Tiene la legitimidad democrática para proclamar una República catalana.
Eso no implica apoyar al Govern en todo lo demás. La izquierda deberá seguir combatiendo las políticas de derechas de cualquier gobierno catalán o español, exigiendo el respeto a las minorías, y defendiendo una alternativa de lucha unitaria así como la necesidad de una República que una a todos los pueblos del Estado español, que sea democrática y socialista, pero no podemos imponerla en contra de la voluntad de ningún pueblo, sino que tiene que ser de libre adhesión.
Y es que, si la izquierda no tiene esa postura, en la práctica acaba alineándose con lo más reaccionario del Estado español, levantando un muro entre la clase trabajadora de Catalunya, o del País Vasco o Galicia, y la clase trabajadora del resto del Estado. Bajo ningún concepto, ni por acción ni por omisión, podemos ser cómplices de la represión de los derechos democráticos en el sentido de la disolución de las instituciones catalanas.
No defendemos un Estado Federal para «salvar la unidad de España», sino para dar satisfacción a las reivindicaciones democráticas y sociales. Defender el aplazamiento del derecho de autodeterminación sería lo mismo que defender el aplazamiento de la libertad de expresión o la de manifestación o tantos derechos democráticos que forman parte de nuestra lucha y que son una exigencia de principios. La ruptura con el chovinismo español no es sólo una aspiración de las nacionalidades minoritarias es una necesidad para la clase trabajadora en todo el Estado español. Recordemos con Marx que «un pueblo que oprime a otro no puede ser un pueblo libre».
La necesidad de refundar la izquierda en todo el Estado
El problema fundamental que nos lleva a esta situación es el fracaso del capitalismo y del régimen surgido el 78, que es incapaz de garantizar unas condiciones de vida dignas en todo el Estado y un proyecto de convivencia democrático para todos los pueblos que conforman el Estado español. Y, constatado ya este hecho, el segundo problema es la falta de alternativa de la izquierda sindical y política a este sistema y a este régimen. Esa es a la tarea a resolver.
Antes de la llamada Transición, tanto el PSOE [12] como el PCE [13] defendían el derecho de los pueblos a la autodeterminación. La clase trabajadora de todo el Estado hizo suyas las reivindicaciones democráticas del pueblo catalán, vasco o gallego. Sin embargo, las direcciones de ambas organizaciones abandonaron entonces ese derecho, igual que abandonaron la defensa de la memoria histórica en ese momento decisivo, o la defensa de una transformación socialista de la sociedad. El llamado Estado de las Autonomías no era una vía peculiar hacia el federalismo, sino precisamente lo contrario: un entramado diseñado para impedir un estado federal.
Es un error muy habitual separar la lucha por los derechos sociales de la pelea por los derechos democráticos. O, aún peor, oponer los unos a los otros. «Dejaos de tontería de autodeterminación, que lo que importa es combatir el paro». Es curioso que coincida con los argumentos que la derecha utilice, cínicamente. No hay ninguna necesidad de separar ambas reivindicaciones. Primero, porque las dos son una realidad y, segundo, porque la solución de ambas va de la mano.
Es falso que la razón del paro y de los recortes en Catalunya obedezca principalmente al expolio de Madrid. No hay duda de que la burguesía española barre para casa en el reparto de la tarta, y que la burguesía catalana trata de hacerlo para la suya. Pero la principal causa de desigualdad no radica en el reparto territorial de los recursos, sino en el reparto entre las clases sociales. La diferencia entre lo que Catalunya aporta a las arcas del Estado y lo que recibe del Estado será para el año 2015, según los propios datos de la consejería de Economía de la Generalitat, de 3.228 millones de euros; el gasto público social que Catalunya tendría que gastarse de más por su nivel de riqueza es 19.600 millones, casi siete veces superior. El déficit social en Catalunya es mucho más grande que el déficit fiscal [14] . Por tanto, no es un problema de falta de recursos, sino de cómo se reparten entre las clases sociales de Catalunya.
Una situación muy similar a la que existe en el conjunto del Estado español. Y, la burguesía española, ni es capaz de garantizar unas condiciones de vida dignas ni un régimen democrático. También ella trata de estimular el nacionalismo español como una hoja de parra y para dividir a la clase trabajadora.
Sin embargo, el hecho de que ambas burguesías utilicen los sentimientos nacionales para ocultar sus intereses de clase, no implica que éstos no existan, por eso, desde la izquierda debemos ser capaces de dar una respuesta a ambos aspectos: los sociales y los democráticos.
Democracia y socialismo: una misma lucha
La forma de garantizar un empleo digno, techo, servicios sociales, sanidad y educación públicas, para todos y todas, está condicionada a la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía (bancos, compañías energéticas, de telecomunicaciones, etcétera) que hoy están en manos de un oligopolio privado, que es el auténtico amo en el Estado español y en Catalunya. Eso permitiría un control democrático de la economía real para que la prioridad sea la atención de las necesidades sociales de todos y todas, y el respeto al medioambiente. Ese cambio, unido a la aplicación de una reducción general de la jornada laboral sin disminución salarial, dignificando el salario mínimo, reduciendo la edad de jubilación, etcétera permitiría garantizar unas condiciones de vida dignas para toda la sociedad.
Pero ese programa choca con la burguesía española y catalana, que nunca lo aceptarán de buen grado, pues perderían la fuente de sus privilegios y riqueza. Luchar por ello, nos obliga a unir fuerzas a los trabajadores y trabajadoras de todo el Estado si queremos ganar.
A su vez, la única forma de garantizar el derecho de autodeterminación de los pueblos que coexisten en el Estado español, es con un régimen social y político distinto. La burguesía española no acepta el derecho de autodeterminación porque quiere mantener la dominación de todo el Estado a cualquier precio. No tiene nada que ver con una supuesta «soberanía» del pueblo español, sino con los beneficios de la clase dominante española. Manipulan nuestros sentimientos en su beneficio.
Artur Mas y Convergéncia hacen el mismo intento respecto al pueblo catalán. Con una diferencia decisiva, él defiende un derecho democrático y eso le permite mantener un apoyo social muy importante. Por eso no podemos ponerlos en plano de igualdad, lo que no significa no combatirlos. Sólo si acabamos con la represión de ese derecho, podemos lograr sustraer a la mayoría de la clase trabajadora en Catalunya de la influencia de los representantes políticos de la burguesía catalana. Unos representantes que no dudan a la hora de atacar los derechos sociales de los trabajadores, y que, tampoco dudaran a la hora de traicionar las aspiraciones democráticas del pueblo catalán.
En Catalunya, la tarea de la izquierda es lograr un movimiento de la clase trabajadora independiente de la burguesía catalana, capaz de defender sus propios intereses y de unir su lucha a la del resto de la clase trabajadora del Estado español, y de Europa. Desde el resto del Estado, nuestra tarea es denunciar el carácter reaccionario de la burguesía española y exigir el respeto a los derechos democráticos de los pueblos del Estado, rechazando su represión, uniendo sus reivindicaciones a la lucha por unas condiciones de vida dignas. Son dos facetas complementarias de nuestra lucha, son un todo articulado de reivindicaciones.
Parafraseando a Lenin, si los pueblos del Estado español ven que tenemos una Monarquía de Rajoy, no se unirán, pero si ven que tenemos una República democrática y que garantiza los derechos sociales, no tenemos ninguna duda de que querrán hacerlo. En todo caso, sólo de forma voluntaria es posible [15].
Notas
Els setze jutges es un trabalenguas popular catalán: «Setze jutges d’un Jutjat mengen fetge d’un penjat» (Dieciséis jueces de un juzgado, comen hígado de un juzgado).
[1] Jordi es el coordinador de la nueva Izquierda Unida de Latina (Madrid ciudad) y Alberto miembro de la Presidencia Federal de IU.
[2] http://politica.elpais.com/politica/2015/09/28/actualidad/1443468013_453586.html
[3] http://www.elperiodico.com/es/noticias/politica/president-imputado-4548518
[4] https://www.youtube.com/watch?v=HE6Anaf1LSU
[5] https://www.youtube.com/watch?v=SirnZNSiE14
[6] http://nuevoclaridad.es/revista/index.php/revista/estado-espanol/143-estatut-de-catalunya-no-es-tan-fiero-el-leon-como-lo-pinta-la-derecha
[7] https://www.youtube.com/watch?v=9MlCyPy7jJY
[8] http://nuevoclaridad.es/revista/index.php/revista/estado-espanol/124-la-politica-del-qtripartitq-ique-hace-la-izquierda-cuando-gobierna
[9] http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/07/03/catalunya/1435916648_955040.html
[10] http://www.ccma.cat/tv3/alacarta/polonia/en-busca-de-rabell/video/5551654/
[11] http://www.europapress.es/nacional/noticia-iglesias-dice-si-cataluna-declara-unilateralmente-independencia-respuesta-daran-tribunales-20150720130547.html
[12] Ante la configuración del Estado español, integrado por diversas nacionalidades y regiones marcadamente diferenciadas, el PSOE manifiesta que:
1) La definitiva solución del problema de las nacionalidades que integran el Estado español parte indefectiblemente del pleno reconocimiento del derecho de autodeterminación de las mismas que comporta la facultad de que cada nacionalidad pueda determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado español .
2) Al analizar el problema de las diversas nacionalidades el PSOE no lo hace desde una perspectiva interclasista del conjunto de la población de cada nacionalidad sino desde una formulación de estrategia de clase, que implica que el ejercicio especifico del derecho de autodeterminación para el PSOE se enmarca dentro del contexto de la lucha de clases y del proceso histórico de la clase trabajadora en lucha por su completa emancipación .
3) El PSOE se pronuncia por la constitución de una República Federal de las nacionalidades que integran el Estado español por considerar que esta estructura estatal permite el pleno reconocimiento de las peculiaridades de cada nacionalidad y su autogobierno a la vez que salvaguarda la unidad de la clase trabajadora de los diversos pueblos que integran el Estado español.
4) El PSOE reconoce igualmente la existencia de otras regiones diferenciadas que por sus especiales características podrán establecer órganos e instituciones adecuadas a sus peculiaridades.
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[13] » En España la cuestión nacional -que con la República comenzó a abordarse- va indisolublemente unida a la lucha por la democracia y el socialismo. De aquí que la clase obrera de nuestro país, como la clase más consecuentemente revolucionaria, y que lleva en sí misma el futuro de una España socialista, debe ser la más interesada en la defensa del derecho de estas nacionalidades a la autodeterminación. Por dos razones: Primera, porque en la lucha contra la reacción, que tiene la responsabilidad histórica de que este problema siga aún sin resolver, el peso de la clase obrera puede ser decisivo. Y segunda, porque sólo la participación de la clase obrera en esa lucha puede asegurar la solución del problema nacional de acuerdo con los intereses fundamentales del desarrollo democrático de nuestro país. Por otro lado, es evidente que la solución del problema nacional, de una manera popular y democrática, será uno de los más serios golpes a la reacción oligárquica y monopolista, y permitirá al mismo tiempo establecer nuevas formas de entendimiento y de colaboración entre todos los pueblos de España. (…)
Y a quienes, creyendo colocarnos en situación incómoda, preguntan entre dientes y mordiendo las palabras: ¿qué entienden los comunistas por derecho de libre determinación?, la respuesta es clara y concluyente: El derecho de libre determinación significa el derecho de Euzkadi, Cataluña y Galicia a formar parte del Estado español o a separarse de éste y constituir Estados nacionales independientes. (…)
El Partido Comunista lucha por el reconocimiento sin reservas mentales del derecho a la libre determinación de las nacionalidades y por una amplia y democrática descentralización regional. Y considera que, a condición de que sea libre y democráticamente establecida, la unidad de los pueblos de España es la solución que mejor corresponde a sus intereses, a los intereses de clase del proletariado y de la revolución democrática y socialista. (…)» Dolores Ibárruri «Pasionaria», España, Estado Multinacional (1970)
[14] http://www.vnavarro.org/?p=12521
[15] «Si los ucranianos ven que tenemos una república soviética no se separarán, pero si tenemos una república de Miliukov (principal representante de la burguesía) se separarán».
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