Probablemente sea conocido el anuncio de huelga indefinida que la Plataforma de Profesores Interinos de Asturies convocó a comienzos del mes de junio como medida de presión final con la que intentar persuadir al gobierno de la Comunidad Autónoma de la sinrazón de recortar en varios cientos de puestos de trabajo la plantilla de personal […]
Probablemente sea conocido el anuncio de huelga indefinida que la Plataforma de Profesores Interinos de Asturies convocó a comienzos del mes de junio como medida de presión final con la que intentar persuadir al gobierno de la Comunidad Autónoma de la sinrazón de recortar en varios cientos de puestos de trabajo la plantilla de personal docente de la provincia. De los posibles motivos del fracaso de dicha convocatoria y, por extensión, de las causas de la claudicación final de un porcentaje pavorosamente alto de enseñantes ante las draconianas medidas del Estado y de la Comunidad Autónoma para recortar el gasto en Educación intentan dar cuenta estas líneas, escritas por alguien que, desde las perspectivas del observador y del participante, confía en que podamos aprender de nuestros errores, de cara a presentes y futuros retos dentro y fuera de Asturies.
De forma sumaria, la impresión particular del que abajo firma es que, tras varios meses de movilizaciones, el retroceso en las políticas de recortes en materia de Educación en nuestra Comunidad Autónoma han sido mínimos, cuando no inexistentes, fundamentalmente por:
1) La tradición liberal, y por ende individualista, del sector de la enseñanza, habitualmente refractario a promover actividades conjuntas reivindicativas.
2) La tardanza en la promoción de medidas de presión ante el Gobierno, atribuible en parte a
3) La excepcional situación política por la que ha pasado Asturies en los últimos meses, con un gobierno de Foro a todas luces interino, incapaz de lograr la aprobación de los Presupuestos Generales y obligado a convocar de nuevo elecciones autonómicas, dejando al profesor ante el dilema de protestar frente a un gobierno condenado a su próxima extinción o aguardar a la formación de una nueva Junta General en fechas demasiado tardías para una contundente respuesta.
4) La ambigüedad del Gobierno entrante de Asturies (PSOE), que, desde la retórica amparada en las simpatías aparentes de la socialdemocracia hacia el Estado de Bienestar, ha sabido jugar muy bien sus bazas para lograr que, mediante el victimismo tanto por la patata caliente dejada por Álvarez Cascos como por la amenaza de intervención desde Madrid, haya ido pasando el tiempo sin que los trabajadores les echasen en cara su falta de arrojo y su connivencia con las medidas neoliberales impuestas desde el Estado.
5) La desinformación, la falta de amplitud de miras y el egoísmo de los propios trabajadores interinos. Ante voces tranquilizadoras provenientes de algunos sindicatos y de algunos sectores políticos, muchos profesores, por causas que escapan a la comprensión del que escribe estas líneas, han preferido proveerse con orejeras y apelar al «santa Rita, que me quede como estoy», calculando mezquinamente si la inmunidad de quienes ocupan puestos privilegiados en las listas de personal contratado llega o no hasta ellos, desde la inocencia de quien analiza la coyuntura actual partiendo de la base de que las medidas supuestamente excepcionales para la limitación del gasto público han llegado a su punto máximo, y que por ello su puesto de trabajo no peligra.
6) La insolidaridad de un porcentaje altísimo de los funcionarios de carrera, plácidos habitantes de un locus amoenus alimentado mediante la implementación de la denominada «carrera profesional», una herramienta político-administrativa utilizada en Asturies para seducir y amansar al funcionariado titular haciéndoles creer que la percepción de un extra en la nómina, previo consentimiento del trabajador, no acarrea ningún tipo de contraprestaciones, salvo una evaluación rutinaria de sus funciones, responsabilidades estas que, en cualquier caso, estaría obligado a cumplir de cualquier manera.
7) La bisoñez de un nutrido grupo de los interinos que han (hemos) participado en las movilizaciones, lo que explica, verbigracia, la escasa repercusión mediática de los primeros encierros en centros educativos o la ausencia de quorum legitimador en la asamblea donde se decidió convocar la huelga indefinida.
8) La fragmentación de los colectivos reivindicativos, fundamentalmente en dos líneas nítidas que, en ocasiones, han llegado incluso a la abierta confrontación en asambleas de profesores: una, que ve en el recorte del gasto en Educación un problema de naturaleza sobre todo social, que busca mejoras a medio plazo y que tiene una naturaleza fundamentalmente integradora, buscando hacer partícipes de las protestas a todos los miembros de la comunidad educativa (padres y madres, alumnos…) y otra, que analiza la situación actual desde la problemática laboral (especialmente de los interinos), que necesita soluciones a corto plazo y que aglutina de forma específica a un colectivo en concreto, el de los trabajadores de la enseñanza amenazados por el despido.
9) La traición de la inmensa mayoría de los sindicatos con representación en la mesa sectorial, que se han negado de manera aberrante a participar en las movilizaciones de los interinos (no asistencia a las asambleas, negativa explícita a secundar y apoyar la huelga, etc.), de acuerdo con quien esto escribe por tres motivos: porque cuentan con un importante número de afiliados en los centros concertados (y que podrían verse perjudicados si de la pugna por los arcas públicas se trata), porque al haber apoyado la carrera profesional estaban imposibilitando de forma indirecta el uso de esos fondos para pagar las nóminas de los interinos y porque, con el cambio de Gobierno en Asturias (de Foro a PSOE), las conocidas filias políticas de parte de estos sindicatos les cerraba la boca ante cualquier protesta que de manera explícita les llevara a una denuncia de las líneas de actuación del nuevo ejecutivo.
10) La escasa sensibilización social ante la problemática del profesorado. Las comparaciones siempre son odiosas, y en este caso no pretenden ni mucho menos cuestionar otras legítimas reivindicaciones de trabajadores, pero uno no puede menos que tener cierta envidia al contemplar la empatía del ciudadano medio con la problemática de la minería, por citar un ejemplo, frente a la indiferencia general por el hecho de que se eche a cientos de profesores y maestros a la calle.
Creo que era Sartre quien decía que el ser humano nace libre, responsable y sin excusas. En el caso aquí citado, y salvo honrosísimas excepciones, todos llevamos nuestra porción de culpa en las espaldas, desde quienes sabemos que podíamos haber hecho mucho más de lo que al final hemos llevado a cabo hasta los que, simple y llanamente, no han movido ni un dedo a la hora de luchar por la educación pública. Ignoro, aunque intuyo, lo que va a pasar en los próximos meses, pero quede para la reflexión de aquellos que han preferido meter la cabeza bajo tierra los versos finales del célebre poema erróneamente atribuido a Bertolt Brecht: «Cuando finalmente vinieron a buscarme a mí, / no había nadie más que pudiera protestar».
José Antonio Calzón García. Profesor interino (de momento) de IES
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.