Hace unos pocos días el mundo se enteró de una noticia que volvió a despertar el miedo, ésta vez suscitado por un atentado «terrorista» en Francia. A esta altura, catalogar la matanza perpetrada contra los 12 periodistas del medio «Charlie Hebdo» de otra cosa que no sea «terrorismo», implicaría minimizar los hechos. Sin embargo, que […]
Hace unos pocos días el mundo se enteró de una noticia que volvió a despertar el miedo, ésta vez suscitado por un atentado «terrorista» en Francia.
A esta altura, catalogar la matanza perpetrada contra los 12 periodistas del medio «Charlie Hebdo» de otra cosa que no sea «terrorismo», implicaría minimizar los hechos.
Sin embargo, que se le adjudique tal significado sin apuntar el dedo a quienes son los más grandes sicarios del mundo, puede derivar en una imagen positiva de los mismos, que aplaque una verdadera reflexión sobre lo que debe ser considerado «terrorismo».
Hecha la ley hecha la trampa
Según la Real Academia Española, el terrorismo es una «Actuación criminal de bandas organizadas que reiteradamente pretende crear alarma social con fines políticos.»
Para la fuente europea, el Estado, como aparato político, no tiene nada que ver con el terrorismo.
Terrorismo no serían consideradas las desapariciones que tienen lugar a diario en México, no lo son las muertes por desnutrición en los países de los cuales los poderosos extraen sus ganancias, ni la utilización de doctrinas de eliminación del enemigo interno.
El sentido común difundido sobre el terrorismo estuvo históricamente asociado a perfiles de grupos extremistas religiosos y/o políticos que pueden ir en contra de los intereses del imperialismo occidental, pero jamás se lo atribuye a las injusticias cometidas por los políticos europeos ni yankees.
Los discursos sobre el terrorismo estuvieron vinculados a Al-Qaeda, Sadam Hussain, a Ocalan, hasta el Che Guevara pero no a la OTAN, a Bush, a Thatcher, a Le Pen.
La lógica es ya bien conocida: una vez identificado el causante de la alarma, los flamantes mandatarios antiterroristas pueden emprender su cruzada. En pos de la lucha antiterrorista pueden intervenir gobiernos o pueden fomentar el más terrible odio contra cualquier pensamiento adverso a sus aspiraciones «republicanas». De esa forma pueden invadir Irak, pueden invadir Afganistán, África, y Latinoamérica. Terrorista es cualquiera que vaya en contra de sus ideas civilizatorias.
En este momento, para el actual presidente de Francia, François Gérard Hollande, el principal enemigo es el grupo Islámico que ha terminado con la vida de «inocentes» caricaturistas. No obstante, éste no demostró la misma preocupación tras del asesinato de militantes kurdas en su propio territorio en Enero del año pasado, ni los políticos europeos demostraron la misma condolencia con la muerte de los 43 estudiantes de México a manos de narcotraficantes.
Los gestos por parte de la diplomacia francesa y europea son un indicio de que el número de víctimas no es el que determina que tan trágico puede ser el suceso, sino que lo determinante es el origen ideológico de las víctimas. Para ellos cotizan más alto los franceses, que los latinoamericanos.
El mundo tiene que saber que los terroristas son los Islámicos, a pesar que el Estado Francés es uno de los mayores propulsores de la OTAN junto a Estados Unidos, cuyos mercenarios sirven también al Estado Islámico/DAESH. ¿Para combatir el terrorismo no habría que empezar por casa?
No. Tanto el Estado Islámico (financiado principalmente por millonarios de Kuwait, Arabia Saudita, y Qatar), como Francia, Estados Unidos, Alemania, Inglaterra y los países de la UE no están dispuestos a perder la oportunidad de valerse de pretextos religiosos para asegurar su predominio militar y económico en el mundo.
Y en el medio de esta guerra por el capital quedan los pobres, los jóvenes, las facciones religiosas y políticas que confían en que otro orden económico mundial es posible. Quedan los pueblos que luchan por su autodeterminación y no por culturas importadas, basadas en el extractivismo y la explotación humana.
Vale aclarar, que a diferencia del Estado Francés, algunas de las tendencias religiosas que quieren combatir, están a la izquierda de ese Estado hoy cómplice del terrorismo.
Las imágenes de Mahoma
Por otro lado, muy poco se menciona acerca de que el semanario satírico «Charlie Hebdo» fue financiado con fondos secretos de la presidencia de la República durante gobiernos anteriores.
No llama la atención que un medio de comunicación de tal índole, gran difusor de la «Islamofobia» sea considerado baluarte de la «libre expresión» francesa. De lo que se trata no es solamente de burlar a los extremistas del EI, sino a todos los seguidores de Mahoma.
Actualmente no me considero practicante de una religión, pero no me sentiría a gusto si un grupo de dibujantes hiciera chistes sobre la imagen de Cristo. Tampoco me sentiría a gusto si el propio Estado financia esas imágenes o si el mismo está relacionado con un grupo extremista cuya lógica es inhumana.
El Estado Francés es culpable por partida doble.
Mucho menos me sentiría a gusto si el primer mandatario de mi país, quien dicen querer «integrar» a otras religiones, marcha de brazo del antisemita por excelencia de Netanyahu (Primer mandatario de Israel) o con el expresidente francés Sarkozy, implicado en los atentados terroristas en Libia.
Hollande debería pedir perdón como también debió pedirlo el presidente de México Peña Ñieto en su momento.
Tanto los Ayotzinapenses como los dibujantes fueron víctimas del terrorismo del Estado, que a fin de defender su ideología es capaz de cualquier cosa. Hoy somos 43 + 5 +12 + miles.
La excusa del extremismo le viene perfecto a Hollande para expandir más la beligerancia encubierta de pacifismo. No obstante, como demuestran las fotos «no oficiales» de la movilización en Francia, no le será tan fácil contar con el total apoyo de la población, que se concentró muy lejos de la clase política.
Ante la amenaza yihadista, será cuestión de que quienes hoy en Francia no están a favor de ser nuevas víctimas o victimarios de otro tipo de guerra interimperialista, busquen sus formas de resistencia así como lo está haciendo el pueblo mexicano.
Al ver la foto de Hollande donde aparece junto a su staff hipócrita, es imposible no compararla con aquella imagen de 1960 en que Ernesto Che Guevara marchaba junto a Fidel Castro y el pueblo cubano, tras uno de los tantos atentados por parte de Estados Unidos.
La gran diferencia es que los revolucionarios marchan del brazo, mientras que los imperialistas solamente se unen cuando la diplomacia lo reclama.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.