Se ha construido un país enemigo de los desposeídos, castigador del hombre y la mujer de trabajo, inclemente con quienes les correspondería un descanso merecido y digno, insensible contra aquellos que se enferman, indiferentes con sus niños y olvidado de su juventud. El egoísmo sin límites, la ambición enferma aún hace efectiva su venganza cotidiana […]
Se ha construido un país enemigo de los desposeídos, castigador del hombre y la mujer de trabajo, inclemente con quienes les correspondería un descanso merecido y digno, insensible contra aquellos que se enferman, indiferentes con sus niños y olvidado de su juventud.
El egoísmo sin límites, la ambición enferma aún hace efectiva su venganza cotidiana contra un pueblo que el algún recodo de la historia se propuso torcer el destino inmutable de la pobreza y el subdesarrollo.
Diputados y senadores vendidos, arrendados o regalados a los más poderosos han construido sus riquezas afirmados en el sufrimiento de millones. Han llegado a la política para enriquecerse. Y envilecerse, si más se pudiera.
Y de paso, y aquí reside su mayor logro, han instalado el convencimiento colectivo y casi indubitable que nadie más pude ejercer el trabajo de político, sino aquel ungido para el efecto.
Y que los llamados dirigentes sociales, a lo sumo, tiene la opción de asistir a las comisiones en los que se negocian sus miserables dádivas. Lo que se nombra como pre-legislación, no es sino una trampa en la que algunos gustan de caer una y otra vez.
La derrota, la burla y el desprecio parecieran tener efectos adictivos en cierta gente.
¿Por qué los estudiantes, por ejemplo, que hacen política en sus universidades y escuelas, eligen a sus dirigentes, generan ideas, levantan consignas, proponen caminos, exigen derechos expresan críticas y ejercen su derecho a elegir y ser elegidos lo hacen solo en el ámbito de sus establecimientos?
¿Quién dijo que no deben o no pueden erigirse como sujetos de la política para disputarles en su propio medio, con sus propias armas a aquellos que han usurpado en un cuarto de siglo de ocupación inmoral la voluntad de la gente?
Hay una obligación detrás de todo afán de labor colectiva: hacer valer los derechos que nos asisten en tanto seres humanos. Hacer valer el poder que entrega la dignidad transformada en herramienta de lucha. Hacer valer le opción que impone el ser libres así sea para entregar la vida por lo que nuestra moral obliga. Hacer valer la fuerza que haría temblar a los poderosos y prepotentes.
Que nadie piense, obre o decida por nosotros. Como ha sido hasta ahora, sin que muchos se indignen al extremo de sublevarse, de resistir civilmente, de llamar a la asonada legítima.
¿Qué debe pasar, a qué extremo hay que llegar para que estalle una rebelión de rasgos definitivos?
¿Existe la posibilidad que el sistema salga del fango en el que está y ofrezca una versión más humanizada, pro gente, amistosa y solidaria? Jamás.
El poder está en la suma de muchos. Y eso al parecer se ha olvidado. Aún se cree en los mismos que han administrado todo lo que hay con una eficiencia encomiable.
Y se olvida que en esas personas ávidas de poder, cuando huelen el dinero ya no tienen vuelta atrás
Un cartel llega desde Valparaíso avisando de un encuentro que busca un candidato a alcalde mediante una consulta popular. Pequeño gran paso.
Mal visto, desprestigiado, rémora burguesa para unos, debilidad socialdemócrata para otros, lo cierto es que el voto universal fue una conquista del pueblo que se logró mediante mucha pelea, persecución, represión y muertos. No fue una concesión graciosa del poderoso.
Hoy es el arma propicia para disputarles sus cotos a los sinvergüenzas.
Muchas consultas populares, eligiendo desde la chusma misma sus propios candidatos a todo, mucha bronca determinando los mejores representantes de de la gente, nacidos desde abajo, financiados peso a peso desde la rabia de la gente común, levantando la determinación de hacer de Chile un país decente.
Pocas consignas tan subversivas como esta.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.