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Chile, radiación solar al acecho

Fuentes: IPS

A pesar de que el hueco de la capa de ozono, que se abre cada primavera en la Antártida, se encuentra temporalmente «taponado», todas las regiones de Chile registrarán este mes altísimos niveles de radiación ultravioleta. La capa de ozono cubre toda la Tierra a una altitud de alrededor de 15 a 30 kilómetros de […]

A pesar de que el hueco de la capa de ozono, que se abre cada primavera en la Antártida, se encuentra temporalmente «taponado», todas las regiones de Chile registrarán este mes altísimos niveles de radiación ultravioleta.

La capa de ozono cubre toda la Tierra a una altitud de alrededor de 15 a 30 kilómetros de su superficie y protege a todos los organismos vivos de los dañinos rayos ultravioletas (UV).

Pero cada año, entre septiembre y noviembre, se afina esa capa en una amplia extensión que abarca a las australes regiones de Argentina y Chile, donde la radiación ultravioleta crece 25 por ciento.

Según la Administración Nacional Atmosférica y Oceánica (NOAA) de la Agencia Espacial Norteamericana (NASA), entre el 21 y el 30 de septiembre, el hueco alcanzó los 27,5 millones de kilómetros cuadrados en promedio, la mayor apertura de la historia, generando un serio riesgo para la población.

No obstante, el decano de la Facultad de Ciencias de la estatal Universidad de Chile, Raúl Morales, explicó a IPS que cuando el hueco antártico se reduce comienza la etapa más peligrosa para la salud de los habitantes de Argentina, Australia, Chile y Nueva Zelanda.

«En los meses de noviembre, diciembre y enero se produce una transferencia de masa de ozono desde las zonas más cercanas al trópico hacia el Polo Sur, la cual viaja con el afán de cubrir la deficiencia (producida por el hueco antártico)», comentó el experto.

A diferencia de lo que sucede con el agujero de la capa de ozono, que sólo abarca la zona austral de Chile, el «efecto de dilución», como también se conoce a esta transferencia de masa, afecta a todas las regiones del país, puntualizó Morales.

Según el último informe de la Dirección Meteorológica de Chile, efectivamente el agujero de la capa de ozono desapareció el 9 de diciembre, pero durante enero y febrero, en condiciones de cielo despejado (es decir casi todos los días), se alcanzarán los índices superiores –«muy alto» y «extremo»– de radiación ultravioleta.

Por eso se le recomienda a la población que durante sus vacaciones, tome toda la protección disponible, es decir, que evite exponerse al sol entre las 10 y las 16 horas chilenas, que cubra su cuerpo y que utilice cremas y lentes con filtros UV, indicó Morales.

Especial cuidado deben tener las personas que en este mes trabajen al aire libre -agricultores y pescadores– y aquellas que se encuentren veraneando en el campo, la montaña o la costa, dado que el agua, la arena y la nieve reflejan y aumentan los rayos ultravioletas.

«Creo que es necesario generar una cultura de la protección solar. En Chile siempre ha existido la cultura de broncearse», particularmente entre las mujeres jóvenes, «lo cual es muy dañino para la piel», apuntó el experto de la Universidad de Chile.

Además de cáncer de piel, la exposición prolongada a los rayos ultravioletas puede producir lesiones oculares, como cataratas, y diversas infecciones a causa del debilitamiento del sistema inmunológico. Los rayos ultravioletas B son los más peligrosos y sus efectos son acumulativos.

Nancy Ortiz, de la estatal Corporación Nacional de Cáncer (Conac), dijo a IPS que el tumor maligno de piel ha aumentado 100 por ciento en los últimos 10 años en Chile, siendo el más significativo en términos de prevalencia en el país.

Se calcula que 10 de cada 100.000 chilenos padecen hoy de este mal, cifra que va en aumento.

Por eso, la Conac creó en 2001, en conjunto con el Departamento de Física de la estatal Universidad de Santiago, la Red Nacional de Medición Ultravioleta, que informa diariamente de los índices registrados en todas las regiones del país.

En 2002, estableció la Red Nacional de Solmáforos, medidores instantáneos de rayos UV ubicados en balnearios y paseos públicos.

A fines del año pasado lanzó una fuerte campaña informativa, dirigida principalmente a los niños. Una de las acciones realizadas, fue poner a la venta una pulsera fotosensible que avisa cuando el sol es peligroso para la piel.

Según Ortiz, el brazalete ha sido tan exitoso en el país, que incluso ha sido solicitado por países latinoamericanos, europeos, e incluso desde Estados Unidos.

Asimismo, en marzo de 2006 se promulgó la ley 20.096 para implementar adecuadamente el Protocolo de Montreal, suscrito y ratificado por Chile en 1990.

Este convenio de 1987 firmado por 184 naciones, fue diseñado para hacer volver la capa de ozono a la normalidad, eliminando paulatinamente el uso de clorofluorocarbonos (CFC ) y otro centenar de productos químicos que destruyen las moléculas del ozono atmosférico

Está comprobado que esas sustancias químicas, principalmente los CFC presentes en diversos productos como refrigeradores, congeladores y equipos de aire acondicionado, destruyen este manto protector natural.

La ley, considerada por Morales y Ortiz como «un poco tardía», también establece un conjunto de medidas de difusión y prevención social. Por ejemplo, dispone que los medios de comunicación deben incluir en sus informes meteorológicos antecedentes sobre la radiación ultravioleta, algo que se está cumpliendo.

Morales cree que la población chilena ha ido tomando cada vez mayor conciencia sobre este problema. No obstante, piensa que la clave es realizar educación ambiental a los niños y jóvenes en las escuelas primarias y secundarias, lo cual es aún incipiente.

«La educación ambiental es un concepto que involucra la generación de hábitos. Por eso es importante que todos estos conocimientos sean transferidos sistemáticamente por los profesores a sus alumnos, principalmente durante los meses de agosto y septiembre», señaló el experto de la Universidad de Chile.

«Prácticamente toda la dosis de radiación solar de nuestra vida la tomamos entre los 2 y los 18 años, porque durante ese periodo uno tiene más tiempo para estar expuesto al sol, con la excepción de quienes trabajan al aire libre. Los adultos vivimos protegidos del sol, en las oficinas, en las casas», explicó Morales.

Alfonso, de 59 años, trabaja como chofer de un camión en la capital de Chile, lo cual lo obliga a pasar la mayor parte del día en la calle, bajo el sol. Este trabajador dijo a IPS estar consciente del peligro de la radiación UV, por eso se aplica todos los días una de las cremas protectoras disponibles en el mercado.

De igual forma, Carolina Arredondo, ingeniera en informática de 28 años, dice saber cuáles son los riesgos a los que se expone tomando sol, por lo que también utiliza, especialmente durante el verano, una pomada que bloquea los rayos UV.

Morales indicó que las últimas investigaciones señalan que la capa está recuperándose y que, si los países dejan de utilizar las sustancias agotadoras de este manto, podría volver a los niveles normales en 50 o 70 años.