Recomiendo:
0

La Fábrica de Sueños

Cinco columnas escritas inicialmente para El Magazín (II)

Fuentes: Rebelión

6. Metáfora de la ausencia: elogio de la vida  Una de las gratas sorpresas literarias de la FILBO 2018, ha sido, para este columnista, el libro de poemas Metáfora de la ausencia (2017) del tolueño/viejo Ricardo Vergara Ch., cuyo título va por su hermana Ana, a quien evoca y se lo dedica «para volver a abrazarla». […]

6. Metáfora de la ausencia: elogio de la vida 

Una de las gratas sorpresas literarias de la FILBO 2018, ha sido, para este columnista, el libro de poemas Metáfora de la ausencia (2017) del tolueño/viejo Ricardo Vergara Ch., cuyo título va por su hermana Ana, a quien evoca y se lo dedica «para volver a abrazarla». Puede afirmarse que, en la poesía, la pasión y el deseo conducen a una reflexión sobre la presencia y el gozo, sobre la materia de la fortuna o de su revés/complemento el infortunio y sobre las líneas de fondo de la vida cotidiana, de lo real. Siempre se escribe, y Vergara lo confirma, sobre la pasión, el deseo, la nostalgia: esta, del griego nostos, regreso al hogar, al fuego, al epicentro de la casa. Aunque, en general, los materialistas crean que la poesía distrae y quita el tiempo a quien lee y/o escribe poesía, el lector que entre al libro aludido no será timado.

Bastan los títulos de algunos poemas, y sus contenidos, para advertir a un tiempo el peso de la humildad y el valor de lo humano trasmutado en poiesis, creación: Metáfora de la ausencia (título que se repite: 9 y 27), Esencia, Destino, Inasible, Colibrí, Asunción de la ternura, Alusión a lo simple, Mar, El sembrador de luces, Inocente, ¿Hemos crecido?, Presencia y fuga, Página en blanco, Oscurece uno ante el dolor, El pasado, Salvaje unitario, Bella es la vida, Incidencia. En este, Vergara nos repite lo obvio, sin que parezca, para que no se olvide, la memoria actúe y rescate al que busque huir: «Nos hemos matado tanto/ tanto/ que un día/ nada será digno/ ni siquiera el silencio». Y en Epílogo, permite evocar al loquito de Sils-Maria, para quien la vida sin música sería un error, y propone: «Si algo humano ha de salvarse/ que la música sustituya/ la oscura intensidad de lo tangible».

Las dos versiones de Metáfora de la ausencia apuntan a la misma idea, aunque la primera se remita al algo y la segunda al alguien: en un caso, hay una relación entre lo que pasa y lo que se recuerda o algo que se vaticina por medio de la intuición pero que nos sacude, así sea de forma dócil; en el otro, dedicado a su hermana Ana, el autor habla del descubrimiento de esa imagen que creemos nuestra, de la cual se desprende una sombra ajena: una inconsciente alusión al Yo soy otro, de Rimbaud, que, de paso, lo lleva a la identificación con el sujeto de la ausencia. Destino (p. 14), habla del ardor que puede durar la vida entera, de la incertidumbre como inmensidad y del misterio como prodigio, el mismo misterio al que García Lorca se refiere como lo único que nos hace vivir. Inasible (p. 16), es, para el poeta, ese sucedáneo de la ausencia, algo que «semeja la relativa luz que pasa», en el que su aire no es casualidad y en cuyos dominios quizás deriva «la febril anarquía que fuimos». Colibrí (p. 17), «A Karina Pérez de la Ossa», hace un símil entre la libertad del pájaro y la belleza de la mujer, para concluir que «lo bello es sublime si al tocarnos / nos distancia de la muerte», con lo cual, de contera, nos acerca a Nietzsche para quien «el arte es lo único que se sobrepone a la muerte». Asunción de la ternura (p. 18), contiene un hermoso asalto a la ortografía que, si lo creemos, sirve a la razón sin que lastime: entonces, «Avrazo […] debe ser como el abrazo de un ave / o la asunción de la ternura». Alusión a lo simple (p. 19), lleva consigo una metáfora sobre lo que podría/debería (sin dejar de rechazar el deber ser) ser el hombre/la mujer, a partir de la observación sobre las mariposas, a las que les basta la brevedad, no se quejan, ni entristecen con el olvido, no sueñan con gloria alguna, su existencia es silenciosa: en síntesis, «No sueñan el cielo ni aspiran vencer a nadie. / Su vivir… no es audible». Mar (p. 21), voz infaltable en el diccionario vital, no de letra muerta, de un costeño, que es tanto «latido del mundo» como «estación del agua», bellos eufemismos por intensidad/inmensidad e incluso por temblor y miedo: «En el cielo de tu orilla / un hombre despierta trémulo y se asusta». El sembrador de luces (p. 23), «Para Amparo de la Ossa Pizarro», abriga un raro ejercicio de sinestesia entre la percepción de los colores y la ausencia del sonido, teniendo como telón de fondo el paso del tiempo, la captura de nubes y de instantes: «Si aquí pusiéramos un color / más otro color entre silencios / y pasado el tiempo volviéramos / procurando atrapar algún celaje: / una brizna de aquello / o el instante donde duerme ese momento»; y, en el epílogo, una bella metáfora sobre el obseso sembrador de la luz en medio de las tinieblas, para la que se sugiere un pequeño cambio: «sembraba» por sembrara, a fin de conservar la identidad subjuntiva con «aconteciera»: «Talvez en la línea que demarca toda herrumbre / o en el aire y el hilo de otro tiempo aconteciera / el que obsesionado / sembra[r]a luces en las sombras».

Inocente (p. 29), plantea inquietudes sobre el hombre, la historia, la civilización y las contrasta con el descuido de lo cotidiano, la Naturaleza, para terminar formulando la perturbadora pregunta sobre los niños: «¿Desde cuándo se han dispersado?» ¿Hemos crecido? (p. 33), continúa en esa línea para inquirir sobre el hombre desgarrado, la miseria humana (que va más allá del vallenato), el dolor infligido, para, de paso, dejar planteado un terrible oxímoron que, a la vez, es una suerte de cáncer contemporáneo: «la aglomerada soledad», porque sí, no hay soledad más desquiciante quizás que la del que sabe que la muchedumbre no es garantía de acompañamiento, ni de cuidado, apenas de desidia. Entonces, lanza una tan sensible como irresoluble pregunta: «¿Será apacible alguna vez vivir / o saborear como fruto el mundo? // Mi valija es de aire y no lo sabe / y yo tengo la edad de la vejez». Presencia y fuga (p. 37), una especie de versión costeña de La chica de Ipanema, en la que Ricardo Vergara nos lanza a la cara la deslumbrante figura de una chica que con su brío incendia al mundo y por la que, cual Baudelaire, nos invita a tomar y a celebrar con vino, para que no se disipe su figura o un eventual regreso nos pueda arrebatar el sueño. Página en blanco (p. 43), tras dos reflexivas e importantes preguntas, vuelve al punto de partida, quizás porque la salida no es fácil ni clara: «Página en blanco / Irresistible [sic] silencio / imposeída ternura». Oscurece uno ante el dolor (p. 45), habla de fatiga, enfermedad, confusión (frente al teclado), vértigo del tiempo, posible socorro del aire conservado, presagios del mañana, y ante el hechizo montaraz que reconoce en alguna mujer, el poeta, ante una posible vuelta al camino, confiesa: «Velo, sin embargo, en el ocaso». El pasado (p. 49), «Al antropólogo Luis [Carlos] Choperena», es una pulida versión de que el ayer es hoy, ocaso y alba, presencia no reclamada del dualismo maniqueo, tiempo presente: «El pasado también es presencia de cosas / ardiendo en la fuerza vital del mundo» […] «El pasado también es entraña / tejiendo la existencia / en el justo tiempo de esta hora». Salvaje unitario (p. 51), «A Jorge Luis Borges», como dijo ser el poeta, desconociéndose si como tributo al equilibrio o como remembranza de que lo esencial es un juego de contrarios, ying y yang, dialéctica pura, que solo aquél supo decirlo «como sentencia y clamor / y como espada». Bella es la vida (p. 58), que aquí no es una simple alteración del filme italiano, señala que de no ser así, nada pasaría, ninguna escena ni muerte ni asombro «y nada nos prodigara el tiempo / pasado ni presente fueran» ni, tal vez, «volvieras a mi voz / ni a mi silencio». Por último, Incidencia (p. 60), refiere la saturación del asesinato, del genocidio, de la eliminación del Otro, que a lo peor, no a lo mejor, lleguemos hasta la indignidad del silencio, como ya se hizo referencia.  

En su libro, regresa al pathos, uno de tres recursos de la retórica (más el logos, discurso razonado, y el ethos, conducta/carácter), eso sí, sin exhibir el sufrimiento: más bien, mostrando el padecer con el otro, la pasión no patológica, el impulso vital. Y muestra que el ayer es hoy; que solo quien oscurece ante el dolor, vuelve a ser luz; que la belleza que pasa, si regresa, ya no es un sueño; en fin, que lo esencial es un juego de opuestos. Por último, cuán bella es la vida: de no ser así, «nada sucediera, ni volvieras a mi voz ni a mi silencio».

El poemario se inicia con dos epígrafes: uno, evoca la nostalgia, esa ya citada vuelta al hogar, para referirse al oficio poético, como lo sugiere el poeta Giovanni Quessep: «La nostalgia es vivir sin recordar / de qué palabra fuimos inventados.» Lo que también lleva, por contraste, a la necesidad de recuperar la memoria para poder tener presente el origen de algo o de alguien, fuente de su esencia; el otro, alude al aire y a la impureza que nos asiste, para propender por el hallazgo de un rostro mucho más puro dibujado con las líneas de la dignidad, de acuerdo con el esbozo caligráfico de Héctor Rojas Herazo, periodista, escritor, poeta y pintor: «Y si este aire, mío y tuyo, / dejase de vibrar en busca de un rostro / más, mucho más puro que nosotros.» Y concluye con un auténtico Epílogo (p. 63), en el que Ricardo Vergara deja plasmada la llenadora esperanza del arte en medio del vacío y el horror de la realidad palpable, al proponer, tal cual se citó, a la música como sustituto de «la oscura intensidad de lo tangible», esa insoportable alimaña que acecha, a toda hora, en medio de la indignante levedad e indiferencia de los dirigentes, en cada rincón de la geografía nacional. Aun así, y pese a las constantes arremetidas de la muerte, al cabo, el autor nos deja un elogio de la vida.

7. Philip Roth, misógino por desvirtuación

El 22/mayo/2018 murió el escritor gringo, antijudío/antisionista, Philip Roth (19/mar/1933, Newark, NJ). Su carrera se inicia con un texto deshilvanado que, al filo del tiempo, por contraste, lo llevará a crear una trilogía imperecedera de la literatura gringa: Pastoral americana, Me casé con un comunista y La mancha humana. Su Goodbye Columbus obtuvo, un controversial National Book Award, 1959, el que en 1952 había ganado, la primera vez que se entregó, el negro Ralph Ellison, con El hombre invisible. Cuando se lea esta novela, podrá saberse por qué Goodbye… resulta insulso/inmerecido ganador de dicho Premio. Roth es el creador de un alter ego que lo acompañó en nueve de sus trabajos, Nathan Zuckerman, aunque es otro, Coleman Silk, antihéroe de La mancha humana, de quien hace uno de sus más sólidos/vulnerables personajes, para contarnos El año de la Mojigatería: la felación de Mónica Lewinsky a Vil Clinton, detrás de cuya cortina de humo se quiso esconder la invasión de EE.UU a Sudán, Irak y Kosovo. La que terminó en la destrucción de los tres países con su secuela de violación de DD.HH, crímenes de lesa humanidad, un genocidio sin nombre.

Otras obras recomendables de Roth: El escritor fantasma o La visita al maestro, la primera protagonizada por Zuckerman, El pecho, Sale el espectro, la historia de un nuevo Rip Van Winkle, re-creado por Roth a través de Zuckerman, quien regresa a NY después de once años para ver estallar en su cara, a través de tres relaciones, los peligros de una soledad protegida con celo supremo. Lecturas de mí mismo, entrevistas y reflexiones sobre su propia obra. Una lectura clave, si se quiere conocer al auténtico Roth, el mismo que se inventó otro Roth en Operación Shylock, para hablar de la diáspora judía europea que, si quiere dejar de joder a los demás, debe retornar a su nativo Israel: la ocurrencia graciosa y a la vez seria que pueda haber tenido un autor para autoflagelarse antes de pensar siquiera en hacerlo con los Otros.

Su primer campanazo narrativo lo dio con El lamento de Portnoy, el ameno relato de A. Portnoy a su psicoanalista el Dr. Spielvogel, juego/pájaro, llevado al cine en 1972. En él, ya empezaba su diatriba contra el mundo de los judíos en un lenguaje «íntimo, detallado y abusivo» y cuya más alta cota de expresión, en tal sentido, la va a tener, quizás, en la ya citada Operación Shylock (Cap. 10, No odiarás a tu hermano en tu corazón), en el que, no obstante, plantea cosas como estas, como si hablara de colombianos: «¿Por qué perdemos los judíos, estando entre nosotros, la cortesía normal en toda convivencia? ¿Por qué tenemos que magnificar todas las ofensas? ¿Por qué tiene que haber pelea cada vez que se produce una provocación?» […] «La animosidad, la ridiculización, el puro y simple odio de un judío por otro… ¿Por qué? ¿Dónde están nuestra tolerancia y nuestro perdón, cuando se trata de nuestros vecinos?» […] «El punto más negro de nuestro pueblo no está en que comamos cerdo, ni siquiera en que no podamos casarnos con no judíos: peor que ambas cosas es el pecado de la palabra judía. Hablamos demasiado, decimos demasiado, y no sabemos pararnos. Parte del problema judío consiste en que nunca sabemos con qué voz hablar. ¿Refinada? ¿Rabínica? ¿Histérica? ¿Irónica? Parte del problema judío consiste en que la voz se eleva demasiado. Demasiada insistencia. Demasiada agresividad. Digamos lo que digamos, siempre resulta una impertinencia. La ‘impertinencia’ es el estilo judío.» Sí, en especial la impertinencia en contra de los palestinos. La que siempre se ha querido disfrazar, travestir, con el ropaje cobarde del «ataque inicial de los palestinos»: con sus piedras, caucheras y petardos caseros. Con los que intentan defenderse de los tanques, los misiles antiaéreos, las bombas de alto poder del Imperio gringo/sionista.

En conclusión, lamento la desaparición de Philip Roth: el dolor de la muerte no es para el que se va… Así, serán los miembros del Comité del Nobel los que deberán cargar con el fardo de no habérselo entregado, en vida. Un «premio» cada vez más cargado de intereses: Nobel para un músico, a fin de incentivar la industria disquera; otro, a un japonés/londinense, para incentivar la industria fílmica; de abusos de poder, en especial con las mujeres (explotación sexual); en fin, reconocimiento de ciertos escritores en detrimento de autores de auténtico talento que, como Roth o Borges, jamás cayeron en la indignidad de aceptar un chantaje de cualquier tipo para recibirlo a cambio: un Nobel político, de guerra, no de Paz, como el que se le dio a un ya ex presidente criollo, de acuerdo con Kaci Kullmann Five, quien seis meses después del entuerto murió, misteriosamente, de cáncer, uno que ya había superado seis meses atrás. Y quien, como presidenta del Comité Noruego del Nobel de Paz, Ministra de Comercio y un alto cargo en la petrolera Statoil, tuvo en 2014 intereses en Colombia. Los que negoció con el gobierno Santos y luego kaputt. No sin antes haber contribuido para que su país donara al Proceso de Paz 200 millones de euros, que luego se perderían por el camino.

Un escritor, antes que escribir para el público escribe para sí mismo, para tratar de resolver los abismos/demonios que se agolpan en su alma y que, aupados a la lucidez/razón, determinan el acierto o el error de su escritura. Ahora, si un escritor alude a un misógino en su obra, no significa que el misógino sea él. Esto tiene una razón: Roth fue antisionista, con lo que de por sí se ganó muchos enemigos. Por esa razón, entre otras, a Roth no se le dio el Nobel: por qué sí a Dylan, judío, y a él no… ¿por antijudío? Para desvirtuar a alguien, los detractores/desleales acuden al desprestigio, a la desfiguración sexual o racial o religiosa, porque, al cabo, de tanto calumniar, algo queda, así lo que quede sea un asco. Pero, no hay por qué preocuparse: al final, los personajes de Roth y sus enemigos son «quienes más vida le darán», como dice Fernando Araújo. Quizás por aquello del efecto boomerang: o del que para todo usa una pistola y olvida que cuando pretende disparar, tres dedos apuntan hacia él.

8. Gaitán y El día del odio (I parte) 

A 70 años de su asesinato esta columna se centra en El día del odio sobre la sociedad de control en la que Osorio insiste; una visión sobre el senti/pensar político de Gaitán; el problema de la tierra, problema medular en toda época y en todo lugar; el caudillo, víctima del bipartidismo y otras fuerzas; la relación conflictiva entre lenguaje y Poder, en la que este, en su violencia razonable, conduce a aquel de nuevo a la pobreza. Obra de madurez, se publicó primero en Argentina, 1952, después en Colombia, 1979 y 98. La tardanza sugiere un asunto político: invisibilizar la obra; un caso de envidia: ocultar su contenido; otro de ignorancia: para qué darlo a conocer.

De paso, que para admirar se necesita grandeza, lo que no entienden ciertos editores que se creen superiores a los autores y a las obras que de ellos publican. Como si la coyuntura de tomar los textos les otorgara facultades para deshacerse de lo incómodo, rehacer lo que para ellos es políticamente incorrecto, invisibilizar lo inconveniente o, por lo contrario, hacer más visibles las debilidades de dichos textos para tranquilizar al aparato hegemónico, contribuyendo de paso al aletargamiento, de por sí preocupante, de la conciencia colectiva.

En su obra, resume el pensamiento político del caudillo y analiza el problema de la tierra, asunto a resolver para la convivencia pacífica. La UNIR, sería el arma ideológica de Gaitán para demoler el imperio de la injusticia/la mentira/el engaño. Para demostrar que, como lo expresó en su tesis Las ideas socialistas en Colombia, en el país de entonces, y de hoy, había un problema social que liberales/conservadores, los convivialistas, negaban sin vergüenza ante el país. Por ese problema social EE.UU se involucró en su asesinato: tras los sucesos del 9/abril el gringo agente de la CIA John Meckpless Spiritto declaró ante el Procurador que vino a Colombia «con la misión exclusiva de eliminar a Gaitán»: el asunto fue desestimado en los anales de la investigación.

Y el Absolvedor de entonces, Ricardo Jordán J., fue premiado después como Registrador, cargo desde el cual el 19/abr/70 declaró ganador no a quien ganó, Rojas Pinilla, sino a un perdedor que ahora triunfaba, Pastrana Borrero. Después se supo que Gurropín recibió un soborno similar al del borracho Marroquín por Panamá en 1903, soborno del cual, además, el Gobierno sólo recibió la mitad: la otra se esfumó; también, que Evaristo Helí Sarmiento Arenas confesó ser el compañero de Roa, lo que de por sí habla de conspiración: la que siempre se ha negado. Pero, la que ni la menos «exhaustiva» investigación del Fiscal de hoy podría ocultar: claro, si la hiciera… perdón, si se la dejaran hacer sus tres jefes inmediatos: el dueño de la justicia y de Medellín (al decir de Popeye); el dueño de El Tiempo y del sistema financiero; y el fusible de los EE.UU y, a la vez, títere de los dos anteriores, uno no nombrado, por innombrable, es decir, porque no se necesita y el otro porque ya se sabe.

Epílogo: Ser libre es tener autonomía

¿Puede creerse que El día… abunda en sentidos estériles, tiende al facilismo, trasluce una máscara de amargura, detrás de la cual está el autor, de un pesimismo incurable? Saramago: La peor percepción del mundo que pueda tener cada uno de Uds., siempre será mejor que la mía. No que la de Osorio, quien al pesimismo final opone la fuerza vital/amorosa del epígrafe. ¿Le cierra la puerta a la fantasía, está anclada en fidelidad documental, es desahogo personal/queja social/diatriba política? No, porque tras la apariencia inofensiva de su grafía se esconde la narrativa útil a una sociedad cuyos miembros son torturados emocional y físicamente, perseguidos sin piedad y muchas veces siendo inocentes (127), condenados sin habérseles juzgado por el simple aserto de que la falta es siempre indudable (Kafka) . Los sospechosos de siempre son llevados del panóptico externo, la calle, al interno, la cárcel, por terrorismo. Rara voz que el hiperautoritario neoliberalismo esgrime para argüir la muerte de la historia, la ideología, la filosofía: menos, su muerte, la de un sistema/serpiente que aún no se convence de morderse la cola, con los dientes del consumo, la competencia, el éxito: valores supremos de un patético american way of death, ya no life .

Al leer El día del odio se siente el placer de saber que, hace menos de un siglo, un escritor desafió la potencialidad fascista oculta en la entraña del capitalismo. Y en su obra plasmó la impronta de inconformismo, rebeldía e insatisfacción frente a sociedades que aprueban y justifican el poder. El que al sentirse plenamente justificado/aprobado «no puede resistir la tentación del fascismo», como sostenía Luis Buñuel. Vergonzoso que, a tantos años de publicada , sus alegatos sigan teniendo vigencia, sus denuncias continúen ocultadas u olvidadas, sus páginas ciegas a incautos lectores estupefactos frente a la TV e Internet, vigilados por la estulticia de un big brother pirateado del disco duro de Orwell y víctimas de la incitación al voyerismo o de consentidas intromisiones en la vida privada, so pretexto de realizar inofensivos reality-shows , variantes de un panóptico que Bentham jamás imaginó. Big Brother que vigila la intimidad, mientras el panóptico externo , ya lograda la vigilancia mutua pero eso sí lejos de una pretendida felicidad , sigue desatando la furia de un Estado con lenguaje cada vez más precario e incapaz de controlar su vieja serenidad cuando sus arbitrariedades y desafueros, trasladados a códigos esos sí de mala reputación, son desacatados por un país escindido por un orden y una ley que se pretenden globales a base de temores inoculados, amenazas y castigos; por los de una ciudad sumida en el odio a causa de gobernantes que nada hacen para remediarlo. ¿Esperan que muera el último infeliz, para no tener que mirar nunca más el show ofrecido a sus haraganes ojos burocráticos? No se olvide: el pueblo, es «la fuerza latente, el poderío cataclísmico que ha hecho las más trascendentales transformaciones de la historia «: de ahí novela subversiva, en tanto opción, latente, de una revuelta popular. Pero que no muera, el monstruo del terrorismo que cierto presidenzuelo echó a andar bajo la égida de la venganza personal, la guerra injustificada, el odio indiferenciado; condenado a no dormir bajo la mesa de ningún criollo, hasta tanto un átomo de voluntad política deshaga prejuicios, intolerancia y miedo frente al Otro y se ponga fin a la guerra por todos los medios que sirven para crearla: Malcolm X, cuyo crimen jamás reconoció ese Estado para el que la guerra es el mejor negocio y que monopoliza la injusticia, cuya principal fuente es la impunidad, cuyo principal alimento sigue siendo el silencio.

Mientras el Tirano y los tristes poderosos que secundan al Estado no reconozcan su mezquindad e ignominia, los tambores de ayer y de hoy seguirán reclamando justicia por ofendidos, escindidos y humillados: todos, esforzándose en desarrollar el lenguaje vivo, para contrarrestar los efectos perversos/nocivos/devastadores del pobre lenguaje del poder. El que elimina a aquellos sin tener que mandarlos a matar: sólo con mandarlos a callar, que es como… Para Lyotard matar a un semejante no es matar a un homo sapiens sino a la comunidad humana presente en él como capacidad y promesa que, en lo esencial, se expresan gracias al lenguaje; este se enriquece en la diversidad/diferencia, al margen y en contra de los condicionamientos del poder: la voz incondicionada hace un país de seres libres que cuando quieran pueden acudir a la imaginación, a la memoria y al deseo. La aspiración máxima del hombre que se presuma libre es el gobierno de sí mismo. Las normas gramaticales no pueden imponerse y el lenguaje es un hecho complejo en el que participan pueblo, universidad, periodismo, ciencia, cortes; nadie puede regirlo, siendo el resultado de fuerzas que actúan anárquica y simultáneamente, al margen de la influencia directa del Poder. Hecho que ahora parece estar revirtiéndose pues el poder, a través de la fuerza, no de la justicia, lleva al mundo hacia una neolengua cada vez más procaz y precaria, ante lo cual solo cabe resistir. Y resistir a políticos, medios y jueces corruptos: situación que se ha venido presentando a través del Think Tank o Tanque del Pensamiento, ubicado en Washington, como lo relata Mark Weisbrot, y se hace vía Lawfare, esto es, vía USA, sin consultar a nadie.

9. Gaitán y El día del odio (II parte)

Para Gaitán, de sensibilidad socialista más que socialista en sí, la tierra debe ser para quien la trabaja; el latifundio improductivo es un crimen contra la sociedad; solo el capital ganado con trabajo es justo y lucrarse con la especulación/explotación es ilícito y criminal; los obreros deben intervenir para regular la producción y el manejo de las fábricas; no hay diferencia entre capital y trabajo para erigir el sistema económico, porque uno no marcha sin el otro. El Estado debe dirigir la economía pues un proceso inercial engendra monopolio y opresión por los más sagaces. Elegir no puede seguir siendo una farsa/negocio que ejecutan sagaces electoreros y encumbra a irresponsables sino la más honesta expresión de democracia, que consiste en escoger a los más dignos y capaces. En Gaitán y Camilo tuvo Colombia dos óptimas opciones políticas: bipartidismo/Iglesia/FF.AA y ciertos comunistas las mutilaron; el bipartidismo confundió en torno a Gaitán y por ello es responsable de el día del odio: liberales/godos lo mataron con ayuda de EE.UU y demás actores citados.

Hasta que el tirano y los poderosos que secundan al Estado no reconozcan su ignominia, los tambores clamarán justicia por desposeídos y desplazados: éstos, usando el lenguaje vivo para minar los efectos nocivos del pobre lenguaje software del Poder. El que los elimina sin tener que mandarlos a matar: sólo a callar. Para Lyotard callar a un semejante es matar a la Humanidad presente en él como capacidad y promesa: la lengua se enriquece en la diversidad/diferencia, al margen y contra los condicionamientos del Poder; el lenguaje incondicionado hace seres libres pues cuando quieran acuden a la imaginación/memoria y deseo: el anhelo máximo de quien se presuma libre es el autogobierno. La gramática no puede ser impuesta y el idioma es hecho complejo en el que participan pueblo, universidad, periodismo, ciencia, cortes; nadie puede regirlo pues es efecto de fuerzas que actúan anárquica y simultáneamente, al margen de la influencia directa y perniciosa del Poder.

Conclusión: El pueblo debe alzarse a la libertad

Gaitán y la sociedad de control, fue escrito para el I Congreso Int. Literatura y Revolución, UFES, Vitória, Brasil, como libre discurso reflexivo en tanto modo sintético del sentimiento y la razón, aunque por causa del golpe de Drácula Temer y su camarilla criminal (Moro, Cunha, Mendes y CIA, que aquí no es Cía, ni en ninguna parte, je), hasta ahora se realizó. En tiempos oscuros hay que buscar claridad para poder avanzar. Política no es solo cuestión de temple: la respuesta radica en la economía, que altera las relaciones entre política y clases sociales. Política se ha vuelto una defensa de intereses latifundistas, capitalistas y, ante todo, empresariales que manipulan medios y jueces corruptos, bajo el diktat gringo del Lawfare. Los editores de la IC se creen superiores a autores y a obras que de ellos publican: el hecho coyuntural de tomarlas no les otorga facultades para deshacerse de lo incómodo, rechazar lo políticamente incorrecto, invisibilizar lo inconveniente o, al contrario, evidenciar las flaquezas de dichas obras para tranquilizar al aparato hegemónico y contribuir así al aletargamiento, ya de por sí preocupante, de la conciencia colectiva.

El problema social determinó la intervención de EE.UU en el crimen de Gaitán. El agente CIA John Meckpless S. declaró ante el Procurador de la época, que él fue a Colombia «con la misión exclusiva de eliminar a Gaitán», pero el asunto se desestimó en los anales de la indagación. El Absolvedor, Ricardo Jordán, fue premiado luego como Registrador, cargo desde el cual el 19/abr/70 declaró ganador de las elecciones no a Rojas, sino a quien ahora perdía, pero triunfaba, Pastrana. Después se supo que Gurropín fue sobornado, igual que el beodo Marroquín tras entregar a Panamá, por lo cual, además, el país solo recibió la mitad: la otra se esfumó. Para Gaitán, de alma socialista no socialista en sí, jamás fascista, la tierra debe ser para quien la trabaja; el latifundio improductivo es crimen contra la economía y la sociedad; solo el capital ganado con el trabajo es justo y lucrarse con la especulación/explotación es ilícito y criminal; el obrero debe intervenir en la producción y administración de las fábricas. No hay diferencia entre capital y trabajo para conformar la economía, pues uno no marcha sin el otro, y el Estado debe dirigirla: no darla a su inercia porque engendra monopolio y opresión por los más hábiles; la labor electoral no debe ser un engaño/negocio que ejecutan pillos y encumbra a inmorales/irresponsables, sino una cabal democracia que solo elige a los más capaces. Así, Osorio plantea una revolución liberal en su biografía Gaitán: Vida, muerte y permanente presencia, al remitirse al 9/abril:

«Una y otra vez la multitud se lanzó infructuosamente sobre el palacio presidencial, mientras otras turbas seguían incendiando y bombardeando. En la tarde nebulosa, la ciudad se teñía de púrpura y el cielo gris plomo se manchaba de escarlata, como si la sangre del mártir lo hubiese inundado todo. El Pte. tenía confianza en los altos comandantes del ejército. Pero éstos no la tenían plenamente en la tropa, que también era pueblo, y temían que al ponerse en contacto con el caos, sería arrastrada por la vorágine, y que todas las normas disciplinarias se hundirían para ensanchar el caudal de la revolución. ¿Podía ser aquella desesperada demolición una revolución liberal, en el clásico sentido de la palabra? Gaitán había transformado el sentimiento liberal y, respetando la denominación, introdujo en la sensibilidad popular otras aspiraciones, anhelos siempre experimentados pero nunca definidos, una profunda ambición de justicia. […] Durante mucho tiempo el pueblo esperó en vano que Gaitán lo lanzase ‘a la carga’ para restaurar la justicia y realizar una revaluación humana de los humildes. Pero, vaciló y vaciló hasta que llegaron tres proyectiles y cerraron el paréntesis. Entonces subsistió solamente el alarido ‘a la carga’ y ya no estaba la voluntad predominante para refrenar los ímpetus ni las represalias.» (2003: 297/98)

Revaluación, reivindicación, que es al tiempo la de los pobres, a los que se deben los políticos, y la de la voz del pueblo contra el ruido de la ametralladora, como lo dijera, con paternalismo insoportable, eso sí, otra víctima del Estado, el ultragodo y, no obstante, marxista de formación, Álvaro Gómez Hurtado (1919-1995), quien señaló, para su propio fin, es decir, cavando su propia fosa, «hay que tumbar al régimen»:

«Nos debemos a los pobres, el Estado se debe a los pobres. Son nuestros amigos, esperanzados, casi impotentes. Con mucha voluntad y pocos medios, siempre amigos, soportando privaciones indecibles, pero sonrientes: es una imagen de miseria bondadosa que, si no provocara el llanto, nos debería llenar de orgullo. Esa es la gente buena, con la que tenemos el compromiso, con esa gente. Son los pobres, que nos dan el ejemplo de la paz. La revolución social tenemos que hacerla, porque ellos son pacíficos, precisamente por ellos, porque no amenazan, porque sus derechos son palpables, porque sus reivindicaciones son la expresión de la justicia. Esa es la voz del pueblo, la divina voz del pueblo, que debemos oír y no la de las subametralladoras.» https://www.youtube.com/watch?v=KC8BbfKxJgQ 

Gaitán y Camilo fueron las dos mejores opciones políticas que hasta ahora tuvo Colombia y que diversas fuerzas se encargaron de cercenarle al pueblo, más por acción que omisión. El bipartidismo confundió a la opinión en torno a Gaitán y por ello es responsable de lo que Osorio llamó el día del odio: al cabo, los días del odio. Se aclara, ese odio no es endógeno sino exógeno, inoculado por los políticos en los mal llamados pobres, vía injusticia social, inequidad, maltrato, violencia y muerte. Como sostenía el propio Gaitán: «Nos sentimos muy orgullosos de esta vieja raza indígena y odiamos estas oligarquías que nos ignoran y detestamos a esta gente que odia al pueblo y creen que a la raza colombiana se le pueden volver las espaldas y que el país político puede jugar con los dados de su actividad». Por eso, resulta inaceptable la tesis de Myriam Luque, sobre Tránsito en El día del odio (14): «En la última etapa de su vida, toda una vida en pocas semanas, llega a la conclusión y, con ella, el pueblo entero, de que el odio era la única fuerza capaz de producir el cambio.» Porque ese odio la describe solo a ella, no al autor y el odio no produce ningún cambio, salvo confusión y caos. Así, puede esgrimirse algo que es más que una hipótesis: liberales y godos, mataron a Gaitán, pero esa voz abstracta puede modificarse: el bipartidismo lo mató, con ayuda de EE.UU: «A mi padre lo mató la CIA», dice Gloria Gaitán, hija del caudillo (1). https://www.youtube.com/watch?v=0r5pU8PGv5s  

Porque es el Imperio el que fomentó el odio en Colombia y lo sigue fomentando en todas partes: ha invadido, bombardeado o saboteado 52 países, desde la IIGM (2); o ha asesinado entre 20 y 30 millones de personas en 37 países durante los últimos 70 años (3).

Propuesta vía Foucault: desarrollar una ética individual en la que cada ser lleve su vida de tal forma que los demás no puedan sentir por ella más que respeto, tolerancia y admiración. El resto es desembocar en las distintas formas político/religiosas estatales, de la sacralización policiva o de la sociedad de control (y, ahora, sociedad del desempeño, en la que los hombres son a la vez amos y esclavos en el mismo cuerpo: de acuerdo con el filósofo surcoreano Byung-Chul Han) (4) , mostradas en El día del odio a través de una soberbia mezcla de literatura e historia, de arte y política. De un relato directo, sincero, eficaz, mediante el cual se recuerda a Orwell de nuevo: «La opinión de que el arte no debe tener nada que ver con la política ya es, en sí misma, una actitud política». Una síntesis sobre literatura y revolución, en tiempos en que el realismo estético de los oprimidos resiste al opresor con la estrategia de la máscara, para entrar en la vía de la independencia nacional y, al tiempo, se abandone la dependencia foránea, léase/óigase gringa, como se ha verificado a lo largo de este ensayo en el que el pueblo debe alzarse a la libertad, toda vez que esta no descenderá al pueblo por vía de los políticos. Así que prohibido olvidar , como recuerda el ambiguo ser político Rubén Blades. https://www.youtube.com/watch?v=7rYIw96wJ10  

P. S. u Oración Final (expresión que nada tiene que ver con la religión, ya no el opio sino la cocaína del pueblo, en tanto generadora de violencia una vez institucionalizada como iglesia): «El más hermoso y perfecto de los mandamientos, al cual he procurado ceñir los actos de mi vida, es este: amar al pueblo sobre todas las cosas. Y no amarlo con intención utilitarista, para especular con su fe ni para exigirle recompensas. Amarlo sincera y profundamente, aun cuando se obstine en crucificar a sus apóstoles y en exaltar a quienes le humillan o le engañan. Amarlo intensa y deliberadamente, aunque lleve en las manos las piedras con que ha de lapidarnos, porque es el pueblo, porque es el resumen del hombre escarnecido, despojado, laborioso y puro; porque es el constructor de toda riqueza y el autor de todo progreso; cuyos frutos acaparan unos cuantos privilegiados, los cuales le mantienen hundido en la abyección, aplastado por la miseria, cubierto de llagas, víctima de la injusticia y del egoísmo social. Y amarlo especialmente porque siempre, en el fondo de su corazón, se agita una fuerza prodigiosa de odio vindicativo, cuya explosión hará al fin encender antorchas de justicia y de reivindicación capaces de iluminar al mundo. Bajo la inspiración de ese inmarcesible mandamiento de amar se ha escrito esta novela.» (5)

https://www.youtube.com/watch?v=ONMdHbtgcNM  

Como siempre, dedicado a mis hijos, Santiago & Valentina, sin cuya lección, compañía y respaldo anímico no hubiera sido posible escribirlo. También, a mis padres, Luis J. y Cecilia, no a su memoria, por justos, liberales y éticos.

Nota: Estas dos breves partes sobre El día del odio, son extractos del ensayo A 70 años de su asesinato: Gaitán y la sociedad de control en los días del odio, presentado en el Gimnasio Moderno, de Bogotá, Teatrino de Don Os, el día 14/nov/2018. Diseño y elaboración del afiche: Santiago Muñoz Calvo.

Notas:

(1) https://www.youtube.com/watch?v=lrLsFwVawaQ Gloria Gaitán (segunda parte) 20:46

(2) http://www.cubadebate.cu/especiales/2018/04/30/lista-de-paises-bombardeados-por-estados-unidos-desde-el-final-de-la-ii-guerra-mundial-hasta-el-momento-actual/#.W9y16tVKgdU

(3) http://www.annurtv.com/nota/51776-norteamerica-eeuu-ha-asesinado-a-mas-de-20-millones-de-personas-en-37-paises.html?fbclid=IwAR3jmqW4i5ywkheFXyYgYBijMmtmSe2n-BZmiegXb9JHtQNz8PP5D7h_2rg#.W9_NnTxBtwB.facebook  

(4) https://elpais.com/internacional/2016/07/05/america/1467744562_472863.html  

(5) Osorio Lizarazo, José Antonio. El día del odio , El Áncora Editores, Bogotá, 2000A, 239 pp.: 7.

Bibliografía:

Braun, Herbert. Mataron a Gaitán – Vida pública y violencia urbana en Colombia . Bogotá, Norma, 2004, 440 pp.

Caballero, A. En: El saqueo de una ilusión – El 9 de abril: 50 años después . Eds. Revista Número, 2002, 214 pp.

Jaramillo, María M., Osorio, Betty, Robledo Ángela I. Literatura y Cultura – Narrativa colombiana del siglo XX, Vol. II, Diseminación, cambios, desplazamientos (MinCultura, 2000B, 646 pp.)

Memoria Impresa. Antología del magazín Dominical de El Espectador. Volumen 2. Sánchez Lozano, Carlos. La aventura de un gaitanista: J. A. Osorio Lizarazo , pp. 137-147 .  

Osorio Lizarazo, José Antonio. El día del odio, El Áncora Editores, Bogotá, 2000, 239 pp.: todas las citas son de esta edición; Gaitán. Vida, muerte y permanente presencia. El Áncora Editores, Bogotá, 2003, 313 pp.

10. En memoria de Germán Pinzón

El sábado 12/jun/2010 murió, en Bogotá, uno de los grandes escritores de Colombia y el mayor cronista de la década de 1950, trabajando para El Espectador, Germán Pinzón, nacido en Cajicá (1934). Fue cronista y reportero en el citado EE, Semana, Cromos, O Cruzeiro, La Calle y La Nueva Prensa, así como Jefe de Redacción de Flash, Lima, y Cromos, Bogotá. Obtuvo, con su novela El terremoto, el Premio Nadaísta de Novela de Vanguardia. Otros libros suyos son Reportero hasta morir y las novelas Esta vida y la otra (Seix Barral, 1998) y ¿No se acaba el mundo? (Intermedio, 2006); en 1985, Pisingaña, con guion suyo y dirección de su hermano Leopoldo, fue Premio del Público en el FICCI y al año siguiente, en el Festival Internacional de Cine de Bogotá (FICBO), Premio al Mejor Guion. Además, fue director de la Radiodifusora Nacional a fines de los años 60 del siglo XX.

Poco antes de morir, me comentó algo que me dejó helado, mucho más que el hecho de que no terminara su novela Otelo y Cañengo, en la que el primero no es el celoso personaje de Shakespeare sino un perro y el segundo es el propio autor. Cuando le planteé acabarla y presentarla al Premio Planeta, entonces, dijo: «Ya no quiero seguir viviendo»: como grandes hombres de la historia, Lumumba, Malcolm X, el Che, Camilo Torres, Martin Luther King, supo cuándo iba a morir. Y se murió, cuando yo no estaba en Bogotá. No asistí a sus exequias y mi tristeza fue mayor porque ya no pude seguir conversando con él, construyendo el mundo, ni tomando cerveza, ni jugando billar. Eso sí que duele: dejar de vivir, no tanto dejar de escribir. Un adiós afectuoso para mi amigo Germán Pinzón, en la galaxia donde esté.

Me quedan sus libros de crónica y reportaje, así como sus novelas, empezando por Esta vida y la otra y terminando con ¿No se acaba el mundo? pues El terremoto jamás la he podido conseguir, aunque me queda el consuelo de haber visto el filme basado en ella, Pisingaña, ese juego entre divertido y macabro que parece estar relacionado también con El espíritu de la colmena. Aún hay tiempo y, sobre todo, esperanza, de re-visitarlo, en sus obras. Otro abrazo interestelar para un amigo de ésos ya muy difíciles de conseguir, tal cual va el mundo; y, cómo no, para un maestro de la novela y de la crónica: en esta, quizás el mayor que ha parido suelo tan fértil en asombros como en desgracias, no siempre naturales, pero así resultan para los políticos cuando les sale al paso su ineptitud, su perversidad, su mala leche.

Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de El Espectador (EE). Su libro Ocho minutos y otros cuentos, fue lanzado en la XXX FILBO (7/may/2017), Colección 50 Libros de Cuento Colombiano Contemporáneo (Pijao Editores, 2017). Mención de Honor por su trabajo sobre MLK, en el XV Premio Internacional de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Autor, traductor y coautor de ensayos para Rebelión y desde el 23/mar/2018, columnista de EE.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.