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La Fábrica de Sueños

Cinco columnas escritas inicialmente para El Magazín

Fuentes: El Espectador

Para que la sólida opresión se desvanezca en el aire En tiempos en que palabras como respeto, gracias, cultura dicen poco, agradezco, con respeto y admiración, a Fernando Araújo Vélez, haberme designado columnista de El Espectador, el 23/mar/2018, en temas culturales, o sea, en asuntos que también son políticos: política es una voz que deriva […]

  1. Para que la sólida opresión se desvanezca en el aire

En tiempos en que palabras como respeto, gracias, cultura dicen poco, agradezco, con respeto y admiración, a Fernando Araújo Vélez, haberme designado columnista de El Espectador, el 23/mar/2018, en temas culturales, o sea, en asuntos que también son políticos: política es una voz que deriva de politeia o «teoría de la polis», ciudad para los griegos. Idea ligada también a educación, que es aprender del otro antes que enseñarle a alguien. De ahí paid-agogia, pedagogía, que equivale a llevar al niño de la mano por el camino de la vida: orientar, ayudar, pero no decidir por él. Ya la educación no es vigilar y castigar o domar y reprimir sino enseñar a pensar, ayudar a vivir libremente y sin temores. Ya la cultura no es un modo de exhibición, sino que al estar unida a lo sensible refina los sentidos, así a la vez tenga un sentido negativo dada la tendencia desde sus orígenes del salvajismo hacia la civilización. Ya el arte no es un recurso a la evasión sino la posibilidad de seguir viviendo frente a tan sombrío panorama existencial. Educación, cultura y arte: tres formas muy eficaces para quitarle la ignorancia a un pueblo y para que se desvanezca en el aire la roca de la opresión política.

El arte ayuda a estar más preparado para ejercer el oficio de hombre, para que poco a poco se desdibujen conceptos como moral, Otros, juicio. En tanto el arte hace evolucionar, en la misma medida desaparece el Otro: el arte iguala, borra prejuicios, transforma mentes y entretanto iguala conduce a dejar atrás odios, a no tener que resistirse, a no luchar sin sentido. En fin, a no juzgar a nadie ni a nada. Lleva a aprender a aprender y a ser y a seguir siendo cada vez mejor. El arte sirve para que el ego, la soberbia y la envidia se evaporen poco a poco del ser humano. Para que el tirano no se sienta tan poderoso, ni el súbdito inferior. Para que el político corrupto no se haga el loco tan fácil y la masa esté cada vez mejor preparada. Para que los indios sean cada vez más y los caciques cada vez menos: para que ambos puedan convivir sin problemas. El arte da lo que la vida y la muerte niegan. Posibilita disfrutar lo que es apenas una mirada fragmentaria sobre el mundo, un atisbo de verdad sobre la existencia, una pequeña parcela sobre la inmensidad del cosmos.

  1. Martin Luther King Jr., a 50 años de su asesinato:

TODO CAMBIO PERSONAL/INTERIOR HACE PROGRESAR AL MUNDO

(Mención de Honor en el XV Premio Internacional de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba, 2018)

Nuestras vidas empiezan a terminar el día que guardamos silencio sobre las cosas que importan.

MARTIN LUTHER KING 

Es posible, en estos tiempos convulsionados, el nombre Martin Luther King Jr. les diga poco a los jóvenes y sin embargo… Mirada a la distancia su vida parece seguir siendo la del niño negro de actitud reservada, estirada e indiferente; la del joven digno de bajo perfil más que de baja estatura; la del pulcro y regordete religioso oficiador de misas algo intrascendente; aunque también, por contraste, la del hombre que resistiendo llegó a ser portada de Time en 1963, lo que no habla bien de la revista sino del héroe que la historia oficial gringa convirtió en antihéroe; la de quien proponiendo alternativas al racismo, a la discriminación, a la injusticia, a la xenofobia, terminó por recibir un justo Nobel de Paz, no de Guerra, como el que hoy se da; en fin, la del político «blando» frente al Stablishment y, por ello, en teoría, ubicado en las antípodas del «más iracundo de los negros», Malcolm X. De cuya ruta, la de MLK, se ha dicho si es un sueño inacabado o una labor cumplida.

Se olvida que su vida constituye uno de los más tenaces ejemplos de lucha por su pueblo y que su muerte fue resultado, aparte de una conspiración, de una sucia/deshonesta/antiética cacería oficial liderada por el eterno director del FBI, John Edgar Hoover, cuya vida se redujo a perseguir a quien pudiera constituir un peligro potencial, no necesariamente real, para el Establecimiento, desde dos ópticas: la del color de la piel, siempre que se tratara de negros, obvio; la de su posición política, sobre todo si tenía que ver con comunistas. También se olvida que MLK no es sólo uno de los cabecillas del movimiento por los derechos civiles e importante valor de la resistencia no violenta ante la injusticia y la discriminación, sino una figura carismática de la escena gringa que sirvió de inspiración a otros artistas, en particular del jazz, que le dedicaron algunos de sus mejores trabajos.

Su ejemplo recuerda a las generaciones actuales y venideras que en servir a la humanidad está una de las razones para vivir; que en la paciencia, el arrojo y la resistencia están tres pilares claves para obtener conocimiento, respeto y para conservar la dignidad; que la vida de los hombres debe estar signada por el respeto, la aceptación de la diferencia, el valor de la igualdad; que la política debe ser un escenario de inclusión, no de racismo e intolerancia; menos, de xenofobia. Lo clave no está en la persona, en la figura, en el pastor, en el ser político, ni en sus palabras sino en cada acto que MLK emprendió a lo largo de su breve aunque fructífera vida, con el objeto de hallar un verdadero desarrollo social y político, sin importar color de piel, ideología o condición económico/social. Su muerte, antes de los 40, es caso irrefutable de acoso e intimidación: hecho que las atroces cifras del transnacional crimen oficial/clandestino gringo facilitan comprobar. El que antes de que llegaran a la cuarta década, segó las vidas de Malcolm X, del Che, de Lumumba. Éste, víctima del dictador Mobutu, esbirro de los gringos: en diálogo con Henner Hess, otro caso de crimen represivo: las fuerzas de represión oficial se encargan de cerrarle a la persona los canales de expresión y de movilidad social, hasta convertirla en víctima no oficial del sistema.

Esta columna aclara algunos puntos oscuros de la Historia que ya deben ventilarse: es hora de darle gusto a Kant y pasar de menores a adultos intelectuales, en un país donde serlo no es precisamente una virtud. Es hora de renunciar a ocultar evidencias, a tragar entero, a respirar porquería; de criticar con sentido y sin miedo, con el argumento como autoridad y no al revés, de cambiar sin reparos y con decisión, de crecer con ímpetu y sin demora, como forma complementaria, no necesariamente antitética. MLK no es un santo sino un ser contradictorio, con miserias y riquezas, reveses y logros. Pese a su aparente derrota final, sentenció: «¡Por fin libres!, ¡por fin somos libres!» Algo que contenía su más íntimo credo: la muerte como redención, en un país que como EE.UU sólo parece tener en ella la única tierra de esperanza para los negros. Sabiendo que todo está conectado, MLK tal vez ignoró muchos años, que cualquier cambio personal/interior hace progresar al mundo.

Pero, dado que los verdugos nunca duermen y los hombres duros no bailan, el yo auténtico del ser tiene también la tranquilidad del sepulcro, el lugar postrero de quienes luchan por el bienestar general, el de los justos ajusticiados, cuya sangre, aun así, jamás corre en vano porque al cabo es el alimento medular y venerado de las futuras generaciones, los que no cesan en su empeño de que los hombres tengan una segunda oportunidad tras más de dos milenios de explotación/violencia/muerte, y así puedan bajar mansamente a su territorio del recuerdo. Para que eso sea posible, como buscaba MLK, hay que criticar el juego de las instituciones, crear la visión de una sociedad menos injusta, ver con claridad la naturaleza de poder y opresión, represión y miedo, terror y destrucción que sin queja de nadie, o de muy pocos, muestra la sociedad capitalista hoy. Friedrich Engels: «En el capitalismo, los que trabajan no se lucran y los que se lucran no trabajan.» MLK y MX intentaron voltear la sentencia y por eso el Estado les dijo kaputt, «están muertos», para el deleite mudo/mierda e hipócrita de los amos de la guerra, los nunca saciados devoradores de carroña. Frente a esto, quizás sirva de consuelo que MX y MLK jamás guardaron silencio sobre las cosas que verdaderamente importan y que sus vidas no cesaron de germinar el día que los asesinaron.

  1. EL CASO LULA: UNA ABERRANTE INJUSTICIA

Gracias a Hesse sé que de una historia solo es verdad aquello que se cree quien la escucha: así, sobre la ida a prisión de Lula, en Brasil, no se les puede creer al juez Sérgio Moro, quien lo condenó sin pruebas, a Carmen Lúcia, la del voto definitivo, Rosa Weber, quien concedió habeas corpus a otro reo 15 días antes de negárselo a Lula, Luis R. Barroso, quien votó por cárcel en segunda instancia, y demás representantes del sistema Lawfare, para CFK «la utilización del aparato judicial como arma para destruir a la política [al PT brasileño] y a los líderes opositores». Lawfare que hoy está por encima del Ejecutivo en Brasil. Dado que Occidente ha desinformado al mundo con respecto a su persecución política, lo que se dice a favor de Lula no es opinión sino conocimiento respaldado por artículos en medios, textos en redes, videos en YouTube y ante todo por el libro Comentarios a una sentencia anunciada – El proceso Lula (CLACSO, 2018, pdf 712 pp.), organizado por Carol Proner, Gisele Cittadino, Gisele Ricobom y João Ricardo Dornelles. La condena, «una certeza de antemano», se dio en la 13ª Sala Federal de Curitiba en el caso que los medios vía Globo, bajo el diktat de EE.UU, llamaron el del tríplex de Guarujá: según él Lula fue sobornado con un apartamento a fin de favorecer contratos con Petrobrás; lo que pronto su abogado desmintió: jamás lo recibió pues era propiedad de la firma OAS. Nombre que coincide con el de la Organisation de l’Armée Secrète francesa (OAS) que dirigió la contrarrevolución en Argelia y luego vino a América Latina para dar origen, por recomendación de Kissinger a Pinochet y luego a Videla, al temible/terrible Plan Cóndor durante las décadas de 1960, 70 y… cuya hidra vuelve a asomar sus cabezas para desestabilizar la democracia en Venezuela, Paraguay, Brasil y cuantos más países pueda entre los que luchan, de forma concreta, contra el intervencionismo gringo: que en nada se parecen a este que lucha, de modo artificial, contra el sempiterno fantasma del comunismo, el que nunca ha habido en América Latina, para no decir algo tan comprometedor como en el mundo. Además, dicho sea de paso, no fue el Sistema comunista el que falló, sino los hombres que lo encarnaron y lo encarnaron muy mal.

Bastaría recurrir a la presentación de Geraldo Prado del texto que originó un movimiento de importantes abogados brasileños que examinaron con cuidado dicha sentencia para poder sustentar el atropello del que fue víctima el dirigente de origen popular, primero obrero y luego presidente del sindicato metalúrgico; cuyo único cartón que recibió en su vida fue el de Presidente de Brasil, según el propio Lula, castigado hoy por cometer «crímenes de corrupción pasiva y lavado de activos de origen ilícito». Solo ahora, tras la batalla jurídica de más de 20 años dada por Fernando Fernandes, también abogado de Paulo Okamoto, en el caso del tríplex imputado junto a Lula, se logró cumplir la decisión del Supremo Tribunal Militar al revelar los audios de los juicios que el mismo STM llevó a cabo durante la Dictadura Militar (1964/85): «El día que duró 21 años», dicen aún los brasileños. Juicios que al hacerse públicos revelan frases «democráticas» como: «Voy a tomar una decisión revolucionaria, dejando de lado la ley, porque por la ley no se puede condenarlo de ninguna manera», dichas en los juicios por las más altas autoridades judiciales militares y civiles en un ambiente de «confidencialidad» que hiela de terror. Estas son las armas pacíficas del Estado de Derecho contra arbitrariedades y abusos, que además proporcionan a los tribunales la ocasión de «corregir sentencias injustas» pese a respaldarse en la creencia de que el derecho se aplicó en casos como el del periodista croata Vladimir Herzog, el del comunista Carlos Marighella, asesinado por agentes del DOPS, y el de Lula, todos perseguidos/presos políticos. En casos en los que la condición de proceso político no se encubre por la forma criminal como es presentado, es solo gracias a las indagaciones y razones del magistrado que el pueblo se siente protegido o amenazado. Si la ley penal fuese aplicada de conformidad con la dogmática penal en Brasil se justificaría la sentencia contra Lula: el problema radica en que, en su caso, no hubo un ambiente de rigurosa observancia de las normas del debido proceso legal. Sin embargo, hay que decir que en el libro que se cita, que contiene la obra de 121 autores y 101 artículos, se refleja que conceptos y nociones canónicos del derecho penal brasileño fueron apartados, las garantías del debido proceso vulneradas y el derecho extranjero, en particular el Lawfare gringo, aparentemente sustituyó al brasileño, dándose el fenómeno que Elisabetta Grande llama circulación simbólica de los modelos jurídicos oriundos de diferentes ámbitos de la cultura jurídica y de diferentes áreas del propio derecho.

Al leer Comentarios a una sentencia anunciada queda claro el peligro que hay para las libertades individuales de convertir la excepción en norma. Janaína Matida: «La presunción judicial no es otra cosa que el razonamiento sobre los hechos realizado por quien juzga; es lo que se espera que exista en sistemas jurídicos en los que está vigente la directiva de valoración libre y racional, pues cabe al juez valorar las pruebas como informaciones suficientes (o no) para la determinación de la ocurrencia de los hechos bajo discusión. Su cualidad está directamente vinculada a la generalización empírica que ha seleccionado; luego si la generalización no es universal, ella por definición soporta la posibilidad de excepciones. Por lo tanto, la construcción del razonamiento deberá tratar de demostrar que el caso individual es norma y no excepción». Moro aplicó al caso Lula la excepción y no la norma universal, lo que se entiende, así no se comparta, al saber que no es self-made-man sino judge Made in USA que cursó un programa de 30 días para instrucción de abogados en Harvard e integró el programa de estudios sobre lavado de activos promovido por el Dpto. de Estado: con él se pretende evitar que otros gobiernos se queden con dineros ilícitos producto del tráfico de drogas, trata de blancas, maltrato a blancos y negros, paraísos fiscales y guerras producidas en diversos países, para bienestar exclusivo de sus bancos. Así, el caso Lula cobró ante el mundo la imagen de una aberrante injusticia: la de preso político, de EE.UU (1). Frente a la cual, por contraste, aflora la dignidad de quien es inocente: «La muerte de un combatiente no para una revolución» (2) (3). Así esa revolución haya cesado, por ahora, no con la elección sino con la puesta en el trono de otra ficha del imperio gringo/sionista: el macho Bolsonazi.

(1) https://www.brasil247.com/pt/247/poder/350456/Pesquisador-americano-aponta-Lula-como-um-prisioneiro-dos-EUA.htm

(2) http://operamundi.uol.com.br/conteudo/noticias/49171/A+morte+de+um+combatente+nao+para+uma+revolucao+diz+lula+em+ato+no+abc.shtml?utm_source=akna&utm_medium=email&utm_campaign=Boletim_OM_08042018

(3) http://www.granma.cu/mundo/2018-06-14/la-injusticia-contra-mi-es-una-injusticia-contra-el-pueblo-brasileno-14-06-2018-21-06-28

https://www.nodal.am/2018/06/brasil-la-corte-fallo-contra-las-declaraciones-que-el-juez-moro-utilizo-contra-lula-y-ahora-debe-decidir-si-queda-en-libertad/ 

  1. CECIL TAYLOR, MEMORIA LIBRE DEL FRE-JAZZ

El 5/abril/2018 murió en su casa en Fort Green Place, Brooklyn, NY, el pianista, compositor, bailarín y eximia figura del free-jazz, la mayor parte de sus 89 años vanguardista e improvisador libre. Nacido en Corona, Queens, NY, 25/mar/1929 (1), de ancestros indios y escoceses: su padre, cocinero y sirviente del dueño de un sanatorio, cantante, guitarrista y narrador de mitos e historias del pueblo afroamericano; su madre, pianista, políglota y teatrófila. Ella lo induce a estudiar música desde 1938 y bajo la orientación de una maestra vecina aprende la mal llamada clásica: la que en realidad es perpetuamente contemporánea, la que siempre que se escuche resulta nueva. Hoy él resulta inclasificable por su densidad a menudo impenetrable que se alimenta de tradiciones incluso ajenas a la música: poesía, narrativa, pintura, danza, teatro, hasta crear un mundo único e incomparable. Con el esposo de la vecina estudia percusión, mientras imita al batería y rey sin corona del Swing, Chick Webb: como lo era Count Basie por encima del autodenominado Rey, blanco y clarinetista, Benny Goodman: al fin y al cabo «El swing es algo que hace marcar el ritmo con el pie», como decía el propio Basie. El vínculo de Taylor con la familia de Sonny Greer lo lleva a las big-bands de Lunceford y Calloway, éste autor del primer diccionario jive y de quien reproduce sonidos y gestos. Al comienzo es reticente a Ellington, por preferir otras bandas y la batería. En 1954 acompaña a los intérpretes de claqué Buck & Bubbles.

Tras la muerte de su madre deja el piano y se consagra al deporte. Después, gana un premio en un concurso de radio para aficionados. Un director escucha el programa, lo contrata y hace su primer concierto en un gran hotel de los montes Catskill. El patrón no tolera una banda en la que haya un músico negro: la orquesta permanece, él se va. En 1951, marcha a Boston, tiene familia y en el 52 se inscribe en el New England Conservatory. Por tres años estudia arreglos y armonía, resiste al racismo del profesor de composición y gracias al saxo Andrew McGhee, descubre el bebop, revolucionario estilo que deja atrás la decadencia y el prurito comercial del Swing, para recuperar los blues y su sentido contracultural, gracias a figuras como Parker, Gillespie, Coltrane, Davis, Christian, Monk y Clarke, casi todos miembros del Partido Comunista gringo. También en el año 51, en el club Hi-Hat, ve por primera vez a Parker. Influido por el pianista Lennie Tristano, solo hasta después de escuchar el tema Un poco loco se vuelca al sonido de Bud Powell. Luego vendrá el encuentro con Charlie Mariano, Sam Rivers y Serge Chaloff, que ya había tenido con Art Tatum, Erroll Garner y la reina del piano Mary Lou Williams: con quien hará un dúo en Carnegie Hall, 1977. Toca luego con Hot Lips Page, Johnny Hodges y Steve Lacy: la crema del jazz.

Tras la muerte de su padre, Taylor se hace psicoanalizar. En 1957, junto a Buell Neidlinger, Dennis Charles y Steve Lacy, participa en el Festival de Newport. En 1958, la United Artists le propone una grabación, aunque le impone sus socios: Coltrane, Israels, Hayes y Durham. A partir de los 60, aparte de participar en la obra The Connection, con Archie Shepp, inicia su labor con Jimmy Lyons y Sunny Murray, con quienes va a Copenhague y allí graba dos álbumes en el Café Montmartre. De regreso a NY toca por última vez con Albert Ayler, en el Lincoln Center. En 1964, tras ser parte de la Jazz Composers Guild, de Bill Dixon, será, junto a su cuarteto, invitado de la Jazz Composers Orchestra, de Michael Mantler (1968). Debido al rechazo de las disqueras, a inicios de los 70 crea su propia compañía, la Unit Core. Paralelamente, enseña en la U. de Wisconsin, en el College de Antioch, Ohio, en el Glassboro State College, de New Jersey, y obtiene una beca Guggenheim en 1973.

Taylor siempre acompañó su música con otros medios de expresión como la poesía y la danza. La historia lo considerará una de las figuras supremas del free-jazz, en tanto vanguardista e improvisador que al mismo tiempo es compositor. Su toque es una demostración de virtuosismo, una prueba de su fuerza en el piano, una experiencia emotiva de rara intensidad. Evocó la tradición percutiva del piano, hizo una analogía entre sus dedos y los cuerpos danzantes, recuperó la herencia sonora no occidental, para elaborar una estética única, reconocible al instante, que se traduce en largos temas lentos y complejos, siempre fascinantes. Hablar de él implica relacionarlo con palabras claves: vanguardia, improvisación, composición, rebeldía, singularidad, percusión, drive o fuerza expresiva, danza, movimiento. Constantes en su obra que siempre se esforzó en dominar como si hiciera deporte antes que una académica repetición, a fin de danzar sobre el teclado en performances que amalgaman tradiciones musicales/coreográficas, de las que hacen parte fenómenos de trance y ancestrales sonidos africanos. Cecil Taylor, memoria libre del free-jazz.

NOTA:

Los datos de nacimiento y muerte de Cecil Taylor los pude confirmar gracias a la información de Ana Isabel Ordóñez, antigua colaboradora del pianista, desde Nueva York, toda vez que algunos textos lo dan como nacido en Long Island, NY, el 15/marzo/1933.

  1. RÉQUIEM POR LA SOLEDAD

Señores y señoras, jóvenes y… (jejeje, algo que aquí no resiste el cambio de género o se resiste a él): les habla el Barrio La Soledad. Ya se sabe, los barrios no hablan, pero como se intenta proteger a quien escribe, hay que tomarse la libertad de hablar como si se tratara de un humano, de seres humanos: no se olvide que el paisaje es el hombre: sin él no habría paisaje, porque no habría quién lo nombrara. Y las cosas existen porque se las nombra y si no hay quién para ello, no existen. Una casa, un barrio, existen porque están pobladas, de lo contrario… El violento/agresivo proceso de gentrificación que ha llegado a estos predios, me anima a quejarme en nombre de la sociedad a la que pretende aplastarse sin reparo alguno.

Tanto en El pianista que llegó de Hamburgo (2012), de Jorge E. Pardo, es clave el topos, el lugar, en el que transcurre buena parte de la novela porque, como en El día del odio (1952), de José A. Osorio L., se constituye en eje fundamental de la narración para mostrar el supuesto progreso de las ciudades o, por contraste, un simple desarrollismo, con sus periódicos y acostumbrados procesos de gentrificación llevado a cabo por los poderosos, muchas veces promovidos con atentados con explosivos o incendios provocados, como el de la zona textilera entre calles 11 y 12 de Bogotá, que se hacen pasar por espontáneos: así, los grupos de poder político y económico se deshacen de los lugareños habituales, para permitir la entrada en acción de grupos económicos y empresariales de su apetencia. Proceso ese, gentrificación (del inglés, gentrification, y más allá de gentry, alta burguesía, la misma que «hiede», como canta el brasileño Cazuza, pero que lo disimula con perfumes e hipocresía) (1), que hoy se da silvestre en distintas y distantes ciudades del planeta como en Barcelona, Pekín, Londres, Bombay, Dublín, Bogotá y que, en esencia, es un proceso de transformación urbana en el que la gente originaria de un sector o barrio deteriorado/paupérrimo es cada tanto desplazada por otra de un mayor nivel adquisitivo a la vez que se renueva, reconstruye y rehabilita con alturas superiores a las previas; con una aclaración necesaria: empobrecido a punta de ruido, ladrones, casas de lenocinio, expendios de drogas, sitios de comida y alcohol, invasión de gays y travestis importados de otros barrios igualmente miserables, lo que, al filo del tiempo, no solo dispara el precio del metro cuadrado sino que provoca un aumento desaforado en el precio del arriendo: lo que, en otras palabras, significa una disimulada expulsión del lugareño empobrecido por el foráneo nuevo rico dueño del cartel de la construcción o de la chatarra, o sea, mafioso. Como ahora pasa en La Candelaria, La Soledad o Niza. Y en su época pasaba, como se infiere de la lectura de El pianista… en varios lugares céntricos de Bogotá que con el tiempo echaron a sus residentes habituales para propiciar la llegada de extranjeros: gringos, ingleses, judíos, lituanos, polacos, alemanes. Así, si en El día del odio, la campesina Tránsito se desplaza de San Victorino al barrio Alfonso López, en El pianista… los diversos personajes van moviéndose de La Candelaria a Teusaquillo, luego a Palermo, más tarde a Chapinero, El Lago, en fin, al norte de Bogotá.

Se han vuelto insoportables las alarmas de carros y viviendas, las escuelas de automovilismo y de motos, los nuevos negocios de comida (cada uno con su ruido privado, en espacio público que, en esos casos, resulta privado), los camiones de chatarra que vienen cada día a toda hora «a salvar el medio ambiente» y cuyo perifoneo ningunos oídos resisten, salvo los de la Policía, al parecer blindados por la intolerancia y la desidia frente a sus pobladores. La situación es tan áspera, que ya hay un Instituto Latinoamericano de Neurología y Sistema Nervioso: los residentes están tan perturbados que ya no saben si son bipolares o esquizofrénicos o si simplemente les toca hacerse los locos, jejeje, ante todo por la desidia de las autoridades, si es que les cabe tan comprometedor título en un momento como el actual.

Los atracos se han incrementado, la droga y el alcohol abundan, los antros de todo tipo pululan, los vecinos llevan a cagar a sus perros en casas de los vecinos y toca perseguirlos hasta la suya para devolverles las atenciones. Todo ello, en medio de una tensa situación por la llegada masiva de venezolanos, sobre todo, pero también de europeos, franceses en su mayoría, y brasileños, con lo que se está alimentando el probable fuego de la xenofobia: en este caso, el de una xenofobia institucional, como la que es promovida en silencio y a espaldas de sus respectivos habitantes para que, luego, su principal promotor, EE.UU, saque provecho económico de sus sucias jugadas internacionales, en las que promueve el racismo y la xenofobia, entre otras artimañas, para dividir a los pueblos y generar desconfianza, odio, violencia y muerte. En fin, La Soledad parece haber cambiado de nombre: ahora es una (mala) especie de 7 de Agosto, II Sector. Quien acude a la Policía es hoy el problema y no quienes agreden a los que han perdido el derecho a vivir seguros, tranquilos y en paz.

Paz que no tiene el país porque les ha dado por extraditar a cuanto ex guerrillero quiera venir a vivir acá: pobre ellos que vienen de la selva y donde lo único que escuchaban, aparte de las bombas, eran los cantos y silbidos de las aves. Ojalá no hubiera más motos, buses ni colegios reproductores de ruido, camiones que en vez de comprar chatarra venden ruido, simples símbolos del caldo de cultivo para una gentrificación tan agresiva como la que se da en Medellín y en Bogotá, para hacer de ambas «las más innovadoras, cultas y prósperas» urbes del país, já. Este es mi réquiem por La Soledad, barrio antes tranquilo como ninguno, ahora II Sector de un lugar innombrable como el sujeto de quien vienen prácticas tan oscuras como el genocidio, el estupro, el robo de tierras y de ganado; y ahora la gentrificación, eufemismo por burbuja inmobiliaria y, por ahí derecho, sinónimo de turismo sexual y de drogas/alcohol y foco de un proceso legal/clandestino para exterminar el disenso, como lo muestra el profesor Renán Vega C. en su texto La Operación Orión y la contrainsurgencia urbana (2).

Notas:

(1) https://www.youtube.com/watch?v=zoP3ZXiQP9s Cazuza Burguesia clipe original 5:08

(2) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=234505

Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE. Mención de Honor por su trabajo sobre MLK, en el XV Premio Internacional de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Autor, traductor y coautor de ensayos para Rebelión y desde el 23/mar/2018, Columnista de EE.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.