Muchos de los desafíos con cuño de COVID-19 les resultan comunes a todas las naciones, aunque sus políticos no se den cuenta o maltusianamente les interese un rábano la comunidad global del drama.
El primero es poner freno a la pandemia con el menor número posible de muertes. Le sigue el propósito de salir de la crisis económica con costos tan reducidos como se pueda, tras aceptar que las mermas son inevitables por muchas razones y no solo por el protocolo de confinamiento social.
Otros retos se suman y diversifican a medida que la humanidad se acerca a la normalidad postcovid. Durante muchos meses será una normalidad anormal.
La lista puede ser profusa, incluso si reducimos el análisis al área más estrecha de un país, Cuba, y de su economía. Es difícil atraparlos en un dígito. En estos cinco, sin intención excluyente, apenas veo desafíos ineludibles mientras buscamos salida del callejón en que nos metió el coronavirus cuando nos obligó a cerrar fronteras, colapsó el turismo y perdimos conexiones fundamentales con el mercado mundial.
Entre mil y dos mil millones de dólares se le pueden escapar este año a Cuba, solo si el turismo experimenta una contracción en línea con el 60 u 80 por ciento de caída que prevé a escala global la Organización Mundial de Turismo (OMS). Mejor que los números, habla la calma casi dantesca de los aeropuertos. La economía quedó sin locomotora. Mal que bien, de los hoteles y playas colgaban muchas otras industrias, actividades y empleos del país.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) prevé una baja del producto interno bruto (PIB) de Cuba de -3,7 por ciento en 2020. Otra referencia, de la británica Economist Intelligence Unit (EIU), anticipa -4,7 por ciento.
La pandemia sorprendió a la economía cubana con síntomas de desaceleración desde el 2019. A las debilidades financieras propias se unía el bloqueo económico de EEUU; su agravamiento con Donald Trump no lo niega ningún economista serio, sea de izquierda, de derecha o con protocolos de asepsia ideológica.
La desarticulación de tantas actividades económicas y la recesión imponen desafíos bien concretos. Pero la mayoría apunta a viejos problemas del modelo económico cubano y tienen presencia reiterada en planes, discursos y estudios, incluidos los documentos programáticos de la reforma emprendida hace un decenio. El desastre económico adjunto a la COVID-19 solo los redimensiona y hace más evidente el valor estratégico de cada uno.
1. Empleo inteligente de recursos muy escasos
Motivo de antagonismos entre economistas y entre políticos, la planificación estatal emergió como una de las cartas fuertes de Cuba ante la pandemia. Al paralizarse cientos de hoteles, el gobierno pudo redirigir de inmediato parte de sus recursos, combustibles incluidos, hacia sectores priorizados: agricultura, zafra azucarera, consumo de la población y hacia la pieza de oro contra la COVID-19, el sistema de salud. La administración centralizada permitió mantener con vida producciones de exportación, a pesar del declive momentáneo de sus mercados externos. El reajuste de planes, iniciado hasta el nivel de empresas, promete ser largo, en un escenario en que el propio gobierno daba pasos para mejorar sus artes de planificar. Cuando presentó el ajuste del Plan del 2020, el Presidente Miguel Díaz-Canel pidió una planificación “más inteligente y precisa”.
2. Producción de alimentos
Vieja prioridad estratégica, el país la asume ahora por sobrevivencia. Cerca de 2.000 millones de dólares gasta Cuba cada año en la importación de alimentos, casi lo mismo que le aportó el turismo en el 2019. Una parte de esas compras —entre el 30 y el 40 por ciento, según el economista José Luis Rodríguez— pudiera sustituirse con producciones nacionales, evidencia aceptada desde hace años pero que el país no ha logrado. La naturaleza tampoco ayudó esta vez. Una sequía acortó cosechas en el 2019 y retardó siembras de arroz, viandas y hortalizas en 2020. Pero con las lluvias de mayo, los agricultores se animaron con sembrados de ciclo corto para ampliar su oferta al mercado, el suministro a la industria alimentaria y las ayudas solidarias a centros médicos y comunidades en cuarentena. ¿Mantendrán el impulso cuando pase la pandemia? El desafío: implementar estructuras de inversiones y de mercado que destraben las fuerzas productivas de la agricultura de una vez.
3. Reordenamiento del comercio interno
El cierre de tiendas principales y otros centros públicos y la expansión del comercio online se convirtieron en rasgos sociales de la pandemia en Cuba. También el colapso del nuevo comercio electrónico, al no soportar la explosión de la demanda por vía digital. La ineficiencia de las operaciones online agravó la crisis de los suministros y generalizó dudas sobre la pertinencia de la nueva opción. Pero el economista Juan Triana percibe en el comercio interno un valor de mucho interés en el trance hacia la recuperación: “Cuando las oportunidades en el mercado externo se hacen más difíciles, sin dudas una alternativa será nuestro mercado interno, aparentemente pequeño pero enorme si consideramos cuán difícil le resulta a la producción nacional cubrir esa demanda”.
4. Ahorro
A la austeridad obligada por la contracción de ingresos y de recursos, el gobierno suma la opción del ahorro. Mira en primer lugar hacia la energía —combustibles y electricidad—, sensiblemente debilitada por la ojeriza de Trump con Cuba. A juzgar por los informes semanales de la Campaña Ahorra Ahora, conducida por la ONURE, se vieron señales de moderación en el consumo eléctrico del sector residencial en mayo. “Ahorrar cuanto podamos, ese es el elemento primario”, opina otro economista, Alejandro Gil Fernández, cuando calcula como ministro de Economía los recursos que se le escapan al país este año. Si era una vieja condición de sostenibilidad del desarrollo, el ahorro se pinta ahora como otro desafío para la sobrevivencia.
5. Programa fiscal de emergencia
Sin la polémica abundancia financiera de Estados del Primer Mundo, Cuba tendrá que hacer magia para sostener un programa fiscal de emergencia, que sea fiel a los principios de justicia social del modelo. Son los mismos que le han dotado del escudo del sistema de salud frente al coronavirus, centros biotecnológicos de avanzada y una industria farmacéutica que le provee del 67 por ciento de sus medicamentos. El Estado carga con gastos mayores a lo planificados, al asumir salarios de los trabajadores refugiados en sus hogares por la pandemia y subsidios de empresas que tendrán pérdidas inevitables, mientras ve huir ingresos por cierres de negocios y exenciones tributarias. ¿Hasta dónde soportará la economía los desequilibrios financieros consecuentes? ¿Cómo emplear bien cada peso? ¿Qué participación dar a una política crediticia más audaz? El protagonismo del Presupuesto Estatal, sus costos y riesgos, no hacen más que empezar. Durante la recuperación aumentarán en magnitudes que son vitales para salir adelante y entrañan peligros a la vez.
La oportunidad
Con la severa contracción de recursos, el escenario se enreda más para dar continuidad a la reforma del modelo económico cubano. Casi parece otro desafío de la lista. Pero veo en la coyuntura más valor como oportunidad para soltar las amarras de un proceso demasiado lento en diez años. Pudiera ser el empujón para hallar respuestas a limitaciones estructurales, materiales y mentales.
Históricamente, las crisis suelen favorecer transformaciones sociales y hasta revoluciones. También en Cuba. La recesión del Período Especial —demoledora en escalas que no se han repetido— abrió las puertas a innovaciones económicas profundas en los años 90: apertura a inversiones extranjeras, despliegue del turismo, mercados agropecuarios, ampliación del trabajo por cuenta propia y la dualidad monetaria y cambiaria, por citar algunas muy audaces en su momento.
¿Será la recesión con sello de COVID-19 el momento para acelerar cambios cuya demora han criticado expertos, trabajadores y el propio gobierno? El itinerario está escrito en documentos programáticos aprobados en 2016: Conceptualización del modelo económico, Lineamientos y Bases del Plan de largo plazo. ¿Cuáles son las transformaciones que podrían encontrar su oportunidad ahora? Difícil determinarlo, pero dudo que las autoridades dejen pasar este año sin hacer alguna maniobra profunda en el proceso emprendido en el 2011 bajo el nombre de Actualización del modelo económico y social.
La reforma empresarial es una de las que merecen prioridad. Al impacto que tendría en toda la economía, se suma el socorro neto que les corresponde aportar en esta crisis a las empresas, desde el sector estatal hasta el privado, pasando por las cooperativas.
Las alarmas que revolvió algún anacrónico artículo de prensa contra las formas privadas, las famosas Pymes y, de paso, contra los documentos rectores que las defienden, probablemente expresan solo el descontento ante la tardanza de transformaciones que le urgen al sistema empresarial de conjunto. La ley de empresas se esperaba en 2017 y quedó pospuesta para el 2022, según el programa legislativo presentado antes de la pandemia.
Oscar Fernández Estrada es uno de los expertos que aboga por adelantar esta legislación, “no solamente debido a las Pymes”. A su juicio, “un sector privado en Cuba, de pequeña y mediana escala económica, financiado por instituciones bancarias estatales, sin vínculos estructurados con el gran capital, y encauzado a través de las instituciones políticas domésticas, más que representar una amenaza para el socialismo cubano, constituye una pieza importante en su estrategia actual de salvación”.
Pero Fernández Estrada considera que la transformación fundamental es la del sistema empresarial estatal, por la transcendencia del mismo para el funcionamiento de toda la economía.
Las empresas de propiedad estatal sostienen el 85 por ciento de los ingresos del Presupuesto y son la columna vertebral de la economía —industrias, minería, energía, actividades esenciales del transporte, comunicaciones y el ahora congelado turismo, entre otras. Una reforma podría apurar la marcha ya iniciada por estas entidades hacia estructuras y modos de planificación menos rígidos, mayor autonomía bajo los ministerios y ante el mercado, además de facilitar los nexos con el sector privado y cooperativo. Sería una transformación integral, muy esperada, que incluiría el otorgamiento de personalidad jurídica a las pequeñas y medianas empresas privadas.
¿Se reprogramará este reordenamiento y la legislación vinculada? ¿Las pérdidas económicas que afrontarán este año no pocas entidades serán una traba o un factor para acelerar la transformación?
A las carencias financieras de Cuba se suman otras complicaciones, que enlazan la reforma empresarial a la urgencia de otros cambios, de complejidad no menor: desde las formas de planificación, cuya reformación ha anunciado públicamente el ministro de Economía, hasta el enredadísimo y retardado ordenamiento monetario. La sujeción a dos monedas nacionales —se le agregó el comercio en dólares ahora— y a varias tasas de cambio hace imposible determinar con precisión la eficiencia real de cualquier empresa, estatal, cooperativa o privada. Las deformaciones derivadas del desorden monetario y cambiario atascan el empleo eficiente de los pobres recursos disponibles.
Otros pasos previstos en los documentos de la Actualización que parecen esenciales para echar a andar la carroza empresarial son las reformas salarial y de precios y una renovación de la banca que dinamice de una vez la política crediticia.
En mayo, el Presidente Miguel Díaz-Canel pidió al Consejo de Ministros preparar una Estrategia de Desarrollo Económico y Social “donde se ratifique que no podemos seguir haciendo las cosas de la misma manera”. Orientó implementar cuestiones pendientes de la Conceptualización del Modelo Económico y Social, “de una manera más rápida, más decidida, más organizada”.
En diciembre, había prometido emprender en este año 2020 “el verdadero redimensionamiento empresarial que el país necesita”, con liderazgo estatal y participación de formas privadas y cooperativas. La idea la mantuvo en mayo, en una reunión con nasobucos que recordaban una traba nueva, de magnitud global y raíz virulenta.
¿Habrá llegado el momento del cambio, pese a todo?
Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2020/06/08/cinco-desafios-y-una-oportunidad/