Como si el ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha hubiese abierto una ruta para ir expandiendo por toda Cuba las enseñanzas que encierran sus aventuras, así el libro cubano cabalgó junto a él y fue desarrollándose a partir de 1959, cuando el triunfo revolucionario permitió que la enseñanza llegara a todos. De aquel año […]
Como si el ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha hubiese abierto una ruta para ir expandiendo por toda Cuba las enseñanzas que encierran sus aventuras, así el libro cubano cabalgó junto a él y fue desarrollándose a partir de 1959, cuando el triunfo revolucionario permitió que la enseñanza llegara a todos.
De aquel año hay fechas que marcan un inicio en ese bregar de extensión de la sabiduría, como el 16 de septiembre de 1959, cuando fue inaugurado en La Habana el Primer Festival del Libro Cubano, cuyo aniversario 50 es recordado por su alta significación histórica.
Para este día, el Instituto Cubano del Libro, la Unión de Jóvenes Comunistas, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y la Fundación Alejo Carpentier, prepararon acciones promocionales para honrar la fecha y también al autor de «El siglo de las luces».
Porque fue precisamente Carpentier quien llevó las riendas en la organización de la mencionada cita, que congregó en el Parque Central y zonas aledañas, en lo más céntrico de Centro Habana, a miles de personas que asistieron a algo inusual en tiempos de la seudo-república, ya que el pueblo era el protagonista en aquel encuentro con la lectura.
El hecho representó uno de los primeros pasos para que en un futuro la cultura se convirtiera en escudo y espada de la nación e hiciera posible el postulado martiano de «Ser cultos es el único modo de ser libres».
Auge del invento de Gutenberg después de 1959
En 1959 quedó creada la Imprenta Nacional de Cuba, que imprimió como primer texto esa joya literaria que es El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, con una tirada de 100 mil ejemplares en cuatro volúmenes a 25 centavos cada ejemplar, para que su adquisición fuera asequible a la población.
El invento de Gutemberg en la Isla había tenido un pobre auge hasta 1959, los dueños de periódicos y de imprentas eran personas que respondían a los intereses de los más ricos y de los gobernantes de turno.
Hasta mediados del pasado siglo la mayoría de los escritores mandaban sus obras a otros países para publicarlas y muy pocos autores, con sus recursos, costeaban la impresión de sus títulos en Cuba.
La campaña de alfabetización emprendida en 1961 por la Revolución, fue abriendo además de nuevos horizontes en la enseñanza, un mayor número de personas interesadas en la lectura. Desde el principio primó el concepto de ofrecer gratuitamente los textos en los centros educacionales.
En 1967 surgió el Instituto Cubano del Libro (ICL), el cual cuenta con numerosas editoriales y Centros del Libro en territorios de la Isla.
El ICL constituye la institución rectora de la edición, comercialización y promoción de libros y publicaciones seriadas, resultado del empeño de las numerosas editoriales y cuantiosas revistas existentes.
Existen ministerios, centros científicos y de investigación, organizaciones sociales, asociaciones de creadores y provincias que cuentan igualmente, con su propio sello editorial.
De acuerdo con valoraciones del escritor Ambrosio Fornet, publicadas en el sitio digital La Jiribilla, «la Imprenta Nacional inundó el país de libros sobre todo, con los clásicos europeos del XIX y la narrativa de campaña soviética; la Editorial Nacional entró de lleno en el siglo XX, nos puso al día con respecto a la literatura internacional y al diseño y estructura de los libros; y el Instituto Cubano del Libro desarrolló estas últimas tendencias, restableció la política de tiradas masivas y consolidó el sistema en su conjunto.»
Tras el derrumbe del campo socialista, el arreciamiento del bloqueo económico hacia Cuba por los Estados Unidos, con el consiguiente encarecimiento de las materias primas para imprimir textos, se originó en la década de 1990 un decrecimiento en la impresión de libros.
Téngase en cuenta que tres días de bloqueo representan ocho años de libros de textos para el sistema educacional cubano. Aparte, esa política hostil e inhumana impide que los escritores cubanos puedan ser publicados en Estados Unidos, ni siquiera personalidades de la literatura como Alejo Carpentier y José Lezama Lima.
Después de muchos esfuerzos de las autoridades cubanas por rescatar un logro alcanzado con el triunfo revolucionario, paulatinamente ese sector fue saliendo de esa depresión, al igual que otras esferas de la economía cubana y a partir de 1994 se inicia una reactivación que logra aproximarse a la cifra anual de 200 títulos.
Cabe mencionar en ese período la creación de la colección Pinos Nuevos, que en 1994 y 1996 publicó textos de 100 autores inéditos, y 29 en 1997, en su mayoría jóvenes. Igualmente reaparecieron ediciones Huracán y Dragón y apuntalaron ese impulso los Centros Provinciales del Libro.
Igualmente resultó un paso importante en esa revitalización el surgimiento en 1995 del proyecto como el de bibliotecas escolares, con una tirada de 4 mil ejemplares, con el objetivo de suministrar unos 46 títulos de literatura imprescindible a las salas infantiles y juveniles de las bibliotecas públicas.
Fiestas de la lectura
En la fortaleza militar de San Carlos de La Cabaña, construida en el siglo XVIII, se celebró en el año 2000 por primera vez la Feria Internacional del Libro y desde entonces en los primeros meses de cada año vuelve la fiesta de la lectura, que imbrica lo popular con un alto nivel cultural.
No constituye un acontecimiento comercial como algunos en otras naciones pudieran pensar, porque junto a la venta une un programa literario y además una programación académica y artística, con un promedio de unas nueve actividades por hora.
O sea, que el participante puede no solo ir a la presentación de un libro, sino también tener encuentros con los escritores, escuchar lecturas, participar de los homenajes y premios que se entregan y asistir a las jornadas técnicas.
A ellas concurren desde otras naciones intelectuales comprometidos con su obra, con su pensamiento.
Hay algunos que no aceptan las ganancias que las editoriales cubanas puedan retribuirles y las ceden a la Isla, para que siga creciendo la industria de la impresión de textos.
Desde La Cabaña y las subsedes en la capital cubana, –como librerías municipales–, pasa a más de 40 ciudades de Cuba, donde la población disfruta de iguales actividades.
La XVIII edición de la Feria Internacional del Libro, efectuada este año, al igual que las ediciones anteriores totalizó una alta venta, que llegó a alrededor de 2 600 000 ejemplares. A la edición de 2008 asistieron en todo el país cuatro millones de personas y los estimados apuntan a una cifra similar en la del 2010.
Actualmente la producción editorial en el país caribeño es de más de dos mil títulos anuales y un promedio de 30 millones de ejemplares.
Hay que añadir los destinados a la educación como una cifra aparte que no se incluye en la anterior, y que es 16 millones con 496 títulos para el curso recién iniciado, aunque el año debe finalizar con 26,5 millones de ejemplares de texto de todos los niveles de enseñanza.
El libro pervive todo el año
Aunque en los primeros meses de cada año tiene su desarrollo la Feria Internacional del Libro, la fiesta de la lectura pervive con otras iniciativas para seguir ofreciendo la oportunidad de adquirir o leer textos de interés.
Así se celebran las Noches del Libro, las jornadas sabatinas o dominicales en las que se realizan lecturas frente al mar o en las montañas, como otra motivación, o el trabajo diario en bibliotecas y librerías.
Con todo este quehacer en la esfera del libro durante los 12 meses del año puede afirmarse que la ruta abierta por el ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, tras el triunfo de la Revolución en 1959 y al interés de su máximo líder Fidel Castro, ha logrado acceder a cada rincón del país, desde las ciudades hasta los municipios más lejanos o las serranías, donde no importa lo agreste del terreno para que llegue ese mensaje de conocimiento.
Fuente: la autora.