En estos tiempos de soledad es pertinente rememorar al recién fallecido Gabriel García Márquez y, una vez más, apropiarse de uno de sus títulos más memorables. En efecto, hablar de amianto (o asbesto o uralita) es nombrar a uno de los mayores desastres industriales que está padeciendo la humanidad: sea en el pasado, […]
En estos tiempos de soledad es pertinente rememorar al recién fallecido Gabriel García Márquez y, una vez más, apropiarse de uno de sus títulos más memorables.
En efecto, hablar de amianto (o asbesto o uralita) es nombrar a uno de los mayores desastres industriales que está padeciendo la humanidad: sea en el pasado, cuando su uso estaba permitido y expuso a millones de trabajadores, familiares y residentes a su polvo letal; sea en el presente, que sigue permitido en muchos países y que en los que ya está prohibido, como es nuestro caso, sigue instalado en miles de lugares públicos y privados. Porque apenas se ha hecho nada en un asunto tan urgente como el necesario desamiantado seguro de los cerca de tres millones de toneladas instaladas en España, dispersas en miles de infraestructuras, establecimientos y objetos.
Los datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) son bien expresivos de la gravedad del problema. Dice este máximo organismo: «En el mundo hay unos 125 millones de personas expuestas al asbesto en el lugar de trabajo. Según los cálculos más recientes, la exposición laboral causa más de 107. 000 muertes anuales por cáncer de pulmón relacionado con el asbesto, mesotelioma y asbestosis. Se calcula que un tercio de las muertes por cáncer de origen laboral son causadas por el asbesto. Además se calcula que cada año se producen varios miles de muertes atribuibles a la exposición doméstica al asbesto»
Si, como sabemos, aproximadamente, entre un 10 y 20% de los expuestos, en un plazo de 30 a 50 años, desarrolla algún tipo de cáncer debido solo al asbesto o a su combinación con otros tóxicos como el tabaco, y que el resto va a sufrir algún tipo de las múltiples enfermedades a las que coadyuva la exposición a este mineral, nos damos cuenta del problema de salud pública que el amianto representa para la población mundial. A uno de los magnates enriquecidos con el amianto, el suizo Stephan Schmidheiny, un tribunal de Turín, en segunda instancia, ha comparado su comportamiento con el de Hitler y le ha condenado a 18 años de cárcel. Es un genocida.
El hecho de que exista un periodo de latencia tan dilatado (tiempo que media entre la exposición y el desarrollo de la enfermedad), ha dado lugar que en los 55 países en que está prohibido, todos ellos entre 1990 y 2005, el punto de máximas muertes y enfermedades tendrá lugar en torno a 2020 y hasta 2050 no dejaremos de notar las secuelas de exposiciones pretéritas. Para España, diversos cálculos cifran, sólo de muertes, entre 80.00 y 100.00, la mitad de ellas por venir. Añádanse a estas últimas las provocadas por negligencias con el amianto instalado como puede ser los parecidos al del cine Victoria de Málaga que nos ocupa. Son los futuros desastres anunciados desde ahora por la naturaleza del problema y la negligencia en el desamiantado.
Y como dicen todos los estudios epidemiológicos, no solo están afectados los trabajadores cercanos al mineral si no que también las familias de estos y los demás ciudadanos son potenciales víctimas a eso que la OMS llama «exposición doméstica», que los citados estudios cifran en un orden del 30% del total de posibles afectados. Es un problema de salud laboral y de salud pública. Y para rizar el rizo, todos los trabajos epidemiológicos incluidas las legislaciones de los países prohibicionistas, admiten que
«los conocimientos científicos actualmente disponibles no permiten establecer un nivel por debajo del cual los riesgos de la salud no existan, únicamente reduciendo la exposición al amianto disminuirá el riesgo de enfermedades relacionadas con él» (Directiva 2009/148/CE del Parlamento Europeo de 30.11.2009, considerando 3).
En una reciente actualización acerca de las evidencias científicas de la relación del asbesto y el cáncer, Kurt Straif de la IARC (Agencia Internacional de Investigación del Cáncer, dependiente de la OMS), en marzo de 2011, afirmaba lo siguiente: » hay aun una controversia sobre el diferente potencial (cancerígeno) relacionado con las distintas formas y tamaños de las fibras. Sin embargo estas cuestiones no alteran la conclusión fundamental que la evidencia epidemiológica indica de que todas las formas y tamaños de las fibras de asbesto comercial son cancerígenas para los humanos».
No hay dosis segura, no hay tipo de fibra segura, no hay tamaño seguro, todo el amianto es potencialmente cancerígeno (o causante de muchas otras enfermedades) y, además, el riesgo se agrava con la exposición pues la fibras que no se expulsan al ser inhaladas o ingeridas quedan de por vida en el organismo produciendo sus letales efectos. También sus efectos son acumulativos. A más exposición más riesgo y peor enfermedad.
Este es el marco general en el que nos debemos mover para evaluar cualquier incidente relacionado con las uralitas.
El caso del cine Victoria (y otros futuros cines)
El percance en el abandonado cine Victoria de Málaga, en el centro de la turística ciudad, cerca del patrimonio Picasso, es ya bien conocido: en la noche del 15 de abril pasados se produjo un incendio de causas aún desconocidas que, entre otros daños, dio lugar a que el techo de uralita de la nave saltara en mil pedazos que se esparcieron por el entorno, densamente habitado y circulado. Las uralitas son ignífugas pero frágiles al calor que a partir de determinadas temperaturas las hacen «explotar», y de chapas cohesionadas como son las planchas onduladas del citado cine las convierten en materiales friables, con lo que las fibras peligrosas retenidas en el cemento se desprenden produciendo su potencial letalidad.
Se calcula que en sus distintas presentaciones, una vez extraído de sus rocas naturales tiene la propiedad de deshacerse en pequeñísimas fibras, que tienen una longitud del orden de micras (la micra es la millonésima parte de un metro). Por ejemplo, una pulgada de mineral (unos 25 mm) puede dar lugar a un millón cuatrocientas mil fibrillas invisibles. Esta es la propiedad del mineral que se denomina como friabilidad y es, precisamente, donde radica su peligrosidad.
Los bomberos están preocupados, los vecinos están aún más preocupados y los transeúntes estamos, igualmente, molestos. Los políticos, unos echan balones fuera como pueden aferrándose a subterfugios legales y a dejaciones de responsabilidad (dicen en sus excusas: «los riesgos sanitario de la población no son competencia de este Ayuntamiento» (sic), en su contestación al PSOE en la Comisión de Seguridad del pasado 16 de marzo); otros, por fin, empiezan a tomar cartas en el asunto y están presentando mociones, preguntas, querellas ante la fiscalía, etc. Con todo el oportunismo y la tardanza que nos repugna tanto a los ciudadanos, pero es importante que hagan lo que están haciendo dada la extrema gravedad del amianto instalado en nuestras casas, calles y establecimientos públicos. Y la prensa más «institucional» se ve obligada a decir algo empujada por las rápidas intervenciones de la prensa y los medios alternativos como es el caso el Observador, que en ésta como en tanta otras cuestiones es una de las pocas voces que están sirviendo de verdad a los ciudadanos. Sea todo bienvenido a pesar de los pesares. En una situación de peste, como diría Camus, lo urgente es curar y después ya hablaremos de méritos y deméritos.
Dado el estado de desamiantado y dejación de las autoridades municipales de turno, que como en este caso dicen no ser responsable de la salud pública (será por ello que en las pasadas obras de calle Granada, por ejemplo, tuvimos que denunciar al Seprona el cómo se abrían las calles en canal apareciendo las uralitas fragmentadas y expulsando sus letales polvos; o cómo en Mijas, en 2012, el alcalde derruía las torres Calipso, aquellos grandes depósitos de agua de uralita, a menos de treinta metros de un bloque de vecinos, pasando la máquina demoledora sin la menor protección a trabajadores y vecinos), hay que recordar aquello que decía la La Asociación Internacional de Seguridad Social (AISS) cuando afirmaba que: «La indemnización de las enfermedades es una bomba de tiempo económico. El costo global de la cobertura de las víctimas de estas afecciones es tan elevado que desequilibra peligrosamente los regímenes de indemnización de enfermedades profesionales. Algunos estados y empresas están condenados a pagar indemnizaciones; algunas empresas se tornan insolventes. A título de ejemplo, los regímenes francés y alemán asignan, cada uno, más de mil millones de euros por año a la indemnización de estas enfermedades. En Estados Unidos, casi cincuenta mil personas por año presentan una denuncia a causa de enfermedades provocadas por el amianto .»
Estamos ante un gravísimo problema de salud profesional y pública, cuyos costes tanto de indemnización para las víctimas pasadas y futuras es enorme, que las empresas responsables (en el caso de España Uralita es la principal de ellas) no han aportado nada ni para un fondo de indemnización a las víctimas como ya existe en otros países, ni para su exigible contribución al desamiantado seguro del amianto instalado y peligroso que lo es todo, aunque uno más urgente que otro; ni las autoridades públicas se han preocupado lo más mínimo por este asunto como estamos viendo en es caso del cine y en otros casos.
En el cine Victoria de Málaga la demora responsable en la que el ayuntamiento y la propiedad están incurriendo para retirar el amianto fraccionado y pulverizado, tiene que ver con que los turistas no vean a los «señores de blanco», esos trabajadores con escafandra protegidos hasta la médula y esos anuncios públicos y llamativos advirtiendo que hay amianto y que éste es peligroso para la salud. Los turistas que suben por Mundo Nuevo para llegar al mirador de Gibralfaro se llevarían la peor de las impresiones a sus tierras porque se trata de turistas de países que saben la letalidad del amianto, y en el caso de los países nórdicos ya llevan años desamiantado de forma segura sus respectivos países.
Mientras tanto, los vecinos y peatones seguimos sufriendo el riesgo cada día que pasa de seguir tragándonos fibras invisibles, pero cancerígenas, que el viento está esparciendo y haciendo desprenderse de esas chapas en estado de friabilidad, y que las autoridades traten de quitar hierro al asunto aduciendo técnicamente que la convección que produce el calor del incendio «arrastra dichas fibras dispersándolas en el ambiente, lejos el lugar de trabajo», es decir las envía a los vecinos de los pisos altos del alrededor… que los bomberos pueden estar tranquilos. Claro, como la convección es un movimiento circular, cuando las fibras se enfrían vuelven a caer sobre todos nosotros. Y así día tras día mientras las planchas sigan en estado friable.
Otra de las justificaciones que aducen las autoridades municipales, a las preguntas del grupo socialista, es haciendo una lectura literal del decreto 396/2006 sobre desamiantado seguro, y afirmando que solo son peligrosas aquellas «cuya longitud sea superior a 5 micras e inferiores a 3 micras de diámetro», pero ya hemos visto en las últimas actualizaciones de la OMS de 2011 que no hay ni fibra ni tamaño que no sea cancerígeno e, igualmente, la propia Directiva europea ya citada, de 2009, en su considerando 3, reafirma que «la presente Directiva incluye prescripciones mínimas que serán revisadas basándose en la experiencia adquirida …». Ya habría, por tanto, que revisarlas.
Pero resulta sorprendente que el ayuntamiento aduzca la norma de un tamaño fibras determinadas para actuar sin ni siquiera haber hecho medición alguna de la fibras desprendidas en el incendio y posteriormente, aquellas que cada día les están llegando a los vecinos mientras siga el lamentable estado en que se halla el tejado de uralita del cine siniestrado.
Lo que piden los vecinos
Los vecinos y transeúntes pedimos de forma general que el Ayuntamiento y el resto de Autoridades competentes hagan para Málaga un plan de desamiantado seguro. Para ello lo primero que habría que hacer es un inventario del amianto instalado empezando por el de los lugares más sensibles como guarderías, colegios, institutos, hospitales, teatros, cines, tuberías de agua potable, depósitos de agua potable y otros lugares públicos. Si no se empieza a hacer seguiremos contando crónicas de desastres anunciados. Después un plan de desamiantado con fechas (El Parlamento Europeo ha aprobado que para 2028 esté todo el amianto desinstalado) y la presión a las empresas responsables, especialmente a Uralita, que en virtud del principio del que el que contamina paga», a que participen sustancialmente en un fondo para el desamiantado.
Pero en el caso concreto del cine Victoria, que es el que hoy nos preocupa, las medidas que un vecino afectado, un trabajador concernido y un ciudadano concienciado pedirían serían las siguientes:
1º. Hacer una medición urgente de las fibras de amianto en el cine y en el entorno por medio de microscopía electrónica que es la que hace el recuento exhaustivo. Hay que hacer dos mediciones: una medición ahora mismo y otra después del desamiantado seguro.
2º Por parte de los vecinos, pedir daños y perjuicios a los propietarios y a los responsables de la salud pública, por la posible afectación que la exposición a los polvos de amianto les esté produciendo y cuyas secuelas aparecerán dentro de entre 20 a 50 años.
3º Proceder urgentemente a un desamiantado seguro, de acuerdo a la legislación pertinente (Decreto 396/2006 y Directiva europea de 2009), y no considerar este caso del cine Victoria como el de una intervención esporádica, menor y de bajo riesgo que no lo es por el estado del tejado, la proximidad de los edificios y el volumen de la chapa. Por lo que habría que exigir, para seguridad de los trabajadores de los vecinos y de los viandantes, las medidas máximas que contempla la ley.
4º Retirada segura del amianto instalado en los alrededores del cine siniestrado, como es el caso del techo del cine Astoria en la misma calle Victoria y los depósitos de agua potable de los alrededores, para que otros siniestros en el futuro no sometan a las mismos vecinos a nuevas dosis de polvos letales. Las ingestas e inhalaciones son peligrosamente acumulativas.
5º Si fuera un vecino afectado, mientras no se cumplan estas condiciones mínimas, colocaría una pancarta en un edificio bien visible a los ciudadanos y a los turistas. y que no fuese fácil desmantelar, que pusiera: «Peligro de amianto. El amianto mata».
Porque, efectivamente, el amianto es un peligroso asesino invisible que anda suelto y descontrolado
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