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Cinco de diez premios...

Cinematografía latinoamericana se pasea airosa en el Festival de Friburgo

Fuentes: Rebelión

América Latina no pasó desapercibida en la última edición del Festival Internacional de Films de Friburgo (FIFF) que se realizó en esa ciudad universitaria entre el 11 y el 19 de marzo. Obtuvo cinco de los diez premios otorgados por los diferentes jurados. La película mexicana Semana Santa ganó el segundo en importancia de la […]

América Latina no pasó desapercibida en la última edición del Festival Internacional de Films de Friburgo (FIFF) que se realizó en esa ciudad universitaria entre el 11 y el 19 de marzo. Obtuvo cinco de los diez premios otorgados por los diferentes jurados. La película mexicana Semana Santa ganó el segundo en importancia de la competición internacional. La Mirada de Oro, la principal presea, fue para el film Mountain de la directora Yaelle Kayam, de Israel.

Más de 40 mil espectadores ratificaron que Friburgo cuenta hoy con uno de los festivales helvéticos más concurridos y prestigiosos. Y que para el FIFF y su público la producción fílmica latinoamericana representa una plusvalía artística.

Semana Santa , de la cineasta mexicana Alejandra Márquez Abella ganó el Premio Especial, en tanto la cinta azteca Yo del director Matías Meyer obtuvo una mención especial. Por su parte Alias María del colombiano José Luis Rugeles se alzó con Premio del Jurado Ecuménico. En lo que se refiere a cortometrajes, Iceberg , de la cineasta cubana Juliana Gómez ganó la presea en el concurso internacional y Mr. Alfredo   de los realizadores Vitor Souza Lima, Marcelos Santos y Venâncio Batalhones, conquistó el Premio Red Cinema.

El director del FIFF se confiesa

«No me impongo cuotas por continente en la programación de nuestro festival, ni hago compromisos entre el origen geográfico de las películas que seleccionamos», enfatiza Thierry Jobin, Director del FIFF, en diálogo con este corresponsal.

«Si hemos elegido cinco películas latinoamericanas en la competición largometraje responde a la excelente calidad de las mismas», explica, al recordar que en la preparación del programa debe decidir entre más de dos mil cintas que le llegan del mundo entero.

«Con la certeza que todos las películas, aun viniendo del mismo continente, no se parecen la una a la otra. Esto es parte de la originalidad de nuestra selección. Me dejo llevar por mi instinto, por lo que un film me produce cuando lo veo, los sentimientos que despierta y como me toca el corazón y el vientre», explica.

Y Jobin analiza rápidamente los títulos que representaron a América Latina en esta nueva edición de Friburgo y que obtuvieron premios. Semana Santa, de la directora mexicana Alejandra Márquez Abella, «una obra poética, de atmósfera, muy tocante y emotiva sobre la realidad misma de un grupo de seres humanos que pretenden sentirse en familia».

En cuanto a Yo, coproducción mexicana, suiza y canadiense, es dirigida por Matías Meyer, «otro amigo del FIFF». Su película recibió el apoyo del Fondo suizo Visión Sud Este en el que contó con «nuestro sostén». «Un film profundo y delicado sobre un tema difícil como es la amistad, la sensualidad y la sexualidad de un joven adolescente con problemas».

Alias María, la película colombiana de José Luis Rugeles, «una obra impactante en torno a un aspecto particular del conflicto bélico de ese país, en un ambiente tropical asfixiante de selva y guerra», enfatiza Jobin.

La fuerte presencia mexicana -tres de las cinco cintas latinoamericanas que participaron en la competición- «responde a una realidad muy concreta. La producción de ese país es hoy abundante, diversa y de gran calidad. Existe una serie de festivales muy interesantes en distintas regiones del país. En este momento me resultó más fácil encontrar muy buenas obras en México que en otros países latinoamericanos», enfatiza Jobin.

Film mexicano galardonado

Alejandra Márquez Abella llegó a la muestra helvética con su primer largometraje en estreno europeo, luego de lanzarse al periplo de los festivales en Toronto, Canadá, en septiembre del año pasado. Desde entonces, un rápido camino por el de Río de Janeiro y el de Los Cabos en el norte mexicano donde recibió su bautismo local.

Ahora, en Friburgo, logra una primera consagración significativa al obtener el segundo premio en importancia otorgado por el Jurado Internacional. Quien argumentó su decisión en «la sensibilidad y la fuerza de la puesta en escena. Por el talento de dirección del conjunto de los actores y la capacidad de ofrecernos una verdadera inmersión sensorial».

Semana Santa cuenta las cortas vacaciones de mar de una joven viuda, su hijo de apenas ocho años, y su nuevo novio con quien imagina una eventual reconstrucción familiar. Los tres constatan, rápidamente, que este proyecto no es ni ideal ni realizable.

«La idea del film se nutrió en mi propia experiencia infantil. Con apenas diez años perdí mi madre y las vacaciones con mi padre y mi hermano tenían tanto de ilusión y alegría como de sentimiento agridulce por el vacío materno», recuerda Alejandra Márquez Abella en una reciente entrevista brindada a este corresponsal para swissinfo.ch.

En el proceso de seis años que le llevó concretar la película – reflexiona la cineasta mexicana-  si bien el guión siempre se mantuvo como referencia esencial, hubo nuevos sentimientos y matices que se fueron incorporando.

«Entre la escritura y la filmación, quedé embarazada y fui madre. Lo que implicó un cambio de acentos. Al inicio, era muy crítica hacia Dali, la joven madre en la cinta. Y luego suavicé algunas percepciones al darme cuenta que antes de mi propia maternidad yo había imaginado situaciones desde la ignorancia. Luego, no cambié diálogos, sino intenciones o detalles sutiles».

Según la cineasta, Semana Santa es un film «bastante hormonal». Al año de dar a luz, este film le sirvió como trampolín para recuperarse y sentirse nuevamente en tanto ser profesional. Comprobando que más allá de esa experiencia esencial que es la maternidad, «no estaba dispuesta a renunciar a mi vocación artística».

En paralelo, casi al inicio del rodaje, Anajosé Aldrete (en el rol de Dali, la madre) le anunció que estaba embarazada. Las 4 semanas y media de filmación las realizaron en su quinto mes, lo que introdujo a la actuación sentimientos propios de su etapa de gestación. «La maternidad, en todo caso, marcó mucho más al film terminado que lo que se leía en el guión original» concluye.

Semana Santa , con casi 6 años de gestación, un poco menos de 5 semanas de rodaje, un reducido presupuesto, un compacto elenco y formidable fotografía, sale fortalecida de Friburgo para seguir el camino de festivales y de la distribución en salas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.