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Ciudadanismo e ideología

Fuentes: Rebelión

Breves preliminares El presente texto no es una declaración de principios, ni pretende sentar posiciones de una vez y para siempre. Al contrario, es el resultado de diversas conversaciones y análisis parciales (en efecto, varias personas que no han colaborado en su redacción verán que ideas suya aparecen en estas líneas) y pretende servir al […]

Breves preliminares

El presente texto no es una declaración de principios, ni pretende sentar posiciones de una vez y para siempre. Al contrario, es el resultado de diversas conversaciones y análisis parciales (en efecto, varias personas que no han colaborado en su redacción verán que ideas suya aparecen en estas líneas) y pretende servir al debate colectivo, un debate que ya está teniendo lugar, si bien de forma desorganizada, en círculos más o menos cerrados y, con frecuencia, fuera de los espacios que le serían propios.

Es, sin duda, un texto de coyuntura, pues aparece tratando de dar respuesta a toda una serie de problemas teóricos y prácticos que han surgido en un intervalo de tiempo muy breve y muy cercano; pero debe entenderse también el contexto general en el que se escribe: un momento de fortísima ofensiva del capitalismo, que ha destrozado las esperanzas de al menos dos generaciones en nuestro país y ha reducido a polvo buena parte de las conquistas sociales y de derechos obtenidos a lo largo de décadas, un momento en el que el neoliberalismo impone sus políticas en toda Europa y sin encontrar apenas una oposición sólida y duradera.

Creemos, pues, que es muy oportuno hacer público este texto, y ofrecerlo para que se amplíe con aportaciones o se corrija allá donde sea conveniente, trascendiendo el marco de este modesto espacio del que surge, ya que confiamos en que puede ser útil para orientar a los y las camaradas y compañeros que no comprenden o no comparten, por falta de razonables explicaciones, algunas de las posturas que están adoptando nuestro Partido e IU, proyecto en el que participamos.

Hablemos de ciudadanismo: Ganemos y Podemos

Comencemos por aquello que es más intuitivo y que, seguramente, comparta una amplia mayoría de los simpatizantes y militantes de la izquierda. Los proyectos llamados ciudadanos, Ganemos y Podemos principalmente, construyen su identidad política a través de esquemas conceptuales como «ni de izquierdas ni de derechas» o «la metáfora arriba y abajo», cuidándose mucho de no posicionarse (y de no dejarse posicionar) como organizaciones de izquierdas, y afirmándose en «somos la gente», «somos el 99%», «contra la casta», lemas en gran medida compartidos por Ganemos y Podemos.

Algunos compañeros activistas en estos dos ámbitos, y algunos otros dentro de la propia IU, sin duda bienintencionados, suelen plantear que las frases del tipo «somos los de abajo y vamos contra los de arriba» son sólo una manera de traducir, según se nos dice, a un lenguaje comprensible a pie de calle, la concepción marxista de la lucha de clases; y si bien es cierto que estas expresiones sí aluden a que existe una mayoría social confrontada con una minoría, sin embargo, también lo es que invisibilizan algo que para Marx era absolutamente central: el hecho de que la clase trabajadora es tal clase como resultado de unas determinadas relaciones sociales de producción (las relaciones entre burgueses y proletarios ), o dicho de otro modo, que una clase es esa clase, y no otra, en función del papel que le es dado en la estructura económica y en relación a ser propietaria (o no) de los medios de producción. En este sentido rigurosamente marxista, la clase obrera no sólo está «abajo», y no sólo es la mayoría social (también son mayoría social los diestros frente a los zurdos, y la población nativa frente a la extranjera), es determinada clase de mayoría social: aquella que únicamente posee su fuerza de trabajo.

En efecto, esta ausencia de la más básica economía política en el discurso ciudadanista no es casual, y tiene no pocas implicaciones de gran calado.

Y decimos que dicha ausencia no es casual: para ambos proyectos, Ganemos y Podemos, esta ausencia es consecuencia de carecer de una vertebración ideológica clara, si bien, por motivos diferentes en uno y otro caso: en el caso de Ganemos, donde se aglutinan sensibilidades y posiciones ideológicas muy dispares, el único elemento ideológico común es oponerse a la ofensiva neoliberal que venimos sufriendo estos últimos años, lo cual hace imposible que la ideología se convierta en elemento central y vertebrador del proyecto; en el caso de Podemos, empujados por su estrategia de ser un partido atrápalotodo, el discurso se articula sobre el juego de los «significantes vacíos» y en el ejercicio de «cambio de posiciones» (p.e., al identificar al enemigo como «la casta»), un discurso que suple con marketing y campañas de imagen (ya en las redes o en los medios de comunicación de masas) sus necesarias carencias y ambigüedades ideológicas, un discurso, en fin, deliberadamente simplista y simplificado, que con frecuencia se dirige a la gente como si fuera menor de edad.

En cuanto a la faceta de partido atrápalotodo de Podemos a la que nos referíamos, exitosa si atendemos a que previsiblemente llevará a Podemos más allá del umbral de votos accesible a IU, debemos señalar que Pablo Iglesias y su equipo logran obtener sus mayores simpatías en las capas mejor situadas entre los y las trabajadoras, o dicho con mayor exactitud, en aquellas capas que aspiran al retorno de las condiciones económicas de los años 2000-2007 (algo que, por lo demás, sabemos fehacientemente que no ocurrirá), las mismas capas que pretenden consolidarse así como capas intermedias y satisfacer sus añoranzas rotas de clase media (clase que, en realidad, jamás existió sino como una ensoñación colectiva muy bien inducida).

Además, es esa faceta atrápalotodo en conjunción con la falta de una vertebración ideológica del proyecto, lo que permite y, más aún, lo que insta a Podemos a retroceder posiciones cada vez que hay que concretar propuestas, hechos ejemplificables con cuatro importantes cambios de postura que se han dado hasta ahora (y que, previsiblemente, no serán los únicos): nacionalización de los sectores estratégicos de la economía/no nacionalización y mera reforma jurídica del mercado energético; renta básica sí/renta básica es inviable por ahora; jubilación a los 60 años/jubilación a los 65; salida del euro/inevitable permanencia en el euro. Hay otros ejemplos, como el guiño al Papa Francisco Bergoglio en la eurocámara o defender que lo bueno de la democracia es que el hijo de un minero puede llegar a ser gestor de una mina, que muestran diversos pasos hacia atrás, no sólo respecto de las posiciones mantenidas por la izquierda de IU o del PCE, sino también respecto a sus propias posiciones en meses anteriores, reduciendo paulatinamente su beligerancia contra la injusticia estructural del sistema.

Por todo ello, entendemos que, frente a lo que habitualmente se dice en los medios de comunicación, Podemos es un proyecto que ni pretende, ni puede pretender, una transformación profunda de la sociedad, sino sólo un cierto grado, digamos, de amabilidad y credibilidad por parte de la estructura económico-política, inmutablemente capitalista.

Hacer propias las reivindicaciones de los municipios y de las luchas sindicales ha sido seña de identidad de IU y, quizás, más aún del PCE, pero no como mero buzón al que trasladar el malestar social, sino con la pretensión de ir más allá, aglutinando a los sectores en lucha y tratando de convencer con propuestas y debates sinceros de que el problema real y de fondo no es el gobierno de uno u otro partido, sino el propio sistema capitalista, al que los gobiernos y el bipartidismo defienden.

Por último, en nuestra opinión, la apuesta total de Ganemos y Podemos por la vía electoralista es un factor determinante que ha conducido al reflujo de las movilizaciones sociales que en los últimos años han recorrido nuestro país. Estas organizaciones, lejos de sentirse más fuertes al calor de la movilización y la protesta social, trazan la misma ruta que otros recorrieron desde la transición, repitiendo un gravísimo error: creer que la fuerza, y en última instancia la victoria, vendrán de abandonar todas las luchas y de abandonar también la tarea de organizar a los sectores no organizados, apostándolo todo a una sola carta, que es la carta electoral.

¿Caballo de Troya?

Tras las elecciones europeas, y con el surgimiento de Podemos, una idea se puso de moda en determinados ámbitos de la izquierda: la convicción del triunfo apriorístico, infalible e impepinable, de los proyectos ciudadanistas en las próximas convocatorias de elecciones, autonómicas primero, y generales después. Y ello sin más prueba que las encuestas cocinadas que los medios de comunicación han ido publicando, y sin que se realizase un análisis calmado desde el PCE o IU que, más allá de la táctica impuesta por el corto plazo de los comicios autonómicos, un análisis que plantease cuál es la posibilidad de que los diferentes Ganemos puedan ser un proyecto de largo recorrido (cosa que a día de hoy parece improbable en todo punto) más allá del puntual momento de las elecciones municipales, como tampoco se dejó que el paso del tiempo, y con él los acontecimientos, indicase si Podemos era un aliado posible o si, por el contrario, el camino de IU era necesariamente distinto al de Podemos.

En efecto, el triunfalismo ciudadanista también caló internamente en IU y el PCE, produciéndose una especie de efecto caballo de Troya, por el cual el ciudadanismo ha dejado su huella en el discurso y en las prácticas, esto es, en la ideología, de amplios sectores de IU. Pongamos algunos ejemplos:

a) Los procesos de convergencia puestos en marcha a toda prisa, que no han dejado tiempo al debido análisis de largo plazo ni a contar con las bases para la toma de estas decisiones tan relevantes, donde han primado los debates formales sobre los debate de contenidos, y en donde la militancia de IU ha sido apremiada a participar incluso antes de saber con vistas a qué participa (¿el mero acuerdo electoral, a realizar bajo cualquier forma jurídica y cuya fecha de caducidad se fija para el día siguiente a las elecciones municipales, o la construcción de un bloque que sería preciso fortalecer con el paso del tiempo?).

b) El acuñamiento de una nueva estrategia llamada «unidad popular», aún por definir y por explicar, no debatida en Asamblea Federal o Regional alguna, pero asumida por diversos sectores de la dirección de IU, que vendría a desbancar las líneas estratégicas aprobadas democráticamente de construcción de un bloque político y social, apuesta histórica de IU, y a la llamada «alternativa social, democrática y anticapitalista» aprobada por el PCE en conferencia política en 2011 y ratificada en su XIX Congreso a finales de 2013.

c) La puesta en marcha de procesos de primarias (indiscriminadamente) abiertas, donde el debate colectivo acerca de propuestas políticas ha sido desplazado por el debate en torno a nombres individuales y rostros que den bien en cámara.

d) La aparición de la idea de que con quien IU debe converger es con la gente (¿?), llegando a afirmarse en ciertos sectores de IU que la propia IU debe disolverse (idea inspirada en expresiones del dirigente de Podemos J.C. Monedero) para reconvertirse en Ganemos, bajo la forma de agrupación ciudadana, o en Podemos como Círculo de Izquierdas o Círculo Comunista.

e) La defensa de cierta reinterpretación interesada de la historia, según la cual el papel del PCE en la transición fue el de colaborar en la forja del (llamado) régimen del 78, caricaturizando y reduciendo así la lucha de los y las comunistas, las torturas en comisaría, la cárcel e incluso la muerte, a pactismo con las élites de un franquismo que debía democratizarse, reinterpretación que, a su vez, permite acusar sin rubor a los y las militantes del PCE de ser herederos del carrillismo.

Un asunto central en esta disputa gira en torno al peso que deben tener las siglas IU/PCE respectivamente en las estrategias de convergencia y de construcción de alianzas; las siglas son, sin duda, la marca de identidad del proyecto al que se pertenece, pero también pueden ser un lastre a la hora de buscar encuentros con otras organizaciones y con la mayoría social trabajadora. Un ejemplo extraordinario de cómo actuar en esa dicotomía ha sido, desde 2011, el nacimiento de la Izquierda Plural, donde IU renunció a utilizar sus siglas, o al menos parcialmente, pero en el que lo irrenunciable era la defensa de unas determinadas posiciones políticas e ideológicas: su posición inequívoca dentro de la izquierda transformadora.

Si IU quiere seguir siendo un referente para los y las militantes y activistas, y, más en general, para la gente bienpensante de izquierdas pero que no milita activamente en ninguna organización, flaco favor haría su dirección si abandonase el camino andado durante 35 años al verse apremiado por la velocidad de los acontecimientos y las urgencias marcadas por el calendario; flaco favor hacen a la izquierda los dirigentes de IU y del PCE que consideren que tener posición ideológica es una rémora.

Entendemos que es preciso que se abra un debate abierto y calmado, que haga posible tomar decisiones conscientes y meditadas que contemplen el largo plazo y no sólo los inminentes meses de campaña electoral y comicios municipales, a la vez que ese mismo debate permita recuperar la cohesión que ha venido deteriorándose por causa de tomar decisiones precipitadas, sin debatirlas y explicarlas debidamente a las bases de la izquierda transformadora.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.