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Documental sobre Juan Negrín

Ciudadano Juan

Fuentes: Público

Un documental presentado en la Seminci de Valladolid reivindica la figura de Juan Negrín, último presidente de la II República, y rescata la intimidad de sus grabaciones de vídeo domésticas

Unos niños juegan en la nieve. Quien empuña la cámara de 8 milímetros que sigue sus juegos es su abuelo, Juan Negrín, último presidente de la II República española. El cineasta Sigfrid Monleón, codirector del documental Ciudadano Negrín, junto a Imanol Uribe y Carlos Álvarez, puso esas imágenes en el arranque del documental para constatar que, como en Ciudadano Kane y su Rosebud, también hay un enigma Negrín.

El filme acaba de ser presentado en la sección Tiempo de Historia de la Seminci y se vale de las cartas personales y oficiales como hilo conductor para construir el perfil político pero también íntimo del presidente de la II República entre 1937 y 1945. En Ciudadano Negrín se muestran por primera vez las grabaciones caseras encontradas en su archivo de París, cerca de la casa donde aún vive su nieta Carmen, y que realizó el doctor y político canario, cuando vivía en el exilio, con la amargura de la derrota y el escarnio político sobre sus hombros.

Además del «personaje peor tratado de la historia política moderna de este país», como sostienen Sigfrid Monleón y un puñado de historiadores como Ángel Viñas o Gabriel Jackson, Negrín fue un apasionado de las cámaras, «un míster Gadget», como le llama su nieta, con una sensibilidad pasmosa para el encuadre.

Sus imágenes son de una melancolía atroz. De pronto filma los juegos de sus nietos o se fija en el mar -quizás echando de menos el de su isla natal-, como registran sus viajes a México o a EEUU, donde vivían los padres de sus nietos Juan y Carmen, de los que se ocupó hasta su muerte en 1956. «Creo que en esas cintas caseras se adivina al hombre detrás de la cámara. Se transmite la emoción de alguien que estaba viviendo entonces, junto a sus nietos y su mujer Feli, una segunda oportunidad como ciudadano anónimo», dice Monleón.

Negrín raramente sale, excepto alguna vez que lo vemos jugando con su perro Melchor. «Él era el director», bromea Carmen Negrín. Pero se intuye que, como dejó dicho al final de su vida, ya enfermo, y después de haber perdido casi todo su patrimonio, y de haber sido difamado por Indalecio Prieto y José Giral, por el lado socialista, y por la propaganda franquista, por el otro: «Yo hubiera querido ser el ciudadano Juan».

Negrín entró en política por «su humanismo», sostiene su nieta. Había salido de Canarias con 14 años para estudiar medicina en Alemania y se había convertido en un científico puntero en el campo de la fisiología. Encarna, según los directores, el regeneracionismo de la época y, a la vez, la Historia española como nadie, la tragedia de la República, de lo que pudo ser nuestro país y no fue. «Es una figura trágica. Como dice Ángel Viñas, Negrín fue lo más parecido a un De Gaulle que ha tenido España, la diferencia es que él perdió», apunta Carlos Álvarez, periodista afincado en Canarias, codirector del filme y el hombre que supo primero de las películas del estadista.

Un hombre culto

Fue un científico, un hombre ilustrado que hablaba más de seis idiomas («Al final de su vida, en los cincuenta, se puso a estudiar árabe y chino porque decía que eran los idiomas del futuro», relata Carmen Negrín), que impulsó la investigación en España, que tomó la decisión de mandar el oro del Estado a Moscú y que desde la jefatura de gobierno se opuso con su política de resistencia a Franco. «La paz negociada, siempre; la rendición incondicional, nunca. Yo no entrego indefensos a centenares de miles de españoles para que Franco se dé el gusto de fusilarlos», dijo en 1939.

«Se demostró que su visión era la correcta. El creía desde el año 1937 que los países democráticos debían aliarse contra las fuerzas fascistas, que el caso español era la primera parte de una guerra mayor. No hablaba de guerra civil sino de guerra mundial. Luego su tesis se cumplió pero España ya había sido derrotada», apunta Carlos Álvarez.

En el documental también aparecen Ángel Viñas y Gabriel Jackson, dos historiadores que han escrito largo y tendido sobre la figura de Negrín. Jackson recuerda emocionado en el filme las palabras que le dijo Negrín a Azaña en varias ocasiones: «Tengo que creer en la posibilidad de ganar para hacer mi trabajo».

«Es un hombre que lo da todo, piensa en salvar lo que puede, en mantener en vida el espíritu de la República y del antifascismo», razona Jackson. Hasta el final, hasta la última traición del jefe de la flota republicana, Miguel Buiza, en marzo de 1939, Negrín intentó una paz sin venganza y una evacuación de la población civil que no llegó.

El documental revela a un hombre íntegro que le confesó lo siguiente al agregado militar francés Louis Henry Morel en una carta de 1937: «Tomé partido por instinto. No estaba seguro, soy un hombre de orden. Una persona tranquila. Pero ¿quién empezó todo? Repito, soy un hombre de orden».

En efecto, Carmen Negrín recuerda el rigor con el que su abuelo los educó a ella y a su hermano (ejemplificado en la libreta que, muerto Negrín, descubrieron con las horas de matemáticas, latín o griego que los niños debían tomar a la semana), pero también el hombre generoso y comprometido que le dijo a Ramón Méndez lo siguiente al nombrarlo jefe de los carabineros: «Si comete usted alguna seria equivocación, no será usted el que la ha cometido, seré yo».

Demócrata por encima de toda adhesión política, cercano al pueblo, la película señala la personalidad humanista e íntegra de Negrín, no tanto una figura partidista como un defensor de la legalidad republicana. «Lo impresionante es que después de 70 años no haya una sola película sobre Negrín, salvo la que hizo la Fundación Iglesias, que no entraba a valorar los enfrentamientos y traiciones de sus compañeros», mantiene Monleón.

«¿Cómo encaras al personaje entonces?», se pregunta el director. Y responde: «A Negrín hay que divulgarlo y hay que reivindicarlo como un ejemplo para las nuevas generaciones».

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El chivo expiatorio de la República

«No veo qué otra opción pueda tomarse que la de resistir lo máximo que sea posible, dando margen a la diplomacia internacional para la victoria de la democracia republicana», decía Juan Negrín poco después de asumir la cartera de Defensa. Acusado de alargar la guerra y de producir más muertes de las necesarias, fue, según los propios directores del filme, «el chivo expiatorio». «Dicen que la victoria tiene muchos padres pero que la derrota es huérfana. Bien, Negrín fue colocado como el padre de la derrota de la República española», apunta el codirector del documental, Carlos Álvarez. «España se ha pasado mucho tiempo mintiendo sobre los actores de la II República. Es hora de terminar con la Transición», decía ayer Carmen Negrín.

El exilio melancólico de un hombre justo

«Sé que voy a acabar mal parado», confesaba Juan Negrín en 1939 en París. Y así fue. Difamado por sus compañeros de partido y por el aparato de propaganda de Franco, se refugió durante su exilio (entre Francia e Inglaterra) en la vida familiar, junto al amor de su vida, Feli, una mujer de origen humilde «cuyos consejos, cuidados y afecto» le habían ayudado a sobrellevar «la profunda depresión» que confesó tener desde su salida de España. A sus hermanos les escribe en marzo de 1956: «Volved a España. De lo que de mí digan no tenéis de qué preocuparos, pensad que si en algo dicen la verdad, es mi merecido. Y si difaman, por anticipado perdono a quien lo haga».

Fuente: http://www.publico.es/culturas/343408/ciudadano-juan