El pasado 1 de octubre se celebró el 90 aniversario de la aprobación del sufragio femenino en España. ¿Cuántas veces has escuchado eso de que el PSOE votó en contra del sufragio? ¿Que Victoria Kent era diputada socialista? ¿Que Margarita Nelken votó en contra? ¿Que Clara Campoamor tuvo que huir ante las amenazas del gobierno del Frente Popular?
Estoy seguro de que muchas veces. Sin embargo, no por muchas veces que se hayan formulado resultan ser verdad. De hecho, no son ciertas.
Desde la derecha y la extrema derecha, todos estos bulos suelen ser reflotados de vez en cuando al acercarse fechas relacionadas con el sufragio femenino o con Clara Campoamor. En el bulo han participado desde los militantes más bajos hasta miembros de las primeras líneas: diputados y senadores incluidos.
Tan sólo hay que ir al Diario de sesiones de aquel 1 de octubre de 1931 para ver que el sufragio femenino fue aprobado, entre otros, gracias a los 84 diputados del PSOE. Del resultado final: 161 votos a favor y 121 en contra, el 52% de los votos afirmativos eran socialistas. Ninguno de los diputados socialistas votó en contra mientras el grueso del Partido Republicano Radical (PRR), al que pertenecía Clara Campoamor, votó en contra del sufragio femenino.
Dos meses después, el 1 de diciembre, dos diputados (Matías Peñalba y Victoria Kent) presentaron una enmienda para la modificación del artículo sobre el sufragio femenino proponiendo que este se retrasase hasta la celebración previa de dos elecciones municipales. La enmienda fue rechazada por 131 votos frente a 127. De los 131 votos en contra de la enmienda, 74 diputados eran del PSOE. Es decir, los socialistas representaron el 56% de los diputados que rechazaron retrasar el sufragio femenino. Tan sólo un diputado socialista votó a favor de la enmienda.
Tal fue la importancia y peso del apoyo socialista a la propuesta del sufragio femenino que varios diputados del Partido Republicano Radical Socialista (PRRS) y del Partido Republicano Radical (PRR), el mismo día de la aprobación, censuraron en los pasillos “que los socialistas hubiesen conseguido el voto de la mujer” (El Liberal, 2-X-1931). Reconociendo que los protagonistas del día fueron los diputados socialistas: los que consiguieron el voto para la mujer.
Entre los diputados socialistas que se abstuvieron no estaba Victoria Kent, básicamente porque no era diputada del PSOE sino del Partido Republicano Radical Socialista (PRRS), que nunca tuvo “relaciones familiares” con el partido socialista. Ni nació de una escisión del PSOE, ni se integró después en él. A los diputados del PRRS se les conocía como los “radicalsocialistas”.
En realidad, los emisores de este bulo simplemente aprovechan la confusión que ocasiona hablar hoy en día de “socialistas” y de “radical socialistas”. La campaña de equiparar a estos dos partidos por llevar en sus siglas la palabra “socialista” es un tanto etérea, pero efectiva si lo que se pretende es la propagación de tópicos y mentiras.
En esto de los bulos sobre el sufragio femenino todo son giros forzados de guión, y ninguno tan rocambolesco como el que asegura que la socialista Margarita Nelken votó en contra del sufragio femenino o se ausentó de la votación.
Nelken no pudo votar en contra y tampoco pudo ausentarse de la votación aquel 1 de octubre, sencillamente porque fue elegida diputada por Badajoz en las elecciones parciales del 4 de octubre, no fue dada de alta como diputada hasta el 10 de octubre y no juró su cargo hasta el 19 de noviembre. Basta con consultar la base de datos de diputados históricos de la página web del Congreso de los Diputados para confirmar estos dos últimos datos.
Si nada de esto funciona surge un nuevo bulo: Clara Campoamor huyó del Madrid de la Guerra Civil por el horror rojo o porque querían matarla.
Y es cierto que Campoamor, cuando se decidió a huir dr España, vivía en Madrid, y también es cierto que ella expuso públicamente su contrariedad ante lo que vio en esos primeros días de contienda en la capital. Sin embargo, ni el gobierno del Frente Popular ni ninguno de los partidos políticos que lo conformaban amenazaron a Campoamor. Al fin y al cabo, si algo de eso fuese cierto la propia Clara Campoamor lo habría dejado reflejado en alguna parte, pues escribió dos libros relacionados con el sufragio femenino y la situación de España aquellos días tras el golpe de Estado.
Así las cosas, volví a revisar El voto femenino y yo. No encontré nada al respecto. Este libro fue publicado poco antes del golpe de Estado, en concreto en junio de 1936, por lo que podía hablar en algún momento del contexto que le rodeaba en esos meses de gobierno del Frente Popular.
Al no encontrar nada decidí releer La revolución española vista por una republicana. Entendí que ese sería, con total seguridad, el libro en el que podría expresar el temor de haber sido amenazada por la “horda roja” y el Frente Popular. Al fin y al cabo, había sido publicado en 1937. Pero de nuevo: no encontrar nada al respecto.
Pero sí encontré que el único intento de asesinato contra Campoamor fue el que sufrió a manos de unos jóvenes falangistas en el barco que viajaba hacia Italia en octubre de 1936. A su llegada al puerto de Génova, estos jóvenes la denunciaron ante la autoridad fascista italiana por lo que pasarían cinco horas arrestadas en una escuela convertida en prisión.
Campoamor recogió, en su libro, un extracto del diario carlista de Pamplona El Pensamiento Navarro, de diciembre de 1936, en el que uno de los protagonistas de aquella amenaza de muerte (un tal Anjúbar) se jactó relatando detalladamente lo sucedido: “Nos encontramos, nos enteramos de que Clara Campoamor estaba a bordo del barco (…) aquella misma noche cuatro falangistas y yo mismo nos decidimos a echarla por la borda, pero habiendo consultado al capitán del barco este nos hizo renunciar a nuestro proyecto que podía tener molestas consecuencias para él”.
Por lo tanto, el problema de Campoamor no era que el gobierno, o alguna organización obrera, hubiese dictado detención y muerte sobre ella, sino que temía que, ante la situación violenta de esos días, propiciada por la actitud de las masas defensoras de la República ante los sublevados, pudiese sufrir una agresión en la calle. No temía por una amenaza premeditada del gobierno, sino por la efervescencia de una situación de guerra en la que cualquiera que fuese armado por la calle pudiese decidir por su propia cuenta atentar contra ella. Una situación muy diferente a la que retratan afirmaciones como “Clara Campoamor huyó de Madrid para que no la matara el Frente Popular” o “Clara Campoamor tuvo que salir corriendo de Madrid en septiembre de 1936 para no ser asesinada por los chicos del Frente Popular”. Existe una notable diferencia entre lo uno y lo otro. La diferencia que va de la verdad al bulo.
Jagoba Álvarez Ereño es profesor de Historia en Secundaria. Autor de Tomás Meabe: escritos políticos (2013) y Un siglo de Juventudes Socialistas de Euskadi (2019).