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Claridad ante los nuevos Pactos de La Moncloa

Fuentes: Rebelión

El Gobierno de Coalición ha tomado medidas contundentes jamás nunca vistas, valientes y acertadas hasta ahora, en favor de la ciudadanía. Lo primero ha sido combatir los efectos devastadores de la Pandemia y reducir la propagación y la mortandad, reconstruyendo un sistema público sanitario con el apoyo y entrega de heroica solidaridad de miles de profesionales y colaboradores para salvar la vida de los pacientes, contando con la cooperación de los confinados. En una palabra “controlar la situación”. Para eso tenía un tiempo límite porque un desborde seria letal. Ha sido precisamente el coronavirus el desencadenante de una Huelga General, no precisamente convocada por los Sindicatos, ni el movimiento obrero. Ha sido una HG masiva sin salir de los domicilios, excepto compras de alimentos, medicinas y algún extra, durante un tiempo record. Las medidas de confinamiento están siendo compartidas, con más o menos rigor, en los países más industrializados y no así en los países en vías de desarrollo. Pero no solo eso. Es que el país más avanzado y más poderoso, la superpotencia estadounidense está siendo la más afectada de todo Occidente. Penden muchas amenazas de esta situación mundial, todavía sin control definitivo, pero aquí voy a referirme específicamente a la amenaza económica que sobreviene a las economías capitalistas más avanzadas de Occidente, sustentadas en la doctrina neoliberal de la máxima productividad del trabajo, la competencia y acumulación del capital obsesivos.

Lógicamente los Gobiernos han tenido que hacerse con una “caja de resistencia” pues, mientras la ciudadanía está confinada, el capital productivo está sin producir y los trabajadores se quedan sin salario (excepto en actividades esenciales como la sanitaria, la farmacéutica o incluso la industria agrícola-ganadera de producción de alimentos bajo el estado de alarma. El capital comercial no hace caja excepto el del sector alimentario y de higiene, mientras el capital financiero tiene y tendrá que hacer milagros para impedir una quiebra bancaria, lo que sería ya el desastre total. La fragilidad del sistema capitalista no solo se manifiesta en la precariedad de lo público conseguida por el neoliberalismo en esas últimas décadas, con su imparable hambre de mercantilizar todo valor de uso, fagocitando los bienes comunitarios, sin reparo hacia el medio ambiente y dando rienda suelta a la lógica capitalista del enriquecimiento privado sin límite. La fragilidad radica principalmente en que por, si mismo, el sistema capitalista occidental (productivo, comercial financiero), es incapaz de resolver las dos grandes crisis que genera: la medioambiental y la social como se palpa esta Pandemia devastadora y tiene que recurrir al Estado, a los Gobiernos de emergencia, los cuales careciendo de fondos especiales de financiamiento se ven forzados a endeudarse con los mismos Bancos, o sea con el mismo capitalismo financiero. Es decir, los causantes de un modelo neoliberal criminal, tan ardorosamente defendido años atrás por los expertos economistas del libre-mercado, que dejaron a los Estados sin sector público, son ahora sus prestamistas para volverlo a crear, si cabe. Los dueños del sistema financiero que se devoró los capitales públicos de los Estados democráticos, sostenidos por la ciudadanía con sus impuestos, van a ser ahora los acreedores de la Hacienda pública, o sea de todos nosotros ¿Hará esto pensar a sus promotores, a los tertulianos, a los periodistas, a los políticos, a los intelectuales orgánicos y a la ciudadanía anestesiada por la propaganda y el marketing?

Parece claro que, o los Estados democráticos se ponen en jarras y se disponen a marcar pautas al desarrollo del capitalismo o de lo contrario vendrá el fascismo a hacerlo y no será de forma pacífica, racional, ordenada sino mediante la guerra, dejando al capital financiero intacto para el día después, si es que queda algo sobre la Tierra. Es decir corremos el riesgo de que las democracias sean confinadas durante un par de décadas en el mejor de los casos, si Trump se empeña en esa bravuconada de “América First”.

Hay que tener en cuenta, por otra parte, que sin producción no hay vida humana, que sin las empresas productivas trabajando no hay bienes ni medios de producción en el mercado y el capitalismo comercial quiebra, pulverizando después el sistema financiero y arruinando a las familias. Este es el dramático sarcasmo, es un riesgo evidente. Hay pues que actuar con firmeza y como no queda otra que volver a la producción capitalista, esta vez se puede hacer pensando como actuar para que los habitantes de la aldea global, sigan viviendo en un mundo habitable. Quieras que no, hoy por hoy, dependemos del capitalismo y la Huelga General tendrá que terminar, esta semana o la otra, para volver al trabajo, porque –por desgracia- sin mano de obra asalariada no hay capitalismo, sin capitalismo no hay producción y sin producción no hay vida. Eso hasta que la humanidad logre ir construyendo ya un sistema equilibrado de producción y eso es posible a través de una combinación adecuada de lo público y lo privado.

Evidentemente tiene que haber recuperación de la economía para que haya vida social pero ya no puede ser como antes. El neoliberalismo era un sistema para uso y goce de unos pocos y esa minoría super-rica y privilegiada está ya bajo la misma amenaza del coronavirus hoy y lo que puede venir mañana fruto del cambio climático. O nos salvamos todos o ninguno. Así que el Gobierno debe poner límites al capital liberal, en nombre de toda la sociedad. De lo contrario seremos esclavos y no habrá democracia.

A los dueños del capital (en las tres formas señaladas, productivo, comercial y financiero, tres personas distintas y un solo verdadero con predominio de este último por su acrecentado poder), ya no se les puede dejar solos: LOS ESTADOS TIENEN QUE INTERVENIR y lo podrán hacer Gobiernos democráticos y nunca gobiernos fascistas, porque estos en su brutalidad nos llevarían a una III Guerra Mundial. Que nadie se llame a engaño. El dilema es serio, pero podemos resolverlo. Hay por tanto que empezar por acordar un PACTO con los dueños del capital, un pacto entre Gobierno de coalición (representante de la democracia) y CEOE (representante del capital), con otros actores por supuesto, partidos, sindicatos, etc., porque la estabilidad social y la paz no serán posibles sin que todo ciudadano o ciudadana disponga de un mínimo vital, aunque eso sea a costa de la acumulación anual del capital.

El modelo de desarrollo económico capitalista se ha revelado inviable porque su lógica neoliberal de competitividad, productividad y privatización incontenida atenta ya no solo contra los límites naturales y el medio ambiente sino contra la misma vida humana en el planeta.

Reglamentar las plusvalías del capital y dejar claro que ahora no se puede pensar en sacrificar únicamente a la clase trabajadora para salir de la crisis por que eso estratégicamente no resuelve nada. Va a ser necesario actuar sobre las rentas del capital y abrir un debate social sobre como hacerlo en defensa de la democracia y la reducción de las abismales diferencias de ingreso social. Hoy el empleo de más del 50% del PIB (entre 500.000 y 550.000 millones de Euros) que es el valor que anualmente produce el trabajo social, en su gran parte resultado del trabajo asalariado, debe quedar sujeto a un meditado análisis de distribución.

Se hace necesario que un Pacto de Estado establezca un programa de salvación de la economía sobre la base de la distribución social de ese 50% del PIB, que habrá que establecer un nuevo enfoque de la productividad y una escala de acumulación de capital compatible con la Naturaleza y con el bienestar social para el logro de una civilización sostenible. No es teoría es cuestión práctica.

Nada que ver estos nuevos PACTOS DE LA MONCLOA con los que tuvieron lugar en octubre de 1977, donde el capitalismo español logró incrementar altos niveles de acumulación de capital gracias al sacrificio de descontar a las clases trabajadores un 20% de sus rentas del trabajo entre 1976, 1977 y 1978. Prometía entonces, el Presidente de la CEOE, Ferrer Salat que “si la clase obrera se apretaba el cinturón, después vendría la abundancia”. Mentira. El capitalismo español se recompuso gracias al sacrificio de las clases trabajadoras que renunciaron a esa parte de sus salarios a favor de aumentar la acumulación de capital y lanzarse al mercado mundial. La investigación histórica pone al descubierto de quién fue el mérito los PACTOS DE LA MONCLOA de la Transición. Hoy ya no puede ser así y lo del título pasa a ser secundario; eso no debiera enredarnos porque la DEMOCRACIA está amenazada y su defensa EXIGE PONER LIMITES A LA LIBERTAD DE ACUMULACIÓN DEL CAPITAL Y SU REINVERSION.

José M. Torres. Presidente de la Fundación RUBEN DARIO-CAMPO CIUDAD