Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña (Madrid, 1893-Ávila, 1984) fue un historiador y político que ocupó los cargos de ministro de Estado de la Segunda República Española y de presidente de Gobierno de la Segunda República Española en el exilio.
En 1913, Sánchez-Albornoz se licenció en Filosofía y Letras, y al año siguiente se doctoró por la Universidad de Madrid, gracias a su trabajo de tesis titulado La monarquía en Asturias, León y Castilla durante los siglos VIII al XIII. La potestad real y los señoríos.
Tras conseguir el número uno en las oposiciones al Cuerpo Facultativo de Archivos, Bibliotecas y Museos, Sánchez-Albornoz fue catedrático de Historia de España en varias universidades como las de Barcelona, Valladolid y Madrid. En 1925, entró en la Real Academia de la Historia.
Durante la década de los años 20, Claudio Sánchez-Albornoz, que progresivamente se convirtió en un socialdemócrata comprometido con las causas justas como la reforma agraria, fue totalmente contrario a la dictadura de Miguel Primo de Rivera.
La década de los años 30 supuso para Sánchez-Albornoz un frenético aumento de su actividad política. En el debate sobre la Constitución de 1931, fue el portavoz de su grupo Acción Republicana (AR). En su discurso, afirmó: “La República española ha venido para transformar radicalmente España, no sólo en el orden político, sino en todo, para impedir que siga corriendo a la deriva, sesteando, como ha venido sesteando secularmente a través de la historia”.
Entre 1931 y 1936, Sánchez-Albornoz fue diputado por Ávila, ocupando el cargo de ministro de Estado tanto en los gobiernos de Alejandro Lerroux como de Diego Martínez Barrios. También fue vicepresidente de las Cortes en 1936. Compaginó todo ello con su condición de rector de la Universidad Complutense de Madrid entre 1932 y 1934, entre otras labores académicas.
Al producirse el Golpe de Estado contra la Segunda República Española el 18 de julio de 1936 y estallar la Guerra Civil, Claudio Sánchez-Albornoz era embajador de España en Lisboa, y tuvo que afrontar una rebelión del personal de la embajada a favor de los golpistas.
En otoño de ese año, abandonó Portugal, tras romper relaciones el gobierno portugués con el de la Segunda República, y se exilió en Francia. Residió en Burdeos poco tiempo, aunque fue capaz de conseguir durante su breve estancia en esa ciudad francesa una cátedra en su universidad. El prestigio de Sánchez-Albornoz como historiador era grande y traspasaba fronteras.
En 1940, ante la ocupación nazi de Francia, Sánchez-Albornoz abandonó el país y se trasladó a Argentina. En los años siguientes, fue profesor de Historia en las universidades de Mendoza y Buenos Aires y fundó el Instituto de Historia de España y la revista Cuadernos de Historia de España.
Entre 1946 y 1951, también dictó cursos en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de Montevideo, Uruguay.
1947 fue un año difícil para Claudio Sánchez-Albornoz. Su hijo Nicolás que residía en España fue detenido y condenado a trabajos forzados por la dictadura franquista. Al año siguiente, Nicolás se fugó del Valle de los Caídos, con la ayuda entre otros de la escritora y periodista norteamericana Barbara Probst Solomon, y se exilió en Argentina. La fuga apareció en la novela Otros hombres, de Manuel Lamana, compañero de Nicolás en la misma, y en la película Los años bárbaros, de Fernando Colomo.
En 1963, fecha en la que Sánchez-Albornoz cumplió setenta años, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires le ofreció un homenaje. El historiador argentino José Luis Romero afirmó en tal ocasión: “Discípulos y camaradas de Claudio Sánchez-Albornoz unen sus nombres para ofrecer su homenaje al maestro […] A su llegada, los estudios históricos americanos tenían en la casa un alto nivel… pero, en cambio, la ausencia de fuentes para la historia de Europa siguió siendo casi total y estos estudios languidecieron […] En esta coyuntura, se incorporó Sánchez-Albornoz a los cuadros docentes de la facultad, y su entusiasmo y dedicación lograron sobrepasar los obstáculos que se oponían a los estudios medievales”.
Como remate a su larga actividad intelectual y política y a su fidelidad a la Segunda República Española, un año antes del emotivo homenaje en Argentina, en 1962, Claudio Sánchez-Albornoz había sido nombrado presidente de Gobierno de la Segunda República Española en el exilio, cargo en el que permaneció hasta el año 1971. En ese periodo, la presidencia de la Segunda República en el exilio estaba en manos del jurista y político Luis Jiménez de Asúa.
El partido político de Sánchez-Albornoz durante su presidencia fue la Acción Republicana Democrática Española (ARDE), un partido fundado en 1959 tras la fusión de Izquierda Republicana, la Unión Republicana y el Partido Republicano Federal.
El 23 de abril de 1976, tras casi cuarenta años de exilio y muerto el dictador Francisco Franco, Claudio Sánchez-Albornoz regresó a España durante un par de meses. Bajó del avión muy emocionado y declaró con lágrimas en los ojos: “Dije que vendría llorando y llorando estoy. No tengo más que una palabra: paz. Nos hemos matado ya demasiado. Entendámonos en un régimen de libertad”.
Durante su estancia, recibió el título de miembro de honor del Instituto de Estudios Asturianos por su labor como historiador del antiguo Reino de Asturias. Además, fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Oviedo. Sus trabajos y publicaciones sobre la Edad Media y la historia de Asturias son uno de sus grandes legados.
En 1983, Sánchez-Albornoz regresó definitivamente a España y se instaló en Ávila. El 3 de enero de 1984, fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Unas semanas después, falleció en su Ávila natal. Fue enterrado en el claustro de la catedral de Ávila.
Claudio Sánchez-Albornoz fue un historiador y político de gran categoría perseguido por la dictadura franquista. Durante 40 años, prácticamente el tiempo que duró la misma, permaneció fuera de España, impartiendo su maestría como historiador en universidades de varios continentes y siendo presidente de Gobierno de la Segunda República Española en el exilio. Muerto Franco, regresó a España para recibir reconocimientos y morir en su tierra, viendo cumplido su último deseo. Para la posteridad, quedan su fidelidad a la Segunda República Española y su obra, muy extensa e importante, ambas trascendentes en el tiempo.
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