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Clave de los «nuevos publicistas» de la derecha

Fuentes: Rebelión

«Ni reír ni llorar sino comprender» Atribuido a Spinosa por L. Trosqui en su autobiografía.

Los que como Gustavo Bueno, Fernando Sánchez Dragó, César Alonso de los Ríos, Gabriel Albiac, Federico Jiménez Losantos, Fernando Savater, Pío Moa, han devenido bomberos luego de ser incendiarios en su juventud, e incluso algunos de ellos en su treintena y más allá, de regreso al orden se perfilan ahora como sus más entusiastas defensores. Defensores de la familia, la propiedad privada y el estado y como corolario de Israel y EE.UU. ya desde años atrás. Sin embargo hay que reconocer un hecho, todos ellos en mayor o menor medida pusieron su granito de arena para que el franquismo acabase, cosa que es imposible negar o que nieguen los antifranquistas sobrevenidos. Las horas de verdad de cada uno es necesario aceptarlas.

Ahora se trata de comprender su involución, no como una deriva en solitario de cada uno, sino como parte que ha sido de la regresión de una cuota grande de las generaciones antifranquistas aún actuantes en la vida pública. Y es que la transición entre el régimen franquista y la monarquía instaurada con la constitución de 1978 terminó hace mucho (como muy tarde hace veinte años con el referéndum sobre la OTAN) y miles de miembros de los extintos partidos marxistas, incluyendo el PSOE que renunció al marxismo en 1979, de extracción social burguesa o pequeñoburguesa hace esos mismos años que volvieron a reingresar al orden, se rehicieron como personas de orden, vía ocupación de un estado recalificado.

La que se pretendió ruptura con mayúscula se tornó en las más modestas pero más beneficiosas rupturas personales consistentes en alcanzar un cargo estable, al menos, e ir a más.

Como resulta de esa tónica general las personas, al principio mencionadas, y bastantes otras de menor proyección pública, sencillamente son los que dan la cara y ponen la voz por esos miles que volvieron al redil del orden burgués para disfrutar de los pingües dividendos de su actividad antifranquista, poca o mucha. Con la gracia añadida de que suelen entonar un mea culpa si su actividad fue notada y que se han puesto a la cabeza de la revelación a la ciudad y al mundo de las bondades del orden desposado al fin.

Y es que en el antifranquismo coexistieron muchas posturas distintas a las de los luchadores derechos, que dicen en Argentina. El oportunismo, tan extendido y ordinario, queda demostrado por la disolución como azucarillos en el agua de las organizaciones que se opusieron al régimen o a su continuismo, la primera monarquía, al faltarles el régimen político contra el que se habían creado, descubriendo así además sus límites que, a pesar de sus declaraciones, eran netamente y solamente antifranquistas.

El ayer ya pasó, sus hombres no se reconocen en lo que fueron o se critican por ello, aspiran a tener otra vida e incluso otro pasado. El orden reina y gobierna. Los que aspiraron a cambiar el mundo quieren que no les muevan del sillón o del micrófono.

En resumen que es en el contexto de la integración generalizada al nuevo orden burgués de parte importante de las generaciones antifranquistas, como puede entenderse la aparición de los nuevos periodistas o publicistas de la derecha, equivalente español, ¡ay la flaca memoria!, de los anteriores «nuevos filósofos» franceses.