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Elecciones generales

Claves del cambio para el 26-J

Fuentes: Viento Sur

Los resultados obtenidos por Podemos, En Comú Podem, En Marea, Compromis e IU-UP del pasado 20-D (diciembre 2015) fueron excelentes, suponen una avance sin precedentes de las fuerzas del cambio, pero no son suficientes. Ni se logró desalojar al PP del gobierno, ni sorpassar al inmovilista PSOE en escaños ni mucho menos formar un gobierno […]

Los resultados obtenidos por Podemos, En Comú Podem, En Marea, Compromis e IU-UP del pasado 20-D (diciembre 2015) fueron excelentes, suponen una avance sin precedentes de las fuerzas del cambio, pero no son suficientes. Ni se logró desalojar al PP del gobierno, ni sorpassar al inmovilista PSOE en escaños ni mucho menos formar un gobierno favorable a los intereses de la mayoría social. En la segunda parte del partido que se jugará el próximo 26 de junio todas las posibilidades están abiertas, incluyendo opciones tan regresivas como la resurrección temporal de la derecha o la formación de un gobierno de «gran coalición» entre los partidos del régimen del 78 contra el fantasma del avance de las fuerzas democráticas del cambio. Dejemos la especulación sobre el futuro a los tertulianos y las previsiones demoscópicas a los expertos en la materia.

La situación, pese al cansino juego de las élites políticas, sigue fluida, la inestabilidad político-institucional continúa, la crisis adopta nuevas formas y la economía no acaba de remontar, los ataques a los salarios y condiciones de trabajo se multiplican, la desigualdad creciente ya forma parte de la osamenta del país y desde las instituciones comunitarias recibimos gélidas órdenes «de obligado cumplimiento» sobre los recortes presupuestarios a realizar para cumplir con las absurdas y antisociales normas del déficit fiscal y el pago de la deuda creciente, exigible, por cierto, constitucionalmente gracias a los partidos del régimen. El conflicto social sigue constituyendo el eje sobre el que se vertebra la batalla política real entre las diferentes clases y sectores de la sociedad actual en disputa por el ingreso y la riqueza, conflicto que explica y da pie a los diferentes discursos políticos, las leyes que aseguran las ganancias o «amordazan» a las gentes. Asuntos todos ellos que pareciera que en los últimos meses, sumidos en el ballet de la formación de coaliciones proto gubernamentales, hubieran desaparecido de la escena.

La suerte no está echada. Todo depende de cómo actúe cada sujeto político, de cómo sea percibido y de cómo logre maximizar sus fortalezas y minimizar sus debilidades. Por ello prefiero centrar esta reflexión sobre lo que pueden (y deben) hacer las organizaciones de izquierda y movimientos sociales para impulsar un tercer aliento a la ilusión popular a favor de un nuevo marco político, institucional y económico al servicio de la mayoría social. Para lograrlo, las fuerzas del cambio tendrán que introducir las modificaciones pertinentes en tres cuestiones: la delimitación del objetivo principal, la táctica de juego y la alineación del equipo haciendo los relevos necesarios y jugando con todo el banquillo. Publicidad

En este marco, como ocurrió en la fase ascendente de Syriza, las fuerzas del cambio pueden multiplicar su influencia y llegar a ser mayoritarias si se presentan conjuntamente como candidatas al gobierno para sacar al país del pantano del austeritarismo y el autoritarismo, así como quienes van a asegurar el derecho a decidir y una profunda democratización constitucional. En este momento no basta acertar en la crítica, es preciso asegurar las alternativas. Ello implica que las fuerzas del cambio salgan a la cancha «a ganar» con el claro objetivo de desalojar al PP del gobierno, el partido del saqueo de lo público, las políticas confiscatorias de las clases subalternas y cancerbero de los pueblos de las naciones sin estado. Y también que esas fuerzas del cambio no intenten simplemente sustituir al PSOE en el papel de «leal oposición» en el marco de lo establecido -en una suerte de recambio generacional de élites- sino superarlo en votos y diputados como condición sine qua non para construir una nueva hegemonía en el campo popular que posibilite un bloque político-social mayoritario capaz de afrontar los enormes retos del cambio. Y si no lograran el 26 J acceder al gobierno del país, al menos quedaran con suficiente fuerza como para -tras una oposición implacable a un gobierno oligárquico posiblemente inestable- conseguirlo en la siguiente ocasión.

Una primera conclusión de lo anterior es que la hipótesis, relato y discurso de una parte minoritaria pero muy activa y bien situada de los componentes de las fuerzas del cambio se han metido y quieren meter al conjunto en un callejón sin salida. Para seguir avanzando no basta el tacticismo carente de estrategia al que se supedita una siempre fluctuante posición política. De nada vale el discurso vacío y academicista del dogma de la transversalidad como catalizadora de una nueva identidad colectiva, verdad absoluta a la que se sacrifica el programa político con el objetivo de ocupar el centro político -que no la centralidad del tablero- hasta «sumar» a todo el cuerpo electoral construido y constituido (¡por fin!) en pueblo que vota y… delega dejando gobernar a la nueva élite. En política, y más si es en clave emancipatoria, es necesario poner sobre el tapete los objetivos, las tareas, riesgos y fortalezas de un gobierno del cambio. Y, por tanto, las propuestas concretas que piensa implementar al servicio de las cuales construye y adquiere sentido el discurso político.

Para que no se repita, esta vez en la costa oeste del Mare Nostrum, lo que sucedió en Atenas ante las imposiciones de la Troika, es preciso partir de una evidencia: la pugna con los hombres de negro no se gana por chicos tan listos como Varoufakis o Tsipras en la sala de negociaciones, sino mediante la adopción anticipada de medidas materiales que aseguren la independencia del gobierno ante las maniobras de los mercados financieros o de oligopolios como por ejemplo el eléctrico. Y no sé si son medidas de derecha o de izquierdas, pero deberán adoptarse algunas como una reforma fiscal «modelo Robin Hood», el control de las mercancías dinero y energía sustituyendo la propiedad privada de bancos y empresas eléctricas o comercializadoras de gas y petróleo por la propiedad social, pública y democrática de las mismas. Y hacerlo posibilitando la propuesta y la participación de la ciudadanía organizada, activa y movilizada que vota pero no delega. Todo ello no disipará los ataques y problemas, pero permitirá estar en disposición de dar la batalla, amenazar el confort de los dueños del euro y abrir la posibilidad de victoria.

La segunda conclusión es que, como se plantea en el Llamamiento por la confluencia política y electoral de las fuerzas del cambio en el Estado español, «El momento es ahora. Podemos, IU y las confluencias diversas han sido capaces de sacudir inercias y conectar con millones de ciudadanas y ciudadanos hartos de la vieja política y de los abusos de los poderosos: estas formaciones se han ganado autoridad para encabezar el proceso. Pero en esta confluencia no sobra nadie y todo el mundo debe recibir reconocimiento por sus aportaciones específicas a la resistencia frente a la oligarquía y sus agentes políticos. La generosidad, la responsabilidad y el espíritu cooperativo deben presidir el proceso». Dejar pasar la ocasión por motivos sectarios, abstractas teorías identitarias, defensa de la marca o cualquiera otra causa, constituirá un crimen de lesa sociedad.

Manuel Garí. Economista. Miembro del Consejo Asesor de Viento Sur.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.