«Lo primero es que te atiendan y te entiendan, que no te juzguen para nada, que no te critiquen, que no sientas que estás haciendo algo mal, que te crean y te apoyen», explica Alina a SEMlac.
Alina no es el nombre real de esta mujer, que prefiere no revelar su identidad, aunque afirma que su historia ya no tendrá consecuencias. Esta joven profesional de la salud vive en la ciudad de Cienfuegos, a 233 kilómetros de La Habana, y fue víctima de violencia psicológica por parte de su pareja.
«Dejé de ser yo y dejé de hacer las cosas que para él eran un problema; no quería salir de la casa ni encontrarme con mis amistades. Mi teléfono no era mío, revisaba mis mensajes y llamadas, tenía que darle cuentas de todo. Durante un tiempo, pensé que eso era normal y que yo estaba equivocada», recuerda la joven.
Alina buscó ayuda y la encontró. Las primeras en escucharla fueron sus amigas y su madre, luego recibió acompañamiento especializado. En su caso, las redes informales y formales actuaron de manera efectiva y pudo «salir a tiempo de la situación de violencia», afirma.
Pero la evolución de su historia no suele ser tendencia si de violencias machistas se habla. Según datos oficiales, en la nación del Caribe pocas víctimas acuden en busca de ayuda. La Encuestan Nacional de igualdad (ENIG, 2016) informó que 26,7 por ciento de las mujeres de 15 a 74 años había sido víctima de violencia de género en su relación de pareja en los últimos 12 meses. Sin embargo, solo 3,7 por ciento había recurrido a alguna institución o servicio público en busca de ayuda.
En 2020, durante el aislamiento por la pandemia de la covid-19, esta realidad comenzó a cambiar y diversos espacios para el acompañamiento a distancia daban cuenta de un incremento de los casos. También en varias provincias del país las mujeres llamaban a la línea 103, un servicio público establecido hasta ese momento para atender problemáticas relacionadas con las adicciones.
«Cuando en Cienfuegos empezamos a trabajar en la línea 103, nos dimos cuenta de que ocho de cada 10 mujeres que llamaban eran víctimas de violencia basada en género en situación de aislamiento social. Por ello, creamos una guía para quienes estaban brindando el servicio; una herramienta para dar una atención viable, oportuna y eficiente a las mujeres que estaban reclamando apoyo psicológico», cuenta a SEMlac la psicóloga Laura López Angulo.
López es la autora de una primera guía de ayuda psicológica, distribuida en Casas de Orientación a la Mujer y la Familia de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y formó parte del equipo que redactó la Guía para personal que brinda servicios telefónicos de atención a la violencia basada en género.
Ese material rige el trabajo que se realiza desde 2020 en la línea 103, la cual se extendió para abordar las violencias basadas en género (VbG) y ofrece los primeros auxilios psicológicos a víctimas de violencia de género.
«La ampliación de los servicios que brinda la Línea 103 es una oportunidad para la atención a la VbG. Su funcionamiento durante las 24 horas, todos los días del año, es una garantía para la atención inmediata de las necesidades de las personas que demandan servicios de orientación, acompañamiento y ayuda psicológica, por conocer o vivir situaciones de violencia», explica el documento editado por la FMC.
Saber apoyar, escuchar y orientar
La primera vez que se decide romper el silencio es un momento crucial para las víctimas de violencia machista. Contar con orientación, contención, recibir ayuda precisa puede salvarle la vida.
Marianela Fonseca Fernández es psicóloga, trabaja directamente con mujeres que viven en situación de violencia en Cienfuegos y también es una de las autoras de la Guía de atención de la FMC.
«Lo primero a realizar de manera rápida es el diagnóstico de la demanda, qué es lo que está requiriendo esa mujer», explica Fonseca a SEMlac.
De acuerdo con la Guía para profesionales, la primera ayuda psicológica tiene cinco objetivos: sintonizar con los sentimientos y emociones de la persona en crisis; indagar sobre el suceso; identificar posibles soluciones inmediatas; estimular a la persona a realizar acciones concretas y explorar si se cumplen las necesidades de la víctima en ese encuentro.
La guía también establece que se deben activar distintos protocolos y orientar a la persona, según sus necesidades, a otros espacios de atención del sistema de salud pública, las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, o la Fiscalía.
Si la persona se encuentra en riesgo vital, se orienta explicar la importancia de «informar a las autoridades competentes, como parte del protocolo de atención en línea», detalla el documento.
Toda respuesta y seguimiento posterior dependen de ese primer encuentro y ayuda psicológica, de ahí su importancia.
«Nos parece cardinal que quien reciba la llamada tenga en cuenta: siempre creerle a la mujer; no minimizar en ningún momento esa llamada, que es una petición de ayuda; no culpabilizarla, no revictimizarla», agrega Fonseca Fernández.
La también profesora universitaria Laura López Angulo reitera que son imprescindibles herramientas y principios básicos para garantizar una atención breve, oportuna, pertinente y eficaz a un problema tan complejo y que las personas consideran muy íntimo.
«No basta con saber; hay que adquirir las habilidades, dominar las técnicas y las herramientas de acuerdo con las situaciones y diferentes momentos de la llamada. El personal que asume esta labor tiene que aprender a ser una persona desprovista de prejuicios y mitos sobre la violencia de género, pues estos empañan el buen acompañamiento», reflexiona la especialista.
Por su parte, Fonseca Fernández considera vital la sensibilización como parte de la transformación personal y coincide en la necesidad de desarrollar habilidades específicas, como la escucha activa. «Esto no es solo ayudar a otra persona, sino también ayudarnos», refiere.
Para Yamila Ramón Rangel, también integrante del equipo, es igualmente necesario el autocuidado para garantizar una ayuda psicológica efectiva. «Es muy importante el autoconocimiento, saber los sentimientos que experimentamos, cómo va nuestra atención, nuestra memoria, si hay tensión, ansiedad; si con el paso del tiempo ha disminuido nuestra sensibilidad ante las situaciones de violencia; si se reacciona de manera automática y defensiva y si esto ha afectado la calidad de la atención», alerta Ramón Rangel.
Según la especialista, hay pasos fundamentales como el establecimiento de límites, la objetividad con la que se analicen las situaciones, el desarrollo de mecanismos de contención para fortalecer los recursos personales y atender la carga emocional.
«Si la carga es muy pesada, entonces hay que buscar ayuda y a veces es necesario retirarse un tiempo de este trabajo para poder recuperar fuerzas», recomienda la profesora universitaria.
«Siempre digo que, si no hacemos trabajo personal, si no hay autoconocimiento en aquella persona que brinda atención a víctimas y sobrevivientes de la violencia, esto a la larga puede afectar sus actuaciones profesionales», asevera.
Las especialistas entrevistadas por SEMlac coinciden en la importancia de la primera ayuda psicológica, aunque no es el único eslabón y desafío para un sistema de atención integral e integrado a las violencias machistas.
Para la profesora López Angulo, no basta con realizar buenas actuaciones puntuales, sin fortalecer el resto de los espacios. Por eso, propone compartir saberes que permitan crear e innovar desde la práctica; realizar cambios en las actuaciones desde el nivel preventivo, promocional, asistencial y recuperativo y diseñar estrategias comunitarias grupales e individuales.