Ez dago legerik edo erregerik Herrien gainean.
No hay ley ni rey por encima de los Pueblos.
Natxo de Felipe
Corrían las semanas previas al referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN (realizado el 12 de marzo de 1986). En todo el Estado, los movimientos populares contra la permanencia en la organización militar articuladora de la hegemonía imperial estadounidense se empleaban a fondo en una campaña colorista y creativa. Los niveles de movilización en las calles eran ilusionantes y los eventos de reflexión colectiva se sucedían barrio a barrio. Aquel invierno, pensábamos, se podía alumbrar una primavera en la que la consolidación política de una masa crítica se hiciera realidad.
En aquel contexto el historiador británico E.P. Thompson fue invitado al Ateneo de Madrid para dar una conferencia sobre el tema. Con la lucidez que le caracterizaba, Thompson cerró su intervención con una reflexión que hoy recobra todo su significado: “Es posible que, aunque ganen el referéndum, nunca les dejen salir de la OTAN; a pesar de todo, ustedes, que por circunstancias políticas tienen hoy esa oportunidad histórica, deben aprovecharla. El triunfo del NO en este referéndum puede ser una forma de rebelarse más allá de lo simbólico”.
Tras una presión brutal sobre el mundo de la cultura, el pensamiento y la información, y no pocos ardides chantajistas sobre la opinión pública, el gobierno de Felipe González sacó su referéndum adelante. Sin embargo, esta consulta dejó huellas territoriales significativas: en Canarias, Cataluña y Hego Euskal Herria, el NO fue abrumador. A nadie se le escapaba el significado político que este resultado tenía en clave de identidad nacional, fundamentalmente en los dos últimos territorios. Se confirmaba que en estos lugares las masa crítica social tenía una configuración y un peso muy diferentes al resto de territorios del Estado. En Cataluña y en Hego Euskal Herria, los resultados se reivindicaron, con toda razón, como un triunfo social y político.
Pocos años más tarde el pensamiento crítico enfrentó en todo el Estado y con fuerza considerable en Euskal Herria, una batalla aparentemente menor pero también colmada de simbolismos y significados: el cuestionamiento de acontecimientos como la EXPO de Sevilla y, sobre todo, la Celebración del V Centenario del Descubrimiento de América de 1992; Felipe González, que siempre fue el mejor gestor de la derecha económica y, como diría Vázquez Montalbán, el mejor pregonero del capitalismo, acometía estos eventos con la euforia y la soberbia de quien se sabe apoyado por la oligarquía empresarial, de la cual, pasado el tiempo, ha terminado formando parte orgánica, sin duda alguna como pago por tantos y tantos favores.
La Celebración del V Centenario era una envoltura cultural que acompañaba el desembarco de muchas empresas españolas dispuestas a la rapiña de una recolonización en pleno entusiasmo neoliberal tras la desaparición de la Unión Soviética como contrapeso mundial; empresas como BBVA, Banco de Santander, Repsol, Telefónica, Unión Fenosa, Endesa o PRISA, solo por poner algunos ejemplos, ocuparon posiciones en Latinoamérica al albor de gobiernos de derecha dispuestos a realizar los ajustes que el neoliberalismo demandaba. Presidentes como Carlos Menem, Salinas de Gortari, Fernando Collor, Henrique Cardoso, Patricio Aywin o Rafael Caldera, entre otros, jibarizaron sus Estados, en muchos casos ya pequeños y, sobre todo dependientes, en nombre de la “modernización” infalible. El resultado de todas esas políticas fue la pauperización de las sociedades latinoamericanas y el enriquecimiento de las élites locales que imponían con agenda implacable las necesidades del Dios Mercado.
Este gigantesco evento cultural regado con ingentes cantidades de dinero público, desarrollaba, bajo el eufemismo encuentro de culturas, un discurso histórico eurocéntrico absolutamente inspirado en la escuela escocesa y en Adam Smith. En lo fundamental la historia que divulgaba el V Centenario era un inevitable camino que, facilitado por el desarrollo tecnológico y el comercio internacional arribaba a la globalización o, si se quiere, al “orden natural”. Recuérdese que estos primeros noventa fueron también los años en que Francis Fukuyama y su fin de la historia, fueron encumbrados por el aparato cultural e ideológico del capital. Todo encajaba.
Pues bien, tres décadas después el formato empleado para el V Centenario en el año 92 fue reutilizado para recordar la circunnavegación que la tripulación de la nao Victoria culminó en 1522. Un evento de tres años de duración en el que la localidad de Getaria ha ocupado un lugar especial en los fastos, por ser cuna de Juan Sebastián Elkano. De nuevo un discurso histórico oficial legitimador de la triada descubrimiento-comercio-mercado; de nuevo la historia como un camino ascendente unidireccional protagonizado por hombres intrépidos portadores del genio local (vasco, español, vasco-español, vasco solamente… rellenen la casilla a su gusto). De lo importante, es decir, de cómo en el siglo XVI se empieza a configurar un sistema que tiene que ver poco, o nada, con un “orden natural”; de cómo, de esa globalización ha surgido un mundo profundamente desequilibrado, violento e injusto; de cómo jugamos con el lenguaje para nunca denominar al Capitalismo como Capitalismo. De todo eso, de todos los debates posibles y necesarios… nada.
Una triste mención merece la anodina y obediente gestión que el ayuntamiento getariarra de Bildu ha hecho de este evento; una gestión muy alejada de las prácticas municipales de la izquierda abertzale, haciendo dejación de aspectos como el patrimonio arquitectónico o la necesidad de espacios socio-culturales en una localidad con presencia de representantes de la literatura, la música, la pintura, la escultura o la poesía. Todo en Getaria no se reduce a buenos restaurantes y buenos hoteles. Los últimos años los vecinos de Getaria han mostrado una fuerte actividad social en todos los ámbitos, hecho que no es desconocido por los cuadros de Bildu porque algunos de ellos, empezando por su actual alcalde, fueron tenaces organizadores y alentadores de este clima creativo. Pero llegó el V Centenario de la Circunnavegación y, posiblemente por un pragmatismo mal entendido, el consistorio volcó sus energías en este evento tóxico; se empeñó, además, en realizar una imposible cuadratura del círculo con la figura de Elkano; se surfeó estos preparativos dando por válidas históricamente lo que no eran sino ocurrencias a lo Yuval Noha Harari por parte de algún historiador oficial y algún profesor de filosofía de la UPV/EUH. Se asumió sin ningún fundamento que Elkano era un “hombre del Renacimiento” y, sin sonrojo, se llegó a afirmar que fue un “humanista utópico” precursor de la “tolerancia religiosa” y una suerte de “pacifista y antiimperialista”. Ni Antoñita la fantástica hubiera llegado tan lejos.
No se sabe, en el momento en que este artículo se está escribiendo, si la presencia de Felipe VI se confirmará como colofón de “festejos”; el consistorio mostrará su incomodidad por la posible presencia en Getaria de la armada española, su buque y su monarca; pero ¿qué pensaban? ¿nunca hicieron este cálculo? Es sobre todo en este aspecto en el que radica la imposible cuadratura del círculo: no se puede hacer frente simbólicamente al estado borbónico y su representación con los mitos históricos que el propio estado borbónico ha construido. Así de elemental.
En el contexto de una guerra por delegación impuesta en Europa por parte de EEUU y la OTAN contra la Federación Rusa rechazar hoy la presencia de la armada española en Getaria solo puede ser realizado mediante la memoria colectiva, recordando un hito histórico horizontal, protagonizado por la inmensa mayoría del pueblo de Getaria: los resultados demoledores que obtuvo el NO/EZ a la OTAN en la localidad. Estaría bien, como sugerencia, a falta de una espada de Bolívar, exhibir aquellos resultados en el balcón del ayuntamiento mientras dure la visita indeseada de los uniformados.
Por último una breve reflexión: La historia y el conocimiento histórico no admiten ni sortilegios adormecedores ni frivolidades; la izquierda no puede prescindir de la historia; el conocimiento histórico es una caja de herramientas fundamental para indagar sobre el pasado, explicar el presente y construir un pensamiento crítico que nos ayude a diseñar salidas. Así lo entendieron historiadores como Pierre Vilar, Josep Fontana, Eric Hobsbawn, Howard Zinn o el propio E.P Thompson, entre otros muchos. Para ellos el activismo no era una contraindicación de la práctica histórica, sino una forma de acercarse a la realidad desnuda.
De esa lógica venían ellos y, con toda modestia, de esa lógica venimos todos los que hemos cuestionado desde el principio este formato de V Centenario.
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