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Colombia debería pedir perdón a Cuba

Fuentes: Rebelión

Las palabras pronunciadas por el presidente James Monroe, aquel 2 de diciembre de 1823, parecían justas y solidarias. Nadie podía dudar que estaban dirigidas a las potencias europeas, como Francia e Inglaterra, decididas a apoderarse de las naciones del continente en camino a independizarse de España. Monroe advirtió que el continente americano «no puede ser […]

Las palabras pronunciadas por el presidente James Monroe, aquel 2 de diciembre de 1823, parecían justas y solidarias. Nadie podía dudar que estaban dirigidas a las potencias europeas, como Francia e Inglaterra, decididas a apoderarse de las naciones del continente en camino a independizarse de España. Monroe advirtió que el continente americano «no puede ser sujeto de una futura colonización por ninguna potencia europea (…) América para los americanos». Esto pasaría a conocerse como la Doctrina Monroe. [1]

Tres años después, el Libertador Simón Bolívar llama a un Congreso en la provincia colombiana de Panamá. Proponía una concreta unidad de naciones para defenderse de los europeos. También iba a proponer el apoyo militar a Cuba y Puerto Rico, que seguían colonizadas por España. Es cuando Bolívar comprueba el real significado de la Doctrina Monroe: América era el continente, pero «americanos» sólo ellos, los estadounidenses. Con su no asistencia Estados Unidos boicoteó el Congreso, al tiempo que complota con… Inglaterra para que evitara la asistencia de Argentina y Brasil.

Para 1829 los planes de Washington eran tan claros que Bolívar escribe su más célebre frase: «Estados Unidos parece destinado por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad

Fueron los nuevos dirigentes criollos colombianos, como Francisco de Paula Santander, que ante la ante la enfermedad y muerte de Bolívar, en 1830, y azuzados por las potencias extranjeras, vuelven trizas el sueño del Libertador: construir la Federación de Estados Unidos de América del Sur. El primer y definitivo paso fue desmembrar a la Gran Colombia en tres naciones: Venezuela, Ecuador y Colombia.

Para que no existieran dudas de sus intenciones imperiales, el presidente Theodore Roosevelt formula el «Corolario a la Doctrina Monroe», en diciembre de 1904. «La adhesión a la Doctrina Monroe puede obligarnos, aún en contra de nuestra voluntad, en casos de mala conducta e impotencia, a ejercer un poder de policía internacional

P retextando la «unidad continental», Washington convoca a la casi totalidad de naciones del hemisferio. Y ahí, en Argentina, conforma en 1910 la Unión Panamericana. En 1890 había conformado la Oficina Comercial de las Repúblicas Americanas, que en 1902 se denominaría la Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas. Así, Estados Unidos lograba crear un organismo supranacional permanente, presidido por el Departamento de Estado y con sede en Washington. Dos años después, el presidente William H. Taft, se toma el derecho de expresar: «Todo el hemisferio será nuestro de hecho, como en virtud de nuestra superioridad de raza ya es nuestro moralmente».

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, con Europa devastada, Estados Unidos queda como la primera potencia económica y política. Aún humeaban las armas en la primavera de 1945, cuando el presidente estadounidense Harry Truman y el primer ministro británico Winston Churchill se pronuncian por una alianza contra el «comunismo» soviético. Son ellos los que empiezan a usar el término «guerra fría», como definición de la política hostil hacia esa nación. No les importó que la URSS hubiera sido quien pusiera a las puertas de la derrota al ejército nazi.

Al mismo tiempo Truman llama a conformar la Organización de Naciones Unidas (ONU), la cual veía como parte de su estrategia de dominación planetaria. En junio de 1945 la delegación colombiana lidera el bloque de la Unión Panamericana que participa en los debates constitutivos. Desde esas fechas la oligarquía colombiana se va convirtiendo en la mano sinistra de las estrategias estadounidenses para el continente.

Bajo el clima de histeria creado por Washington, de una posible invasión del «comunismo», en septiembre de 1947 se firma en Río de Janeiro el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Este integró a todos los ejércitos del continente con miras a construir un «hemisferio militarmente cerrado bajo la dominación americana«. [2] El TIAR debía de responder ante cualquier ataque exterior del continente, que, lógicamente, vendría de la URSS. El TIAR sería una especie de modelo para la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en abril de 1949.

El marco estatutario del TIAR, que ha sido tan nefasto para América Latina y el Caribe, lo redactó el ex presidente y embajador en Washington, el colombiano Alberto Lleras Camargo.

El 29 de marzo de 1948 llega a Bogotá el general George Marshall, encabezando la delegación estadounidense a la Novena Conferencia Panamericana. Es durante esta reunión donde la Unión Panamericana toma el nombre de Organización de Estados Americanos (OEA).

Lleras Camargo es designado para reemplazar al estadounidense Rowe Leos, quien había pasado 26 años al frente de la Unión. Sería el primer secretario general de una organización supervisada por el Departamento de Estado, y donde sólo Washington puede tomar cualquier medida «de legítima defensa«, sin consultar con los otros estados. Esa designación era una demostración de confianza en la oligarquía colombiana.

Entre los fundamentos esenciales de la OEA está: «Que por su naturaleza anti-democrática y su tendencia intervencionista, la actividad política del comunismo internacional o cualquier doctrina totalitaria es incompatible con el concepto de libertad americana (…)» En síntesis, ellos pasaron a ser el marco ideológico de la Guerra Fría.

No se debe olvidar que los principales fundamentos fueron redactados y presentados por la delegación colombiana.

Si la primera confrontación militar de la Guerra Fría se dio en Corea (1950 – 1953), donde el ejército colombiano fue el único del continente que acompañó al estadounidense, es en Bogotá donde se da la primera confrontación política. Estando la OEA reunida, el 9 de abril es asesinado el líder popular y candidato a la presidencia, el liberal Jorge Eliécer Gaitán. Sin siquiera hacer la pantomima de una investigación, la versión oficial fue categórica: lo mataron los «comunistas». El siguiente paso fue romper relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. El asesinato de Gaitán «demostró» al mundo que la URSS y su comunismo eran el peligro para la paz, la democracia, la libertad, y el cristianismo.

Hasta el día de hoy se desconoce quien preparó el asesinato, aunque casi todos miramos hacia la oligarquía colombiana y Washington. La CIA y el FBI se han negado a desclasificar la información a pesar de tantos años pasados. Algunos afirman que fue el bautizo de la Agencia, creada el año anterior.

El Primero de enero de 1959, una rebelión popular dirigida por Fidel Castro se toma el poder en Cuba. Esto cambia la estructura de seguridad que tenía instalada Washington en el continente. Los ejércitos estaban preparados para enfrentar a un enemigo externo, y la revolución demostraba que el «enemigo» estaba adentro. El presidente John Kennedy y su hermano Robert, ministro de Justicia, se encargan de hacer los cambios radicales necesarios, creando la Doctrina de la Seguridad Nacional. Esta ordenaba buscar y acabar con el «enemigo interno». Llegan en masa las dictaduras, las desapariciones, las torturas, los asesinatos políticos.

Si ya la OEA era un simple objeto utilitario de las políticas estadounidenses, su historial puede probar que desde el gobierno de Kennedy ha sido cómplice, por acción u omisión, de los cientos de miles de crímenes que la Doctrina ha regado por América Latina y el Caribe. Sin olvidar el tácito aval a los 27 los golpes militares incitados por Estados Unidos. [3]

Debido a las agresiones militares y el cerco económico estadounidense, Cuba se fue acercando a los países del bloque soviético. Quizás era lo que se esperaba.

En la VII Reunión de Consulta de la OEA, realizada en Costa Rica, uno de los temas centrales fue las tensiones existentes en el Caribe debido a la «influencia de potencias extranjeras«. Estados Unidos y sus más cercanos aliados insistían en que Cuba era la culpable.

Colombia, por ser uno de esos aliados, se suma firmemente al complot diplomático en marcha. Cuando nadie lo esperaba, desde Bogotá se riega una: Fidel Castro era el responsable de la muerte de Gaitán. Como prueba muestran una foto del entonces dirigente universitario en esa capital, a donde había viajado para un encuentro de estudiantes latinos.

El 9 de noviembre de 1961, durante una reunión del Consejo permanente de la OEA, es Colombia quien convoca a la VIII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores. Esta se realizaría en Punta del Este, Uruguay, entre el 22 y 31 de enero de 1962.

La prensa de la época decía: «Solamente dos grandes países, Venezuela y Colombia, y las pequeñas Repúblicas de la América Central, votaron, con los Estados Unidos, a favor de la conferencia (…)» [4] Aún así, la razón del poderoso se impuso y la Conferencia se hizo. El objetivo central ya era bien claro.

Invocando al TIAR, se adoptaron nueve resoluciones, cuatro de ellas contra Cuba. La IV se titulaba «Exclusión del actual Gobierno de Cuba de su participación en el Sistema Interamericano.» Apoyado por los otros cómplices, el canciller colombiano sostuvo, y casi quedó así en la resolución final, que la unidad continental y las instituciones democráticas de la región estaban en peligro por la intensificación de «la ofensiva subversiva de Gobiernos comunistas, sus agentes y las organizaciones controladas por ellos«. Afirmó que el propósito de esta ofensiva era el establecimiento de dictaduras totalitarias al servicio de potencias extra continentales.

Colombia hizo bien su trabajo y Cuba fue expulsada de la OEA.

… El 3 de junio 2009, durante la XXXIX Asamblea General de la OEA realizada en Honduras , se derogó por unanimidad la exclusión de Cuba. Habían pasado 47 años.

Colombia, quien encabezó su expulsión, debía de haber sido la que llamara a los miembros de la OEA a reparar «el error histórico». No. Fueron los gobiernos de Ecuador, Venezuela, Honduras, Nicaragua y Paraguay.

Al contrario, Colombia estuvo entre ese pequeño grupo que, liderado por Estados Unidos, aceptaba la derogación de la resolución de 1962, pero bajo condiciones inaceptables para su soberanía. Dos días antes, reunidos en El Salvador, el presidente Uribe y la secretaria de Estado, Hillary Clinton, habían terminado de preparar el nuevo complot.

En esta ocasión salieron casi vencidos, pues lograron imponer algunos «peros» al regreso de Cuba a la OEA. A pesar de ello fue un triunfo de la integración regional, y la demostración de que los tiempos del «dejar hacer, dejar pasar», se van acabando.

Y vergüenza. Como lo señaló la prensa colombiana [5] , ante tal decisión el presidente de la Cámara de Representantes, Germán Varón, dijo que ella «era acorde con la política del presidente Obama.». Otros congresistas anotaron que era el resultado de l «redireccionamiento (sic) de la política exterior» en Washington. O sea, según esto, ¡Estados Unidos es el responsable de la decisión!

Siguiendo en su condición de paje y escudero, Varón también expresó que ante la decisión, Cuba debería hacer «un gesto de reciprocidad para incorporarse a la organización como el respeto a los derechos humanos, a las libertades civiles y políticas«.

¡Un representante del Estado colombiano pedir eso!… Colombia, el país que desde 1986 viene siendo condenado, año tras año, por muchas instancias internacionales de derechos humanos, empezando por la ONU, la OIT y hasta la propia OEA. Tan solo el gobierno del presidente Álvaro Uribe ya tiene en su haber más de veinte mil crímenes políticos.

Y Estados Unidos… Toda una historia de terror en Latinoamérica y el Caribe. Y hoy están a la orden del día las torturas y crímenes cometidos por sus tropas en Guantánamo, Irak y Afganistán. .

Esta decisión se da cuando los presidentes de Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela hablan de la necesidad de acabar con la OEA por inoperante, y estar al servicio de los intereses estadounidenses. Posición que le viene sonando a otros gobiernos. Alguien tenía que darle una mano a la OEA, y para ello están los representantes colombianos. Su canciller, Jaime Bermúdez, aseguraba que la decisión era «un paso enorme, que fortalece la OEA, que habla bien de la organización.»

El presidente Uribe felicitó la decisión, y adjuntó que se debían respetar la «autodeterminación » y «soberanía» de Cuba. Curiosamente, Uribe, constantemente señala que Cuba es uno de los países que «esconde terroristas» colombianos. Y, casualmente, este es uno de los argumentos que esgrime el Departamento de Estado para incluir a Cuba en la lista de naciones «terroristas».

Luego de la resolución, el gobierno de Cuba, repitió lo que ya venía diciendo. «En cuanto a Cuba, no necesita de la OEA. No la quiere ni reformada. Nunca retornaremos a ese vetusto caserón de Washington, testigo de tantas vergüenzas compradas y tantas humillaciones

Razón tiene Cuba. Eso es dignidad. Y hace falta que el gobierno colombiano le pida perdón, mínimo unas disculpas. Debe reconocer que ha sido cómplice, en primera fila, de las políticas estadounidenses que han pretendido rendir a ese pueblo.

Hernando Calvo Ospina

– Hernando Calvo Ospina es periodista y escritor colombiano, radicado en Francia, colaborador de Le Monde Diplomatique. En abril 2009, supo, por acción directa, que el gobierno estadounidense no le permitía ni tocar su espacio aéreo por motivos de «seguridad nacional»: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=84210


[1] Buena parte de la información para este texto, ha sido tomada del libro del mismo autor, » Colombia, terrorismo de Estado. La edición en España se titula » Colombia, Laboratorio de Embrujos. Foca-Akal, 2008.

[2] Green, David. «The Containment of Latin America». Ed. Quadrangle. Chicago, 1971.

[3] http://www.jornada.unam.mx/2009/06/10/index.php?section=opinion&article=020a2pol

[4] Diario de la Tarde . Sevilla , España. Enero 18 de 1962.

[5] Periodicos El Tiempo y El Espectador de las fechas.