Hoy es un día presidido por la emoción, el recuerdo y la esperanza. Es un día de homenaje a las 192 víctimas de 17 nacionalidades que perdieron la vida en los atentados. Y es la hora de expresar nuestra solidaridad con las personas heridas que han visto truncada su trayectoria vital, así como nuestro afecto […]
Hoy es un día presidido por la emoción, el recuerdo y la esperanza. Es un día de homenaje a las 192 víctimas de 17 nacionalidades que perdieron la vida en los atentados. Y es la hora de expresar nuestra solidaridad con las personas heridas que han visto truncada su trayectoria vital, así como nuestro afecto a todos los familiares que han perdido a un ser querido. Queremos darles nuestro aliento, en la seguridad de que siempre nos tendrán a su lado para apoyarles en todo cuanto necesiten, con el firme compromiso de que nunca serán olvidadas.
Aquella mañana España se despertó sobresaltada, sobrecogida por una nueva forma de terrorismo, tan cruel y ciegamente fanático, hasta entonces desconocido en nuestro país. La ciudad de Madrid quedó rota, herida y dolorida, pero supo estar a la altura de su historia y consiguió salir adelante.
Estamos orgullosos de la respuesta que la sociedad española dio a la matanza. El 11-M no provocó un recorte de libertades como el producido en EEUU tras el 11-S. El pueblo tuvo una actuación ejemplar. Demostró que se puede contrarrestar el terrorismo desde el Estado de Derecho y la solidaridad ciudadana, sin extremismo, sin xenofobia y salvaguardando los valores democráticos. Como dijo Benjamín Franklin: «Quien prima la seguridad sobre la libertad no tiene derecho ni a la una ni a la otra«.
Los inmigrantes musulmanes que viven en España no deben sentirse rechazados. Apreciamos su cultura y agradecemos su contribución a la prosperidad de nuestro país. Todos deben tener derecho a la igualdad de derechos sociales, civiles y políticos, incluido el derecho de voto.
Hemos tomado nota de lo que dijo Pilar Manjón: verdad, justicia y reparación moral deben ser la prioridad. La muchedumbre que tomó las calles en las manifestaciones del viernes bajo la lluvia fría, empapada en dolor e indignación, pero con las manos alzadas y abiertas, con el símbolo de la paz pintado en la frente, sin más bandera que un solo corazón, sólo tenía una palabra en los labios: quería conocer la verdad. Una verdad que, como ha demostrado la investigación judicial, apunta exclusivamente en una dirección: el terrorismo islamista, en conexión con el mundo de la delincuencia. La ceremonia de confusión sembrada por el PP en torno a ETA, en un intento de justificar la manipulación informativa del gobierno de Aznar y su apoyo a la guerra de Irak, es irresponsable.
Debemos aprender de lo que ocurrió para evitar nuevos ataques. Y, lo antes posible, adoptar las medidas pertinentes en todos los ámbitos para mejorar la atención a las víctimas, fortalecer la seguridad ciudadana y luchar eficazmente contra este nuevo tipo de terrorismo.
Nuestro país debe dar una respuesta digna, democrática, respetuosa de la ley, eficaz y sin indulgencia frente al terror; una respuesta basada en valores y principios: la solidaridad con las víctimas; la unidad de las fuerzas políticas y de todos los demócratas; la firmeza del Estado de Derecho; y, por encima de todo, la protección de las libertades democráticas y de los derechos ciudadanos.
El terrorismo atenta contra la vida, que es el primero y el más importante de los derechos humanos. Ninguna causa religiosa, ideológica o política puede justificar ningún ataque criminal e indiscriminado a la población civil. Por eso estamos comprometidos en la lucha contra los terrorismos, porque representan un peligro para la democracia y los derechos humanos, para la convivencia en paz y en libertad. Y es también una amenaza para los valores de la izquierda y al progreso social.
La Comisión parlamentaria de investigación del 11-M ha aprobado las primeras recomendaciones dirigidas al Gobierno. Entre ellas, la creación de una Oficina Única de atención a las Víctimas, que les garantice una asistencia integral y permanente; la reorganización interna de los servicios de inteligencia, la Policía Nacional y la Guardia Civil, para garantizar una colaboración más estrecha, con bases de datos compartidas; el fortalecimiento del poder judicial; el riguroso control de los explosivos; la lucha contra las fuentes de financiación de los terroristas; la mejora de la Protección Civil; la vigilancia y protección de los Transportes Públicos, redes de distribución de energía, centrales nucleares, telecomunicaciones y demás infraestructuras críticas; la diplomacia preventiva y la colaboración internacional.
Los terroristas, diseminados por todo el mundo, no respetan las fronteras: las utilizan en su beneficio. Por ello abogamos por el reforzamiento de la colaboración policial, judicial y diplomática en el seno de la Unión Europea y a escala internacional, construyendo una comunidad de inteligencia en la prevención y en la lucha contra el terrorismo internacional. Si combatimos un mismo enemigo, debemos coordinarnos para combatirlo.
La mejor respuesta democrática frente al terrorismo es la creación de una Comunidad de Inteligencia global, anclada en la ONU y basada en el derecho internacional, y en una estrecha colaboración policial, judicial y diplomática para prevenir los ataques y desmantelar las redes terroristas. Todo ello, en el marco de un sistema jurídico de garantías y derechos en el ámbito internacional.
Hoy sabemos que nadie puede ser indiferente hacia las guerras y conflictos abiertos en otras partes del planeta: también hay que mirar hacia el sur y hacer justicia, si queremos destruir la semilla de la violencia.
La llamada «guerra» contra el terror, con ejecuciones extra-judiciales, la deslocalización de la tortura en Guantánamo y el terrorismo de Estado, coloca la democracia entre paréntesis y es el pretexto utilizado para la supresión de las libertades y la vulneración del derecho humanitario internacional. El florecimiento de la democracia debe ser propiciado desde abajo, desde dentro de las propias sociedades y no con la imposición desde fuera, como plantean los neoconservadores estadounidenses. El mundo no es más seguro tras la guerra de Irak, un país que se ha convertido en vivero de nuevas generaciones de terroristas.La comunidad internacional debe analizar las causas políticas e históricas, económicas, culturales, religiosas y psicológicas que subyacen en el fenómeno terrorista, y aportar respuestas solidarias y eficaces para secar las raíces profundas y el caldo de cultivo en el que prosperan los terrorismos, para que la democracia y la justicia sean los pilares de un mundo más seguro.
Sólo la serenidad debe guiarnos. No se apaga el fuego con el fuego, ni el fanatismo con fanatismo, ni hay patria, doctrina política o religión que pueda servir para justificar el terror.
Madrid, 11 de marzo de 2005