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¿Cómo amenaza el cambio climático a la producción mundial de alimentos?

Fuentes: La marea climática [Imagen: Arrozal del proyecto Regadio De Baixo Limpopo en Mozambique Foto: Jeffrey Barbee, CIF Action]

A medida que el planeta se calienta, la seguridad alimentaria se debilita y crece la amenaza del hambre. Corey Lesk y Kai Kornhuber señalan las adaptaciones necesarias en en el sistema alimentario.

En los últimos años las olas de calor, las sequías y las inundaciones se han vuelto cada vez más frecuentes en todo el mundo. Estos fenómenos meteorológicos extremos afectan a las cadenas de suministro, las infraestructuras, los medios de vida de las personas y la producción mundial de alimentos.

En décadas recientes el mundo ha sufrido muchos episodios de escasez de producción agrícola en las principales zonas de cultivo del planeta, regiones conocidas como «graneros».

Pero como muchos cultivos básicos mundiales son objeto de un amplio comercio internacional, una buena cosecha en una región puede equilibrar una mala en otra. Esto hace que los precios de los alimentos  se mantengan estables y garantiza que grandes partes del mundo tengan acceso a cantidades suficientes de alimentos nutritivos y asequibles.

Sin embargo, cada vez hay más estudios científicos que demuestran que, a medida que el planeta se calienta, aumenta la probabilidad de que se produzcan fenómenos meteorológicos extremos que afecten a varios de estos graneros a la vez, una situación que tendría efectos en cascada que se dejarían sentir en todo el planeta.

Esto supone un reto muy importante para el sistema alimentario mundial, sobre todo en un contexto de crisis globales.

Un verano de fenómenos meteorológicos extremos

En 2022 pudimos vislumbrar qué ocurriría si una serie de fenómenos meteorológicos extremos afectasen simultáneamente a los principales graneros a lo largo y ancho del planeta.

El calor extremo persistente y la sequía dominaron las condiciones meteorológicas en gran parte del hemisferio norte durante todo el verano. Una primavera húmeda retrasó la siembra en gran parte de las tierras de cultivo de Norteamérica. Y meses más tarde, se batieron récords de temperatura en Norteamérica, Europa Occidental, Asia Meridional y China, destruyendo cosechas o reduciendo su rendimiento.

África oriental entró en su cuarto año consecutivo de sequía, amenazando de hambruna a millones de personas. Europa y China vieron cómo los ríos y los suelos se secaron debido a sequías extremas, con consecuencias para el transporte de alimentos. Y las incesantes lluvias torrenciales causaron graves inundaciones en Nigeria y en el cinturón maicero de Estados Unidos, y sumergieron gran parte de la cosecha de arroz de Pakistán.

Además de su carácter a menudo sin precedentes, los fenómenos meteorológicos extremos de 2022 afectaron sistemáticamente a varias regiones a la vez, una característica cada vez más frecuente en las últimas décadas, según investigaciones recientes.

La situación geopolítica mundial también jugó su papel. A los elevados precios de los insumos agrícolas debidos a la inflación mundial tras la COVID-19 se sumaron las interrupciones de las exportaciones de cereales y fertilizantes por la invasión rusa de Ucrania. Tanto Rusia como Ucrania son dos importantes exportadores agrícolas.

Teniendo en cuenta este «verano de extremos», podemos considerarnos afortunados por la cosecha mundial de 2022. La producción total de cultivos fue sólo un 1,4% menor en 2022 con respecto a 2021, y las buenas cosechas de algunos graneros compensaron en parte las graves pérdidas de otros.

Pero con los precios mundiales de los alimentos en 2022 en niveles récord, este déficit seguirá contribuyendo a las crisis alimentarias locales.

El creciente riesgo del cambio climático

Con el cambio climático se espera que los fenómenos meteorológicos extremos simultáneos en múltiples graneros sean cada vez más comunes. Esto puede ocurrir por pura estadística: a mayor número de fenómenos extremos a escala mundial mayores las probabilidades de que estos eventos afecten a los cultivos de varios graneros a la vez.  

Pero hay otros mecanismos climáticos que pueden aumentar aún más estas probabilidades. Los patrones ondulantes de la corriente en chorro, una corriente de aire que se encuentra en las regiones polares y subtropicales, están relacionados con olas de calor y pérdidas de cosechas simultáneas en varios graneros.

Cuando un patrón de este tipo se produce durante dos o más semanas durante un verano, los rendimientos de las cosechas tienden a caer alrededor de 4% en el centro de América del Norte, Europa del Este y Asia Oriental.

Otro ejemplo es El Niño-Oscilación del Sur, en el que el calentamiento periódico del Océano Pacífico provoca sequías, inundaciones y olas de calor en regiones específicas de todo el mundo.

El fenómeno de El Niño de 1983 provocó la peor pérdida simultánea de cosechas de la historia, con disminuciones del rendimiento del maíz de entre el 10% y el 50% en Brasil, Estados Unidos y África meridional y occidental.

Aún no está claro cómo podría influir el cambio climático en estos mecanismos, pero estudios recientes sugieren que los modelos climáticos actuales podrían estar subestimando su importancia en la generación de fenómenos extremos, lo que significa que los riesgos reales podrían ser mayores de lo previsto actualmente.

Por ejemplo, fenómenos meteorológicos extremos recientes como la ola de calor de 2021 en Norteamérica y las inundaciones de 2021 en Europa Central se situaron en el límite de lo que los modelos climáticos consideraban posible.

Estos fenómenos sugieren que el calentamiento continuado podría acelerar los fenómenos meteorológicos extremos a un ritmo aún mayor que el estimado anteriormente.

La superficie terrestre mundial se ha calentado unos 1,8ºC de media desde la era preindustrial. Los cultivos ya están experimentando un mayor estrés por calor y sequía, lo que los hace más susceptibles a las pérdidas de rendimiento cuando se producen patrones globales de condiciones meteorológicas extremas.

Seidou Sy Fame cuida sus cultivos en Ganki, Mauritania, y sufre la falta de lluvia y el aumento de los precios de los alimentos. Pablo Tosco / Oxfam International

Un nuevo sistema alimentario para una era de crisis múltiples

Hay una fricción entre el sistema alimentario mundial y las múltiples crisis a las que se enfrenta el mundo y de las cuales el cambio climático es sólo una de ellas.

Las tensiones geopolíticas, en particular tras la invasión rusa de Ucrania, han debilitado la colaboración entre países en materia de reformas alimentarias, y las reacciones económicas al COVID-19 han incrementado la inflación y perturbado las cadenas de suministro.

Además, el hambre va en aumento. Tras descender de forma constante desde la década de 1960, las tasas mundiales de subalimentación han aumentado cada año desde 2018 un 2% en total.

Estas crisis afectan a la capacidad de la red alimentaria mundial para adaptarse a los choques climáticos que inevitablemente aumentarán en la próxima década. Otras tendencias mundiales podrían contribuir a aumentar la vulnerabilidad del sistema alimentario.

El aumento del consumo de carne, por ejemplo, pondrá a prueba el suministro de alimentos, porque cada caloría de grano alimentado a un animal genera sólo una fracción de una caloría de alimento para las personas.

Además de aumentar los esfuerzos para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y evitar que los fenómenos extremos superen las capacidades de adaptación, hay algunas intervenciones obvias que pueden ayudar a que nuestros sistemas alimentarios sean más resistentes a las perturbaciones climáticas simultáneas.

Una de ellas es invertir más esfuerzos en colaboraciones internacionales. Es necesario reconsiderar las políticas sobre comercio y reservas de alimentos en un mundo con mayor riesgo de pérdidas simultáneas de cosechas. También es necesario reforzar las redes de almacenamiento y comercio de alimentos para reducir el riesgo, así como crear mejores condiciones para ayudar en emergencias alimentarias.

Esta cooperación podría unir a los países en un momento de creciente polarización. Pero hay que encontrar el equilibrio adecuado entre regionalismo y globalismo.

A nivel local, muchos países podrían beneficiarse de una mayor autosuficiencia alimentaria. Décadas de políticas neoliberales han hecho que grandes partes del mundo dependan de la importación de alimentos y estén más a merced de los extremos climáticos y de las subidas de precios.

Y lo que es más importante, el sistema alimentario debe adaptarse en su conjunto al cambio climático. Las nuevas y mejores variedades de cultivos y formas de cultivar pueden ayudar, sobre todo si tienen en cuenta las necesidades de los pequeños agricultores más vulnerables, a los que las grandes empresas de mejora de cultivos suelen pasar por alto.

Pero ante la creciente probabilidad de que se produzcan fenómenos meteorológicos extremos, la adaptación de la agricultura local es sólo la mitad de la solución. Si el equilibrio entre buenas y malas cosechas ya no puede darse por sentado, será necesaria una amplia cartera de adaptaciones complementarias del sistema alimentario mundial para mantener un suministro estable de alimentos.

Alcanzar este objetivo requerirá la cooperación entre una serie de actores como gobiernos, agencias internacionales, organizaciones sin ánimo de lucro, organizaciones de agricultores, investigadores académicos y empresas agroalimentarias. Esa cooperación será un reto, pero la estabilidad alimentaria mundial redunda en interés de todos.

Artículo de Corey Lesk y Kai Kornhuber publicado originalmente en inglés en Context.

Kai Kornhuber es investigador científico adjunto del Observatorio Terrestre Lamont Doherty de la Universidad de Columbia e investigador principal del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores.

Corey Lesk es investigador postdoctoral sobre el clima en el Departamento de Geografía y el Instituto Neukom del Dartmouth College.

Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/produccion-mundial-de-alimentos/