Las manifestaciones, acampadas, tribunas y asambleas surgidas a raíz de la llamada de Democracia Real Ya han superado todas las expectativas. Un movimiento que empezó formado fundamentalmente por jóvenes estudiantes, desempleados/as y trabajadores/as precarios ha ido creciendo numéricamente en pocos días de campaña electoral, a la vez que iba ampliando su composición en edades y […]
Las manifestaciones, acampadas, tribunas y asambleas surgidas a raíz de la llamada de Democracia Real Ya han superado todas las expectativas. Un movimiento que empezó formado fundamentalmente por jóvenes estudiantes, desempleados/as y trabajadores/as precarios ha ido creciendo numéricamente en pocos días de campaña electoral, a la vez que iba ampliando su composición en edades y sectores sociales implicados.
Al mismo tiempo que el movimiento se ha desarrollado, el espíritu del 15-M de democracia real desde abajo se ha consolidado en comisiones y asambleas. A su vez, los debates sobre los objetivos fundamentales continuaban su curso, concretándose en ocho puntos clave: 1) eliminación de los privilegios de la clase política, 2) Contra el desempleo, 3) Derecho a la Vivienda, 4) Servicios públicos de calidad, 5) Control de las entidades bancarias, 6) Fiscalidad, 7) Libertades ciudadanas y democracia participativa, y 8) Reducción del gasto militar. Estos puntos, y sus subapartados, recogen el sentir generalizado del movimiento. Más puntos y contenidos se han generado y profundizado en grandes debates en las distintas campadas. En muchas de ellas se ha considerado que es el propio sistema capitalista la raíz de los problemas a los que nos enfrentamos. En la acción el movimiento seguirá incorporando reivindicaciones, más o menos específicas, de los sectores sociales implicados.
Es el momento de debatir qué caminos tomar para alcanzar algunos de estos objetivos, priorizando algunos respecto a otros, como las primeras piedras que pisemos para cruzar el río contaminado del capitalismo. Piedras, objetivos cumplidos, que sirvan de puntos de apoyo y empuje para seguir adelante. Sin embargo, la prioridad no debe ser, al menos únicamente, modificar la ley electoral, pues sabemos que las soluciones a nuestros problemas no vendrán por modificar el sistema de votación cada cuatro años.
Tan importante como la elección de los objetivos iniciales es debatir y decidir cómo se van a conseguir, siempre manteniendo el asamblearismo y la combatividad. En este camino, creo que hay dos aspectos claves: 1) Continuar extendiendo el movimiento a los barrios y centros de estudio, manteniendo siempre la centralidad de las asambleas generales de ciudad, y 2) Conectar el movimiento 15-M con el movimiento de los y las trabajadoras; llevar la combatividad, la frescura y la democracia radical a los centros de trabajo y que los colectivos de trabajadores en lucha acudan al movimiento a explicar sus situaciones y pedir solidaridad. En este camino, tenemos mucho que aprender de Mayo del 68 y de las revoluciones en marcha en los países árabes que aunaron las revueltas de jóvenes y estudiantes con la fuerza del movimiento de los trabajadores y trabajadoras.
Para transformar este sistema y acabar superándolo, para pasar de la Indignación a la Revolución, debemos ocupar las calles y organizarnos en los puestos de trabajo para que la crisis la paguen los que la han causado, los capitalistas. Solo así podremos empezar a controlar realmente nuestras propias vidas. Desde el movimiento 15-M, debemos apostar desde ya, con los pies en el suelo, por Otra Huelga General.
Con este texto, no pretendo erigirme en paladín del movimiento. Mi intención es contribuir a un debate abierto y honesto en un movimiento el que participamos numerosos activistas sindicales y de organizaciones políticas de la izquierda revolucionaria.
Jesús Castillo es profesor de Ecología en la Universidad de Sevilla, sindicalista del SAT y militante de En lucha.