«El pensamiento no va a superar el miedo sino la voluntad de acción». W. C. Stone De cara a las elecciones de 2018, el principal objetivo de Uribe es hacer creer que las FARC se van a tomar el poder en Colombia; ya sea en forma directa o indirecta, con sus aliados «santistas», liberales, de […]
De cara a las elecciones de 2018, el principal objetivo de Uribe es hacer creer que las FARC se van a tomar el poder en Colombia; ya sea en forma directa o indirecta, con sus aliados «santistas», liberales, de izquierda u otros. Dentro de esa lógica, tratará de convencer a la gente que las FARC no han desmovilizado ni la cuarta parte del total de sus integrantes, y que no van a entregar todas las armas ni los capitales que han acumulado del narcotráfico y de la minería ilegal. Cuenta con la ayuda del Fiscal para generar serias dudas, como ya lo hace (http://bit.ly/2s7WHwI). Además, viene posicionando la idea de que el gobierno y la ONU son cómplices y alcahuetas, y que la insurgencia tienen un fuerte apoyo de los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Así mismo, Uribe plantea que los 120 billones de pesos que el gobierno ha comprometido para los próximos 15 años de postconflicto, son para «mantener a los bandidos», que según él y su partido, son «zánganos» que no saben trabajar. Que todo ello hace parte de la estrategia del «castro-chavismo» para tomarse el poder y traerá graves consecuencias para la nación. Que si no hay recursos para la educación y la salud es porque se les está entregando todo a los guerrilleros y a sus milicianos «infiltrados» en campos y ciudades. Y, asegura que la guerrilla y sus aliados van a convertir a Colombia en lo que hoy es Venezuela. Por eso, desde su punto de vista hay que elegir un presidente en 2018 que «haga trizas los acuerdos» e impida esa catástrofe.
Para hacer creíbles esas mentiras, Uribe tiene un poderoso aparato de propaganda y múltiples redes sociales que maneja con eficacia comprobada. Pero también tiene a su favor, como se demostró el pasado 2 de octubre de 2016, la desconfianza e incredulidad de un gobierno que utiliza el tema de la paz para intentar tapar una realidad de corrupción e ineficiencia, de entrega de nuestras riquezas al gran capital, de debilidad e inconsecuencia frente a Uribe, de incumplimiento de acuerdos a las comunidades movilizadas, y un manejo torpe y demagógico del mismo proceso de paz. Además, la guerrilla -a pesar de los serios esfuerzos que hace por mostrar su decisión de dejar las armas y cumplir los acuerdos- mantiene una matriz «triunfalista» que refuerza, sin querer, la campaña de mentiras uribistas. Se llama «retroalimentación funcional».
Esa situación es -en sí misma- una paradoja. Es evidente que entre más promesas haga Santos con el tema de la paz, más refuerza la posición de Uribe. En esa dinámica, entre más fuerza política muestren las FARC, entre más exijan y más se quejen de los incumplimientos del gobierno, más temor generan entre quienes le creen a Uribe. Le ayudan a convencer a más gente que hay que derrotar ese tipo de paz y los acuerdos que la sustentan. Fue lo que ocurrió en la campaña del Plebiscito. Y todo indica que pueden repetir su «triunfo». Además, Uribe utilizará, otra vez, falsedades relacionadas con la religión, la defensa de la familia, la propiedad privada y las buenas costumbres. El desprestigio del gobierno refuerza el engaño y hace que enfrentar esa paradoja sea una tarea muy difícil para quienes son conscientes de la «trampa».
De tal manera que para derrotar a Uribe (y a Vargas Lleras, que ya tiene una estrategia apropiada para el momento, que se basa en la promesa de autoridad y «mano dura», eficiencia e inversión en infraestructura; carreteras y vivienda), hay que salirse de ese núcleo «Real» que está implantado en el inconsciente de una parte de los colombianos que buscan, por un lado, un Mal (la causa de todos sus desgracias) y, por el otro, un Bien (un supremo salvador que los «libre del diablo»). Caer en el juego de pretender derrotar la fantasía con la Razón, lo único que logra es reforzar la mentira. Es precisamente la característica particular de las paradojas.
Se hace necesario y urgente, que las fuerzas políticas que se han planteado construir una «alianza anti-corrupción» y un amplio e independiente «movimiento ciudadano», aceleren su proceso de unificación y se tracen una estrategia diferente, inteligente y creativa, dirigida a disputar el voto de opinión entre las clases medias de ciudades grandes e intermedias, que son los sectores que pueden entender con facilidad la necesidad de superar la polarización entre Uribe y Santos, entre «la guerra y la paz».
Esa unión por encima de siglas y partidos, es el verdadero «acto de magia», la «sinrazón» que rompe la paradoja y desata lo nuevo y transformador.
De acuerdo a las circunstancias descritas, ese movimiento debe estar encabezado por personas que no tengan la más mínima cercanía al gobierno de Santos o a la insurgencia. Igual, se hace necesario posicionar otros temas diferentes al cumplimiento de los acuerdos (sin negarlos pero haciendo una verdadera pedagogía sobre sus alcances, sin demagogia ni politiquería). A la lucha contra la corrupción política-administrativa hay que agregarle propuestas como la generación de empleo digno y formal, la recuperación y desarrollo del aparato productivo, la defensa integral del medio ambiente, el cambio estructural de los sistemas de salud y educación sin caer en fórmulas paternalistas y/o asistencialistas, y otras iniciativas de ese tenor.
Un movimiento ciudadano con un programa y una estrategia «no polarizante», es el único capaz de derrotar a Uribe y a Vargas Lleras en las elecciones de 2018.
Colofón: La «coalición por la paz ‘santista'» no tiene ninguna posibilidad de competir por la presidencia de la República. Los liberales, conservadores y la «U», están divididos y la mayoría de sus parlamentarios -presionados por el «partido de los contratistas»-, serán forzados a apoyar a Vargas Lleras. Hay muchas señales de ello.
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