Cronopiando Que el Partido Popular, tres años más tarde, sigue sin asimilar su derrota electoral es algo tan evidente que ni falta haría comentarlo. La penúltima demostración de su enrabietada ignorancia la daba, recientemente, su presidente y guía espiritual, Aznar, mientras era investido como Bodeguero de Honor de la Academia del Vino de Castilla y […]
Que el Partido Popular, tres años más tarde, sigue sin asimilar su derrota electoral es algo tan evidente que ni falta haría comentarlo. La penúltima demostración de su enrabietada ignorancia la daba, recientemente, su presidente y guía espiritual, Aznar, mientras era investido como Bodeguero de Honor de la Academia del Vino de Castilla y León. Su espumoso discurso demostró hasta qué punto se pueden perder los estribos y meter los cascos.
Pero peor que el Partido Popular no haya asimilado su derrota es que el Partido Socialista tampoco ha asimilado su victoria, y sigue ahí, tres años después, empeñado en disputar con la oposición quién ha sido más necio, más mezquino, más inmovilista, haciendo lo indecible por demostrar que pueden manipular la justicia tanto o más que el otro, que pueden cargarse el proceso de paz en el País Vasco con la misma irresponsabilidad y desenfado que el Partido Popular, que pueden honrar sus compromisos con el Imperio con la misma devoción que la «derecha», que pueden satisfacer los intereses de los bancos con la misma generosidad que la oposición, que pueden torturar con parecida impunidad y eficiencia, que pueden trasegar licencias y contratos por las mismas comisiones que los demás y, sobre todo, que pueden ser más monárquicos, más católicos, más españoles que Aznar, Rajoy y su entorno…
Y ahí es que tienen perdida la batalla, no importa lo mucho que se esmeren y la pericia que sigan demostrando. Y si no me creen o piensan que exagero, que se lo pregunten al rey o al papa o, peor todavía, que se lo pregunten a los españoles.