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¿Cómo hacer orgánico el socialismo? Una obligatoria respuesta

Fuentes: Rebelión

Nadie me consultó para cambiar el título con que originalmente se publicó mi artículo, así pasó de «Qué capitalismo y qué socialismo» a «Se olvida la cuestión tan elemental«. ¿A qué responde eso? He sido, en poco tiempo, parte de algunos debates en este mundo de los blogs, como con el profesor marxista argentino Rolando […]

Nadie me consultó para cambiar el título con que originalmente se publicó mi artículo, así pasó de «Qué capitalismo y qué socialismo» a «Se olvida la cuestión tan elemental«. ¿A qué responde eso?

He sido, en poco tiempo, parte de algunos debates en este mundo de los blogs, como con el profesor marxista argentino Rolando Astarita, la muy admirada por mí Alina López e incluso con mi amigo Yassel A. Padrón. Al intercambiar con estos, comprendí la necesidad de que el proceso fuera respetuoso, aún más, entre camaradas. Por eso me prometí no caer en responder ninguna línea que vaya más allá del cuestionamiento de las ideas, de los argumentos.

Me gustan los debates serios, no las querellas que asaltan a quien expone, o como gusta decir: que matan (intentan matar) al mensajero, y no al mensaje. De ahí, que a quien me ha acusado hasta hoy, ni respondo, ni responderé.

Al leer esta atinada respuesta («Meter las manos antes que pase a otras ligas«) a mi comentario en forma de artículo al texto de Luis Emilio Aybar, me pareció -y digo me pareció- que había surgido un pretendido debate «hermenéutico». Como es una disciplina que respeto y admiro mucho, y veo que se trata de eso, entonces intentaré ignorar -aunque de seguro no lo logre- todo lo que me pareció que eran insinuaciones, para ir a la parte más seria. Considero necesario escribir esto que aquí expondré.

No dejo de pensar en la relación de Marx con los hermanos Bauer. Satíricas líneas de La ideología alemana, estaban dirigidas a esos compañeros de lucha con pluma armada, con los cuales él discrepaba.

De la misma manera escribió su Miseria de la Filosofía dedicada a un hombre que había empeñado su vida a la lucha revolucionaria, pero este no entendía los señalamientos de Marx, y no tardó en tildarlo de «gusano del socialismo».

Al recordar eso, veo a un revolucionario que quizá asumió que el ejercicio de la transformación social debía ser el que le fuera orgánico a este deseado proceso. Por eso escribió El Capital, un libro para entender -y si se quiere intentar- cambiar al capitalismo.

De la misma manera, inspirado en él -claro está, con capacidades muy inferiores- considero que la práctica siempre responde a una teoría (Lenin insistió sobre ello), por eso, intento pensar a qué lógicas responden éstas. Si estoy en desacuerdo, en un ejercicio de responsabilidad, expreso lo que pienso, lo que incluye el cuestionamiento también a la práctica teórica.

Pero comprendo lo difícil que es escapar de un modelo estalinista -sin ofender-. Es decir, asumir un diálogo, un debate respetuoso, sin caer en el pensamiento de ¿cómo se atreve?; de creerse superior, de lanzar acusaciones o intentos de descrédito sobre el supuesto oponente -como pueden ser poner en duda su integridad ideológica o su preparación-.

Juro que entiendo el condicionamiento histórico de ese fenómeno, vaya, sé que es objetivo. Así que hago algunas aclaraciones -con el espíritu conciliador- el que critica, y acepta críticas, el que prefiere mejorar reconociendo errores, el que prefiere ser útil, aunque sea a partir de reconocerlos, que sumirse en un atalaya de arrogancia. Sé que no soy el único que piensa así, y que el puente estará tendido.

Comienzo diciendo que ciertamente, los textos generan múltiples interpretaciones, tal y como señaló Eco y otros tantos que han estudiado eso, así que las sospechas de la diversidad de lecturas: más que confirmadas.

Me disculpo -al parecer es necesario- por mis interpretaciones al texto de Luis Emilio. Confieso no haber dedicado tiempo suficiente a hacer un análisis «hermenéutico» de este, por lo que la intencionalidad del autor escapó de mí.

Tal vez, la ausencia de la exégesis, sumado a conversiones sostenidas con Luis en algunas ocasiones, condicionaron mi interpretación ¿Qué puedo hacer con ello? Espero que no sea trascendente mi crítica a Luis Emilio. Porque, ¿era una crítica a Luis Emilio, no? Sé que algunos lo vieron así.

Tal vez, el hecho de que no comprendí a Luis, indica que puede ocurrir lo mismo con mi texto. Al remitirse a este último, se aprecia la referencia a que es algo sobre un texto de Luis Emilio, no abiertamente una crítica al artículo ¿O yo dije que sí? ¿Se entendió eso? Me pregunto, tras la respuesta que intenta defenderlo (a sus ideas de las mías).

En mi equivocada interpretación, me pareció que Luis Emilio comprendía los peligros de la privatización, de la propiedad privada. Cosa que a mi entender se resumía en la frase que utilizo como punto de partida. Sobre esto: no se trata de una descontextualización. Todo marxista sabe que las relaciones se cosifican, entonces todas las determinaciones (características, puntos, ideas) del texto las cosifiqué en esa forma que es la frase que uso. ¿Qué tome equivocadamente eso como «centro» del texto? No lo niego, mi lectura cambió el «centro» del discurso de Luis, si así se quiere ver desde un enfoque estructuralista.

Pero sabemos de la crítica al estructuralismo, que una «estructura» puede tener muchos centros interpretativos, así que hallé que todo lo planteado por Luis tributaba a un problema mayor, asociado a la construcción del socialismo. Y como sé que los revolucionarios no discutimos sobre la propiedad por discutir, sino para la construcción de esa sociedad, mi reflexión iba dirigida al socialismo y el capitalismo, ya que después de todo, las posturas respecto a una propiedad u otra, son determinadas por una concepción de socialismo y capitalismo. Eso creo yo. Sobre todo, y no lo digo por Luis Emilio, porque por ahí predomina mucho la idea de que la propiedad social -perdón, el papel y el discurso político, porque la propiedad implica posesión, decisión, enajenación- es socialismo, y la propiedad privada es el capitalismo. Por eso apunté hacia allí mi texto.

¿El objetivo? Estaba claro para mí, era enriquecer el debate, pensar sobre lo que interpreté del texto, es decir, sobre una idea que derivé de este y no sobre el texto propiamente.

Aclaro, -y debo ser obvio para evitar confusiones-, tomo como punto de partida una idea de Luis Emilio que advierto equivocadamente que está presente en todo el texto, la muestro como frase, y a partir de ella expongo cuestiones que creo que esta esconde, y lo que considero que es la causa primaria de todo ello: lo que se piensa por capitalismo. Sin embargo, como cada cual interpreta a su manera, evidentemente no se vio así. Solo bastó leer un nombre para que pareciera un ataque a este.

Consecuentemente, como yo soy el autor de mi texto (comentarios), aclaro algunas de las interpretaciones hechas a él.

Lo primero, y le llamó también la atención a un amigo que leyó la respuesta a mi comentario, es que yo haga paso a lectura «sistémica y general de la batalla entre socialismo y capitalismo». Cuestión, que como autor de mi texto aseguro, que es una mala interpretación, no solo de mí, sino de la dialéctica como método. Siempre he rechazado la discusión entre capitalismo y socialismo, porque honestamente me parece un debate sin sentido, -o, mejor dicho- mal llevado, que termina por convertirse en la defensa de dos identidades bastante mal ideologizadas. Cosa que la dialéctica, esa que llevo no como discurso para plazas o para caer en gracia, sino como ciencia, rechaza -la dialéctica rechaza las identidades-.

Además de lo poco consecuente de pensar esa batalla, ya que la evolución del capitalismo, de una sociedad capitalista, conduce a otra sociedad socialista (no hablo de signo político, ni de discurso, ni de Corea). Como mencioné, expongo algunas ideas -muy, pero muy generales- del capitalismo y del socialismo. Por otro lado, me parecía natural que en lo más profundo del texto de Luis había esa defensa del socialismo, y una oposición al capitalismo. Porque me imagino que la idea de que el que debe concentrar es el pueblo, es en bien del socialismo, -al menos es el único trasfondo que me parece coherente-, y más en Luis, una persona abiertamente -por suerte- anticapitalista.

También, se hace mención a los puntos en común entre lo que planteamos Luis Emilio y yo. La incomprensión en cuanto a cómo, a pesar de las similitudes (ausencia de distancias), yo desato «mi crítica» -está justamente- en no conocer el espíritu y la dimensión de esta (la crítica).

Solo pensando que escribí una crítica a Luis Emilio, puede escapar de la comprensión el hecho que, a pesar de las similitudes, la haya hecho. Por el contrario, si se pensara que es solo unos comentarios -y críticas- alrededor de una idea (malinterpretada, si así se prefiere), se entendería la razón de existencia de mi texto.

Por si fuera poco, me llama la atención lo qué se entiende por crítica. Como hice una, se buscan las distancias, una oposición o igualdad total a Luis Emilio, ya que este es el pensamiento oculto -la lógica oculta- detrás de cuestionarse cómo -o por qué- lo critico a pesar de todo lo común, de cómo me opondré a sus ideas a pesar de las mencionadas similitudes.

También pensé que la noción del ser parmenideo de -se es o no se es- en ciertos sectores, ya habían comprendido su atraso -atraso como lógica- ¿No se podrá estar de acuerdo con mucho y con algo, considerado esencial no? Pensé que esas nociones de crítica ya se habían superado. La mía, y al parecer debo aclararlo, iba solo sobre lo que malentendí que se decía del socialismo respecto al capitalismo.

¿O yo dije que estaba en contra de Luis Emilio (o de sus ideas)? ¿O tenía que empezar diciendo que estaba de acuerdo con todo lo que dice Luis Emilio excepto con la idea que desarrollé? ¿Existen algunas reglas para participar libremente en el debate y yo no me he enterado, o será que ya llegó el burocratismo y hay una serie de pasos para ganarse la autorización para escribir tomando como punto de partida un texto de otro? Pido información, después de todo, soy nuevo en las redes.

Imagino que lo anterior me permita entender por qué no se le encuentra un «centro» a mi texto: evidentemente se están buscando en él cosas que no tiene, es decir una crítica a Luis Emilio(a sus ideas). Y como las premisas de investigación determinan el resultado, la premisa -leerlo como una crítica metafísica a Luis Emilio- genera muchas incomprensiones. Pero ya dije, que la culpa es de un modelo de diálogo heredado y objetivo, y de algunas nociones.

El hecho de no notar un centro en mi estructura, indica que esta no es reflejo de un principio exterior; que solo es un reflejo de sí misma y que puede así entenderse como un encadenamiento de una idea que una conduce a la otra -que no es otra cosa que la relación de unas ideas con otras-.

Reconozco mi impericia como escritor, sin embargo, pensaba, que más que entender un «centro» en mi comentario (cosa sin relevancia) quedarían ideas para pensar sobre la sociedad que queremos -ejemplo, la necesaria organicidad y lógica ascendente del socialismo aún no lograda-, después de todo, era un texto para reflexionar. ¿O alguien esperaba un curso de economía política del capitalismo y otro del socialismo en 5 páginas? Yo no explicaba nada, solo exponía a modo comentario.

Por cierto, cuidado con los centros, estos son la gran deficiencia del estructuralismo, que conducen a lo que sus críticos le llamarían la metafísica de la presencialidad o los que intentamos trabajar desde la dialéctica: los problemas de la ontología -de decir: «esto es»-. Y ya va siendo hora de que el pensamiento revolucionario latinoamericano trascienda los marcos de ese estructuralismo, que, aunque no se hayan enterado muchos, no escapa del dogmatismo del que tanto se huía (Si hay duda, será para un próximo artículo que haga, o puedo sugerir bibliografía, que hay gente que sabe mucho de eso, y será mucho mejor).

Hay también un señalamiento a mi texto-comentario que me llamó la atención. Y como es casi el único señalamiento directo a lo que digo, no me queda de otra que comentar. Es la idea de que no está planteado el dilema de la izquierda. Una vez más, asumí cosas. En la dialéctica, la contradicción se lleva dentro, es decir, lleva en sí su contrario; del ser, la nada; del bien, el mal -aclaro que esto es al pensamiento, a la abstracción, no a la existencia concreta-. De ahí que el dilema del ser es: «ser o no ser» (no hablo de Shakespeare). Entonces el dilema de echarle la culpa a otro encierra en sí su contrario, que es echarse la culpa a uno mismo. Pensé que ese tipo de cuestiones ya eran conocidas y no hacía falta aclararlas.

Como casi todo gira alrededor de mi interpretación equivocada de lo que leí, y ya creo que aclaré la intención y la «difusa lógica» de mis comentarios, me parece que puedo pasar a otras cuestiones que bordean el debate.

Cuando en un correo supe de una posible respuesta a lo que escribí, me imaginaba un intercambio fuerte de economía política -no la de manual-, sino esa que comprende la dimensión cultural del hombre, esa que no se deja atrapar por la división de economía, estado y sociedad. Después de todo, sé que usé par de ideas que van contra la estándar enseñanza de la economía política en nuestras universidades, aún presa en las jaulas del manual -me consta-, y que sé por comentarios que recibí, que podía resultar contrasentido a muchos. Pero como vi, no pudo ser así. No debatimos qué entender por socialismo, no sé por qué (digo debatir porque hay mucho escrito sobre ello, preferentemente de cubanos).

Sobre Luis Emilio y las ligas, la pertenencia a ciertas ligas, niveles intelectuales o qué sé yo que se insinúa ahí, creo que cada cual aporta desde lo que sabe, y eso hice yo. Nadie está por encima, aunque es válido reconocer la pericia de Monreal en asuntos económicos y un poco más (es un elogio sí, no se le saque la enésima pata).

No creo que tenga mucho más que aportar, considero que el resto son cosas que interpreté como insinuaciones, pero de seguro fue solo eso, que así lo interpreté. Solo que, sobre la publicación de post que he escrito, me alegro que La Tizza lo haya hecho antes sobre esas mismas cuestiones (a Freud le pasó lo mismo con Nietzsche, y nadie se ha quejado), me contenta mucho esa celeridad revolucionaria, que por otro lado también me indica lo comprometido de su discurso y la sincronía entre revolucionarios de manera espontánea. Trataré de leer La Tizza, para evitar repetir ideas, que me imagino que era esa la intencionalidad de mencionar que he publicado temas en fechas posteriores a ese foro, porque a nadie se le puede ocurrir pensar -me imagino- que posee derecho de autor o se le copiará el hecho de darse cuenta de problemáticas, que en nuestra sociedad se debaten en aulas, pasillos, centros de trabajo y que son casi el agua tibia en ciertos círculos.

A Luis Emilio, una vez más recordarle -reiterarle las disculpas por no comprender su texto- y por no comenzar aclarando la intencionalidad de mi comentario en su cuerpo. Recordar que pretendía (re)insertar o (re)impulsar los problemas que consideraba implícitos en el debate constitucional, y que parecen pertinentes dentro de las fuerzas revolucionarias, sobre todo porque -por lo que he estudiado de los debates económicos (enfoques sistémicos, no economicistas) en Cuba- he notado errores (que no los definí yo como errores) como la confusión del capitalismo con el mercado, de la forma mercantil de las relaciones con su contenido capitalista, y de las interpretaciones mecanicistas de esto que resultan en que matar al mercado es matar al capitalismo, cosas que muestran la ausencia de Marx, de economía política (sobre todo sección primera de El Capital) y que le son muy útiles al capitalismo, y qué a veces me preocupan, porque la subordinación de una ciencia a una clase no solo va a ser determinada por el buró donde está sentado quien la hace, sino por la lógica que este reproduce. Por eso, abordé ligeramente esas cuestiones.

Lamento haberme tenido que extender en escribir esto, en dedicarle par de horas a organizar algo que parece salirse del marco de un debate revolucionario, y de la cual no estoy orgulloso. Me temo que dejó de ser un pretendido debate «hermenéutico», y paso a otras ligas, a unas de querellas narcisistas. Pero el inicio de un camino, señala una ruta, y lo que estimuló estas líneas conducía aquí.

Espero no tener que dedicar más espacio a esto, con la cantidad de cosas importantes sobre las cuales discutir y debatir. Me dejé llevar, lo reconozco. Quizá esto pase a otras ligas, yo sí creo que sean peores, a las del ego, y las que pierden de vista lo más importante.

Ignoraré que esto conduzca al dilema de responder (o no responder, su contraparte). Confío en la racionalidad, en el mejoramiento humano y en el buen deseo de no dividir. Propongo volver a la cuestión de la empresa estatal socialista, la burocracia y los mecanismos de desigualdad que nos están surgiendo. Prefiero que pensemos -como me sugirieron- en cómo hacer orgánico el socialismo, que es mucho más necesario. Al menos, eso haré yo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.