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Cinco problemas para la investigación

¿Cómo investigar la Revolución cubana? (I)

Fuentes: La Tizza

Con la idea de concretar el trabajo y las proyecciones del Grupo de Estudios sobre la Revolución cubana, creado por la Cátedra «Antonio Gramsci» del ICIC «Juan Marinello» en junio de 2016, Fernando Martínez Heredia presentó extensamente a sus miembros lo que él consideraba como los cinco problemas y las seis necesidades básicas para investigar […]

Con la idea de concretar el trabajo y las proyecciones del Grupo de Estudios sobre la Revolución cubana, creado por la Cátedra «Antonio Gramsci» del ICIC «Juan Marinello» en junio de 2016, Fernando Martínez Heredia presentó extensamente a sus miembros lo que él consideraba como los cinco problemas y las seis necesidades básicas para investigar la Revolución cubana, desde la lucha insurreccional hasta ahora. Por su longitud, hemos dividido la intervención en dos partes. Hoy ponemos a disposición de los lectores la primera.


Creo que en el 2017 vamos a salir adelante. Yo tengo el 16 de junio de 2016 como la primera reunión de este Grupo de Estudios; lo cual quiere decir que vamos a ser como los buenos ciclones: vamos a ganar en intensidad y en organización. Así decía antes el Observatorio Meteorológico sobre los ciclones: «ha ganado en intensidad y en organización». Vamos a hacer lo mismo. Además, no vamos a hacer daño como ellos, sino lo contrario. Este año debemos lograr que cada uno tenga su tema y vayan trabajando, e incluso pretendemos en el segundo semestre hacer un primer taller que lo ponemos en el plan de trabajo. Yo estaba medio preocupado en ponerlo y que no pudiéramos hacerlo, pero hay que hacer un esfuerzo.

Aquí, el mayor culpable es Luis Emilio Aybar porque a él se le ocurrió la idea de lo que yo debía hacer en esta reunión. Digo que «el mayor culpable», porque lo que él planteó es algo inabarcable. He tratado de ver cómo hago de lo inabarcable una cosa completamente parcial pero que tenga sentido, que tenga organicidad y que pueda servir, por tanto, para ustedes. Y le puse ¿Cómo investigar la Revolución cubana? a partir de lo que me había planteado él, siempre cuidadoso de los géneros, para que pudiera servir a todo investigador y toda investigadora.

Les propongo una fórmula que ustedes puedan cambiar, aunque claro, es muy difícil querer cambiarla sin haberla visto, lo malo es que después de verla ya sea imposible. Sería lo siguiente: ver cinco problemas, seis necesidades básicas, una especie de nota teórica, y si todavía tienen fuerzas entonces pasar -pero ya como iniciativa completa de ustedes- a primeros desarrollos de esto mismo. Entonces, ya casi les pregunto -por formalidad- si les parece bien, porque ya está hecho.

Un problema elemental en la investigación de la Revolución cubana, es la relación del pasado con el presente.

Cuando yo era un niño, un muchacho, un adolescente, las revoluciones de independencia eran absolutamente del pasado. Sin embargo, había Centros de Veteranos en mi pueblo y en todos, unos viejitos que a veces lo único que tenían era la estrellita con la bandera enganchada en la camisa. Pero era el pasado. Pasado glorioso, pasado como usted quiera, pero pasado. Incluso, la Revolución del 30 que le llamo yo -la gente le llamaba la Revolución del machadato- era del pasado también. Y era muchísimo más próxima, pero estaba en el pasado. Es decir, el pasado llegaba casi hasta el presente. Hacia esta última, y un poco para la anterior, había un sentimiento de frustración. El sentimiento de frustración era bastante generalizado, se usaba mucho, podía llevar o no a algo, pero era usual. Se decía: «esta no es la Patria que quiso Martí». Incluso los más viejos conocían la canción que aprendieron de niños, la de «Martí no debió de morir». Había una más terrible que era la de Maceo, no sé si ustedes la conocen, que decía «Si Maceo volviera a vivir / y a su noble Patria contemplara / de seguro la vergüenza lo matara / y volvería a morir». Eso lo enseñaban los maestros en las escuelas en la primera República burguesa neocolonial, como yo suelo llamarle. La de Martí era más conocida, ya no se conoce en ningún lado, pero da una idea poética de un problema gravísimo que era: la Historia como algo que decía «¿cuándo tú vas a ponerte para la Historia, cuándo tú vas a convertir en realidad la Historia?». A diferencia de otros muchos países donde la Historia se ha convertido en historia, y se estudia y todo eso, tiene sus símbolos y todo pero no es igual que aquí. Por eso aquí, parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario. Esta idea de frustración, de necesidad que se cumpla lo que se planteó, es una idea importantísima para lo que queremos.

La otra cuestión, todavía más importante, es que es la primera vez -que yo sepa- en la historia de una revolución en el mundo, que 58 años después los protagonistas siguen en el poder; pero físicamente incluso, uno de ellos es el presidente de la República. Además, las Fuerzas Armadas llevan el mismo nombre, la tradición de cuando se fundaron como insurreccionales, y aquel gobierno revolucionario. Entonces, la continuidad pareció garantizada por esta continuidad. La revolución dio lo que había querido Martí. ¿Qué quiere decir esto entonces? Que se presenta como un problema grave en lo que se diría que es un estudio histórico, y para otros es un estudio de algo que es lo que es. Eso presenta siempre escollos. Aunque en mi opinión es lo que nos mantiene a todos aquí, y no a los americanos. Pero bueno, eso es otra cosa. Quiere esto decir que nosotros tenemos un problema previo no pequeño. Yo voy a empezar por ahí con los cinco problemas que trataré de sintetizar.

El primero es confundir el apoyo a la Revolución con el defensismo. Es decir, toda gente que vive en un lugar tiene sus opiniones políticas y tiene incluso su militancia si la tiene, y por ahí por ejemplo puede apoyar algo. En este caso, se trataría de apoyar lo que uno estudia. Si lo confundimos con el defensismo entonces no aceptamos ningún conflicto, no aceptamos hechos que sean discordantes, ni siquiera hechos que sean molestos, no aceptamos errores, no aceptamos derrotas. Es decir, son muchas cosas que no aceptamos por defensismo. Pero puede creerse que no aceptamos porque apoyamos.

Por ejemplo, que el PSP y el Movimiento 26 de julio no solo no se entendieron, sino que hubo conflictos muy graves, y que estos se reprodujeron de otro modo en más de una ocasión después del triunfo. Este año, cuando se hizo una historia -sintetizada en Granma– para el séptimo Congreso del Partido, era como un violín maravilloso, así, no pasó nada. No dijo mentira, pero ahí no está. Por ahí ya no hay que estar insistiendo demasiado porque se ve un caso de defensismo que perjudica. ¿Por qué? Porque al ocultar la verdad se perjudica. Podrían ponerse otros ejemplos, yo no voy a ponerme a dar ilustraciones. Pueden darse muchísimas de esto. No solo en hechos importantes, sino en hechos molestos. Lo que fue molesto no existió tampoco. Por eso se puede decir que la UMAP existió hasta el otro día. La UMAP, sin que nadie sepa ya qué quieren decir las siglas, tú preguntas y la gente no sabe que quiere decir «Unidades Militares de Apoyo a la Producción»; pero que existió hasta hace poco tiempo puede parecer cierto porque medios norteamericanos hablaban de la UMAP como algo de los noventa. Y los medios cubanos no hablan. Ahí está el problema grave.

Segundo problema: ocultamiento o no acceso a muchas informaciones relevantes. No es lo mismo ocultamiento que no acceso, pero el resultado es el mismo. A muchas informaciones relevantes y también a criterios importantes, no solo a informaciones, que se manejaron cada una en su momento o tuvieron influencia. Es decir, al no tener acceso a una parte de las fuentes necesarias, tanto en hechos como en criterios, se encuentran con un problema muy grande los investigadores.

Hay otros problemas de las fuentes, no solo son estos. Por ejemplo, hay muchísimas fuentes que sí están publicadas y no se utilizan. Ya no me refiero a las fuentes primarias, sino a fuentes bibliográficas y sobre todo, hemerográficas. Hemerográficas hay una cantidad tremenda que nadie utiliza, excepto aquel que se pone a trabajar seriamente y dice: «yo voy a ver la colección de tal publicación, o la de esta otra». O aquellos que forman parte de un grupo y dicen: «tú vas a ver esta, y tú esta, y tú esta otra», y entonces claro, lo logran, con menos esfuerzo de cada uno pero lo logran igual. Cuando no se hace eso, uno cree que no se sabe, o cree que no han existido muchísimas cosas que están publicadas. Esto quiero decirlo con la mayor fuerza posible porque es así. Existen libros, y también, es probable que existan documentos al alcance, pero como no está esto, lo de organizar, lo de dar fuentes y documentos -hay relatorías publicadas-; uno no sabe que a lo mejor en el Archivo Provincial de Matanzas puede verse todo lo que fue el INRA de Matanzas. Y entonces, aquí tenemos un segundo tipo de problemas: las fuentes.

Tercero: hay lugares comunes, hay falsedades y hay cuestiones circunstanciales. Son tres cosas diferentes. El lugar común, lo circunstancial o la falsedad que se dan como axiomas. Es decir, uno no investiga sobre eso porque son verdades. Son cosas de las que parte uno. Eso claro, yo no puedo hoy, pero ustedes si pueden -que los llevaría a otro tipo de problemas teóricos y metodológicos- aunque sea vamos a plantearlos aquí como problemas de hecho: dar como axioma algo es tener un prejuicio. Ya voy a investigar y tengo mi prejuicio. Cuando no hay investigación también crea graves problemas, pero estamos hablando aquí de investigación.

Por ejemplo: la unidad. La unidad parece una cosa sagrada. «Cuando no hubo unidad perdimos, cuando hubo unidad ganamos». ¿Ustedes no han oído eso? Yo lo estoy oyendo desde hace muchos años. Pero yo no lo oía cuando era jovencito. Yo estuve en el movimiento revolucionario desde jovencito y no hablábamos de la unidad para nada. Pero para nada, nunca. ¿La unidad de quién, con quién? Nosotros teníamos un lema que era: aquí no se pregunta de dónde tú vienes, se pregunta tú quieres luchar. Ese era el lema, que era contra toda polémica. Y cuando se recibían acusaciones no se respondían. Entonces, Fidel no hizo unidad que yo sepa, hasta el final de la guerra prácticamente. Y el Partido Ortodoxo de Eddy Chibás tenía como un lema importantísimo no hacer unidad con nadie. Era parte de la ideología del partido, que era la experiencia política cívica más cercana. Es un tipo de partido también político, de tipo radical, que en medios, digamos, democráticos corrompidos, utilizan como uno de sus elementos importantes el «nosotros sí que no pactamos con nadie». Porque el pacto siempre es que yo te apoyo, tú eres el presidente de la República, entonces tú me das este Ministerio.

Pero la unidad, sin embargo, sí se convirtió realmente en algo fundamental en el proceso revolucionario en el poder. Fundamental. Por un lado, la unidad de los revolucionarios; y por otro lado la unidad de todo el pueblo. Que son dos cosas, y que bueno, ya después se juntaron las dos. Pero entonces, cuando tú hablas de la unidad lo retrotraes al 1868. Como una especie de vindicación histórica general de la Revolución cubana. Yo lo he escuchado así. ¿Y por qué fueron al Zanjón? Por la falta de unidad. Una broma de mal gusto.

Las dos etapas. Hubo una primera etapa de la revolución que fue democrática, agraria y antimperialista -no sé si fue otra cosa además, pero yo me acuerdo de esas tres-. Tres apellidos: democrática, agraria y antimperialista. Y luego una segunda etapa en que fue socialista. Eso era algo verdaderamente ya agudo, conflictivísimo, en el tercero o cuarto año de la revolución en el poder. Porque implicaba la pretensión del grupo que controlaba las ORI de controlar la ideología y de que Cuba fuera controlada como una democracia popular de Europa oriental. Claro, los muchachos que veníamos atrás decíamos que no, que había una sola y eso llevaba a conflictos agudos. Después no, después ya nadie sabe lo que quiere decir eso, pero está en los libros de texto todavía. En mis tiempos yo decía, el problema de esta lectura es que aquí en Cuba Fidel primero fue Kerensky y después fue Lenin. Popular era la palabra que me faltaba: democrática, popular, agraria y antimperialista. Eso viene de la entrada del marxismo-leninismo tipo soviético aquí.

¿Qué sucede? Hay un problema histórico previo que Caridad Massón conoce muy bien. Es que la III Internacional, la Internacional Comunista, cuando quiso llevar el comunismo a cultura universal, de manera muy apresurada y con otros problemas después, pero al menos la entrada muy apresurada; entendió que entonces los países que no eran industrializados, eran atrasados. Así los llamaba, «países atrasados». Ya por un problema de más respeto se utilizó un término de Lenin: «coloniales y semicoloniales». Entonces, había una cosa que era Argentina. Argentina no era ni colonial, ni semicolonial. Decían «coloniales, semicoloniales y Argentina». En serio. ¿Por qué? Porque Argentina tenía más inversiones de Inglaterra que todas las colonias británicas excepto Canadá. Después pasaron a ser los «países subdesarrollados», que es como fueron hasta hace poco, en que ya no son nada. Esto hace que, cuando se quiso universalizar una doctrina política y una teoría social muy revolucionaria, tenía que resolver el problema y lo resolvió con europeocentrismo, sin salir de la cultura de los colonialistas. Yo recuerdo esa cosa de cuando yo era niño que se decía, «tú no eres cabezón, tú no eres cabezón»; la mamá le decía al niño «no le hagas caso a lo que dice todo el mundo». Es decir, es como una lástima: «ustedes van a llegar a ser. No se preocupen que no son todavía».

De ahí viene la idea: ¿cómo van a llegar a ser? Con una Revolución agraria y antimperialista. Eso es de los años veinte. Porque en el segundo Congreso de la Internacional Comunista se planteó el problema por primera vez, con mucha seriedad, incluso se trató de desarrollar un concepto que era «demócrata revolucionario» o «democrático revolucionario», que es una locura, pero todavía no era tal cosa. Porque cuál es el problema grave de antifeudal y antimperialista, es que esa revolución debía ser burguesa. Ese es el verdadero problema: una revolución antifeudal y antimperialista burguesa. ¿Por qué? Porque «hay cinco regímenes sociales»: la Comunidad Primitiva, el Esclavismo, el Feudalismo, el Capitalismo y el Socialismo. Si tú vas contra el Feudalismo lo único que puedes poner es la Revolución burguesa. Pero eso es tan grave, que eso es lo que se creían muchos buenos compañeros en Cuba en los años cincuenta. Y por eso «estaban equivocados» Fidel y sus compañeros, «porque no se daban cuenta que aquí lo más que podía haber era una Revolución democrático burguesa». No era broma. Es gravísimo. Entonces -para que uno vea lo complicado que son los problemas intelectuales- sobrevive en la docencia, sobrevive por ahí y todavía no se ha resuelto. Lamentablemente es lo que se ha impuesto. Y nosotros tenemos que luchar contra eso, no poniéndonos bravos, sino presentando otro tipo de soluciones. Cuando nosotros éramos muy jóvenes, más que ustedes ahora, decíamos «en Cuba hubo una revolución ininterrumpida», pero lo pusimos por escrito. Y cuando tuvimos un poco de poder se lo pusimos a todos los alumnos universitarios de Cuba, en el Programa de Historia del Pensamiento Marxista de 1966-1967 que se dio hasta 1971 decía «Cuba, revolución ininterrumpida». Con lo cual resolvimos el problema de las etapas. No está bien desde el punto de vista teórico más elegante, pero sí está bien desde el punto de vista de un avance del conocimiento. Pero hay que lograr avances mejores. Después, no sé si es mejor pero tenía un poco más de edad, le empecé a llamar Revolución socialista de liberación nacional, que sí pertenece a un concepto. Pero fíjense que ya entonces tenemos algo que va a salir después, que son las diferentes interpretaciones.

Les voy a decir otra cosa de este tercer problema que es muy diferente, porque es circunstancial, no es ni un lugar común ni una falsedad, que es: en Cuba ha habido una sola revolución. Si ustedes toman eso no podemos investigar nada. Sin embargo, es circunstancial, porque no es falso ni nada, es lo que dijo Fidel el 10 de octubre de 1968. ¿Por qué? Porque ahí por la mañana, en esa misma biblioteca de Bayamo lo que habían dicho eran horrores, incluso de Máximo Gómez dijeron horrores, casi que era un pequeño burgués, que era un pequeño burgués flaco, que tenía tercer año de primaria… y entonces esa noche Fidel estaba con todas esas cosas indignadito, con razón. ¿Por qué? Porque habíamos logrado salir de la microfracción pero no lográbamos salir del problema completo, y porque la URSS era un aliado demasiado grande, demasiado poderoso y entonces él dijo: «son cien años de lucha». «Son cien años de lucha, ¿y cómo seríamos nosotros?, como ellos; ¿y cómo hubieran sido ellos?, como nosotros, porque aquí ha habido una sola revolución». Desde el punto de vista de un político revolucionario, es perfecto; pero de una investigación, no. Si tú lo quieres decir en una forma de exaltación, de motivación o de cualquier otra necesidad política, perfecto. Si lo quieres decir en una investigación, estás equivocado.

Lo primero que hizo Martí fue darse cuenta de que él no podía continuar la Revolución del 68, y cuando ustedes leen lo que escribió sobre el Zanjón y Baraguá se dan cuenta, donde dice: era inevitable el alma de amo con que se fueron los patriotas a la guerra, y cuando vieron que salía la masa del pueblo -dice Martí-, se horrorizaron. Y después Martí se para en Tampa y dice «los pinos viejos, los pinos nuevos», los pinos viejos están podridos, pero los pinos nuevos los queremos mucho. Y todavía, cuando él ve comenzada la guerra -una guerra que lleva un mes, donde la parte española no quiere que haya combate y trata de ir tramitando a los cubanos- que la Asociación de Hacendados de Cuba ha hecho una carta contrarrevolucionaria maravillosa cuatro días después del inicio de la guerra, y todo el mundo se está moviendo así, y él no logra acabar de venir para Cuba, y Maceo tampoco, el 25 de marzo desde República Dominicana él hace el Manifiesto de Montecristi, cómo empieza: «La Revolución iniciada en Yara…», porque él lo que tiene es que lograr llegar a Cuba, y que se forme el rollo aquí para poder virar al revés el tablero de dominó, mientras tanto tiene que estar con el dominó, dándole agua y agua.

Yo solo quisiera decirles una cosa, de entrada, en las cuestiones de Ciencias Sociales uno de los estudios más difíciles que existen es el estudio de una revolución; conspiran varias cosas en contra, que se pueden ir viendo después… porque yo sé que ustedes, además de la investigación van a escribir unos artículos preciosos, como se escribían antes. Ya nadie escribe artículos preciosos. Ahora todo es «resultados de investigación» para que el Consejo Científico los «despalille».

Vamos al cuarto problema. El cuarto problema es que hay diferencias entre los estudios especializados, los testimonios y la enseñanza. Esto afecta, claro, a la investigación, que es un estudio especializado y la divulgación, que puede ser divulgación de investigaciones, de testimonios o incluso la divulgación misma que hace toda enseñanza. Hay que saber separar estas cosas y saber integrarlas también, las dos cosas: separarlas e integrarlas.

En el caso de nuestra Revolución, tenemos por ejemplo, una cantidad de testimonios inmensa, comparablemente mayor que la de los estudios especializados. Al principio no había. Había una ideología, un prejuicio que compartíamos, que era: «el que anda contando cosas es porque quiere que le den algo». Por eso el Che Guevara escribió en los Pasajes de la guerra revolucionaria, «porque yo lo que quiero es que ustedes escriban sus testimonios, pero no digan mentiras, no cuenten como que estaban donde no pudieron». ¿Por qué les digo esto? Porque esto tiene también su historia, como pasa con todos los estudios profundos, no se acaban nunca, pero uno va encontrando nuevas cosas. Hay gente que tiene hábitos diferentes: unos tienen una libreta donde van anotando cosas, cada uno tiene su librito. Pero es bueno, cuando uno va ganando, lo vaya ganando de una vez; y por ejemplo, es bueno saber que no había testimonios, que fueron apareciendo primero poco a poco algunos, los que empezaron como el Che Guevara, y después, en un momento dado estalló, el testimonio no ha parado. A mi juicio, cambian sus motivaciones, no del todo pero cambian un poco, pero ya nunca ha parado, y tenemos una bibliografía testimonial enorme, muy superior a la de las investigaciones.

El problema de la enseñanza no lo vamos a tocar aquí, simplemente decir que existe y que está muy relacionado con lo que decíamos desde el principio: la importancia simbólica, política e ideológica que tiene la revolución, no solo como tema investigativo.

Por último, el quinto problema es cómo manejar a las pasiones propias y la búsqueda del conocimiento. Dicen los ingleses: last but not least, es decir, el último pero no el más chiquito. ¿Cómo manejar las pasiones propias, para que no se den de narices, para que uno no sea un día una cosa y otro día la otra, o para que sean una sola cosa todo el tiempo?

Esto se relaciona con varios problemas, pero uno de ellos es el objetivismo en las ciencias, que en la segunda mitad del siglo XIX empezó a invadir el ambiente científico para separar lo que se considera bueno de lo que se considera malo, de lo que constituye conocimiento, y no solo por la corriente positivista de los hechos sino por toda idea de profesionalización. O sea, que profesionalizarse es que ya uno va a separar sus valores de sus actividades. Eso, por ejemplo, ha llegado a otros planos como los periodistas, y en sociología hubo un tiempo que se decía «no, no, el que es entrevistador es como un… viene de Marte, así, bajando, bajando, él está preguntando pero no está», que es brutal… yo no me explico, bueno, yo sí me explico a quién se le ocurrió, fue después de la Segunda Guerra Mundial y de la epistemología del neopositivismo, pero tiene antepasados en el siglo XIX, el crecimiento de la idea de que hay que ser OBJETIVO. Mariátegui tenía unas cosas preciosas sobre esto, decía que él le permitía a sus pasiones que le ayudaran a hacer su trabajo. Mariátegui es mucho más importante de lo que parece.

Por cierto, cuando ustedes estudien más la Revolución cubana verán cómo una generación previa al triunfo de la Revolución empezó a ser afectada por Mariátegui, cómo por ejemplo el presidente Osvaldo Dorticós Torrado, que a los 17 años publicó un articulito muy verde, pero… sobre Mariátegui cuando era considerado el diablo. Suponían que era una desviación del marxismo, y el Partido Comunista peruano fue felicitado por la Internacional Comunista en 1934 por poner en el centro de su lucha ideológica la lucha contra «la desviación mariateguista». ¡Y en el 1937, 1938!, el jovencito Dorticós hizo un articulito muy a favor de Mariátegui; pero sobre todo en los primeros años después del triunfo Mariátegui tuvo aquí una importancia muy grande y fue el primer país socialista en el que se publicó Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, esto se hizo parcialmente a fines del 59 y totalmente en el 61.

Hasta ahí cinco problemas, como ustedes son masoquistas yo me pongo sádico, voy con seis necesidades. ¿Está bien? Si no lo hacemos como ustedes quieran.

Fuente: http://medium.com/la-tiza/c%C3%B3mo-investigar-la-revoluci%C3%B3n-cubana-i-2d5a9c18ce7a

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.