Las crisis capitalistas, al afectar a la mayoría de la sociedad, la oprimida, son siempre problemas políticos que necesitan un abordaje político y no mera tecnocracia de números, que siempre ocultan lo que hay bajo la alfombra: el dolor humano que causan los efectos de las crisis capitalistas sobre los sectores sociales no privilegiados. De […]
Las crisis capitalistas, al afectar a la mayoría de la sociedad, la oprimida, son siempre problemas políticos que necesitan un abordaje político y no mera tecnocracia de números, que siempre ocultan lo que hay bajo la alfombra: el dolor humano que causan los efectos de las crisis capitalistas sobre los sectores sociales no privilegiados.
De ahí que un tal Antoine de Montchrestien utilizará por primera vez, en 1615 en la historia de la economía, la expresión de «economía política» para expresar las relaciones de producción entre las clases poseedoras de capital y empresas o tierras y sus asalariados. Hoy la «expresión economía política», en desuso por parte de los economistas que tiran de matemática estadística como de un Colt 45, expresa la relación entre el área económica y de los negocios y las instituciones políticas (Estados). Y, en el plano internacional, se refiere al comercio y las finanzas así como a las decisiones de los Estados que afectan a las políticas monetarias y fiscales en el comercio mundial. Hablar pues de economía como un terreno sin alma ni seres humanos es una gran mentira, como lo es pretender que lo económico es algo que debe estar por encima y al margen de la política y que, en el mejor de los casos, ésta sólo debe servir al buen desenvolvimiento de la misma, al crecimiento sin pensar cómo llega éste a la mayoría de la población y qué coste tiene para ella las políticas económicas aplicadas.
Así pues, si tenemos un problema económico, tenemos un problema político.
Pero puesto que, bajo el capitalismo, los gobiernos sirven al capital, ellos no pueden admitir que los problemas políticos, que provienen del modo en que se trata la economía como si en ella no hubiese víctimas, sean otra cosa que problemas de comunicación y no problemas derivados de la defensa de los intereses del amo al que se sirve.
Pensemos por un momento en que las medidas anticrisis -contracíclicas, que dicen los «expertos» en economía- han afectado en España a la credibilidad de dos gobiernos, el de Zapatero (PSOE) y el de Rajoy (PP) y, en buena medida, han sido causantes de una crisis de legitimidad del sistema político ¿Cómo han abordado los dos partidos gubernamentales su crisis de credibilidad y de legitimación sistémica? Pues contándonos el cuento de que la causa de las críticas que han recibido por parte de amplios sectores de la población viene de un problema de comunicación, de que no han sabido explicar bien sus políticas y porqué las llevaban a cabo.
Dice el actual gobierno del PP que ellos lo hacen todo bien, todo excepto una cosa. Comunicar. Yo sinceramente pienso que comunicar es lo que mejor hacen (lo único que hacen bien), aunque claro, tienen mucha ayuda en esa labor.
Por ejemplo, han conseguido convencer al común de los mortales de que realmente hemos salido de la crisis, pero que nosotros notaremos los efectos de esa salida más adelante.
Hoy Grecia está otra vez en coma, como lo ha estado muchas veces ya, lo que pasa es que con cada nuevo coma el enfermo empeora y se acerca al colapso. Como siempre, cada vez que Grecia entra en coma, nosotros enfermamos. De Gindos dice que no nos tenemos que preocupar, que esto no es 2012, que nuestra economía está mucho mejor preparada que entonces gracias al PP.
Veamos cuál es el relato oficial de porqué tenemos esta crisis que ya parece eterna. En 2007 varias grandes empresas, entre las que se encontraban los bancos más importantes del mundo, dicen que se acercan al colapso, que no tienen dinero. Tienen muchas deudas y pocos ingresos. Las constructoras dicen que ya no se venden pisos y que no pueden pagar los créditos milmillonarios que han pedido. Los bancos españoles dicen que no cobran los créditos y que se han quedado sin dinero y los bancos alemanes dicen que dejaron dinero a los bancos españoles y que estos no les pagan, como consecuencia ellos también se han quedado sin dinero. Esa crisis se había iniciado antes en EEUU en forma de «crisis de las hipotecas basura», con las mismas consecuencias que en Europa, las grandes compañías dicen que no tienen dinero.
Lo que no nos han contado es que, «desde la crisis del petróleo» de 1973, se han sucedido cada vez más crisis, hasta alcanzar la actual de tipo general y sistémico (cuando empezó la transición en España teníamos una crisis brutal, en los años 80 Méjico declaró la imposibilidad de pagar sus créditos, Japón vivió una «década perdida» desde el inicio de los 90, con su crisis de la burbuja inmobilaria, en el 97-98 se produjo la crisis asiática, a finales del 2001 Argentina conoció «el corralito», de 1993 a 1995 vivimos una gravísima crisis económica en España con índices de paro de un 24%). De todo esto nadie parece acordarse.
Tampoco nos han contado que desde los años 70 la clase trabajadora fue perdiendo capacidad adquisitiva y que ésta fue sostenida artificialmente mediante el consumo a crédito, que puso parches a una crisis de sobreproducción en los países más desarrollados y a un descenso de la tasa de beneficio, derivada de los altos costes de innovación tecnológica, de renovación en los equipos industriales y de un sobreendeudamiento financiero de las empresas. A ello hubo de unirse una brutal financiarización desregulada de la economía mundial desde los años de Thatcher-Reagan que, cuando falló una de las patas, la productiva, se expresó como crisis financiera, aunque su origen no estaba allí.
Pero claro, si nos hubieran comunicado todo esto, habríamos comprendido que el capitalismo está muy enfermo desde hace tiempo y que, si cae por sí mismo, sin que acabemos con él, nos puede aplastar y lo que hoy es una crisis de legitimación del sistema político se habría trasladado a una crisis de legitimidad del sistema económico, cerrándose la crítica al sistema global mundial. Mejor decir que tienes un problema de comunicación que contarle a la gente que está montada sobre un barril de pólvora.
Entonces se produce otro gran triunfo de comunicación de los gobiernos. Nos convencen de que es mejor salvar con dinero público a las grandes compañías que dejarlas caer. Por lo tanto a partir de 2007 empieza a producirse un trasvase masivo de deuda privada (no sabemos si esa deuda privada es real o ficticia) a deuda pública. La consecuencia primera es evidente, la deuda de los estados occidentales se multiplica de manera exponencial.
En España llegamos al punto de ruptura en Julio de 2012, con la caída de BANKIA. Había que inyectar en BANKIA una cantidad indecente de dinero en poquísimo tiempo y en el mercado internacional no nos daban el dinero, el estado evidentemente tampoco lo tenía. Llegó el temido rescate.
La segunda consecuencia de ese trasvase de deuda privada a deuda pública, es la reducción drástica de toda inversión del estado en la economía real. Se paralizaron las obras públicas, se dejó de contratar funcionarios, se redujeron todo tipo de ayudas sociales, etc.. Eso ha paralizado la economía interna.
Nos dicen que lo que pasó en 2012 fue una crisis de deuda soberana y que salimos de ella gracias a la acción del gobernó y a las medidas del BCE. El gobierno en realidad no hizo nada y el BCE lo que hizo fue decir a los inversores (la mayoría de ellos bancos a los que habíamos rescatado) que no se preocuparan, que la deuda de los estados era segura. De hecho, el BCE les dijo a los inversores que si seguían comprando deuda nacional, ellos después se la recomprarían pagando todos los intereses.
Por lo tanto los bancos hoy compran aun deuda española, pese a que a día de hoy debamos 300.000 millones más que en 2012.
Pero si los bancos actúan como tiburones, las empresas industriales y de servicios son corsarios sanguinarios que desde hace cerca de 30 años han llevado a cabo una brutal transferencia de las rentas del trabajo a las del capital mediante los recortes salariales, los trabajos basura y a tiempo parcial y los contratos de un día o de unas horas, además de un despido gratuito y unas exenciones fiscales que se compensan transvasando sobre las espaldas de los trabajadores lo que éstas dejan de cotizar al Estado.
En 2007 nuestro estado debía 380.000 millones de euros, en 2012 debíamos 800.000 millones. Hoy debemos 1.100.000 millones de euros. De Guindos dice que hoy nuestra situación es infinitamente mejor que en 2012, cuando la solución que le hemos dado a nuestros problemas económicos es la solución del ludópata. Saldar nuestras deudas con más deudas.
En este punto quiero hacer mención a Julio Anguita, uno de mis ídolos caídos. Dice Julio que hay que salir del euro, que el euro nos está llevando al desastre y que es posible salir. Dice que si salimos del euro nuestra deuda pasaría a ser en pesetas y que con dar a la maquinita de hacer billetes se solucionaría el problema. Eso era así hasta hace unos pocos años, hoy no, hoy es imposible hacer eso que dice Julio. ¿Por qué? Pues porque el lumbreras de Rajoy ha comprado en estos años casi toda la deuda en moneda extranjera y si pides dólares hay que devolver dólares. Parece que quieran quitar todas las opciones de una salida socialdemócrata a la situación.
Otro gran triunfo de comunicación de nuestro gobierno es en el tema de los impuestos. Nos han subido los impuestos hasta lo intolerable, pero siguen siendo los adalides de los impuestos bajos. No se pueden pagar tantos impuestos dicen, dicen además que ellos luchan para bajar los impuestos. Claro que no es mentira del todo, luchan para que algunos no paguen impuestos.
En este país, no todos pagamos los mismos impuestos. Los impuestos crecen solo para la mayoría. Las grandes corporaciones hoy en España directamente no pagan impuestos. Nos dice el gobierno que las grandes corporaciones son las creadoras naturales de empleo y que hay que incentivarlas reduciendo sus impuestos. Si pagan menos a hacienda tendrán más dinero para contratar. Este es un argumento falaz donde los haya, que además se ha demostrado que no funciona.
Hay otro argumento para reducir hasta lo indecente los impuestos a los patronos: hoy el dinero no tiene fronteras, así que si cobras unos impuestos lógicos a las multinacionales, estas se irán del país y te quedaras sin nada.
Hoy el impuesto de sociedades es del 30%, pero está sujeto a tantas deducciones, que empresas como Telefónica, el Banco de Santander o el BBVA, no pagan nada de impuestos. Esas deducciones han sido incluso sancionadas por la Unión Europea. Eso sin contar con que estas empresas y casi todo el IBEX35 opera también en paraísos fiscales y exporta una parte de sus beneficios a ellos. Hace unos meses salió en los medios una sentencia de los tribunales europeos, declaraban ilegales las exenciones fiscales a las grandes corporaciones por la promoción exterior que estas habían llevado a cabo y exigían al gobierno la recuperación de ese dinero. Ni que decir tiene que el gobierno ha hecho caso omiso de esa obligación.
Hoy estamos viviendo otro ataque mediático en relación al dinero que los grandes patronos pagan al estado: nos dicen que por un trabajador que cobra 1.100 euros al mes netos, el patrono paga unos 2.000 euros en total. Nos dicen que si el patrono pagara menos a la seguridad social, el empleado tendría al menos 400 euros más de sueldo al mes. Así que los programas electorales de la nueva progresía, plantean la reducción del dinero que el empleador paga a la seguridad social, ya que con ello dicen que subirían los sueldos al bajar los gastos. Lo peor es que el empleado se lo cree y lo ve lógico, cuando tal afirmación solo tiene la consecuencia obvia, el empleador se ahorraría 400 euros.
¿De dónde saldría el dinero de las pensiones y de los hospitales si eso pasara?
Hoy vemos claramente que el gobierno legisla solo para beneficiar a unos pocos; sin embargo, han conseguido que muchos vean esa manera de gobernar como el mejor camino para lograr el bienestar de todos, como el único camino. ¿Es o no es esto un triunfo de comunicación?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.