Recomiendo:
2

Complejidad y dilemas de una Cuba diversificada

Fuentes: IPS

¿Qué cambios profundos aún se requieren en la institucionalidad y las prácticas sociales para contrarrestar el desgaste y motivar la creatividad y el compromiso social?

Los nuevos contextos –mundiales y nacionales– en que se han producido las dinámicas sociales, en las últimas décadas, marcan un profundo cambio en todos los aspectos y ámbitos de la vida de las personas y segmentos sociales, también en el país.

En nuestro caso, han ocurrido multitud de incidencias durante los últimos años, como parte de los cambios en las situaciones propias de cada etapa de las relaciones de carácter sociohistórico, geopolítico, económico y simbólico que dominaron otras épocas determinadas de la nación y marcaron los momentos, intensidad y desafíos en que los procesos  tuvieron su expresión, en su intervínculo a escalas macro-meso-micro social.

La sociedad se ha vuelto, progresivamente, más diversificada; no solo desde el ámbito físico-material y socioeconómico, sino también desde las subjetividades y patrones de interacción social en un amplio diapasón cultural de los distintos segmentos poblacionales.

La complejidad de sus dinámicas queda definida así por las trayectorias generales de cada momento social concreto, con avances, inercias y retrocesos posibles, en medio de incertidumbres diversas: algunas inesperadas, como la pandemia de covid-19; otras como el maquiavélico manejo del bloqueo por parte de las autoridades estadounidenses; o por la no conjunción de políticas internas anticipatorias, en ocasiones erróneas o no atinadas, ante situaciones emergentes o no visibilizadas suficientemente por la dirección del país, entre otras cuestiones.

Desde ese panorama, nos interesa abordar algunos avances y retos socioeconómicos y ético-políticos que presenta la asunción de un socialismo multiactoral y participativo, desde una proyección de la diversidad de sus componentes, de legitimación de distintas formas de propiedad y gestión económicas, así como desde la discusión de las relaciones de poder social, en sus posibles contradicciones, limitaciones, realidades y potencialidades.

Interconexiones

El momento actual requiere de un enfoque sistémico multidimensional. Desde la perspectiva de la complejidad, la sociedad –en cualquiera de sus subsistemas o escalas sociales e institucionales– es un sistema interconectado en el que:

  • se manejan contextos de incertidumbre relativa y, por tanto, requieren rupturas de esquemas y previsión de escenarios probables –y otros menos previsibles, pero actuantes–, que implican disponer de gran capacidad de anticipación e innovación organizativa social consensuada. Es el caso, por ejemplo, de los requerimientos de la concepción de la autonomía del municipio, sus realidades actuales y derivaciones posibles para el país; las consecuencias del desarrollo vs. regulaciones de mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas) privadas; los impactos de la desconexión relativa de los principios cooperativos en la implementación de nuevas formas socioeconómicas, etc.
  • los subsistemas sociales tienen una conexión con el sistema total y no operan aisladamente en el contexto total, pero también imponen en este sus marcas o prácticas, con funcionamientos recursivos. Por ejemplo: prácticas autoritarias en el sistema familiar e instituciones de la sociedad y sus consecuencias en niveles meso-macro-sociales (fractalidad); y, a la inversa: impactos sociales negativos-positivos de la informalidad como forma de “resolver” o “luchar” por la sobrevivencia o el lucro.
  • lo que ocurre en una esfera –como la económica– es causa y, a la vez, consecuencia de lo que se plantea en otras esferas: jurídica, ideológica, prácticas cotidianas, subjetividad social y otras. Por ejemplo: disfunción social por la naturaleza de nuevos tipos de relaciones sociales, la diferencia de ingresos en sectores privados y estatales y sus posibles consecuencias para la formación de una conciencia social individualista o capitalista vs. conciencia solidaria.
  • los procesos generados tienen sus propias formas de “auto-organización”, que muchas veces escapan a las ideas originales o las normas implantadas, buscan su acomodo a las nuevas realidades con formas propias (ecología de la acción). Ejemplos: modalidades, distorsiones, mecanismos y otras variantes empleados en algunas formas de gestión socioeconómica; incluso, la vieja tradición de funcionamiento restrictivo-directivo de las empresas estatales y los mecanismos “invisibles” de filtración de recursos.
  • la “dialogicidad o complementariedad posible” entre procesos opuestos, que permiten ciertas formas de convivencia adaptativa al modelo deseable. Por ejemplo: la constitución de alianzas y formas representativas entre el sector público y el privado en la economía, en sus posibles entramados para el desarrollo socio-económico del país, con apertura de sus potencialidades dentro de un marco regulatorio-valorativo de solidaridad social para la contribución al desarrollo local.

Estas, entre otras características de los procesos de la complejidad social, presentan situaciones inesperadas o interconectadas, autoorganizadas, que necesitan su interpretación en el alcance posible de los procesos participativos en la gestión de las políticas públicas.

Desde las subjetividades sociales, es oportuno considerar el impacto de los fenómenos disruptivos –internos y externos– que han afectado la organización de la economía y las relaciones sociales, desde una acumulación de décadas que las políticas del país no han podido recuperar, pese a empeños en ese sentido.

Todo ello nos podría llevar a reflexiones acerca de qué cambios profundos aún se requieren en la institucionalidad y en las prácticas sociales para contrarrestar el desgaste y motivar la creatividad y el compromiso social hacia renovaciones imprescindibles en todos los segmentos poblacionales y los actores sociales relevantes.

Transformación en el sistema de relaciones socioeconómicas

Refiriéndonos a la situación cubana en relación con las modalidades socioeconómicas de gestión y propiedad, se han estado introduciendo diversidad de formas coexistentes; algo que, adaptado a características propias, podría resultar en una proyección acertada, en una modalidad innovadora del sistema socioeconómico. Sin embargo, no deja de presentar imprecisiones y posibles dilemas.centrales.

El país ha transitado desde fluctuaciones más drásticas o más flexibles, en distintas épocas –por ejemplo, recientemente, la conmoción social de la implementación de la denominada Tarea Ordenamiento, con implicaciones positivas y negativas, algunas no predecibles inicialmente–, hacia una solución económica multiactoral, en la que se plantea la coexistencia de diversas formas de propiedad y gestión.

Estas incluyen: trabajadores por cuenta propia, mipymes privadas y estatales, cooperativas agropecuarias de diferente formato, cooperativas urbanas o no agropecuarias y agropecuarias, empresas de capital mixto y empresas privadas extranjeras, en forma autónoma o en zonas libres, entre otras variantes.

Por otro lado, se ha puesto énfasis en la centralidad de la “empresa estatal socialista”, en referencia a las empresas estatales existentes, lo que supuestamente otorgaría el carácter propio al sistema social socialista cubano desde la dimensión económica.

Sin embargo, persiste la confusión acerca del carácter de la empresa estatal y su denominación como “socialista”, que implica, entre otras cuestiones, la configuración de un sentido de propiedad del pueblo, la participación amplia en sus decisiones, las que tienen connotaciones locales y las del Estado.

En realidad, en todas las diversas formas socioeconómicas empresariales del país se manifiestan grados diversos de limitaciones y distorsiones, así como potencialidades de relaciones de trabajo humanizadoras, hacia cuya solución más efectiva habría que propender; se trataría de avanzar desde las proyecciones económico-políticas actuales hacia una comprensión compleja que fomentara relaciones sociales emancipatorias.

En este sentido, se requeriría profundizar en la configuración del poder social, los procesos decisionales y las lógicas de operación de las organizaciones, con vistas a una alternativa desenajenante y liberadora.

Ayudaría una mayor comprensión de los espacios sociales en sus interconexiones. No es posible comprender las empresas, los barrios y comunidades, las organizaciones sociales, estatales y otras, solo desde sus relaciones internas. La parte y el todo social forman una unidad, de manera que lo que acontece en las políticas públicas y decisiones de Estado es sentido y vivido en las bases sociales; lo mismo ocurre en sentido inverso.

Algunos ejemplos

Por ejemplo, en la actualidad cubana, se han tomado medidas respecto a la empresa estatal que van dirigidas, pausadamente y no siempre generalizadas, a fortalecer su autonomía y la redistribución de una parte de las ganancias con los trabajadores, aunque el tema de la participación de estos en las decisiones parece vinculado a limitadas acciones sindicales más o menos formales, algo que depende de visiones institucionales generales.

En el caso de las mipymes privadas, las formas de enajenación del trabajo propias de sus relaciones capitalistas son más evidentes que las carencias que se plantean aún para la empresa estatal.

En ambos casos, sus limitaciones y proyecciones actuales plantean ascendientes de importancia para la configuración de relaciones sociales de dominación o de liberación, algo que tiene que ver también con las visiones políticas de la sociedad.

Las cooperativas, en todas sus formas, constituyen formas más avanzadas de relaciones de trabajo –cuando están concebidas desde los principios de la economía social y solidaria (ESS)– aunque diversas distorsiones las pueden hacer parecer como empresas de cooperación privadas.

Todas esas formas de gestión y propiedad podrían convivir sin menoscabo de la centralidad de una real empresa estatal socialista, en mis consideraciones, con la adecuación –flexible para cada forma– de una aplicación integral de los principios ESS.

De manera que la interpretación de situaciones focalizadas o locales requiere establecer sus conexiones con el movimiento de la sociedad total, en sus escenarios posibles, desde enfoques realistas y principistas, con la flexibilidad de reconexión y reconfiguración de relaciones que requiere cada caso.

No obstante las dificultades, algunas directrices que van ganando terreno en ese sentido son:

  • la creciente comprensión de tomar en cuenta el ejercicio de responsabilidad social empresarial (tanto hacia el entorno comunitario y medioambiental, como hacia el beneficio de los propios trabajadores).
  • la orientación hacia la constitución de entramados productivos o cadenas de valor  multiactorales, con igualdad de derechos y deberes.
  • para los casos de las cooperativas y empresas estatales, ciertas fórmulas de redistribución de ganancias y de autonomía empresarial.
  • la integración de emprendimientos privados y cooperativos a estrategias de desarrollo local y comunitario.
Transformación en el sistema de relaciones sociales, de poder y vida cotidiana

El panorama de las diferenciaciones sociales se ha hecho más complicado, a partir de la diversificación generacional, cultural y socioeconómica, con diferentes experiencias y trayectorias históricas: quienes vivieron las primeras épocas del proceso revolucionario, por ejemplo, y las personas nacidas en los últimos 30 años, con visiones, expectativas y posicionamientos muy diferentes –al interior de cada cohorte generacional–, de acuerdo con el punto desde donde se vivió el proceso.

La diversidad del espacio territorial-cultural de cada segmento de la población es otro de los elementos que marcan distancias poblacionales, muchas veces impactados los sectores de menores ingresos y con prejuicios raciales, generacionales, de género y otros, que están bien documentados.

Existen localidades marcadas por carencias extremas que han persistido demasiado tiempo; con costumbres, hábitos y formas de vida muy diferenciadas, a lo que los programas de la Revolución y las condiciones de precariedad obligada por condiciones de bloqueo y no prioridad de las políticas públicas en determinados momentos, dibujan el cuadro poliédrico de la conformación de la población cubana hoy.

Unido a ello, la existencia de sectores con acceso a mejores recursos de vida, por su posición económica o de poder, contribuye a marcar las diferencias sociales existentes en el plano de las condiciones de vida cotidiana, algo que no escapa a la percepción y comportamiento de diversos sectores de la población. Es obvio que vivimos aún en una sociedad lastrada por contradicciones históricas y otras generadas en el período revolucionario, las cuales tienen un efecto regenerador de distancias sociales, con sus consecuencias sociopolíticas.

No es posible interpretar los eventos de las prácticas sociales, marcadas con posicionamientos diversos, afinidades y distanciamientos de los grupos sociales, sin considerar el movimiento de los micro-espacios, en intervinculación con los mega-procesos políticos-económicos-sociales que ocurren en el país y el contexto internacional; de igual manera que no puede tenerse una idea clara de sus interrelaciones y direccionamientos sin considerar aquellas subjetividades y prácticas cotidianas emergentes y sus perspectivas.

En este sentido de integración compleja de la realidad social, es relevante la consideración de las interrelaciones organizacionales y subjetivas multiactorales: una visión del desarrollo local que vaya más allá del espacio físico u organizacional de la gestión pública local y considere sus configuraciones de sentido. Para algunos cientistas sociales, esto implica articulaciones de procesos cognitivos-afectivos-comunicacionales-prácticas sociales en tramas complejas.

Al incorporar esta mirada y revelar el trazado ético-estético de la vida cotidiana de la población diferenciada, es posible apreciar la simultaneidad de “capas de sentido y modos de significar” que coexisten en un mismo territorio geopolítico, desde su densidad histórico-cultural, que incorpora realidad de la cotidianeidad y lo simbólico, en sus interconexiones micro-meso-macro, como espacio social complejo.

En todo este proceso actual de cambios en el país es particularmente importante la consideración de la dimensión política, que transversaliza todos los campos de acción social e implica la elaboración de conceptos básicos y prácticas, resistentes o renovadores de las esencias del sistema socialista –formas de propiedad y gestión en la esfera socioeconómica, participación ciudadana en las decisiones claves, subjetividades emancipatorias basadas en principios de equidad y justicia social, entre otras.

De hecho, la agudización de contradicciones sociales, de visiones contrapuestas, de infusión de imaginarios externos a las posibilidades de desarrollo real, en condiciones extremas como las actuales, marcadas por pandemias, bloqueos, retraso de visión y desajustes de políticas internas, constituyen factores de desintegración social que han podido tener momentos explosivos.

La apertura de canales amplios de comunicación y retroacción sobre las problemáticas sociales sentidas por diversos segmentos de la población, es una tarea urgente y de imprescindible actualidad.

De manera que, si se generan nuevas posibilidades organizativas, los procesos de centralización y de ordenamiento burocrático pre-existentes podrían ser revertidos en el plano territorial-nacional desde renovaciones significativas de las instituciones sociales, desde el gobierno popular y las organizaciones sociales.

Desafíos de la autogestión social

El tema de la subjetividad social y las prácticas cotidianas, asociadas a los nuevos marcos de organización de la autogestión local-social, plantea un reto importante desde lo teórico y práctico, desde sus implicaciones para el tejido social y las formas de participación social ciudadana, así como para la articulación entre formas socioeconómicas diversas, los órganos del Estado y la democracia participativa y protagónica de la población.

La autogestión social es una de las manifestaciones más importantes, que se expresa a través de diferentes formas y mecanismos del autogobierno local-nacional; también, en un plano más amplio, implica la articulación entre autogobierno popular y las instituciones y espacios sociales. Por tanto, es una forma de expresión de la articulación (gramsciana) entre sociedad civil y sociedad política, como articulación compleja entre Estado y relaciones sociales (incluidas las económicas).

La profundización en procesos de deliberación sistemática sobre la realidad local-nacional, de concertación de visiones y posicionamientos desde las realidades de vida de los diversos segmentos sociales, potenciaría el manejo de sus recursos y opciones de desarrollo, con mayor espacio a la autoorganización social interconectada a la gestión de gobierno popular.

La sociedad puede profundizar en procesos de concertación y diálogo social inclusivo. El intercambio que se produce en el diálogo no debe ser un mero ejercicio intelectual, sin trascendencia más allá del momento dialógico; por el contrario, debe conducir, desde el compromiso, a la transformación, así sea individual, grupal o social. El reconocimiento respetuoso del otro debe constituir, al mismo tiempo, fundamento, condición y resultado del diálogo.

Esto vale tanto para la dirección sociopolítica como para los ciudadanos individuales o asociados, en aras de la configuración de una sociedad socialista democrática y sostenible.

El paradigma de la educación popular –hoy reconocida por el gobierno del país como una fórmula incluyente y socializadora desde las necesidades e intereses sociales diversos– puede ser una fórmula generalizadora de concertaciones sociales.

El pedagogo brasileño Paulo Freire (1921-1997), abanderado de esta corriente, caracterizó el diálogo auténtico como un intercambio comunicativo crítico-reflexivo-constructor de conocimiento y autorreconocimiento de sí y de los otros; además, impregnado de un sentido ético y transformador.

La idea de reinvención –en Freire– sintetiza la esencia transformadora del diálogo: facilita, por una parte, interpretar, significar, decir, expresar y, por la otra, resolver, generar respuestas y poner en la práctica acciones alternativas. Ello supone, además, situar el punto de partida de la deliberación y expresión integral en los sujetos mismos de la actividad.

Las precisiones antes referidas delimitan el tipo de diálogo al que se puede aspirar ante las urgencias de integración e iniciativas que demandan nuestras realidades sociales. En síntesis, en el diálogo se expresa un interjuego dialéctico consenso-disenso, siempre orientado a compartir posicionamientos y proyecciones aportadoras a la integración y solidaridad social.

Esta proyección debe ir unida a un ejercicio transparente y diáfano del poder desde todas sus instancias, accesible al ciudadano común y las organizaciones sociales, que haga posible la eficacia de instrumentos de control popular a todos los niveles de la sociedad.

La transparencia ética y los mecanismos de participación ciudadana y de control popular omnipresentes hacen posible la sintonía en las propuestas concertadas entre segmentos poblacionales, organizaciones y dirigentes a todos los niveles de la sociedad. Constituyen las bases sólidas –proclamadas desde diversos documentos oficiales del período revolucionario, pero más difícil de concretar en las prácticas cotidianas– de la construcción innovadora del tejido social, encaminado a un futuro de “progreso, democrático y sostenible”.

Ovidio D’Angelo Hernández es investigador social

Fuente: https://www.ipscuba.net/sociedad/complejidad-y-dilemas-de-una-cuba-diversificada/