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Compromisos con la salud laboral

Fuentes: Gara

La siniestralidad y daños en el trabajo no desaparecen, ni disminuyen, como nos recuerdan los siniestros de julio y agosto y el crecimiento de las enfermedades profesionales. Derechos humanos son pisoteados cada vez que un trabajador pierde la vida o la salud el trabajo. La inadmisible situación reclama: 1. Una seria implicación de los gobiernos […]

La siniestralidad y daños en el trabajo no desaparecen, ni disminuyen, como nos recuerdan los siniestros de julio y agosto y el crecimiento de las enfermedades profesionales.

Derechos humanos son pisoteados cada vez que un trabajador pierde la vida o la salud el trabajo. La inadmisible situación reclama:

1. Una seria implicación de los gobiernos de Zapatero e Ibarretxe, de jueces y fiscales, pasando de las palabras a los hechos, en perseguir y castigar los delitos, responsabilizando a la empresa principal con relación a contratas y subcontratas del cumplimiento preventivo.

2. Los sindicatos no podemos conformarnos con la nota de prensa y la protesta tras el siniestro, tenemos que asumir mayor compromiso en la acción preventiva cotidiana e impulsar una movilización social unitaria para acabar esta sangría.

Los siniestros y enfermedades profesionales no son resultado de la fatalidad ni de la mala suerte, expresan una precaria prevención en el trabajo, evitarlos es posible, asumiendo como prioridad la protección de la vida y de la salud.

Son indiscutibles los avances en la gestión preventiva producidos en la gran y mediana empresa, ahora bien, muchas de las actividades de riesgo se han externalizado a la cadena de subcontratación, a unos precios que obligan a los trabajadores a jugarse la vida, sacrificando la prevención o dejando de trabajar. Abaratar costes lo exige el mercado, mediante el deterioro de las condiciones de trabajo y salariales.

El riesgo y los daños a los trabajadores son diferentes según el tamaño de empresa o ubicación en la cadena de subcontratación. El 50% de los accidentes de trabajo se producen en empresas con menos de 25 trabajadores y un 86% en las inferiores a cien empleados. La siniestralidad es enorme en los paganos «falsos autónomos». Los daños son inversamente proporcionales a la presencia y acción sindical en la empresa.

Desde la OIT, al sindicalismo mundial de la CIOLS, todos reconocen la importancia de esta función preventiva del sindicato, salvo un sector que trata de disfrazar su falta de compromiso con la mentira, en el más puro estilo de Goebbels, cuando acusa a CCOO de financiación irregular por la creación del delegado sectorial de Prevención en el Convenio de Construcción de Araba y Bizkaia. La opinión expresada en el «Landeia» de mayo por Janire Domínguez es ilustrativa de su actitud: «No van a pasar por ir obra a obra, visitando los centros de trabajo, para ver si cumplen o no las normas de seguridad, es una tarea que no deben hacer los sindicatos. Esa tarea corresponde a la Administración». Resulta curiosa esa dejación de responsabilidades, con las escandalosas cifras de pérdidas de vidas y salud de los trabaja- dores y con una Administra- ción más preocupada por la alarma social que por perseguir los delitos.

No se puede ignorar que el 28,81% de los trabajadores vascos está empleado en empresas de menos de seis trabajadores, discriminados sin derecho a elegir representación legal ni delegado de Prevención, y un 46,6% en empresas de menos de treinta, con débil presencia sindical. El centro de trabajo tradicional, identificado como empresa, ha cambiado. Múltiples empresas con diferentes convenios y sectores trabajan con escasa coordinación en un mismo espacio de trabajo. Los trabajadores de una misma empresa se encuentran desperdigados en subcontratas en múltiples centros de trabajo en el territorio, lo que limita el papel tradicional del delegado sindical.

Para CCOO, articular respuestas conjuntas y coordinadas entre los trabajadores de la empresa principal, las contratas y subcontratas es un reto. Que los representantes sindicales de la empresa principal representen y se movilicen junto a los trabajadores de las subcontratas, en favor de similares condiciones de seguridad y salud.

Es indiscutible la necesidad de más inspectores de trabajo para combatir la insumisión empresarial, pero sin la movilización que produzca cambios en el compromiso de los gobiernos, jueces e instituciones del Estado la sangría laboral continuará. La experiencia obrera nos enseña a no esperar milagros de la Administración, organizarnos sindicalmente, elegir delega- dos e impulsar la participación de los trabajadores en la defensa de sus intereses, particularmente, la salud e integridad física. Como dice la CIOLS, el sindicato es el mejor instrumento preventivo con el que cuentan los trabajadores y esto es lo que no entiende el sindicato mayoritario en la CAV.

El delegado de Prevención, como representante de los trabajadores, actuando como «pulga cojonera», exigiendo mejora de las condiciones de trabajo, ha demostrado su valía para eliminar o reducir los accidentes y enfermedades laborales. Un nuevo auge del movimiento obrero tal vez nos muestre mejores respuestas en los centros multi-empresas. Hoy el mejor instrumento es el delegado secto- rial o territorial de Prevención, vinculado y en contacto con la organización de los trabajadores, vigilando y supervisando los centros, exigiendo al empresario medidas preventivas, sensibilizando a sus compañeros, proponiendo la paralización de la actividad ante un riesgo grave o comunicar al sindicato si la empresa hace oídos sordos a las demandas laborales.

¿Quién no recuerda el fracaso del Pre-Acuerdo del Aula Permanente para la Formación en el Sector de Construcción, saboteado a última hora por el sindicato mayoritario, tras comprobar que la representación sectorial, no garantizaba su capacidad de veto, como acostumbra en otras instituciones? Elorrieta debe predicar con el ejemplo sus lecciones de ética sindical.

La inadmisible siniestralidad exige compromiso y acción conjunta en defensa de la vida y salud en el trabajo. El frentismo excluyente está en crisis cuando tratan de expulsar a quien se rebela a sus dictados. Las elecciones sindicales son una buena oportunidad para debatir, asumir compromisos o cambiar la representación sindical y dar prioridad a la defensa de la vida y salud en el trabajo. Merece la pena.

Jesús Uzkudun Illarramendi – Secretario de Salud Laboral de CCOO-Euskadi