Se que no va a servir a nadie mi condena, a quienes lo ejecutaron, asesinaron, o a quienes se agrupan en torno a su memoria autoproclamándose víctimas ellos mismos, a ninguno de los dos bandos enfrentados les va a servir una condena más o una condena menos. La violencia genera violencia que a su vez […]
Se que no va a servir a nadie mi condena, a quienes lo ejecutaron, asesinaron, o a quienes se agrupan en torno a su memoria autoproclamándose víctimas ellos mismos, a ninguno de los dos bandos enfrentados les va a servir una condena más o una condena menos.
La violencia genera violencia que a su vez responde con más violencia si cabe, porque somos humanos y estamos llenos de sentimientos y frustraciones, el odio es ambos sentimientos en uno y por ello es peligroso, muy peligroso.
En el tajo, en la carretera, en el monte, en la mar, mueren los obreros de a pie, los jornales más humildes para los trabajos más puteados, más peligrosos.
En las guerras, en eso que ahora llaman eufemísticamente misiones de paz o daños colaterales, mueren los soldados rasos y los niños que juegan en la calle.
En la política, todo conflicto armado conlleva un fondo político por más que nos amenacen por sólo pensarlo, no mueren los reyes, los presidentes, los ministros o los consejeros. Aunque, también es cierto, de vez en cuando la historia nos recuerda que murió un rey, un ministro o un general.
En la llamada violencia de género, como si ésta necesitase de adjetivos, mueren también hombres pero estarán conmigo que la mayoría de las víctimas son mujeres, lo son precisamente por ser la parte más débil de esa violencia.
Por eso hoy debería condenar esta muerte, ilógica como todas las que produce el odio y/o la violencia, innecesaria e inútil, que dentro de no mucho sólo será un guarismo que los unos y los otros harán suyo, pero me iba a obligar a condenar otras muchas que no encontraron eco, o al menos no el necesario, para obligar a quienes pueden hacer algo para que no vuelvan a darse.
Mata, eso lo tengo claro, quien aprieta el gatillo, y matan quienes priman sus intereses personales o de partido para que entre todos no encontremos un marco posible de entendimiento donde el odio y las ansias de venganza sean cosas del pasado, a superar.
Matan quienes desde su poltrona o por su poltrona continúan negándose al dialogo y/o a la negociación, quienes continúan saltándose olímpicamente las leyes y los derechos por unos años más de poder, quienes sólo ven en los millones, fondos y presupuestos, la razón de su política y su bienestar personal… tendríamos que seguir así dibujando una sociedad enferma sin que nada, ni nadie haga por ella nada de nada.
No tengo la solución, o al menos no tengo la solución mágica, para detener y zanjar este conflicto político, y armado claro, que nos enfrenta con los estados español y francés, conflicto mortífero por cierto, pero tengo razones para creer que la solución vendrá desde el diálogo y la negociación.
Oír decir a José Luís Rodríguez como oferta electoral que no negociara nunca jamás nos da mil y una razones para no votarle jamás. Escuchar a Rubalcaba, a Balza o a Rajoy, entre otros, que la única solución posible es la solución policial, detenciones, torturas, encarcelamientos, enfrentamientos armados, ilegalizaciones, también los jueces están en esto, enfrentamientos, persecuciones y prohibiciones, no ayuda gran cosa y sólo genera, demasiado tiempo de realidad para creer ahora en sus cantos de sirena, más odio y más venganza.
Matar tampoco ayuda en nada.
Ayer fue un día de luto, también lo aprovecharán para desde su discurso llamar a votar, porque en algún lugar un obrero ha muerto cuando estaba trabajando, porque una mujer ha sido degollada, porque un avión ha disparado un misil a un blanco equivocado, porque alguien se ha inmolado en un mercado, porque un político, o ex político, ha sido tiroteado en una calle cualquiera cuando iba al trabajo. Hoy es un día de luto porque quienes pueden se niegan al diálogo y a la negociación.