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¿Confluencia?

Fuentes: Rebelión

Hace unos días tuve la oportunidad de leer una noticia en la cual se detallaban numerosas candidaturas ciudadanas que optan a gobernar diversos ayuntamientos. Digo bien al citar «optan a gobernar», y no decir «tomar el poder»; ya que hoy nadie tiene dudas de que son dos conceptos totalmente distintos. Muchas de las instituciones de […]

Hace unos días tuve la oportunidad de leer una noticia en la cual se detallaban numerosas candidaturas ciudadanas que optan a gobernar diversos ayuntamientos. Digo bien al citar «optan a gobernar», y no decir «tomar el poder»; ya que hoy nadie tiene dudas de que son dos conceptos totalmente distintos. Muchas de las instituciones de este país tendrían que cambiar para que alguna de las fuerzas emergentes llegue a tener el poder algún día; cítese la justicia, religión o Iglesia, cuerpos y fuerzas de seguridad, medios de comunicación… Sin embargo, reconozco que esta noticia me agradó al tiempo impactó por diversas causas.

Una de ellas, y quizás la más importante, es que a pesar del nombre que tienen éstas -Ganemos (Salamanca, Toledo, Málaga…), Ahora (Madrid,…), (Barcelona, Zaragoza, León,…) en Común, Marea (Atlántica, de Vigo,…), Guanyem (Alacant, Palma,…), (Sevilla, Gijón,…) sí puede, etc.- mayoritariamente están integradas por miembros de los mismos partidos políticos (¡Oh my God!). Es decir, estas candidaturas ciudadanas -de gente sencilla haciendo política «de cercanía»– en las que las altas direcciones de los partidos pierden poder -aquí si digo poder- mayoritariamente están compuestas por miembros de: IU, Podemos, Equo -o alguno de los sectores de IU, Podemos o Equo-, y alguna fuerza más que no detallo por espacio y por temor a olvidar otras1. ¡Qué curioso! Es como si la gente corriente -sin pretensión de profesionalizarse en política- luchase por mejorar sus condiciones desde la política local, sin temor a confluir, y obviando nimias diferencias. Por el contrario, aquellos que «verdaderamente» saben hacer política apenas homogenizan su discurso partidista reubicándose en mil facciones como si de reinos de taifas se tratase.

Y digo «a pesar del nombre que tienen», ya que me hubiese gustado que todas ellas fuese bajo las mismas siglas. Y no porque me guste uno más, o menos, que otro; para mí todos son válidos. No obstante, creo que la dispersión en numerosas candidaturas distribuye el voto entre diversas formaciones -muchas de ellas con altas probabilidades de tomar la vara de mando municipal-, no viéndose éste reflejado en las respectivas Diputaciones Provinciales. De modo que unido a la reforma de la Administración Local y correspondiente pérdida de competencias por parte de las municipalidades -el poder más cercano al pueblo-, y por ende la concentración de poder entorno a organismos provinciales y autonómicos; gran parte de los recursos, poder y gobierno seguirá en manos de los partidos tradicionales, solo que ejercido desde una esfera distinta.

La siguiente causa quedó perfectamente reflejada por los Monty Python en «La vida de Brian». Es decir, la izquierda, si es izquierda, no puede estar unida; o al menos eso parece -necesitamos nuestro propio frente popular-. Aunque si vinculamos esta tradicional segregación de la «estratosfera intelectual de la izquierda», con la unidad de las «bases de la izquierda» y su capacidad para confluir en candidatura ciudadanas, vemos cómo sale a relucir el ego de los «grandes políticos» de este país. Un ego que, otra vez para mal de la misma izquierda, vuelve a fragmentarla y a minorar sus posibilidades de éxito y triunfo electoral.

Poco hemos aprendido de las candidaturas de unidad popular, lo que se lleva hoy en día son los gobiernos de concertación nacional. Parece que los grandes estadistas de este país y aspirantes políticos a serlo, poco conocen o practican el análisis sistémico desde una perspectiva holística e histórica de la coyuntura político-social -todo lo que no sea yo queda fuera del tablero político-. Lástima que se desaprovechen oportunidades que tan solo se presentan de tarde en tarde.

Si no se es generoso para confluir -hacia dentro y fuera de la propia organización-, si se niega esta posibilidad basándose en la esperanza de un posible resultado que nos convierta en minorías mayoritarias; y que por consiguiente nos permita pasar el rodillo a nuestros «vencidos» dentro de la izquierda, me pregunto: ¿cómo se puede gobernar un pueblo desde la generosidad que no se tuvo con los demás para acceder al Gobierno?

Guerras abiertas haylas en todos los partidos, desde el recién creado hasta el de más largo bagaje -político y de guerras internas-. Parafraseando a Andy Warhol, en todos hay disputas por los respetivos quince minutos de gloria. Pues bien, si alguien quiere tener media hora, aquí les entrego mis quince, pero háganse, hágannos y hagámonos un favor, confluyamos.

Nota:

1 De este análisis extraigo al PSOE, pues no se puede considerar de izquierdas aunque muchos de sus votantes sí lo sean.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.