El ilustrísimo Don José María Aznar será ex presidente del gobierno español, presidente de honor de la Internacional Demócrata Cristiana y parlamentario de España, pero es ante todo un mentiroso, un intervencionista y un provocador. Mentiroso, porque con la aviesa intención de favorecer a su partido, el PP, a pocas horas de las elecciones presidenciales […]
El ilustrísimo Don José María Aznar será ex presidente del gobierno español, presidente de honor de la Internacional Demócrata Cristiana y parlamentario de España, pero es ante todo un mentiroso, un intervencionista y un provocador.
Mentiroso, porque con la aviesa intención de favorecer a su partido, el PP, a pocas horas de las elecciones presidenciales intentó engañar al pueblo español al afirmar que los atentados terroristas en la estación de Atocha, en Madrid, habían sido realizados por los nacionalistas vascos de ETA. Los hechos demostraron la falacia y el PP pagó el precio con una merecida derrota.
Iintervencionista, porque asumió la complicidad con Bush de intervenir en Afganistan e Irak, de la mano de la histérica campaña antiterrorista que desató la Casa Blanca. También los resultados están a la vista y las últimas novedades lo sitúan como complice de la CIA en el uso de territorio español para el traslado clandestino de secuestrados de una cárcel a otra.
Provocador, porque durante el proceso electoral de 2006 en México se inmiscuyó en la campaña electoral a favor de Felipe Calderón. Aznar pidió abiertamente a los mexicanos que votaran en las elecciones presidenciales del 2 de julio por el PAN y por Felipe Calderón bajo el argumento de que el PAN ofrecía » el mejor proyecto posible, apoyado por un gran partido, unido en torno al mejor candidato, con ideas solventes para que México avance». Lo que por cierto le costó al PAN ser multado por contravenir el artículo 25 del código electoral, que obliga a los partidos a rechazar toda clase de apoyo propagandístico procedente de extranjeros.
Algo similar acaba de ocurrir en Chile donde junto con descalificar la política de alianzas de la Concertación se expresó casi en los mismos términos diciendo: «Estoy convencido de que (Piñera) será el próximo Presidente de Chile, y Chile tendrá un gran Presidente». Debajo de su casquete de pelo reñido con el champú, Aznar esconde una empecinada cruzada por la transformación reaccionaria del pensamiento social en nuestro Continente. Ahora bien, si por los resultados del gobierno de Calderón nos guiamos, se puede añadir a sus méritos el de falso profeta en tierra ajena.
Aznar, es un nostálgico del dictador Franco, demócrata sólo cuando le conviene y facistoide contra todo lo que huela a progreso en América Latina. Abusando de la libertad de expresión fue a Santiago para inmiscuirse en la batalla electoral chilena en defensa de los herederos de Pinochet. Igual como lo hizo cuando el dictador estaba detenido en Londres y arriesgaba ser juzgado por el juez Garzón en España.
El capítulo previo a la provocación en Santiago de Chile tuvo lugar en Caracas, donde Don José María fue a «aznar» en la reunión internacional denominada «Encuentro Internacional Libertad y Democracia: El Desafío Latinoamericano», convocada por el Centro de Divulgación del Conocimiento para la Libertad (Cedice), que acaba de cumplir un cuarto de siglo sin disimular su total dependencia de EEUU que lo financia y lo utiliza como parte de su estrategia intervencionista. Los chilenos Joaquín Lavín, Cristian Larroulet, Guillermo Turner y Jorge Schaulsohn, nacionalistas y patriotas ellos, fueron los encargados de tramar la intervención de Aznar en los asuntos internos de Chile.
En Caracas, Aznar se reunió con los principales activistas e «ideólogos» de la derecha de América Latina que comparten el neoliberalismo como dogma oficial. En este encuentro, los participantes pusieron en marcha la nueva Universidad Cedice-Cato, respaldada por la organización neofascista y ultraliberal de EEUU conocida como Cato Institute. En un lugar de sugerente nombre, Hacienda La Escondida, cercana a Caracas, el Cedice fue anfitrión de Don José María quien representó en el encuentro a la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (Faes), creada en Madrid en 2002 por Aznar y financiada en buena parte por empresas como BBVA, Santander y Endesa.
Cedice y Cato fueron los «sponsor» del viaje a Chile de Aznar. Cedice es el «think tank» de la derecha venezolana al que EEUU ha otorgado más financiamiento y asesoría estratégica en los últimos ocho años, según un trabajo de la investigadora estadounidense-venezolana Eva Golinger. Y el Instituto Cato es famoso por sus posturas de ultraderecha cuyos lazos se remontan a Ronald Reagan, Margaret Thatcher y el grupo de los llamados «Chicago Boys», amigos de Pinochet que no necesitan mayor presentación.
Hasta aquí las cartas credenciales de estos demócratas tan sui generis que van de intervención en intervención pontificando una doctrina cuyas raices son poco claras. Por ejemplo, Don José María es defensor a ultranza de la pervivencia del nacional-catolicismo, que pretende justificar todos los desmanes del catolicismo a lo largo de la historia de España, incluyendo los cometidos en la Conquista de América. Este discurso es conocido nuestro en América Latina ya que lo repite el Opus Dei, que propone la moral católica, tal y como ellos la interpretan, como Doctrina de Estado.
Es verdad que fascismo y nacional-catolicismo no son la misma cosa. Peeeeeero, y aquí vienen los peros caramba, tanto los fascistas como los nacional-catolicistas de la factura aznarista quieren convertirse en paradigma de la modernidad occidental, remozando elementos arcaicos de un fundamentalismo cristiano que poco o ningún favor le hacen a la Democracia Cristiana.
Para decirlo en cristiano, y perdonen la obviedad del juego de palabras, Aznar fue a México, a Venezuela y a Chile a vendernos los mismos rosarios y espejitos de hace 500 años. Esta vez con palabras modernas, queriendo apenas disimular el pensamiento reaccionario con el que gobernó España.
Una de las obsesiones del pensamiento reaccionario español que representa Aznar es el rechazo del islam, de allí que se lanzara de cabeza en la cruzada de Bush tal vez con la ilusión de «evangelizar nuevemente el mundo» esta vez recurriendo al poder militar norteamericano. No hay que extrañarse entonces de la actual coincidencia de intereses entre personajes como Aznar, empresarios como Piñera y el nacional-catolicismo de derecha, ofreciéndose todos como alternativa al avance democrático en el Continente.