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Sobre el “cadáver” de Fraga

Constelación de ikurriñas

Fuentes: Rebelión/Maverick press

Areilza, Conde consorte de Mutriku, fue más astuto y se anticipó el día 20 de diciembre de 1977 a izar su ikurriña propia nada más legalizarse ésta. Horas antes del acto solemne en la Casa Consistorial, un telefonazo a los guarde de su mansión, la de los Churruca, hizo ondear allí, en mástil, una enorme […]

Areilza, Conde consorte de Mutriku, fue más astuto y se anticipó el día 20 de diciembre de 1977 a izar su ikurriña propia nada más legalizarse ésta. Horas antes del acto solemne en la Casa Consistorial, un telefonazo a los guarde de su mansión, la de los Churruca, hizo ondear allí, en mástil, una enorme bicrucífera. Fraga, siendo Ministro de Gobernación, luego defraudado como el Conde por el advenimiento de Adolfo Suárez, había metido la zanca en mayo del 1976. Galleó: «… antes de permitir exhibir esa bandera, pasarán sobre mi cadáver». Está grabado, don Manuel.

Aberri Eguna, festivo domingo de Pascua, Día de la Patria Vasca, turistas extranjeros fotografían o graban con digitales o móviles lo que, sobre todo en zona costanera de Euskal Herria, ha pasado de lo conspiratorio a lo cotidiano. En espigones y barcos, en balconadas corridas de Ayuntamientos, fiestas patronales, frontones, charangas, mítines, se extingue como dibujo inercial la memoria histórica de las muchas peripecias clandestinas, heroicas, fúnebres, desafiantes de la ikurriña.

Don Manuel, liberalote a fuer de anglófilo, debería saber que el «Batallón Gernika», al mando del comandante republicano Olloki, que luchó contra la Wehrmacht y las SS de Hitler, la enarbolaba, y que envolvió a muchos caídos de la SGM. Bandera que el futuro líder de A.P., catedrático de Historia y opositor ‘cum laude’ llamó «invento»; pero a la que un De Gaulle de uniforme saludó militarmente, ya liberada Europa del nazismo, 1945, agachando con gran respeto la cerviz. Fue en el aeródromo de Montalivet, y entonces dijo el general: «Francia nunca olvidará el gesto de los vascos por la Liberación de nuestro suelo».

Lo olvidó, cómo no; pero ésa es otra historia amnésica. Hoy vamos a la no tan reciente memoria de un envite con farol, el de Fraga en mayo de 1976. Las generaciones juveniles captan ikurriñas transparentes por su uso consuetudinario y por lo que, como toda enseña, constituye: un mero símbolo convencional, dependiendo de la óptica que lo contempla. Incluida, por qué no, la sarcástica. Así, ante el ojo foráneo, en la actualidad, 28 años largos después de ser legalizada tras la Guerra Civil española, lo que suscita sorpresa en torno a la ikurriña es su constelación en todos los balcones y Consistorios, acentuada por el contexto coyuntural, o semántico, de que se conceda pronto al significante del símbolo un significado concreto y palpable. Para el trotamundos ajeno, es noticia vistosa, insólita. La plasma.

Recuerda, este celo de capturar panorámicas de Vasconia decorada de ikurriñas, a quienes antaño pasaban al «Otrolao», donde se vendían en los tenderetes como baratija, llaveros, sortijas, broches de forja y esmalte. La adquirían, desde esta falda pirenaica, como contrabando. Desde la otra era un simple suvenir agregado a los discos de Luis Mariano, ídolo de masas en las Galias.

La ‘repetición de los goles’

Se puede hablar, largo y tendido, exhaustivamente, de la trayectoria y proceso de todo emblema emblemático, o heráldico, como lo es la «ikurriña», en euskara vizcaino «insignia» o «divisa». Pero en este caso y efeméride, tiraremos por la crónica negra. Don Manuel, pese a la profusión, hoy, de ikurriñas como alegoría sublimada de esta fiesta tradicional de todo Euskal Herria , no sólo del nacionalismo, como se referirá en despiece; don Manuel Fraga, el del «dije Diego», cuyo galego risible era lamentable «chinokee» durante su permanencia como Presidente de Galiza, el abstencionismo manda, sigue vivo, vaya que sí, y que celebre muchos años (en la oposición). No se sabe si además de vivo, coleando. Renquea «Zapatones», como le designaban cariñosamente sus propios correligionarios de A.P., ergo no está cadáver. Le hemos visto en la tele, hace unos días, en un escaño. (También, en una moviola; que sí, don Manuel, que la tecnología va a misa). Aquel vídeo, que le delata, se halla en la Venezuela de Chávez, en la «Euzko Etxea».

Se puede, como en el caso de duda del Dépor, repetir el gol. No se trataba del No-Do, pero el ‘homo politicus’ es propenso a creer que juega en casa. Era una cinta magnética que desmentía, y desmiente, los mentís del implacable progresista y las libertades sin libertinaje. En breve transcribimos sus temerarias declaraciones. Pero metámosle suspense y certificados de autenticidad. Gran invento, el vídeotape, como lo llamaban. Para todos, menos para los árbitros como Fraga, a veces árbitro arbitrario. Pero constituyó todo un avance, la moviola, en las tardes dominicales, tras la discusión en el Estadio, el único foro de polémicas no reprimidas. Estaba Fraga en ‘off side’, en mayo, 1976, y la cámara lenta, pero segura, lo demuestra.

Ni Fraga, ni Areilza

¿Cómo se resuelve el misterio de que don Manuel, el que dice y se desdice, siga dando caña senatorial? Hay sofismas elocuentes. Don Manuel dijo que la ikurriña sólo ondearía «por encima de su cadáver». Ello, siendo Ministro del Gobernación. Ondea la ikurriña, hoy, sin mayor énfasis que el que cada cual desee otorgarle. Pero Fraga sigue tan vivo que ni siquiera puede metaforizarse lo de ‘cadáver político’. Genio y figura de la Dictadura, ¿será, como se rumoreaba del Caudillo, que dispone de un doble? Incierto. Es irrepetible e inimitable. Se empeñaba don Manuel Fraga en 1977, inútil carrera hacia la presidencia democrática de la transición (a veces intransitable), en maquillar su imagen. Incluso, aprovechando que junto con Areces, Santacréu y algunos más disponía del 20% de las acciones de «El País», amagando con el cese a su director Cebrián por las corresponsalías acerca de la ikurriña, la dimisión del Gobernador Civil de Guipúzcoa, facha, por supuesto, Menéndez Manjón y las iniciativas vecinales para que la bandera vasca presidiese sin intervención de las FOP la tamborrada donostiarra. Así que empezó a medrar, reciclarse y enmendar.

Areilza, por su parte, establecido en su casa señorial de Saturraran, en su día campo de concentración de rojoseparatistas, después Seminario abandonado, coqueteaba en sus veraneos con espías poco conspicuos del PNV. Pero en la memoria colectiva estaba grabado su discurso, en terno de falangista, al entrar en Bilbao las tropas facciosas. Hubiera «dado un brazo», se le atribuye la frase, por no haber proferido aquel discurso apocalíptico. Pero, en su caso, la hemeroteca exigía prudencia; y el Conde, taimado, ambicionaba también, cómo no, ser Presidente. Demócrata. Al gozar de hilo directo con el poder, tan pronto como supo de la legitimación de la ikurriña telefoneó a sus guardeses en Mutriku. Tenía ya prevista la inmensa bicrucífera y su mástil. La ciudadanía mutrikuarra, de entrada perpleja, después insurrecta, propinaba patadas al portón de los Churruca y dirigía a Areilza (ausente) los improperios más escogidos. Nunca se sabrán los fines de aquella falta de tacto. Una sobrada.

«Bandera falsa»

Antes, y tal vez esta torpeza instigara a Areilza a su jugarreta, Fraga Iribarne, hijo de vasca de Iparralde, había formulado su macabro ultimátum. Lo negaba con pertinacia. Suele acogerse a la laguna mental cuando se le mientan sus desplantes. Trágicos, como «la calle es mía». Qué hermoso tropo, el de «mano de hierro en guante de terciopelo».

Al grano. Pregunta la periodista latinoamericana, mayo del 1976: «¿Por qué la policía sigue impidiendo que la bandera vasca sea exhibida?». Respuesta, precisa, explícita, del ministro don Manuel Fraga Iribarne: «Le voy a contestar con mucho gusto. Hemos autorizado todas las banderas regionales menos la vasca, porque no es una bandera regional, es una bandera separatista, es una bandera, si es que me permite que lo diga, falsa. Las banderas provinciales de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa son muy repetidas.

Los pendones locales de Bilbao, de Álava, se están exponiendo todos los días. Pero en la llamada ikurriña, y mal llamada vasca, fue dibujada por Sabino Arana con fines separatistas… y es una mala copia de la bandera inglesa: que por cierto, no es un buen paralelo para un español trasladar la «Union Jack» a otros colores. Y ésa para muchos vascos es un insulto, y para los españoles, por supuesto. Hay una diferencia entre una bandera por la cual se ha atentado contra la unidad española, y las banderas regionales como la catalana o la valenciana que están perfectamente limpias…

Voy a decir lo siguiente: yo he planteado esa cuestión y han sido los vascos los que han dicho que no la aceptan de ninguna manera… la mayoría de los vascos no la quieren. No estoy hablando de españoles, sino de vascos cuando digo esto. Y en todo caso, antes de permitir exhibir esa bandera, pasarán sobre mi cadáver…»

Testimonio de Aznar Saratxaga

Se ignora qué plebiscito había convocado Fraga para conocer la aversión de los vascos hacia la ikurriña. Que es enseña de todos, aunque algunos partidos la atribuyan al nacionalismo sabiniano. Estrenada el 14 de julio de 1894, en el «Euzkeldun Batzokiya»,en el chaflán entre la calle Correo y el Arenal, en Bilbao, tiró de la cuerda un carlista, el exoficial de esta facción Ciriaco de Iturri, como socio de más edad de la sede, privilegio idéntico al de 1977, en el que el abanderado del evento era el «gudari» antifascista más veterano.

Con el Gobierno Vasco de 1936 ya constituido, se instauró, ante todo, como distintivo de los «bous» leales, pesqueros de altura convertidos, con armamento, en marina de guerra. Exhibida masivamente durante la República, 1932, año en que se celebró el primer «Aberri Eguna», quedó como estandarte al que se iban a acoger, junto con otros de signo republicano o sindicalista, los «gudaris» que se defendían de Mola y Franco. Como muestra del consenso, documentado, es indiscutible que el socialista Santiago Aznar Saratxaga, ministro de Industria del I Gobierno Vasco desde el 7 de octubre de 1936, propuso en proyecto de Ley que la ikurriña fuese la bandera oficial de Euskadi, y se aprobó y decretó el18 de ese mismo mes. La Marina pertenecía a sus competencias, y en vez de «inventar» otra para reconocerse en combate, se inclinó por la que la gran mayoría de los vascos, que habían tenido que pugnar fuerte por lograr el autogobierno de una República centralista, consideraban como suya.

Éste es el muy elocuente y breve documento dirigido por Aznar Saratxaga, en 1976, al alcalde de Barakaldo:

«Bilbao, 20-9-1976. r. D. Alberto Caño, Alcalde de Barakaldo.

Me dirijo a usted con el fin de aclarar públicamente lo que en su día fue aclarado unánimemente por el pueblo vasco. El 7 de octubre de 1936 fui nombrado por D. José Antonio de Aguirre, Ministro de Industria del Gobierno vasco, surgido tras la aprobación del Estatuto de Autonomía y el refrendo de la voluntad popular. Fue aquél un Gobierno de concentración donde estuvimos representando todas las fuerzas políticas del País.

Por aquel entonces era Secretario General de la UGT en Vizcaya y miembro del Comité Socialista de Euskadi. Digo esto como antecedente, porque fui yo quien por razones prácticas propuso la utilización de la bandera del Partido Nacionalista Vasco como bandera del Gobierno que el pueblo se había dado por ser ella quien mejor representa en el momento de la idea nacional vasca. Posteriormente, la sangre derramada sobre ella y bajo sus pliegues confirmó esta decisión de un Gobierno surgido de la voluntad popular.

«El que usted hable hoy de que la ikurriña sea la bandera del PNV y que una minoría trató de imponerla a una mayoría tiene la validez del argumento dicho por una minoría, como es usted y lo que representa, a una mayoría. Sin la menor intención de polemizar sobre algo tan obvio…»

Obvio, Don Manuel. No sólo está el vídeo. Puede confirmarse en hemeroteca, Caracas, en la colección de «El Universal», 25 de enero de 1977. Se titula el artículo «Cadáveres», y lo firma Sofía Imbar. Espabile, hombre.

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