Las opiniones de un militar, puestas en escena de manera meticulosa y posteriormente magnificadas mediáticamente con fines interesados por la ultraderecha (que, al parecer, es la única derecha que existe en este país) y con la colaboración involuntaria de una gran parte de la izquierda española, se han extendido a todos los mentideros de esta […]
Las opiniones de un militar, puestas en escena de manera meticulosa y posteriormente magnificadas mediáticamente con fines interesados por la ultraderecha (que, al parecer, es la única derecha que existe en este país) y con la colaboración involuntaria de una gran parte de la izquierda española, se han extendido a todos los mentideros de esta piel de toro como un terremoto con sus posteriores réplicas (que todavía se siguen produciendo) y han conseguido aturdir con su estruendo artificial incluso a los más despejados oteadores políticos, que han querido captar connotaciones golpistas en algo que no es más que la ejecución de una estrategia de los ultras para atacar a su objetivo más importante y próximo: el Estatuto de Cataluña.
No es que no haya habido ruidos de sables (que sí los ha habido ya que, como digo, esta situación está orquestada por las fuerzas más conservadoras utilizando a sus elementos militares y estos emplean los instrumentos que tienen a su disposición) pero estos ruidos no son más que estertores de impotencia que no pueden alcanzar otra cosa más que añadir un nuevo elemento coercitivo sobre Zapatero para dirigirle en la dirección que les interesa con respecto al mencionado Estatuto catalán. Y no pueden pretender otra cosa ya que en el actual contexto español y europeo sería impensable el triunfo e incluso la puesta en marcha de un proceso golpista cívico-militar en España.
Eso no quita que se cree el desasosiego entre los ciudadanos, que es la primera etapa del plan en el que, para añadirle enjundia a la situación, se utiliza a la actual Constitución como arma arrojadiza que, por cierto, manejan con igual torpeza los partidarios y los detractores del teniente general. Porque, al fin y al cabo, el militar se ha limitado (con astucia) a recitar el artículo 8 del Título Preliminar de la Constitución (artículo que al parecer fue impuesto en el texto por un diputado de la derecha, siguiendo instrucciones de aquellos que por entonces mantenían el sable levantado) y por un quítame allá estas pajas de que si los militares deben opinar o no en temas políticos, no deberían de haber desembocado los acontecimientos en el clima de crispación actual. Si a esto se añade que hay otros muchos aspectos del texto constitucional que chirrían y otros que ya reconocen tirios y troyanos que hay que modificar, deduzco que la responsable y origen de los truenos presentes y futuros es y será precisamente la actual Constitución.
Y es que la llamada Carta Magna del 78 fue en su momento un traje de primera comunión que los también llamados padres de la Patria le pusieron al democráticamente canijo pueblo español, recién salido del duro claustro de la dictadura y con el que el chaval se encontró muy favorecido y elegante para poder relacionarse con sus amiguitos europeos.
Pero pasaron casi treinta años y el niño creció. Se hizo un talludito mozalbete al que el traje de marinerito le va quedando bastante ridículo y por mucho que se le afloje la sisa del Título Octavo (De la Organización Territorial del Estado) o se extienda el dobladillo del artículo 8, o se repare el desgarro del artículo 92 (sobre Referéndum), como no se elimine la trasnochada charretera de todo el Título 2 (de la Corona) por no hablar de otros desajustes y desperfectos del trajecito, no habrá manera de conseguir un porte de acuerdo con los merecimientos del muchacho.
La sociedad española deberá aprender corte y confección. Pero ya no para apañarse un trajecito blanco. Debe confeccionarse una vestimenta democrática funcional pensada para que dure varias décadas, que se acomode a su compleja configuración actual, con refuerzos federales en las costuras, de diseño laico y revestida de una protectora y elegante capa tricolor.
Apuntémonos todos al curso de Corte y Confección que empieza este 2006. Por una España constitucionalmente bien vestida.
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José Manuel Graña Garrido es Presidente de Sociedade Galega Pola República